Literatura
Portugal



António Lobo Antunes:
Nació en Lisboa en 1942. Se especializó en Psiquiatría y ejerció en el hospital Miguel Bombarda de Lisboa, y en África, durante la guerra colonial. El ejercicio de su profesión en Angola, junto con la nostalgia de la infancia, el progresivo desencanto con la etapa que siguió a la Revolución de los claveles y el desencuentro de las relaciones amorosas, constituyen los temas primordiales y recurrentes que aparecen en toda su obra. Utiliza un lenguaje original, desbordante y de tendencia expresionista, con ciertos tonos barrocos, que se apoya en numerosas metáforas, imágenes y una riqueza léxica sorprendente. Recibió en dos acasiones el Gran Premio de la Asociación Portuguesa de Escritores (APE), por Auto de los condenados (1985) y por Exhortación a los cocodrilos (1999). Recibió el Premio Camões en 2007.

Camões Fernando Pessoa Miguel Torga Revista Presença José Saramago

Primera mitad del s.XX:
Tras el colapso de la República en 1926, la lucha por las libertades se renovó en la generación del poeta Miguel Torga, autor de un Diario (iniciado en 1941) en prosa y verso, que constituye un comentario único sobre sus vivencias y los acontecimientos de la época y el país; la narradora Irena Lisboa, profunda reveladora de vidas patéticas y oscuras; Ferreira de Castro, famoso por su novela La jungla (1930), sobre un portugués emigrante en Brasil, y José Rodrigues Miguéis, autor de novelas psicológicas como Escuela del Paraíso (1960), que evoca la ciudad de Lisboa en 1910. A estos escritores se unieron otros muchos que reaccionaron contra la exagerada introspección de José Régio y José Gaspar Simões, editores de la revista literaria Presença (1927-1940), consagrándose al realismo social o neorrealismo. A este movimiento, que experimentó con nuevas técnicas narrativas, pertenecen el existencialista Vergílio Ferreira, autor de la novela Alegría breve (1965), y José Cardoso Pires, que escribió El huésped de Job (1963). Asimismo, de esta época hay que mencionar otros nombres como: José Almeida Faria, relacionado con la corriente existencialista y creador de la tetralogía compuesta por A Paixão (1965), Cortes (1978), Lusitânia (1980) y Cavaleiro Andante (1983); el escritor, cronista y periodista Vitorino Nemésio, autor de Mau Tempo no Canal (1944); Carlos de Oliveira con Uma abelha na Chuva (1953); Nuno Bragança, o Fernando Assis Pacheco.

Iniciativa femenina en 1960-1970:
Dentro de la experimentación surrealista y concretista destacan poetas como Jorge de Sena, maestro de la asociación de ideas e imágenes tanto en prosa, con Andanzas del demonio (1960 y 1967), como en verso, con Metamorfosis (1963). En estos años, aunque la escasa audiencia teatral relegó el drama moderno portugués a círculos de entusiastas, destaca el dramaturgo Bernardo Santareno, cuyas obras analizan problemas nacionales sobre un trasfondo psicológico, como en El infierno (1968). En menor medida que en la poesía, los nuevos puntos de vista están también revitalizando la narrativa portuguesa, no solo a través de ideas extranjeras, como el existencialismo y el estructuralismo, sino también gracias a la emancipación de las mujeres, que comprenden la mitad de la población lectora del país. Entre las escritoras portuguesas modernas se encuentran Agustina Bessa-Luís, que aborda la incomunicación y la complejidad psicológica de las mujeres de la clase media en novelas como La sibila (1953), y poetisas como Sophia de Mello Breyner. En 1972, bajo el régimen opresivo de Caetano, Maria Isabel Barreno, Maria Teresa Horta y Maria Velho da Costa colaboraron en la producción de un libro de ensayos, relatos y poesía, Las tres Marías, inspirado en Lettres Portugaises (Cartas de amor de la monja portuguesa), un clásico del siglo XVII escrito en forma epistolar y tono apasionado, atribuido a una religiosa portuguesa, Mariana Alcoforado, que se publicó por primera vez en París en 1669 y apareció en Portugal en 1819. Debido a su contenido feminista y erótico, Las tres Marías fue prohibido y sus autoras comparecieron ante un tribunal, lo que provocó una gran protesta internacional. En 1974, con la llegada al poder del nuevo gobierno, se permitió la venta del libro y sus autoras recibieron el perdón.

Antunes y Saramago:
El estancamiento y aisamiento generado por el largo período dictatorial se va disipando a principios de los ochenta, años en los que dominan los temas políticos. La ilusión generada por la Revolución de los claveles sirve de empuje en esta dirección. Destacan algunas novelas de Yvette Centeno y Teolinda Gersão, y creaciones poéticas de Maria Alberta Menéres, Ernesto Manuel de Melo e Castro y Eugénio Andrade (Premio Camões 2001). En 1988 los gobiernos de Portugal y Brasil instituyen el Premio Camões, el más importante galardón literario de las letras portuguesas. En la década de 1990, los escritores portugueses comienzan a tener mayor relevancia internacional. Saramago y Antunes son propuestos como candidatos al Nobel de Literatura de forma regular, que obtiene Saramago (1998). La Academia Sueca destacó su capacidad para “volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”. Antunes combina historia y fantasía para crear obras de ficción; así ocurre en El orden natural de las cosas (1992) y Manual de inquisidores (1996), que reflejan aspectos de la vida bajo la dictadura de Salazar. Mário de Carvalho presenta una memoria histórica ambientada en el siglo II a.C., durante la dominación romana, en Un dios pasea en la brisa de la tarde (1994).

Lídia Jorge:
Obtuvo numerosos galardones internacionales, especialmente por su segunda novela, El fugitivo que dibujaba pájaros (1998), en la que se narran los esfuerzos de una joven por reconstruir la imagen de su padre a partir de fragmentos de memorias. Había destacado introduciendo la condición femenina como nuevo elemento en la novela portuguesa, inspiración dominante de sus libros. Abordó también el tema de sus orígenes, de la guerra colonial y de la pérdida de identidad de un país en vías de cortar lazos con su memoria colectiva. La originalidad de su narrativa reside en el tratamiento de lo histórico y de lo social, en la importancia del discurso oral, en la riqueza descriptiva y en la interpretación de lo real y de lo imaginario, cuestionados permanentemente en su obra.

Imperio colonial y literatura:
El neorrealismo, junto con las obras literarias procedentes del Nordeste de Brasil, una región parecida social y climáticamente a África, impulsó la literatura de los territorios portugueses en África con la narrativa social y regional de Baltasar Lopes y Manuel Lopes, de Cabo Verde. En Tierra muerta (1949), Castro Soromenho describe las relaciones entre negros y blancos en Angola. Francisco José Tenreiro, de Santo Tomé, fue el primer escritor portugués en defender el orgullo de la negritud africana en una poesía lírica cada vez más comprometida. Destacan entre los escritores de los noventa nacidos en las antiguas colonias Luís Cardoso de Noronha, natural de Timor Leste destaca con su obra Crónica de uma travessia (1997). El angoleño Artur Carlos Maurício Pestana (Benguela, 1941), conocido como Pepetela, fue el creador de la saga Yaka (1984), sobre la historia de Angola. En 1963 militaba en el MPLA y ejerció la actividad política. Se dedicó a la enseñanza en Luanda hasta su regreso a Lisboa (1999). Recibió el Premio Camões en 1997. El también angoleño José Eduardo Agualusa es autor de la novela histórica Nación criolla (1997), que aborda el tema del tráfico de esclavos en el siglo XIX.


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