CINE
Comedia musical



La comedia musical:
La primera película en Todd-Ao, Oklahoma (Fred Zinnemann, 1955), una vistosa versión del popular musical de Rodgers y Hammerstein, fue un resonante éxito y abrió las puertas a una nueva generación de superproducciones musicales. Tenían varias características en común: se basaban casi invariablemente en éxitos de Broadway, estaban filmadas en los nuevos sistemas de 65 mm o 70 mm y duraban tres horas o más con un intermedio. Es decir, su principal razón de ser era el puro y simple espectáculo. Fox trató de capitalizar el triunfo de Oklahoma con un remake musical de Ana y el rey de Siam (Anna and the King of Siam, John Cromwell, 1946) titulado El rey y yo (The King and I, Walter Lang, 1956) que le valió un Oscar a su protagonista, el casi desconocido Yul Bryner. Fox distribuyó también South Pacific (Joshua Logan, 1958), una gran producción basada en el musical de Rodgers, Hammerstein y Logan que había triunfado en Broadway. Los grandes éxitos del género llegaron en la década de los sesenta.

  • West Side Story: (Robert Wise, Jerome Robbins, 1961), una versión moderna del tema de Romeo y Julieta en el mundo de los puertorriqueños de Nueva York, brillante aunque menos innovadora que el espectáculo original de Robbins, uno de los grandes coreógrafos norteamericanos. La película, que se convertiría en un clásico, ganó el Oscar junto con otros para los directores y el operador.
  • My Fair Lady: (George Cukor, 1964), remake musical de la comedia de Bernard Shaw Pigmalión, una producción personal de Jack Warner, quien invirtió cinco millones de dólares sólo en la compra de los derechos de la obra y otros doce millones en la producción, elegantemente diseñada por el exquisito fotógrafo británico Cecil Beaton, creador del vestuario en las producciones escénicas de My Fair Lady en Broadway y Londres. Cary Grant, ya retirado, rechazó el papel del profesor Higgins, lo que permitió a Rex Harrison, creador del personaje en la escena, repetir su trabajo en la pantalla y ganar un Oscar. También lo ganaron el director y el operador.
  • Sonrisas y lágrimas: (The Sound of Music, Robert Wise, 1965) se convirtió en la comedia musical más taquillera de todos los tiempos. Al mismo tiempo marcó el inicio de la decadencia del cine musical de gran espectáculo.

Fox sufrió tres reveses consecutivos El extravagante Dr. Doolittle (Dr. Doolittle, Richard Fleischer, 1967), que fracasó en taquilla a pesar de contar con Rex Harrison; Star! (1968), nueva asociación de Julie Andrews y Robert Wise; y Hello, Dolly (Gene Kelly, 1969), con la ganadora del Oscar del año anterior Barbra Streisand (Funny Girl, William Wyler, 1968). Warner fracaca con Camelot (Joshua Logan, 1967) y Paramount con La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint Your Wagon, 1969).

Broadway: Calle de Nueva York de 25 km de longitud, una de las más comerciales del mundo y eje principal del teatro, con sus bocacalles transversales. Comienza en Bowling Green y pasa por Wall Street, Times Square, Bronx, Van Cortlandt Park y en la calle 623 termina oficialmente dentro de Nueva York. Continúa por Yonkers y sigue hasta Albany.


Las biografías de músicos en el cine:
Las biografías cinematográficas de músicos suelen consistir en historias argumentales plagadas de interludios musicales. Sin embargo, sus tramas son tan débiles y tontas que se limitan a servir simplemente como excusas para las canciones y los bailes. Resulta quizá halagador para esta clase de películas sugerir que cuentan realmente "historias"; pues cualquiera que sean las diferencias de temperamento, procedencia y talento entre los músicos en cuestión, en lo que se refiere al cine todos ellos parecen haber llevado unas vidas muy parecidas. Los músicos varones son retratados, por lo general, como de orígenes humildes; sus primeras luchas se ven compensadas por una vida familiar sobria pero llena de cariño; el éxito se les suele subir a la cabeza y se lían con alguna sofisticada estrella o dama de la alta sociedad, pero cuando están al borde del desastre se ven rescatados por el amor de una esposa buena y sencilla que los ayuda a empezar de nuevo. En el caso de las mujeres dedicadas a la música, suelen triunfar pronto, son incapaces de llevar bien su éxito y recurren rápidamente al alcohol o las drogas; sus amores son, por lo general, desgraciados y o bien quedan inválidas a causa de un accidente o bien se ven afectadas por alguna enfermedad; sin embargo, antes o después encuentran la fuerza de voluntad necesaria para seguir adelante y lo hacen con una sonrisa entre los labios. La ventaja de estos sencillos argumentos es que en ellos encajan a la perfección los números musicales de éxito asegurado. Solían ser interpretados por un reparto de grandes estrellas, que se podía reunir a un coste relativamente barato, ya que cada una de ellas trabajaba en la película durante un breve período de tiempo.

