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La marina de Bizancio



Bizancio: Marina:
La marina romano-bizantina hasta el siglo VII:
Desde la derrota de Marco Antonio y Cleopatra en Actium en el año 31 a.C. hasta la conquista vándala del África romana (toma de Cartago, 439 d.C.), el Mediterráneo fue un lago romano. La marina imperial romana se convirtió en una mera fuerza de policía naval. Durante el Alto Imperio,  las bases principales estaban en Mesina, en Rávena, en Egipto y en Siria. También existían flotas fluviales en el Danubio y en el Rhin. La mayor parte de las tripulaciones de la flota no eran romanos, sino griegos, sirios y egipcios que, tras quince años de servicio, adquirían la ciudadanía romana. Incluso la mayor parte de la oficialidad era griega, por lo que no es de extrañar que la marina no gozase de un gran prestigio entre los romanos. Aunque entre las grandes unidades de la flota podían encontrarse trirremes y grandes quinquerremes, el navío de patrulla más habitual era el birreme o liburna, una galera rápida y ligera, de dos filas de de remos, cuyo diseño se basaba en los barcos empleados por los piratas ilirios. Este tipo de barco sería el precedente del dromon, el barco de guerra típico de la marina bizantina.

Tras la ocupación de Cartago, los vándalos se convirtieron en los dueños del Mediterráneo occidental. Bajo el mando de Genserico, sus actividades piráticas llegaron hasta Roma, que fue saqueada en 455, como lo fueron Sicilia y el sur de Italia en 456. La asfixia a la que los vándalos sometían al cada día más débil Imperio Romano de Occidente llevó al emperador Majoriano a construir una flota con la que atacar a los vándalos desde Hispania. Pero Genserico se adelantó y el proyecto fracasó. Sería el Imperio Romano de Oriente quien recogiese el testigo de la lucha contra los vándalos; en 467 el emperador León I despachó una enorme flota contra Cartago, bien equipada pero mal dirigida, sólo para ver como era humillantemente derrotada por los vándalos. La victoria final de las armas romanas se hizo esperar hasta 533, cuando Belisario logró conquistar con sorprendente facilidad el África vándala. Los 15.000 hombres del ejército de Belisario fueron transportados desde Constantinopla por unos 500 barcos de transporte y 92 dromones de combate, impulsados por unos 2.000 remeros. Desde entonces, y hasta la aparición de la marina árabe en la segunda mitad del siglo VII, el Mediterráneo volvió a ser un lago romano o, si se prefiere, bizantino.

Las escuadras de Bizancio hasta el siglo XII:
Desde el siglo V hasta el VII, la flota del Imperio Romano de Oriente estaba dividida en cuatro escuadras: la de Constantinopla, la del Egeo, la de Siria y la de Egipto. Las flotillas del Danubio también quedaron bajo su jurisdicción.Con la expansión árabe del VII, que arrebató a Bizancio las provincias de Egipto, Palestina y Sira (todas con importantísimos puertos y larga tradición marinera), fue necesario acometer una profunda reorganización de la defensa y la administración del Imperio. Siguiendo los pasos del ejército de tierra, La flota se articuló sobre una doble base, una poderosa escuadra imperial con base en Constantinopla, y escuadras provinciales repartidas en varios themas marítimos.

La flota de Constantinopla era con mucho la más poderosa, dotada de los barcos más grandes y mejor armados. Una de las armas más temibles de la escuadra imperial era el llamado fuego griego, una sustancia incendiaria y explosiva, capaz de arder sobre el agua, inventada hacia el 650 por un griego de Siria llamado Calínico. Aunque se desconoce su composición exacta, se cree que estaba compuesta entre otras cosas, por nafta, petróleo y azufre. El fuego griego era lanzado a través de sifones (similares a los modernos lanzallamas) emplazados en la proa de los buques bizantinos. El uso de esta arma secreta fue fundamental en la victoria sobre las flotas árabes que asediaron Constantinopla en 668-669 y 674-678, pero sobre todo durante el gran sitio de 717-718. El fuego griego fue empleado desde entonces con frecuencia, ya frente a musulmanes, ya frente a rusos.

