CUBA
Poemas
Muerte



Transparencias. Odette Alonso:
[...]
Yo nunca fui la luz
y nunca volverá a ser lo que era
polvo que se dispersa y me vacía.
Veo llegar la muerte como un sueño
y el sueño es esa franja transparente
donde todo es mentira.
(Odette Alonso)


Síntesis. Hilarión Cabrisas:
Vive tu vida y ámala, sea buena
o mala para ti: ese es tu sino.
Si te punzan las zarzas del camino
haz un yambo votivo de tu pena.

Ten tu copa de amor bullente y llena,
y embriágate de amores y de vino,
Baudelaire te lo dijo: haz un divino
canto a PAN DE TU VIDA ardiente y plena.

Musicaliza todo: tus dolores,
tus placeres, los páramos, las flores,
vive en perenne Domingo de Ramos.

Y espera anacreóntico la muerte
diciendo ante el enigma de la suerte
como Rubén: -¡Señor!... ¿A dónde vamos?...
(Hilarión Cabrisas)
(La Habana 1883-1939)

Sólo entonces sabrás cuánto te quise:
Cuando yo muera... -ha de llegarme el día
antes que a ti- al cerrar mis ojos yertos,
piensa que si aún hay vida entre los muertos,
te seguiré queriendo todavía.

En mi ansiedad suprema de agonía,
mis labios secos, torpes y entreabiertos,
aun sin calor, se moverán inciertos
por balbucear tu nombre, amada mía.
[...]
(Hilarión Cabrisas)


La canción de la morfina. Julián del Casal:
[...]
encantadora sirena
que atrae, con su canción,
hacia la oculta región
en que fallece la pena;
[...]
Y ofrezco al mortal deseo
del ser que hirió ruda suerte,
con la calma de la Muerte,
la dulzura del Leteo.
[...]
(Julián del Casal)
(La Habana 1863-1893)

Post umbra:
[...]
cuando sienta filtrarse por mis huesos
     gotas de lluvia helada,
y no me puedan reanimar tus besos
     ni tu ardiente mirada;

una noche, cansada de estar sola
     en tu alcoba elegante,
saldrás, con tu belleza de española,
     a buscar otro amante.
[...]
(Julián del Casal)

Las horas:
[...]
Yo las siento pasar sin dejar huellas,
cual pasan por el cielo las estrellas,
y aunque siempre la última acobarda,

de no verla llegar ya desconfío,
y más me tarda cuanto más la ansío
y más la ansío cuanto más me tarda.
(Julián del Casal)

Nostalgias:
[...]
Ver otro cielo, otro monte,
otra playa, otro horizonte,
     otro mar,
otros pueblos, otras gentes
de maneras diferentes
     de pensar.
[...]
Así errabundo viviera
sintiendo todo quimera
     rauda huir,
y hasta olvidando la hora
incierta y aterradora
     de morir.
[...]
(Julián del Casal)

Paisaje espiritual:
Perdió mi corazón el entusiasmo
al penetrar en la mundana liza,
cual la chispa al caer en la ceniza
pierde el ardor en fugitivo espasmo.
[...]
porque en mi alma desolada siento,
el hastío glacial de la existencia
y el horror infinito de la muerte.
(Julián del Casal)

Tardes de lluvia:
[...]
Veo pupilas que en las brumas
dirígenme tiernas miradas,
como si de mis ansias sumas
ya se encontrasen apiadadas.

Y, a la muerte de estos crepúsculos,
siento, sumido en mortal calma,
vagos dolores en los músculos,
hondas tristezas en el alma.
(Julián del Casal)


Ama la superficie casta y triste. García Marruz:
[...]
Sé el que eres, que es ser el que tú eras,
al ayer, no al mañana, el tiempo insiste,
sé sabiendo que cuando nada seas
de ti se ha de quedar lo que quisiste.
[...]
(Fina García Marruz)
(Nac.La Habana 1923)

Y sin embargo sé que son tinieblas:
[...]
Cuando de pronto el mundo da ese acento
distinto, cobra una intimidad exterior que sorprendo,
se oculta sin callar, sin hablar se revela,

comprendo que es el corazón extinto
de esos días manchados de temblor venidero
la razón de mi paso por la tierra.
(Fina García Marruz)

Lo real es lo que aún no ha sido:
[...]
Pues toda plenitud es la promesa
espléndida de la muerte, y la visitación
del ángel en el rostro del más joven
que todos sabíamos que se iría antes
pues escogía el Deseo su sonrisa nocturna.
(Fina García Marruz)

Del tiempo largo:
[...]
Costó dolor, muerte costó, la vida.
Y al tiempo, breve o largo, siempre corto,
como el relámpago del amor, se le mira
ya sin recelo ni amargura
como a las heridas de la mano, en el arduo
aprender de su oficio,
contempla el aprendiz.

Bella es toda partida.
(Fina García Marruz)


A la mariposa muerta. Eugenio Florit:
[...]
Y en ti, tan suave, en tu morir callado,
en tu sueño sin sueños,
cuánta ilusión perdida al aire,
cuánto desesperado pensamiento.
(Eugenio Florit)
(Madrid 1903-EEUU 2000)

El deseo:
[...]
Tan sólo un poquitín de pensamiento
cuando no sea yo más que otro muerto.
Otro muerto cualquiera. Un gran deseo...
Y este amor a la tierra en que estoy dentro.
(¿Los árboles, las flores, el mar? Pues todo ello
aquí, muriendo como yo, en mi cuerpo.)
(Eugenio Florit)

El mar de siempre:
[...]
Pero distintas, diferentes,
las tierras lejos, las de cerca,
tienen su propio mar que las arrulla
y con diverso pálpito respiran.

