Fray Alonso de Espinosa (Alcalá de Henares 1543-?). Historia de nuestra Señora de Candelaria:
De cómo Nuestra Señora de Candelaria libró un navío que iba para Indias de sus enemigos
MILAGRO QUINCE
Son tantos los milagros que esta Señora hace por los mareantes, que de solos ellos se pudiera hacer larga historia. Y de éstos son patentes los muchos cabos y maromas de que las paredes de la iglesia están adornadas; que navegando navíos con grandes tempestades y llamando a Nuestra Señora de Candelaria, han sido por ella socorridos visiblemente, viéndola en el mástil mayor o en la popa de los navíos. Y de muchos que se cuentan y refieren diré algunos que he averiguado y comprobado.
Viniendo de España para Indias un navío de españoles con próspero viento, en el golfo de las Yeguas, que es cerca de estas islas de Canarias, toparon con un navío francés, que les vino siguiendo tres días y tres noches; al cabo de los cuales habiéndoles ganado el barlovento, vino un martes en la tarde a ponérseles a tiro de cañón. Y como los españoles venían sin armas ofensivas ni defensivas, y el enemigo hecho un reloj, perdiendo la esperanza de escapar de sus manos, a persuasión del maestro del navío, que tenía noticias de los milagros que Nuestra Señora hace por los que se le encomiendan y en sus necesidades la invocan, con fe se encomendaron todos a esta Señora, prometiendo de ir en romería a su bendita casa.
El navío francés les comenzó a bombardear. Estando ya casi barloado con ellos, espantable caso: todas las bombas que quedaban en el navío español, como si ellas fueran de cera y el navío de bronce o metal, resurgían hechas pasta, sin hacer daño alguno; y muchas balas, así de los esmeriles y piezas que tiraban como de los mosquetes y escopetas, daban a los hombres en los pechos y otras partes, y caían a sus pies sin hacerles daño alguno. Y en particular dio una bala a los del navío español a uno en una muñeca del brazo, donde traía unas cuentas de reumas, y quebrándole una de ellas, no le hizo otro mal.
Viendo pues, los del navío tan manifiesto milagro, dieron voces a Nuestra Señora de Candelaria y volvieron sobre el navío francés, para barloar con él. Mas los franceses cobraron tanto temor y miedo que, no osando esperar a los que tenían rendidos y acobardados, dieron a huir por el espacioso mar, quedando los españoles libres y vencedores; desde donde vieron al puerto de Santa Cruz, para venir a dar gracias a quien les había librado tan patentemente y con tanta honra.
Sucedió un admirable caso en este mismo día y en esta misma hora en que aconteció este milagro, que no permitió esta Señora que los religiosos que en su casa la sirven, ni los romeros que en ella estaban, que eran muchos, quedasen en ayunos de este consuelo y milagro; porque a prima noche oyeron todos tocarse las campanillas del coro que se suelen tañer al alzar; y esto por gran rato y espacio. Y yendo todos a ver lo que era (por ser cosa inusitada tocarse a aquellas horas), no hallaron persona alguna que tocarles pudiese. Y entrando en la iglesia, estaba tan clara como si fuera a medio día. Y luego entendieron todos denotar aquello algún milagro que la Reina de los ángeles entonces hubiese hecho; y así notaron el día y la hora. Y de hoy a ocho días vinieron diez y nueve hombres del navío arriba dicho descalzos y en romería, uno de los cuales era don Gabriel de Montalvo, que con muchas lágrimas contaron todo lo sucedido.
Este milagro está comprobado.
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De un navío de vizcaínos que fue libre de los enemigos y de un bajo en que estaba encallado.
MILAGRO DIECISEIS
Viniendo un navío de vizcaínos de su tierra para esta isla, no habiendo estado el piloto en ella, no tenía noticia de los puertos; y así fue a dar a Las Calmas, que es a la parte del Sur de esta isla, donde descubrieron una nao y un pataje de ingleses. Los cuales, viendo al navío vizcaíno, dieronle caza y cogieronlo en medio y pusieronlo en tal extremo que o se había de rendir, o encallar en tierra, porque era mucha ventaja la que le hacían y muy conocida.
En este navío venía un portugués que había estado en esta isla y tenía noticia de la santa imagen de Candelaria y de las obras que hacía por los que la invocaran. Este persuadió a los vizcaínos que la llamasen y prometiesen de ir a su casa, si los libraba del manifiesto peligro en que se veían y estaban. Y fue menester poco para persuadírselo, porque estaban en peligro y necesidad; al fin con sus cortas razones hicieron largas promesas a Nuestra Señora de Candelaria.
