SER
Positivo



Utilidad del optimismo:
La disposición optimista se manifiesta en las tendencias a juzgar las cosas considerando sus aspectos más favorables, y a confiar en que lograremos lo que deseamos. Los individuos optimistas, comparados con los pesimistas, hacen frente a los avatares de la vida con una actitud más esperanzada y perseveran en situaciones difíciles con más empeño y seguridad. Son más extrovertidos, de trato más fácil, y tienen más éxito en las relaciones sociales y en trabajos que requieren liderar, vender o competir, incluyendo la política y los deportes. En resumen, la vida los trata mejor. La conexión positiva entre el talante optimista y la satisfacción con la vida en general ha sido demostrada en cientos de estudios, por lo que el optimismo no debería ser noticia. Los ciudadanos que se sienten razonablemente satisfechos y optimistas confían en su capacidad y competencia, resisten con firmeza las adversidades, apuestan por el progreso y eligen como mejor negocio el bien común.

[...] Las personas albergamos dos clases de esperanza. Una abarca las expectativas generales que guardamos del futuro. Por ejemplo, el significado positivo que le damos al destino del género humano, o el grado de fe que tenemos en que la maldad, las injusticias o las enfermedades que nos azotan no tendrán la última palabra. La otra esperanza es más concreta y se basa en la fuerza de voluntad que invertimos para conseguir nuestros objetivos y la energía que destinamos a planificar la estrategia para lograrlos. Esta esperanza alimenta en nosotros la creencia de que vamos a alcanzar las metas por las que luchamos. Por ejemplo, nos inyecta confianza en que conseguiremos la promoción por la que hemos trabajado, o que dejaremos de fumar una vez que nos lo proponemos. La idea de que controlamos nuestra vida, representada tangiblemente en el calendario, es también un componente esencial del optimismo. Cuando consideramos que dirigimos nuestro programa vital, nos sentimos más capaces de dominar las circunstancias adversas y nos enfrentamos más directamente a los problemas que cuando nos encontramos a la deriva y nos vemos vapuleados o sometidos por fuerzas irresistibles. La conciencia de que ocupamos el asiento del conductor, aunque sea a veces una mera fantasía, nos ayuda a soportar situaciones y sentimientos negativos.

    En una investigación reciente en la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey), veinte enfermos de ataques de pánico se prestaron voluntariamente a respirar aire contaminado de dióxido de carbono (un gas que provoca los síntomas de pánico). Antes de comenzar el experimento, la mitad de los pacientes fueron informados de que podrían regular en todo momento la cantidad del gas tóxico que inspiraban, y la otra mitad de voluntarios fueron advertidos de que no tendrían control sobre la composición del aire. Al final de la prueba, aunque ambos grupos habían inhalado la misma proporción de dióxido de carbono, mientras sólo el 20% de los pacientes que suponían que tenían control sufrieron ataques de pánico, el 80% de los que imaginaban que no controlaban el aire que respiraban los sufrieron.

Si creemos que mandamos sobre nuestras decisiones o elegimos los derroteros que van a marcar nuestro paso por el mundo, tendemos a transformar nuestros anhelos en desafíos y a confiar en nuestra capacidad para superar las barreras que se interponen en nuestro camino. Puestos a elegir, más personas prefieren hacer lo que quieren que poseer lo que desean. Lo bueno del optimismo es que modela positivamente nuestra percepción de nosotros mismos y de las cosas que nos rodean, facilita el análisis constructivo de las experiencias pasadas, fortifica la esperanza en el mañana y, además, refuerza la capacidad de adaptación y la resistencia a los infortunios.

Los individuos de talante optimista que se enfrentan a una situación difícil confían en que encontrarán un consuelo, un refugio o una salida. Frente a los problemas perseveran con más tesón que las personas de disposición pesimista. Y desde un punto de vista práctico, es evidente que quienes persisten durante más tiempo en la búsqueda de un remedio a su desgracia tienen más probabilidades de encontrarlo, en caso de que éste exista.

    Salud: Un cúmulo de evidencia científica sugiere que un temperamento optimista alarga la vida en general y contribuye a la longevidad de personas que sufren ataques de corazón, cáncer, insuficiencia renal, esclerosis múltiple, hipertensión y asma. El optimismo nos protege además de la depresión, una dolencia caracterizada por envenenar y arruinar nuestras vidas, a veces hasta el punto de desear la muerte.

A quienes juzgan que los optimistas carecen de un sentido ecuánime o sensato de la realidad -como el personaje patético del doctor Pangloss que hace dos siglos y medio inmortalizó Voltaire en su novela Cándido-, les recomiendo los estudios de la psicóloga estadounidense Lisa Aspinwall. Esta investigadora del carácter humano demostró que los hombres y mujeres optimistas, antes de tomar decisiones importantes, sopesan tanto los aspectos positivos como los negativos de las cosas, mientras que los pesimistas se limitan a enfocar únicamente los aspectos negativos. Creo que el aumento en las ventas de calendarios de 2004 es verdaderamente una buena noticia. Es un signo de que hay más personas que sienten que gobiernan el barco de su vida y alimentan en su corazón la ilusión de que el buen futuro enterrará al mal pasado. En cualquier caso, el crecimiento del optimismo en estos tiempos borrascosos es previsible. Después de todo, el verdadero optimismo suele surgir especialmente en las tragedias, pues la tendencia a ver las cosas considerando su aspecto más favorable es parte de nuestro instinto de conservación y supervivencia. Como escribió el antropólogo Lionel Tiger: "apostar con esperanza ante la incertidumbre es tan característico de nuestra especie como andar con dos patas". (Luis Rojas Marcos, extracto) http://www.luisrojasmarcos.com/opinion.htm

Eric-Emmanuel Schmitt:
[...] Mi mirada es más humanista que religiosa. Las religiones son grandes interpretaciones de la vida, que dan un sentido a la muerte, la enfermedad... Como con los idiomas, es importante conocer varias. Resulta fundamental más aun ahora porque vivimos en un mundo multicultural. «El señor Ibrahim...» logró, a través de la simpatía, el conocimiento hacia el sufismo. Quién va a leer un tratado sobre el Islam; sin embargo, la ficción tiene ese poder. [...] Después de la Segunda Guerra Mundial era imposible ser optimista, pero cincuenta años después el pesimismo se ha convertido en un prejuicio invisible. Es como olvidarse las gafas de sol puestas y creer que ves sin filtro: una ideología dominante. Existe cierta esquizofrenia: la gente vive con optimismo (se divierten, tienen niños...), pero cuando abren la boca echan el mismo vómito pesimista. Ha llegado el momento de un optimismo moderno, que respete la vida y que la gente luche por un mundo mejor. Bernanos dice que si el optimista es un imbécil feliz, el pesimisma es sólo un imbécil.

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