Como es otra la música
que en su bajar nos llega
del infinito mar de las constelaciones.

Y así vamos de mares y de orillas
al límite final que nos espera.
(Eugenio Florit)


En vez de lágrima. Carilda Oliver:
[...]
a tu verso que llora aunque me cante,
a tu pila de huesos, insultante,
a tu alma cayéndose de fría

que compuso la muerte en un instante:
¿qué les puedo decir, cicatrizante
de esa augusta verdad que te envolvía?
[...]
(Carilda Oliver Labra)
(Nac.Matanzas 1924)

Callados por la tarde, gravemente:
[...]
y daré media vuelta hacia lo inerte,
perdida en esa luz que te refleja,
tan hambrienta de ti como la muerte.
[...]
Y estaremos las noches que le falten al tiempo
en el lugar humilde donde se acaba un trino;
él, con la frente inútil que le puso el invierno,
y yo, como un adiós sujeto en el vacío.
(Carilda Oliver Labra)

Te borraré:
[...]
Te borraré con el vino de los locos,
sacándome estos ojos;
con un varón metido aquí en mi tumba.

Te borraré con juegos inocentes,
con la vida o la muerte;
¡aunque me vuelva monja o me haga puta!
(Carilda Oliver Labra)

El silencio:
No lo puedo decir. La voz precisa
quedó bajo el silencio sepultada;
cuando retoza el crimen ya no es nada
el diente que pelea en la sonrisa.

No lo puedo decir. Y acaso es largo
el camino que el daño me asegura.
No lo puedo decir, y sin embargo
sé que está cerca la total negrura.

No lo puedo decir ...Todas las penas
se van volviendo ya como serenas
soledades que aquí no tienen signo.

Aunque la muerte simplemente abra,
aunque al fin me arrebaten la palabra
no me voy a callar ni me resigno.
(Carilda Oliver Labra)

Busco una enfermedad que no me acabe:
[...]
Busco un agua cósmica que lave
la lágrima terrible que me oxida;
busco el morir distinto, y voy herida
por la pena vulgar que nadie sabe.

Y así me marcho, sonriendo a todos,
luminosa de gracia y desventura,
con el secreto horror hasta los codos;

callándome en el verso y en la prosa,
para que escriban en mi tierra dura:
esta mujer ha muerto de dichosa.
(Carilda Oliver Labra)


Mi esposa María Luisa. José Lezama Lima:
[...]
Cuando sacudes las almohadas
llenas de plumas de ángeles,
recuerdo en lontananza y repito
con precisión: en delicados
pastos me hará yacer.
Cuando la muerte sopla la puerta
de entrada, en la muralla momentánea,
traes la vara y el cayado.
[...]
(José Lezama Lima)
(La Habana 1910-1976)

Una oscura pradera me convida:
[...]
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.
(José Lezama Lima)


En estas pálidas tierras. José Martí:
En estas pálidas tierras,
¡Oh niña!, en silencio muero.
Como la queja deshonra,
Yo no me quejo.
[...]
Como una bestia encorvada,
A un yugo vil, aro, y ruego,
Y como un águila herida
Muero en silencio.
(José Martí)
(La Habana 1853-Dos Ríos 1895)

Todo se va muriendo:
Todo se va muriendo
A mi alrededor:
¿Es que se muere todo
O que me muero yo?
(José Martí, de Polvo de alas de mariposa)

XXV:
[...]
Yo quiero, cuando me muera,
Sin patria, pero sin amo,
Tener en mi losa un ramo
De flores, -y una bandera!
(José Martí, de Versos sencillos, 1891)

Flor de hielo:
Mírala: Es negra! Es torva! Su tremenda
Hambre la azuza. Son sus dientes hoces;
Antro su frente; secadores vientos
Sus hálitos; su paso, ola que traga
Huertos y selvas; sus manjares, hombres.
Viene! escondeos, oh caros amigos,
Hijo del corazón, padres muy caros!
Do asoma, quema; es sorda, es ciega: -el hambre
Ciega el alma y los ojos. Es terrible
El hambre de la muerte!
(José Martí, de Versos libres, 1882)

Mis padres duermen:
[...]
Yo vi cómo arrancada
Por mano vil del tallo, y deshojada,
Murió de desconsuelo
Y de perdido amor una flor blanca;
¡Así mueren los ángeles del cielo
Cuando al cielo la tierra los arranca!
[...]
(José Martí, a la muerte de su hermana, 1875)

La mujer ideal:
Yo vi, cuando era muy niño,
En un camino desierto,
Una niña junto a un muerto
Orando al cielo por él:
Y la vi cómo en su angustia
La pobre niña decía,
«Ámalo. Virgen María,
Tanto como yo lo amé».
[...]
Hoy hace ya mucho tiempo
Que murió la niña hermosa,
Y en su tumba hay una rosa
Rebosando siempre amor.
Y es que la adoran ya muerta
Como la adoraron viva,
Y un alma caritativa
Cuida siempre de la flor!
(José Martí, 1869)



Ni la voz precedida por el eco. Sarduy:
Ni la voz precedida por el eco
ni el reflejo voraz de los desnudos
cuerpos en el azogue de los mudos
cristales, sino el trazo escueto, seco:

las frutas en la mesa y el paisaje
colonial. Cuando el tiempo de la siesta
nos envolvía en lo denso de su oleaje,
o en el rumor de su apagada fiesta,

cuando de uno en el otro se extinguía
la sed, cuando avanzaba por la huerta
la luz que el flaboyant enrojecía,

abríamos entonces la gran puerta
al rumor insular del mediodía
y a la puntual naturaleza muerta.
(Severo Sarduy)
(Camagüey 1937-París 1993)

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