Los ingleses, como conocen de los vizcaínos que es gente cabezuda y que no se han de rendir sin ver por donde, no osan barloar y quiérenlo ver de lejos con ellos. Y así le tiraban toda su artillería, que pasaba de claro en claro el navío vizcaíno, haciéndolo un harnero; y aunque al navío hacían este daño y algunas balas le daban por la lumbre del agua, no entraba gota en él, ni las rajas que salían hacían algún daño a las personas. Viendo, pues, los vizcaínos que no podían escapar de ser presos y robados y que por ser vizcaínos , enemigos mortales de ingleses, no sólo habían de perder las haciendas, mas también las vidas, escogieron perder la hacienda y guarnecer la vida; y así ofreciéndose y llamando a la Madre de Dios de Candelaria, embistieron con la tierra, y dando sobre una piedra encalló el navío sobre ella y quedó en seco.
Como los enemigos los vieron encallados, teniéndolos por perdidos y ahogados, los dejaron y se fueron a la vuelta de la mar. Los vizcaínos, que ya habían saltado en tierra, no desconfiando, antes de nuevo invocando la Candelaria, dijeron que: Quien libras de enemigos, librarás de piedra. Y tornándose a embarcar en su navío, que estaba encallado (determinación vizcaína; mas salióles bien con ella), les dio luego un golpe de mar en el navío , que lo saca fuera de la peña donde estaba encallado, y lo echó a la mar, cosa milagrosa. Acuden los marineros a la bomba, dan ciertos zanchazos y hallan el navío estanque, sin hacer más agua que solía; por donde vieron ser mayor el milagro y más patente.Y así, tomando puerto en Santa cruz, vinieron a cumplir su promesa diez y ocho hombres que eran, los cuales no se hartaban de contar el milagroso caso, quedando muy devotos y aficionados a esta santa imagen.
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De un navío portugués que, siendo tomado por los franceses, fue libre por Nuestra Señora.
MILAGRO DIECISIETE
Viniendo de Portugal un navío portugués para estas islas, en que venía uno llamado Manuel Fernández, topó con otro navío francés en el golfo de las Yeguas; el cual les vino siguiendo hasta que los tomó. Y después de haber maltratado a los hombres que en él venían, por ser sobre noche y no haber lugar de pasar el pillaje a su navío, metieron los franceses a los portugueses debajo de cubierta y clavaron el escotillón, para que estuviesen más seguros.
Y hallándose así los cuidados, llamaron de corazón con mucha devoción a Nuestra Señora de Candelaria; y estando aquella noche los dichos muy atribulados y los franceses contentos, apoderados del navío y gobernándolo, dio el navío francés un golpe sobre el navío portugués, de suerte que le quebró el espolón. Los franceses, viéndolo así, pensando que se iba a fondo, se pasaron con más prisa que pudieron a su navío, desamparado éste otro como perdido. Y los portugueses, habiendo sentido el golpe pusieron hombros y fuerza al escotillón y lo abrieron, y saliendo sobre cubierta no hallaron francés alguno. Y así, encomendándose a Nuestra Señora de Candelaria, dieron vela, y aunque el navío estaba quebrado, a pesar de los franceses se vinieron al puerto de Garachico sanos y salvos, que sin milagro era imposible, así por librarse de los franceses, en cuyo poder estaban, como por navegar en navío quebrado.
De otro navío que fue libre
MILAGRO DIECIOCHO
Viniendo de España para estas islas un navío, en que entre otros pasajeros venía Gaspar González, beneficiado de Candelaria, y saliendo de la bahía de Cádiz, luego otro día dieron con tres galeotas de moros, de quien sin milagro no se podían escapar, por tenerlos cercados y ser el navío manco y sin armas para poderse defender, y estando en calma.
Viéndose, pues, en tan manifiesto peligro, como casi todos eran isleños los que en el navío venían, acudieron a llamar por su patrona y abogada la Candelaria, con la devoción que hombres puestos en necesidad y conflicto suelen. Y ella no les faltó, porque de repente, estando la mar en calma, vino tanto viento Norte, que las galeotas no pudieron llegar a ellos y los del navío se fueron su viaje sin temor, conociendo manifiestamente el favor y ayuda de la mano de su patrona la Candelaria les había venido.
De una barca que perdió la derrota y Nuestra Señora la trajo a puerto; es maravilloso.
