La comedia musical:
Fox sufrió tres reveses consecutivos El extravagante Dr. Doolittle (Dr. Doolittle, Richard Fleischer, 1967), que fracasó en taquilla a pesar de contar con Rex Harrison; Star! (1968), nueva asociación de Julie Andrews y Robert Wise; y Hello, Dolly (Gene Kelly, 1969), con la ganadora del Oscar del año anterior Barbra Streisand (Funny Girl, William Wyler, 1968). Warner fracaca con Camelot (Joshua Logan, 1967) y Paramount con La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint Your Wagon, 1969). Broadway: Calle de Nueva York de 25 km de longitud, una de las más comerciales del mundo y eje principal del teatro, con sus bocacalles transversales. Comienza en Bowling Green y pasa por Wall Street, Times Square, Bronx, Van Cortlandt Park y en la calle 623 termina oficialmente dentro de Nueva York. Continúa por Yonkers y sigue hasta Albany.
Las biografías de músicos en el cine: Resulta difícil decir cuál fue el estudio que descubrió primero esta fórmula, pero el mérito le corresponde probablemente a la Warner, con Yankee Doodle Dandy, la biografía de George M.Cohan, realizada en 1942. Dado que Cohan estaba todavía vivo en aquellos, la película apenas podía insinuar que poseía pequeños defectos, como muestras de temperamento irlandés de tiempo en tiempo. James Cagney, la estrella, despertaba la simpatía del público, y la película contribuyó a aumentar la larga serie de biografías realizadas por el estudio a lo largo de los años 30, tales como la historia de Louis Pasteur (1936) y la vida de Emilio Zola (1937). El éxito de Yankee Doddle Dandy los animó a realizar una nueva tentativa del mismo tipo y, en 1945, produjo Rapsodia en azul, una anodina biografía de George Gershwin, y al año siguiente Noche y día, la vida de Cole Porter, con Cary Grant en el papel principal. Tras Noche y día, la Warner rodó sólo una biografía de compositor más, I'll See You in My Dreams (1952), en la que Danny Thomas como Gus Kahn y Doris Day como su dulce y sensible esposa, sufrían todas las peripecias propias de los melodramas. La MGM rindió tributo a Jerome Kern (1946, Till The Clouds Roll By), a Rodgers y Hart (1948, Words and Music) y a Kalmar y Ruby (1950, Tree Little Words), todas ellas revistas musicales plagadas de grandes estrellas y con una endeble trama destinada únicamente a engarzar los distintos números musicales unos con otros. La 20th Century-Fox tomó al único equipo de músicos y letristas que quedaba, De Sylva, Brown y Henderson, como protagonistas de The Best Things in Life Are Free (1956); para entonces los estudios habían comenzado a interesarse por los intérpretes en lugar de por los compositores. Tras la historia de Al Jolson (1946) y Jolson canta de nuevo (1949), vinieron La historia de Glenn Miller (1953), La historia de Benny Goodman (1955) y La historia de Gene Krupa (1959). Se mostró a Lillian Roth luchando contra el alcoholismo en Mañana lloraré (1955) y a Helen Morgan librando la misma batalla en La historia de Helen Morgan (1957); Jane Froman se quedaba inválida en Con una canción en mi corazón (1952), y lo mismo le ocurría a la estrella de la ópera Marjorie Lawrence en Melodía interrumpida (1955). Pero, de una forma u otra, todas ellas conseguían seguir cantando. Como es lógico, estos papeles de mujeres famosas y atribuladas proporcionaban inmejorables "vehículos" para primeras estrellas especializadas en sufrir en la pantalla, como Eleanor Parker y Susan Hayward. La carrera de Ann Blyth no fue ni mejor ni peor por haber interpretado a Helen Morgan, pero el papel de Ruth Etting inició una nueva fase en la de Doris Day. Resultaba más fácil convertir a un intérprete en el centro de una biografía que a un compositor; aparte de Cary Grant como Cole Porter, los compositores de las películas tendían a quedarse al margen del drama, mientras que sus canciones eran interpretadas por otros; por tanto, los compositores solían ser encarnados por actores de segunda fila. Una excepción fue Glenn Miller, encarnado en la pantalla con lacónico encanto por James Stewart. En cualquier caso, la historia de la ascensión de Miller de la pobreza al éxito y la riqueza resultaba más interesante que la de la mayoría de los restantes compositores, y, desde el punto de vista dramático, tenía la ventaja de que Miller había muerto en un accidente de aviación durante la segunda guerra mundial. Cuando el estudio consideraba que el tema de una biografía cinematográfica carecía del necesario gancho para la taquilla, solía recurrir a grandes estrellas para aumentar su atractivo. Los espectadores se animaron a ver Lilliam Russell (1940) debido a que estaba interpretada por Alice Faye, y La rubia de los cabellos de fuego (1945), una biografía de Texas Guinan, porque su estrella era Betty Hutton. Lo mismo puede decirse de Las hermanas Dolly (1945), reencarnadas por Betty Grable y June Haver, y The I Don´t care Girl (1952), en la que Mitzi Gaynor interpretaba a Eva Tanguay. Todas estas películas habían sido pensadas para el lucimiento de sus respectivas estrellas. La fórmula funcionó bien mientras que dichas estrellas tuvieron un gran número de fieles seguidores. Pero, una vez superada la década de los 50, hubo cada vez menos nombres que asegurasen el éxito con su simple presencia en una película. La mayoría de las grandes estrellas femeninas de los últimos años han probado, al menos, con una biografía: Julie Andrews encarnó a Gertrude Lawrence en Star (1968), Diana Ross se convirtió en Billie Holiday para Lady Sings the Blues (1972), Barbra Streisand interpretó a Fanny Brice en Funny Girl (1968) y en Funny Lady (1975), y Bette Midler encarnó a un personaje muy parecido al de Janis Joplin en La rosa (1979). De todas ellas, una fue un fracaso espectacular y significativo. Star carecía de historia, de dramatismo, de romance, de algo que respondiese a las preguntas que, inevitablemente, se plantearía un público obligado a pasar tres horas y cuarto en compañía de una estrella sobre la que no sabían nada. Tras las recientes biografías cinematográficas de Woody Guthrie Esta es mi tierra (1976, Bound for Glory), Elvis Presley (1979, Elvis) y Buddy Holly (1979, The Buddy Holly Story), resulta difícil imaginar a quién se elegirá ahora como tema de una biografía cinematográfica. No quedan ya compositores a la antigua en los que basar una película. Quizá merezca la pena volver atrás y rodar las verdaderas biografías de los grandes compositores e intérpretes de los años 20, 30 y 40. De momento a Cole Porter se le recordará siempre en la figura de Cary Grant; a Glenn Miller, en la de James Stewart; a Lillian Roth, en la de Susan Hayward, y a Fanny Brice, en la de Barbra Streisand. |