HISTORIA
CUBA
Desastre de 1898



Reacción de los intelectuales:
La desmesurada reacción de las élites, interpretando en términos colectivos y raciales lo que no era sino un fracaso del Estado, se entiende también por las circunstancias hasta aquí expuestas. Por un lado, por el proceso nacionalizador, que a ellos, las élites escolarizadas, sí les había afectado. Por otro, entre los intelectuales de mayor entidad, porque esta crisis nacional coincidió con la del racionalismo progresista que había dominado todo el XIX. De ahí los disparatados planteamientos de un Ganivet, que equipara el problema de España al dogma de la Inmaculada Concepción de María, o las soluciones políticas arbitristas, autoritarias y melodramáticas que tantos otros proponen para regenerar el país. En definitiva, no hay que olvidar que, pese a que apelaran tanto a la modernización o europeización de España, ni siquiera eran unos intelectuales en contacto con el mundo moderno, exceptuando quizás los terrenos estéticos. No conocían el mundo industrial, sino que procedían de clases medias provincianas, básicamente de rentas agrarias, y no sentían afición por los problemas económicos ni por los científicos o técnicos. Sus mayores creaciones fueron literarias, en general a partir de la fusión de la crisis nacional con su crisis de conciencia individual. La complicada reacción posterior al 98 fue decisiva para la España del siglo XX. La derrota cubana suscitó una crisis gravísima, no de tipo económico ni político inmediato, sino de conciencia. Todas las fuerzas políticas, y el conjunto de la opinión, se convencieron de que eran inevitables profundas reformas para "regenerar" al país, un término que, desde luego, significaba cosas muy diferentes para los diversos sectores o fuerzas políticas. Tras unos años de desconcierto, aquellas propuestas complicadas, críticas y contradictorias de la generación del 98 se fueron viendo sustituídas por un "casticismo" más sencillo y optimista. (Alvarez Junto).

Militares:
El descalabro de 1898 produjo una gran sacudida dentro del ejército. A la caza de culpables de la pérdida colonial, los militares responsabilizaron a los políticos por no haber satisfecho a tiempo las demandas de material bélico. Aunque hubo ruido de sables y rumores de golpes de fuerza, todo quedó en desahogo de cuarto de banderas porque la milicia bastante hacía con estarse quieta después de volver derrotada de la guerra. No parecía el mejor momento para exhibir su vocación de salvadora de la patria, cuando en media España aleteaba un irrefrenable rumor antimilitarista. Si Cánovas había conseguido contener a los militares en sus cuarteles, la conciencia crítica del Desastre debería alejarlos definitivamente de cualquier tentación de pronunciamiento. A partir de ahora se especializarían en la defensa del orden público, el centralismo y la corona.

Atenuación transitoria de la intromisión militar en la política:
La campaña de responsabilidades, que se desató tras la derrota, reforzó en una parte del ejército su hostilidad hacia la política y en concreto hacia la política liberal y pluripartidista, concebida como sinónimo de corrupción y decadencia, sentimientos que estarían en la raíz del nuevo intervencionismo militar desplegado a partir de los años veinte. A su vez, la España liberal, antes profundamente nacionalista, empezaría a mirar con sospecha todo arrebato patriótico y muchas de las invocaciones nacionales como si obedecieran a deseos de intromisión en la política. Tal vez, de ahí proceda la reticencia de la izquierda en España a hacer una simple profesión de fe nacional. (García de Cortázar)

La monarquía no resulta malparada:
El régimen de la Restauración no se tambaleó ni se desprestigió, sobre todo si se compara la situación española con lo que ocurrió en otros países cuando tuvieron sus noventa y ocho [derrota de Francia ante Prusia y expulsión de Africa, subordinación de Portugal al Imperio Británico, victoria japonesa sobre Rusia (1905)]. Por ejemplo Francia, que despuñes de su derrota militar de 1870 cambió de régimen. En España no ocurre nada de eso, la monarquía sólo empezó a perder clientes en abundancia , pasada la primera década del s.XX. Los gobiernos de la regencia de María Cristina resolvieron bastante bien la crisis inmediata del 98 y no hubo tampoco, por muy intensa que fuera la reflexión sobre España, un nacionalismo español de masas a diferencia de lo ocurrido en Francia o Italia.