MILAGRO DIECINUEVE
Una barca de estas islas había ido a Berbería a pescar como unos dicen, o a rescate, como otros; y con tiempo recio que le dio, se hizo a la mar con intento de volverse. Y como el tiempo les apartase de la tierra y la perdiesen de vista, perdieron también el tino y derrota, y así anduvieron surcando el mar para un cabo y para el otro, sin acertar a tomar tierra, sin saber el paraje donde estaban.
La gente que en la barca venía, comenzó a sentir la falta de los mantenimientos, que se les iban acabando; y aunque pusieron tasa y se repartían con ella, como el viaje se dilataba, los mantenimientos se acabaron. Los pobres hombres, que ven la muerte a ojo, por alargar la vida que el hambre canina se la acortaba, buscan los modos que pueden; y como andaban en alta mar, y no con mucha bonanza, ni pescaban ni podían dar orden, acuerdan entre sí que para que todos no perezcan, y quede siquiera alguno que en su tierra dé nuevas de su desastroso fin de los demás, echen suertes entre todos, y sobre quien la suerte cayere, aquél muera y sea manjar de los demás. ¿Qué inhumanidad no hará hacer la necesidad extrema?
Como lo platicaron lo hacen, y cae la desdichada suerte sobre un mancebo natural de Canaria y como ya comprehendido en ella antes que se pusiese en ejecución. Váse el triste mozo (como aquel que ya estaba sentenciado a muerte y que no tenía más lugar de vida de cuanto el hambre aquejaba a los compañeros) a un rincón del navío, y, puestos ojos y corazón en el cielo, de donde todo el socorro viene, acordóse de Nuestra Señora de Candelaria, y encomendándose de todo corazón a ella, la invocó con muchas lágrimas en su favor, ofreciéndole su alma, que ya de la vida hacía poco caudal.
El mozo estaba en el hervor de su oración, y una ave muy hermosa aparece sobre el navío volando de proa a popa y dándole muchas vueltas. Los del navío, que la vieron, alegráronse en extremo, porque ver ave y como paloma, que no se desvía mucho de tierra, era señal de que no estaban muy lejos de ella. Pero mirando más de propósito, vieron que la paloma tenía una cuenta grande al cuello, de que fue mayor su admiración. Y luego la dicha paloma se puso por la proa del navío, volando sosegadamente y volviendo la cabeza como haciendo señas que la siguiesen.
Los buenos hombres, olvidando el hambre con tan buena vista y nuevas, gobiernan el navío hacia donde la paloma los guiaba. La cual los guió hasta meterlos en el puerto de la isla del Hierro, en paz y salvos, en breve tiempo, donde contaron el caso. Y rehaciéndose allí de lo necesario, navegaron para la isla de Tenerife; y como algunos de ellos en aquel viaje hubiesen prometido de ir a la casa de Nuestra Señora, llegados allá y haciendo oración, hallaron que la santa imagen de Candelaria tenía colgada de la mano la misma cuenta que la paloma llevaba al cuello; y mirando y remirando en ello, se afirmaron ser así, y así se tomó por testimonio y se pintó en la dicha iglesia de Nuestra Señora; y yo lo averigüé y saqué en limpio.
De otro navío que Nuestra Señora libró.
MILAGRO VEINTE
El año de mil quinientos setenta y seis, yendo un navío de Pedro Belo, de estas islas para España, en el cual iba el bachiller Felipe Machado, beneficiario que es ahora del Realejo, y estando ya de los cabos adentro, vieron venir por su estera y popa dos navíos de corsarios que venían a ellos con tiempo hecho, estando el triste navío en calma muerta. Viéndose así los del navío isleño, y que los enemigos se le acercaban más y más (aunque tenían tragada la muerte, porque el día antes los portugueses de Lagos habían tomado un pataje de los mismos corsarios con quince hombres y los habían ahorcado), determinados de rendirse y darse, porque otro remedio no tenían, encomendádose algunos de ellos a Nuestra Señora de Candelaria, patrona suya, con mucha devoción y lágrimas. Y no les faltó, porque luego en ese punto milagrosamente se mudó el tiempo, y dando en popa al navío que estaba en calma, salió con mucha ligereza; y los enemigos, como s8i estuvieran atados, se quedaron en calma, sin bullirse ni poderlos seguir; y así se fueron con libertad a puerto seguro.
De nueve hombres que en un batel quebrado vinieron a Candelaria desde la costa de Málaga.
