HISTORIA
Inquisición
España (II)



La Inquisición (II):
Durante el concilio de Tolosa (1229) se establece un tribunal extraordinario formado por jueces delegados del pontífice encargados de juzgar a los herejes. En 1312 el concilio de Viena establece métodos de escasa dureza para ser empleados en la vigilancia de la ortodoxia de la fe católica. En 1478 la bula de Sixto IV otorga poderes especiales a los Reyes Católicos para el nombramiento de inquisidores. La elección de los dominicos Juan de San Martín y Miguel Morillo para Sevilla supuso un considerable giro en la dureza de métodos. En un corto período de tiempo condenaron a la hoguera a centenares de personas y confiscaron sus bienes. En 1482, ante las quejas recibidas, Sixto IV revoca privilegios de elección a los Reyes Católicos y nombra 8 inquisidores entre los que estaba Tomás de Torquemada. Las eficaces gestiones de Fernando de Aragón obtienen la devolución de privilegios en 1483. Mientras se iniciaba la unión política de Castilla y Aragón (1479) sus respecivas Cortes se reunían con independencia, las monedas eran distintas y los aduaneros cobraban derechos a los que cruzaban la frontera, la única institución común era la Inquisición. Durante los últimos años del reinado de Isabel de Castilla los administradores de su confianza van perdiendo influencia en las instituciones. En 1498 muere Tomás de Torquemada y en su lugar es nombrado Diego de Deza.

Siglo XVII:
Fue ahí, en el paso del siglo XVI al XVII, cuando España, dueña del mundo pero casi empezando a dejar de serlo, dio lo mejor que ha dado de sí: la cultura. Aquel tiempo asombroso en lo diplomático y lo militar, lo fue todavía mucho más en algo que, a diferencia del oro de América, las posesiones europeas y ultramarinas, la chulería de los viejos tercios, conservamos todavía como un tesoro magnífico, inagotable, a disposición de cualquiera que quiera disfrutarlo. Aquella España que equivalía en cuanto a poder e influencia a lo que hoy son los Estados Unidos, la potencia que dictaba las modas y el tono de la alta cultura en toda Europa, la nación —ya se llamaba así, aunque no con el sentido actual— que saqueaba, compraba o generaba cuanto de bello y eficaz destacaba en ese tiempo, parió o contrató a los mejores pintores, escultores y artistas, y arropó con el aplauso de los monarcas y del público a artistas y literatos españoles cuyos nombres se agolpan hoy, de modo abrumador, en la parte luminosa de nuestra por lo demás poco feliz historia. Aunque es cierto que la sobada expresión siglo de oro resulta inexacta —de oro vimos poco, y de plata la justa— pues todo se iba en guerras exteriores, fasto de reyes y holganza de nobles y clérigos, sería injusto no reconocer que en las artes y las letras —siempre que no topasen con la religión y la Inquisición que las pastoreaba— la España de los Austrias resultó espléndida. En lo tocante a ciencia y pensamiento moderno, sin embargo, las cosas fueron menos simpáticas. El peso de la Iglesia y su resistencia a cuanto vulnerase la ortodoxia cerró infinitas puertas y aplastó —cuando no achicharró— innumerables talentos. Y así, la España que un siglo antes era el más admirable lugar de Europa fue quedando al margen del progreso intelectual y científico. Felipe II —calculen el estrago— prohibió que los estudiantes españoles se formaran en otros países, y el obstat eclesiástico cerró la puerta a libros impresos fuera. Mucho antes, nada menos que en 1523, Luis Vives, que veía venir la tostada, había escrito: «Ya nadie podrá cultivar las buenas letras en España sin que al punto se descubra en él un cúmulo de herejías, errores y taras judaicas. Esto ha impuesto silencio a los doctos». El lastre del fanatismo religioso, la hipocresía social con que los poderes remojados en agua bendita —llámense Islam radical, judaísmo ultra o ultracatolicismo— envenenan cuanto se pone a tiro, se manifestó también con las artes plásticas. (Pérez-Reverte, 2014)

Siglo XIX:
En 1800 se escribió la novela Cornelia Baroquia o la víctima de la Inquisición que da comienzo a la literatura anticlerical. En 1808 Napoleón suprime la institución mediante los Decretos de Chamartín. En 1812 las Cortes de Cádiz no logran votos suficientes para suprimirla. Lo hará en 1813. En 1814 es restaurada por Fernando VII. En 1820 el pronunciamiento de Riego fuerza a Fernando VII a suprimirla de nuevo. En 1823 tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis Fernando VII no se atreve a restaurarla sino que limita sus funciones. Se crean para ello unas Juntas de Fe que funcionan, sin el amparo de ninguna ley, sólo en algunas diócesis.

El último ajusticiado en España (1826):
Fue el maestro Cayetano Antonio Ripoll, ahorcado en Valencia el 31 de julio de 1826. Trece años antes las Cortes de Cádiz habían suspendido este tipo de actividades del Santo Oficio, pero con las reformas absolutistas de Fernando VII se crearon las Juntas de Fe. El Tribunal de la Fe del Arzobispado de Valencia, presidido por Simón López García lo declaró hereje y lo condenó a muerte por leer libros de la Ilustración francesa, sospecha de masón, no llevar a sus alumnos a misa y sustituir el tradicional saludo de «Ave María» por el de «Alabado sea Dios». Para su ajusticiamiento se añadieron algunos detalles alevosos como pintar en el barril que lo sostenía las llamas de una hoguera y caras de demonios y fuegos infernales en el cadalso. El escándalo en Europa alcanza grandes dimensiones.

En 1830 el rey refrenda una ley que da carácter legal a sentencias emitidas por obispos por causas de fe. En 1843 se suprime la Inquisición en España. En 1848 José Amador de los Ríos (1818-1878) escribió una historia de los judíos dándoles un papel preponderante en el surgimiento de la civilización burguesa y señalado la expulsión (1492) como la desaparición del elemento más dinámico de nuestra civilización. En 1852 Castro y Rossi (1823-1898) publica su Examen filosófico sobre las principales causas de la decadencia de España señalando como principal causa el influjo de la Iglesia católica. En 1857 entra en vigor la ley de instrucción pública de Claudio Moyano. El estado de la educación en España estaba siendo calificado de deplorable, con una de las mayores tasas de analfabetismo en Europa. La ley no limita la enseñanza privada en los centros religiosos. En 1864 los neocatólicos atacan la ley Moyano y consiguen la expulsión de sus cátedras de varios profesores universitarios y algunas modificaciones en la ley.

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