En los albores del Desastre de 1898, Cánovas creyó que no era necesario derramar lágrimas por la pérdida de las colonias americanas. España ya había perdido el rumbo desde el siglo XVII, "desviada del curso general de las ideas europeas". Sin embargo, no todos tenían la capacidad de contemplar la tragedia con tanta ecuanimidad. Después de 1898, los españoles vieron que el sueño que una vez habían abrigado sus mentes, ese sueño que había nacido trescientos años atrás mediante la imagen de tres pequeñas embarcaciones que se habían aventurado valientemente a cruzar el océano y que habían traído un mundo completamente nuevo al ámbito de la civilización hispánica, se había reducido a polvo y cenizas. América puede haber sido una influencia negativa, pero al menos había ofrecido gloria y dignidad. Ahora ya no quedaba nada de eso. (H.Kamen)

Confrontado con la repatriación de capitales coloniales que se completa en 1898, el sistema financiero español revive y se dispone a inaugurar una época espléndida. Así, al tiempo que crecía la preocupación del gobierno por los síntomas inflacionistas inherentes a la llegada de dinero, la euforia se apodera del corazón bursátil de Madrid y Bilbao. La inyección monetaria fue tan grande que apenas pudieron absorberla las fundaciones bancarias.

Más que una respuesta aislada y pesimista, el 98 es una reacción provechosa, pues para redimir las culpas de la derrota, los españoles no se pusieron el silicio retrospèctivo sino que intentaron imitar a quien le castigaba, de tal forma que el mundo euroatlántico se convirtió en el ejemploa seguir. (García de Cortázar)

Texto completo de la Enmienda Platt (1902):
Que en cumplimiento de la declaración contenida en la resolución conjunta aprobada en 20 de abril de mil ochocientos noventa y ocho, intitulada Para el reconocimiento de la independencia del pueblo cubano, exigiendo que el gobierno de España renuncie a su autoridad y gobierno en la isla de Cuba, y retire sus fuerzas terrestres y marítimas de Cuba y de las aguas de Cuba y ordenando al presidente de los Estados Unidos que haga uso de la fuerza en tierra y mar de los EE.UU. para llevar a efecto estas resoluciones, el presidente por la presente, queda autorizado para dejar el gobierno y control de dicha isla a su pueblo, tan pronto como se haya establecido en esa isla un gobierno bajo una constitución, en la cual, como parte de la misma, o en una ordenanza agregada a ella se definan las futuras relaciones entre Cuba y los EE.UU. sustancialmente como sigue: 1) Que el gobierno de Cuba nunca celebrará con ningún poder o poderes extranjeros ningún tratado u otro convenio que pueda menoscabar o tienda a menoscabar la independencia de Cuba ni en manera alguna autorice o permita a ningún poder o poderes extranjeros, obtener por colonización o para propósitos militares o navales, o de otra manera, asiento en o control sobre ninguna porción de dicha isla. 2) Que dicho gobierno no asumirá o contraerá ninguna deuda pública para el pago de cuyos intereses y amortización definitiva después de cubiertos los gastos corrientes del gobierno, resulten inadecuados los ingresos ordinarios. 3) Que el gobierno de Cuba considere que los Estados Unidos pueden ejercitar el derecho de intervenir para la conservación de la independencia cubana, el mantenimiento de un gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual y para cumplir las obligaciones que, con respecto a Cuba, han sido impuestas a los EE.UU. por el Tratado de París y que deben ahora ser asumidas y cumplidas por el gobierno de Cuba. 4) Que todos los actos realizados por los Estados Unidos en Cuba durante su ocupación militar, sean tenidos por válidos, ratificados y que todos los derechos legalmente adquiridos en virtud de ellos, sean mantenidos y protegidos. 5) Que el gobierno de Cuba ejecutará, y en cuanto fuese necesario cumplirá, los planes ya hechos y otros que mutuamente se convengan para el saneamiento de las poblaciones de la isla, con el fin de evitar el desarrollo de enfermedades epidémicas e infecciosas, protegiendo así al pueblo y al comercio de Cuba, lo mismo que al comercio y al pueblo de los puertos del Sur de los EE.UU. 6) Que las isla de Pinos será omitida de los límites de Cuba propuestos por la constitución, dejándose para un futuro arreglo por tratado la propiedad de la misma. 7) Que para poner en condiciones a los EE.UU. de mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa, el gobierno de Cuba venderá o arerrendará a los EE.UU. las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el presidente de los EE.UU. 8) Que para mayor seguridad en lo futuro, el gobierno de Cuba insertará las anteriores disposiciones en un tratado permanente con los Estados Unidos.

Derrota en la guerra Hispano-norteamericana (1898) | La batalla de Santiago de Cuba. Por José Antequera | El desastre de Santiago. Por Ricardo Peytaví


[ Inicio | Indice Cuba | Cronología | Cuba 1893 | Canarias 98 | Preludios | Españoles | Rebeldes | Revolución ]