Resulta difícil decir cuál fue el estudio que descubrió primero esta fórmula, pero el mérito le corresponde probablemente a la Warner, con Yankee Doodle Dandy, la biografía de George M.Cohan, realizada en 1942. Dado que Cohan estaba todavía vivo en aquellos, la película apenas podía insinuar que poseía pequeños defectos, como muestras de temperamento irlandés de tiempo en tiempo. James Cagney, la estrella, despertaba la simpatía del público, y la película contribuyó a aumentar la larga serie de biografías realizadas por el estudio a lo largo de los años 30, tales como la historia de Louis Pasteur (1936) y la vida de Emilio Zola (1937). El éxito de Yankee Doddle Dandy los animó a realizar una nueva tentativa del mismo tipo y, en 1945, produjo Rapsodia en azul, una anodina biografía de George Gershwin, y al año siguiente Noche y día, la vida de Cole Porter, con Cary Grant en el papel principal. Tras Noche y día, la Warner rodó sólo una biografía de compositor más, I'll See You in My Dreams (1952), en la que Danny Thomas como Gus Kahn y Doris Day como su dulce y sensible esposa, sufrían todas las peripecias propias de los melodramas. La MGM rindió tributo a Jerome Kern (1946, Till The Clouds Roll By), a Rodgers y Hart (1948, Words and Music) y a Kalmar y Ruby (1950, Tree Little Words), todas ellas revistas musicales plagadas de grandes estrellas y con una endeble trama destinada únicamente a engarzar los distintos números musicales unos con otros. La 20th Century-Fox tomó al único equipo de músicos y letristas que quedaba, De Sylva, Brown y Henderson, como protagonistas de The Best Things in Life Are Free (1956); para entonces los estudios habían comenzado a interesarse por los intérpretes en lugar de por los compositores. Tras la historia de Al Jolson (1946) y Jolson canta de nuevo (1949), vinieron La historia de Glenn Miller (1953), La historia de Benny Goodman (1955) y La historia de Gene Krupa (1959). Se mostró a Lillian Roth luchando contra el alcoholismo en Mañana lloraré (1955) y a Helen Morgan librando la misma batalla en La historia de Helen Morgan (1957); Jane Froman se quedaba inválida en Con una canción en mi corazón (1952), y lo mismo le ocurría a la estrella de la ópera Marjorie Lawrence en Melodía interrumpida (1955). Pero, de una forma u otra, todas ellas conseguían seguir cantando. Como es lógico, estos papeles de mujeres famosas y atribuladas proporcionaban inmejorables "vehículos" para primeras estrellas especializadas en sufrir en la pantalla, como Eleanor Parker y Susan Hayward. La carrera de Ann Blyth no fue ni mejor ni peor por haber interpretado a Helen Morgan, pero el papel de Ruth Etting inició una nueva fase en la de Doris Day. Resultaba más fácil convertir a un intérprete en el centro de una biografía que a un compositor; aparte de Cary Grant como Cole Porter, los compositores de las películas tendían a quedarse al margen del drama, mientras que sus canciones eran interpretadas por otros; por tanto, los compositores solían ser encarnados por actores de segunda fila. Una excepción fue Glenn Miller, encarnado en la pantalla con lacónico encanto por James Stewart. En cualquier caso, la historia de la ascensión de Miller de la pobreza al éxito y la riqueza resultaba más interesante que la de la mayoría de los restantes compositores, y, desde el punto de vista dramático, tenía la ventaja de que Miller había muerto en un accidente de aviación durante la segunda guerra mundial. Cuando el estudio consideraba que el tema de una biografía cinematográfica carecía del necesario gancho para la taquilla, solía recurrir a grandes estrellas para aumentar su atractivo. Los espectadores se animaron a ver Lilliam Russell (1940) debido a que estaba interpretada por Alice Faye, y La rubia de los cabellos de fuego (1945), una biografía de Texas Guinan, porque su estrella era Betty Hutton. Lo mismo puede decirse de Las hermanas Dolly (1945), reencarnadas por Betty Grable y June Haver, y The I Don´t care Girl (1952), en la que Mitzi Gaynor interpretaba a Eva Tanguay. Todas estas películas habían sido pensadas para el lucimiento de sus respectivas estrellas.

La fórmula funcionó bien mientras que dichas estrellas tuvieron un gran número de fieles seguidores. Pero, una vez superada la década de los 50, hubo cada vez menos nombres que asegurasen el éxito con su simple presencia en una película. La mayoría de las grandes estrellas femeninas de los últimos años han probado, al menos, con una biografía: Julie Andrews encarnó a Gertrude Lawrence en Star (1968), Diana Ross se convirtió en Billie Holiday para Lady Sings the Blues (1972), Barbra Streisand interpretó a Fanny Brice en Funny Girl (1968) y en Funny Lady (1975), y Bette Midler encarnó a un personaje muy parecido al de Janis Joplin en La rosa (1979). De todas ellas, una fue un fracaso espectacular y significativo. Star carecía de historia, de dramatismo, de romance, de algo que respondiese a las preguntas que, inevitablemente, se plantearía un público obligado a pasar tres horas y cuarto en compañía de una estrella sobre la que no sabían nada. Tras las recientes biografías cinematográficas de Woody Guthrie Esta es mi tierra (1976, Bound for Glory), Elvis Presley (1979, Elvis) y Buddy Holly (1979, The Buddy Holly Story), resulta difícil imaginar a quién se elegirá ahora como tema de una biografía cinematográfica. No quedan ya compositores a la antigua en los que basar una película. Quizá merezca la pena volver atrás y rodar las verdaderas biografías de los grandes compositores e intérpretes de los años 20, 30 y 40. De momento a Cole Porter se le recordará siempre en la figura de Cary Grant; a Glenn Miller, en la de James Stewart; a Lillian Roth, en la de Susan Hayward, y a Fanny Brice, en la de Barbra Streisand.

Gene Kelly | Tony Bennett | Ella Fizgerald


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