MAR
Tsunamis



Tsunamis:
Tsunami es una palabra japonesa que significa "ola de puerto", unas olas que destruían las aldeas de pescadores sin que en alta mar se sintiera su paso. La profundidad de las olas corresponde más o menos a la mitad de su longitud. Por debajo el mar está en calma. La longitud de un tsunami es de docenas e incluso cientos de kilómetros y su velocidad superior a los 700 kilómetros por hora. En mar abierto, la altura de la onda es muy baja, menos de un metro, por lo que pasa inadvertida, pero al contrario que la ola normal, el tsunami toca el lecho marino, a medida que se acerca a la costa, debido a la menor profundidad, se ve frenada y disminuye su longitud al mismo tiempo que aumenta drásticamente su altura. En el 90 por ciento de los casos tienen lugar tras un terremoto con epicentro en el mar; en un 9 por ciento, después de un derrumbe submarino que a veces sucede a un seísmo; y el uno por ciento restante, tras una explosión volcánica. Tanto antes de que llegue la primera gran ola, como entre ésta y la que le sigue, el mar retrocede varios kilómetros con una gran fuerza de arrastre. Probablemente se produzca un millar cada siglo en todo el planeta. Desde 1983 han sido contabilizados 120 tsunamis. 32 han causado daños significativos, 13 han resultado destructivos, 102 ocurrieron en el Pacífico, 6 en el Caribe, 9 en el Mediterráneo y 1 en el mar Rojo, el océano Indico y el mar de China.

Relación de Tsunamis en el pasado:
En 1470 a de C. la isla de Thera en el mar Egeo (actual Santorini) explotó con una fuerza cinco veces superior a la que en 1883 destruyó la isla de Krakatoa (situada entre Java y Sumatra). El tsunami que se produjo alcanzó los 50 metros de altura y asoló Creta, 105 kilómetros al sur de Thera. Algunos historiadores consideran que causó el fin de la civilización minoica. En julio del año 869 d. de C. mueren mil personas en la costa de Sanriku, noroeste de Honshu. En septiembre de 1944 mueren 998 personas en la península de Kii (Japón). El 20 de diciembre de 1946 en Honshu (Japón), mueren 1443 personas. El 22 de mayo de 1960 en el sur de Chile, mueren 490 personas. El 28 de marzo de 1964 en la bahía Prince William Sound (Alaska), mueren 125 personas. El 16 de mayo de 1968 en Honshu (Japón), mueren 52 personas.

ola ola Satorini Fondo marino

El tsunami de Lisboa (1 de noviembre de 1755):
Hay estimaciones que hablan de una magnitud de 8,5 en la escala de Mercalli y una intensidad de 10 en la de Richter, los datos precisos del terremoto se desconocen. Se ha reconstruido en ordenadores un paisaje bastante exacto de lo ocurrido. Se cree que el epicentro estuvo situado al sudoeste del cabo de San Vicente, en la entrada del golfo de Cádiz. El Tsunami tardó quince minutos en recorrer los 328 kilómetros que separan este punto de Lisboa y algo más de una hora en cubrir los 428 kilómetros que hay hasta Cádiz. Las olas arrasaron las poblaciones del Algarve e inundaron la parte baja de Lisboa, que fue azotada por olas de 18 metros de altura causando más de 60.000 víctimas.

    Debate ilustrado sobre el desastre de Lisboa:
    El desastre dejó una honda impresión en los pensadores de la Ilustración. Según Susan Neiman y Jean-Pierre Dupuy la rápida sucesión de fenómenos (terremoto, tsunami e incendio) que se unieron para destruir Lisboa marcó el principio de la filosofía moderna del mal. ● «Desde lo de Lisboa, ha dejado de estar bien visto relacionar los males naturales con los males morales, ya que aquellos carecen de sentido alguno». (Neiman) ● Los filósofos modernos separaron los desastres naturales de los males morales, diferenciándolos precisamente sobre la base de la aleatoriedad de los primeros (reformulada a partir de entonces como una especie de ceguera) frente a la intencionalidad o el carácter deliberado de los segundos. [...] Dios iba a estar prácticamente ausente de la disputa que siguió al acontecimiento. (Bauman) Rousseau exaltaba la prístina sabiduría inherente a todo «lo natural» pero adoptó ante el desastre en una carta abierta a Voltaire la postura más modena. Las catastróficas consecuencias del acontecimiento eran atribuibles a fallos humanos y no naturales. Fallos como causas, y no pecados. Se refería al tipo de edificaciones cercanas a la costa, la aglomeración de habitantes y las reacciones tras el movimiento sísmico, como búsquedas de bienes y documentos entre los escombros.

