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La búsqueda personal de Gene Kelly:
Tras la culminación de Cantando bajo la lluvia Gene Kelly imaginaba que podía ir más allá, que podía convertir el musical cinematográfico en algo definitivamente grande. En diciembre de 1951 firmó un contrato con MGM que le permitía viajar a Europa, donde permanecería un año y medio preparando una película que dirigiría él mismo en solitario y en la que el protagonista sería el ballet. Renunció al proyecto de Arthur Freed de convertir Huckleberry Finn en un musical dirigido por Minnelli con guión de Alan Jay Lerner. La idea y el título, Invitación a la danza, procedían de Freed, que pretendía mezclar en un mismo film a Stravinsky con Duke Ellington, a Monteverdi con "Coppelia".
Concepción en Europa:
En París inició un extraño viaje físico y mental que lo llevó a lo más profundo de sí mismo y de sus ideas acerca del musical. Pasó mucho tiempo en una casa cerca de Chartres, donde se dedicó a pensar en su proyecto aislado del mundo.
Frecuentó casi obsesivamente la Opera de París. Se trasladó a Inglaterra, donde, tras casi dos meses de ensayos, empezó el rodaje, en Boreham Wood, Elstree.
Invitación a la danza es una película extraña y tristemente fallida. Dividida en tres segmentos sin argumento, pretendía ser una antología de la danza, desde la clásica a la contemporánea, desde un punto de vista más purista y erudito.
La música:
La primera y mejor sección, Circus, se hizo con una partitura encargada a Jacques Ibert. La música de la segunda, Ring Around the Rosy, un ballet americano moderno, corrió a cargo del compositor británico Malcolm Arnold, pero a los ejecutivos de la MGM no les gustó su música y obligaron a Kelly a buscar a otro compositor. Como se impidió gastar más dinero en volver a filmar el ballet, André Previn tuvo que escribir una partitura para un ballet que ya había sido enteramente filmado con la música de otro compositor.
El rodaje duró dos años y costó casi un millón y medio de dólares.
Desalentada por las reacciones en los preestrenos, la MGM congeló la película un año más.
El resultado carecía de la vitalidad y frescura de los anteriores trabajos de Kelly. Resultó un absoluto fracaso comercial. Demasiado culto y estilizado para la audiencia americana cuya atracción por el género se había apagado. Era arte y ensayo que pretendía ser la expresión más personal de su autor y se quedó en un producto demasiado encerrado en sí mismo.
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