Aunque costosa, la marina de guerra se tornó un elemento imprescindible para la estrategia bizantina. De hecho, cuando la marina se descuidaba o debilitaba, las cosas iban mal para Bizancio. Así ocurrió en 826, cuando los musulmanes conquistaron Creta. Desde entonces, hasta su reconquista en 961, Creta se convirtió en un nido de piratas sarracenos que ostigaban continuamente a las ciudades costeras bizantinas y a las flotas mercantes, provocando una auténtica contracción del comercio marítimo hasta el siglo X. Pero tras la reconquista de esta isla mediterránea, la marina de guerra bizantina se hizo dueña y señora del Mediterráneo oriental y del mar Negro, desde Italia hasta Querson (Crimea). Los bizantinos eran muy conscientes de este poderío, como demuestran las orgullosas palabras que en 968 dirigió el emperador Nicéforo Focas (963-969) a Liutprando de Cremona, embajador de Otón I: "Sólo a mi pertenece el poderío naval". Este período de hegemonía y de relativa paz en los mares se prolongó a lo largo del siglo XI. La marina imperial volvió a ser, en buena medida, una flota policial, que no dudaba en apoyarse en la flota veneciana para controlar el Adriático. Pero, desde mediados de siglo,  las luchas por el poder entre la nobleza militar y la funcionarial terminaron por debilitar la defensa del Imperio, lo que también afectó a la marina. Así las cosas, tras la derrota de Manzikert (1071), los conflictos internos y la desorganización del ejército y la marina impideron que el Imperio pudiese hacer frente a los ataques de los flamantes corsarios turcos y al acoso normando. La situación sólo se resolvió, al menos parcialmente, con la ascensión al trono de la dinastía Comnena. Alejo I (1081-1118), consciente de la importacia de contar con una marina poderosa, y de lo peligroso que era para los intereses del Imperio confiar en exceso en los servicios de Venecia, reconstruyó la escuadra bizantina y la empleó exitosamente frente a sus múltiples enemigos. Sin embargo, su ejemplo no tuvo continuidad y ya Manuel I Comneno (1143-1180) permitió que el servicio militar en la flota de los habitantes de las provincias marítimas fuese sustituido por un impuesto en metálico. El resultado fue que, en 1196, la flota bizantina sólo contaba con 30 barcos, cuando apenas medio siglo antes (sitio de Corfú, 1148), había sido capaz de poner en combate 500 galeras de todo tipo. Bizancio puso entonces su seguridad marítima en manos de Venecia, a cambio de importantes privilegios comerciales. En 1204 no había ninguna flota bizantina que oponer a los barcos de la IV Cruzada.

Los navíos de Bizancio:
Como ya hemos dicho más arriba, el barco típico de las escuadras romano-orientales fue, desde el siglo VI, el dromon. Al principio se trataba de una galera ligera, de una sola fila de remos, con capacidad para transportar varias docenas de combatientes. A diferencia de las viejas liburnas, el dromon contaba con un sólo mástil dotado de una vela latina triangular, innovación ésta última que algunos estudiosos sitúan en torno al siglo V y que proporcionaba mayor maniobrabilidad al barco. Con el tiempo, el dromon fue evolucionando y creciendo en tamaño. A mediados del siglo X, los dromones de la flota imperial de Constantinopla eran grandes navíos impulsados por 230 remeros y que transportaban 60 soldados. Su armamento tradicional (catapultas, plataformas para arqueros y espolones) se completaba con los sifones del fuego griego. Junto a los dromones había otros navíos más ligeros y marineros, empleados en misiones de exploración y vanguardia; eran los panfiles, tripulados por entre 130 y 160 hombres. Y también estaban los moneres, pequeñas galeras dotadas de una única fila de remos, tripuladas por 40 ó 50 hombres, dedicadas a tareas de patrulla. Finalmente, no podemos dejar de nombrar a las kelandias, grandes galeras destinadas al transporte de tropas. En el siglo XII, el término dromon pasó a designar a los transportes de tropas, mientras que, para los navíos de combate se volvió a la antigua denominación de birremes o trirremes.

Organización y efectivos:
Como ya hemos dicho, la marina bizantina de los siglos VII al XII se basaba en la existencia de varias flotas provinciales y de una escuadra imperial con base en Constantinopla. A mediados del siglo X, esta última estaba compuesta por 100 navíos (60 dromones y 40 panfiles). mientras que las flotas themáticas o provinciales  (Kibyrreotes, Samos, Egeo y Hélade), desplegaban en conjunto un número similar. En total, más de 35.000 hombres servían en la marina de guerra bizantina, ya fuese como remeros y marineros, ya como soldados de infantería de marina. En esta época, el mando supremo de la escuadra imperial recaía en el Drongario de la Flota,  bajo cuyas órdenes directas estaban los navarcas, que dirigían agrupaciones tácticas de cuatro o cinco dromones. Por su parte, la infantería de marina estaba bajo el mando de condes.En cuanto a las flotas provinciales, estaban bajo el mando del estratega correspondiente, estando los barcos a las órdenes de drongarios y turmarcas. Durante la dinastía de los Comnenos desapareció la distinción entre escuadra imperial y flotas provinciales. La flota imperial quedó bajo el mando del Megaduque o Gran Duque de la Flota. Hasta los tiempos de Manuel Comneno, Bizancio fue capaz de levantar flotas numerosas (150 galeras y 70 transportes en 1169), aunque no siempre fueron eficaces, debido a que muchas escuadras eran levantadas ex profeso para una campaña determinada y estaban formadas, en su mayoría, por mercenarios.

El final de la marina imperial:
No hay mucho que decir de la marina imperial tras la catástrofe de 1204. Aunque el Imperio de Nicea dispuso de una pequeña flota, la última escuadra bizantina digna de tal nombre fue la creada por Miguel VIII Paleólogo (1258-1282). A costa de un gran esfuerzo económico, Constantinopla pudo disponer durante su reinado de una flota de 80 navíos con la que realizó algunas operaciones navales exitosas, recuperando en buena parte el control del mar Egeo. Sin embargo, los costes  de la ambiciosa política expansiva de Miguel VIII fueron demasiado elevados para la tesorería imperial y su sucesor, Andrónico II (1282-1328) decidió prescindir de la flota, confiando la defensa naval de Bizancio a las flotas de las repúblicas italianas que, como siempre, se cobraban un alto precio por sus servicios. Andrónico III (1328-1341) se las arregló para disponer de una pequeña escuadra de 20 navíos, pero, tras las guerras civiles de mediados del siglo XIV, la marina bizantina quedó reducida a un mero papel testimonial.
Autor: Hilario Gómez | Extraído de: inicia.es/de/bizantino/index.html


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