Relación de episodios catastróficos:
En agosto de 1883 la explosión del volcán Krakatoa origina olas de hasta 35 metros de altura que causan 36.500 víctimas en Java y Sumatra. En junio de 1896 las costas de Sanriku son alcanzadas por olas de 38 metros que causan 27.122 muertos. En diciembre de 1908 un seísmo de 7,5 en la escala de Mercalli provoca en las costas de la Italia meridional olas de ocho metros que causan 58.000 víctimas. En abril de 1946 un tsunami de 36 metros de altura alcanza las islas Hawai dejando 159 víctimas. En 1952, 1957, 1960, 1964 y 1975 el fenómeno se repite. En diciembre de 1946 en Nankaido un tsunami de seis metros causa 1.500 muertos. En mayo de 1960 olas de hasta 33 metros provocan 1.000 muertos en Chile, Hawai, Filipinas y Okinawa. En 1962 un tsunami alcanza Port Royal, Jamaica, y causa 3.000 muertos. En marzo de 1964 un tsunami de 51 metros arrasó las costas de Alaska y causó 106 muertos. En agosto de 1976 en el golfo del Moro, Filipinas, un seísmo de magnitud 7,8 causa un tsunami de 5 metros y 8.000 muertos. En septiembre de 1992 en el litoral de Nicaragua olas de 10 metros causaron 170 víctimas. En diciembre de 1992 las islas de Indonesia fueron alcanzadas por un tsunami de 26,2 metros que causó 1.000 víctimas. En julio de 1993 en el mar del Japón surgieron olas de 31 metros que dejaron 330 víctimas. En 1998 en Papúa Nueva Guinea olas de 15 metros causaron 5.000 muertos.

● El mar se retiró de modo que en el lodo se vieron muchas especies de animales. Después regresó cuando menos se esperaba, arrasando edificios y ahogándose miles de personas. Grandes barcos que flotaban en el agua fueron arrojados a los tejados de las casas. (Ammianus Marcellinus. Cerca de Alejandría, año 365) ► Perú es una «tierra de catástrofes naturales», de una considerable actividad tectónica que provoca terremotos que periódicamente «causan estragos» en el país. Un terremoto causó la muerte de 75.000 personas en 1970, y en 1746 una ola gigante de 18 metros arrasó Callao. Fue la cuna de asombrosas civilizaciones antiguas que se frustraron por catástrofes naturales. ► Yokohama, uno de los puertos marítimos más importantes de Japón, fue destruido casi totalmente por un violento temblor de tierra el 01/09/1923. La mitad de la población perdió la vida. Las pérdidas materiales se elevaron a 800 millones de yenes, unos 2.000 millones de pesetas. ► Los gitanos del mar, también conocidos como moken o bajau, dispersos a bordo de sus kabang a lo largo del sudeste asiático, consiguieron ponerse a salvo durante el tsunami de 2004. Habían tomado las medidas de precaución aprendidas en su vida en el mar. Los que estaban embarcados se alejaron de la costa mar adentro. ► Se cree que un meteorito como el caído en Arizona hace diez mil años y que produjo un cráter de casi un kilómetro de diámetro, causaría más muertes si cayera sobre el mar que sobre una ciudad, que en ese caso la haría desaparecer. El aumento en el nivel de las aguas devastaría las pobladas costas del mundo con inmensas oleadas.

ola ola Krakatoa antes de la explosión Krakatoa


El tsunami de Krakatau (1883):
Krakatau, que antiguamente se llamó equivocadamente Krakatoa, una isla del tamaño de Manhattan a medio camino entre el estrecho de Sonda, entre Sumatra y Java, desapareció la mañana del domingo 27 de agosto de 1883. Fue despedazada por una serie de poderosas erupciones volcánicas. La más violenta ocurrió a las 10.02 de la mañana, y reventó hacia arriba como la explosión formada por una gran bomba nuclear, con una fuerza estimada equivalente a 100-150 megatoneladas de TNT. La onda expansiva que creó viajó a la velocidad del sonido alrededor del mundo, alcanzando el lado pouesto de la Tierra cerca de Bogotá, Colombia, diecinueve horas más tarde, desdde donde rebotó de vuelta a Krakatau y luego de vuelta otras veces hasta realizar al menos siete recorridos constatados sobre la superficie terrestre. Los sonidos audibles, parecidos al cañoneo distante de un barco en apuros, se despalzaron hacia el sur a través de Australia hasta Perth, hacia el norte hacia Singapur, y al oeste a 4.600 kilómetros de distancia, hasta la isla Rodríguez, en el océano Indico, la mayor distancia recorrida por un sonido transportado por el aire en toda la historia conocida. Cuando la isla se hundió en la cámara subterránea vaciada por la erupción, el mar se precipitó en su interior para llenar la caldera recién formada. Una columna de magma, rocas y cenizas se elevó en el aire a 5 kilómetros de altura, después cayó hacia tierra, empujando el mar hacia fuera en un tsunami de 40 metros de altura. Las grandes olas de marea, parecidas a negras colinas cuando se avistaron por primera vez en el horizonte, cayeron sobre las costas de Java y Sumatra, barriendo pueblos enteros y matando a 40.000 personas. Los segmentos que atravesaron los canales y llegaron a mar abierto continuaron como olas que se expandían alrededor del mundo. Las olas tenían todavía un metro de altura cuando llegaron a la costa de Ceilán, ahora Sri Lanka, donde ahogaron a una persona, su última víctima. Treinta y dos horas después de la explosión llegaban a Le Havre, Francia, reducidas finalmente a ondas de pocos centímetros de altura. Las erupciones levantaron más de 18 kilómetros cúbicos de rocas y otros materiales en el aire. La mayor parte de esta tefra, como es llamada por los geólogos, cayó rápidamente en forma de lluvia sobre la superficie, pero un residuo de aerosol de ácido sulfúrico y de polvo rebosó hasta una altura de 50 kilómetros y se difundió alrededor de la Tierra a través de la estratosfera; durante varios años estuvo produciendo puestas de sol de brillante color rojo y anillos episcopales, coronas opalescentes que rodean el Sol. En Krakatau la escena era apocalíptica. Durante las horas del día, a los que se hallaban lo basante cerca para ver las explosiones les parecía que el mundo entero llegaba a su fin. En el momento culminante de las 10.02, el bergantín norteamericano W.H.Besse se dirigía hacia el estrecho a 84 kilómetros al este-noreste de Krakatau. El primer oficial anotó en su cuaderno de bitácora que se oyeron estampidos terrorificos. (Edward O.Wilson)

Anotación del W.H.Besse (1883):
Una pesada nube negra que se elevaba desde la dirección de la isla de Krakatoa; el barómetro cayó una pulgada de golpe, subiendo y bajando de pronto una pulgada cada vez; llamé a toda la tripulación, aferré todas las velas firmemente, lo que apenas se había terminado cuando la turbonada golpeó el barco con fuerza terrorífica; dejé caer el ancla de babor y toda la cadena en la cajonada, mientras el viento aumentaba hasta un huracán; dejé caer el ancla de estribor; se había estado oscureciendo desde las 9 de la mañana y, cuando la turbonada nos golpeó, era más oscuro que ninguna noche que yo hubiera visto; era medianoche a mediodía; una fuerte lluvia de cenizas llegó con la grupada, y el aire era tan denso que se hacía difícil respirar; noté asimismo un fuerte olor de azufre, y todos los tripulantes pensaban que iban a ahogarse. Los terribles ruidos procedentes del volcán, el cielo lleno de relámpagos, bífidos, que corrían en todas direcciones y que hacían la oscuridad más intensa que nunca; el aullido del viento a través del aparejo, todo formaba una de las escenas más salvajes y horribles imaginables, una escena que nadie a bordo olvidaría jamás, pues todos creían que habían llegado los últimos días de la Tierra. El agua se dirigía hacia nosotros desde la dirección del volcán a una velocidad de 12 millas por hora; a las 4 de la tarde el viento se había moderado, las explosiones casi habían cesado, la lluvia de cenizas ya no era tan intensa; de este modo pude ver las cubiertas; el barco estaba recubierto con toneladas de finas cenizas parecidas a piedra pómez, que se pegaban a las velas, a los aparejos y a los mástiles como cola.

Crónica de un tsunami en Hondo (1896):
La tarde del 5 de junio de 1896 el nordeste de Hondo, la isla principal de Japón, fue azotado por una enorme ola terremoto (tsunami) que resultó ser más destructiva, en cuanto a vidas y propiedades, que cualquier otra convulsión producida por un terremoto en este siglo y en este imperio. Toda la línea costera de San-Riku, las tres provincias de Rikuzaen, Rikuchu y Rikuocho, de la isla Kinkwazn [...] casi doscientos ochenta kilómetros al norte, quedó arrasada por una gran ola procedente del este y el sur, y cuya altitud registrada osciló entre los tres y los quince metros. Algunos supervivientes, que vieron cómo avanzaba en la oscuridad, declararon que medía entre 25 y 30 metros de altura. Con una diferencia de treinta minutos de tiempo entre los puntos del sur y los del norte, azotó la costa de San-Riku y en un santiamén arrasó las ciudades y pueblos, matando a 26.975 personas de la población nativa, e hiriendo gravemente a 5.390 supervivientes. Arrasó y destrozó 9.313 viviendas, encalló a unos trecientos barcos, embarcaciones grandes, goletas y viejos barcos, aplastando o llevándose a la deriva a otros 10.000 barcos de pescadores, destrozando propiedades por un valor de hasta seis millones de yenes. Miles de acres de tierra cultivable se convirtieron en residuos, las rocas sobresalientes cercanas a la costa se partieron, tumbaron y desplazaron a cientos de metros, creando agujeros y obstáculos, y la línea costera de algunas localidades cambió. (Eliza Scidmore [1856-1928])

Agaete:
Las laderas del Valle de Agaete en el noroeste de Gran Canaria presenta unas características manchas blancas o depósitos marinos. Desde 1934 se viene sugiriendo la hipótesis de que son restos depositados por un virulento tsunami. Se trataría de una marca geológica dejada por una ola gigante que alcanzó el norte de Gran Canaria hace 800.000 años, como consecuencia de un desprendimiento volcánico ocurrido en la localidad de Güímar (Isla de Tenerife). El potente episodio geológico provocó una mega ola que llegó a Gran Canaria en minutos y escaló valle arriba unos tres kilómetros. En ese espacio que separa las islas se encuentra el volcán sumbarino de Enmedio a 2.500 metros de profundidad.

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