MILAGRO VEINTIUNO
Cosa muy averiguada y notoria es en toda esta isla, y muy sabida entre los viejos de ella, de que, navegando por la costa de Málaga un navío, le dio tan recio temporal que, no pudiendo sufrirlo, se abrió y fue a fondo sin remedio. Los que en el navío iban, tenían noticia de la imagen de Candelaria y de los milagros que obra con los que la invocan, principalmente con os mercantes; y ofreciéronse todos a ella, llamándola con la devoción que unos hombres atribulados y con la muerte al ojo la llamarían.
Y haciendo y diciendo, echan el batel al mar, que de un golpe les echó luego un rumbo fuera; y con estar así, salta en él nueve hombres, que casi de pie no cabían, a buen Dios. La mar andaba alta, el batel quebrado, los que en él iban desmayados, sin carta de marear ni aguja ni, aunque la llevaran, les fuera de provecho. Pero llevaban la verdadera carta, cuyos rumbos y puntos siguiendo, es imposible dejar de alcanzar puerto seguro de salvación. Llevaban, digo, en sus corazones la memoria de la Candelaria, y en sus bocas el dulce nombre de María. Y así, sin saber cómo ni por dónde hubiesen navegado, se ven venir (cosa maravillosa) a la playa de Candelaria y desembarcan en ella sanos y salvos, no sin grande admiración suya y de los que lo vieron venir y oyeron las maravillas que referían. Y para memoria de esto sacaron el batel y lo pusieron a la puerta de la iglesia, donde largo tiempo estuvo.
De un hombre llamado Alfaro, que, viniendo en un navío, dieron corsarios con él
MILAGRO TREINTA Y DOS
Un hombre honrado y principal de La Orotava, pueblo de esta isla, llamado Fulano de Alfaro, viniendo en un navío, dieron corsarios con él. Y peleando los unos con los otros, murieron muchos de ambas partes. El dicho era muy devoto de Nuestra Señora de Candelaria y siempre tuvo en memoria y se encomendaba a ella cuando estaba peleando. Y no le faltó su favor, porque, aunque eran muchos contra él y le daban de cuchilladas por un cabo y por otro, no le hacían más daño que en la ropa, la cual tenía toda atasajada; y principalmente el sombrero no tenía cosa sana, y la cabeza sin ninguna herida, habiendo recibido tantas; y en memoria y agradecimiento está el sombrero y la espada en la iglesia.
De un navío que fue libre de una gran tormenta que le dio, por medio de las reliquias de Nuestra Señora de Candelaria.
MILAGRO TREINTA Y CUATRO
Un navío que de esta isla partió para Indias, en medio de este ancho mar dio una gran tormenta, que estuvo muchas veces perdido y anegado. Los que en el navío iban (que los más eran isleños), viendo el peligro tan manifiesto en que estaban, acudieron a su remediadora, patrona y abogada, la Candelaria. Y el piloto sacó de su arca una candelita de las que en la casa de esta Señora se dan los romeros, y otras reliquias de las ropas de Nuestra Señora que tenía, y atándolas a un cabo de una línea, las echó al hinchado y espumoso mar, con la más devoción que pudo.
Cosa admirable, las olas que batiendo el navío lo traían de mal arte y lo tenían casi deshecho, parece que huyen de él y se arredran y se apartan, y en ese punto cesa la tempestad y queda el mar tranquilo, el aire sosegado, el navío en calma y los pasajeros consolados y agradecidos.
El piloto, que, vió el fruto de su devoción por medio de sus reliquias, estímalas en más que hasta allí y las va a querer sacar del agua para guardarlas. Y tirando de la cuerda, no las halla, que no fue poco desconsuelo para él, ni poco el cuidado en que a los demás puso, pensando qué se hubiesen hecho. Sucedió ahí a dos o tres días, andando el piloto en la cámara de popa, buscando no sé qué, topó con sus reliquias atadas y envueltas en un poco de ropa que allí estaba, que no poco contento recibió él y los compañeros con el hallazgo.
Fray Alonso de Espinosa
Traslado por los ataques piráticos (s.XVII):
La virgen de Candelaria aparecida en la playa de Chimisay (Güímar) por el año 1320, fue venerada en una cueva del barranco de Chinguaro, donde el mencey Acaymo colocó el icono medieval, hasta que por consejo del guanche cristianizado Antón, dicha imagen se traslada a la cueva de Achbinico (San Blas), donde la encuentran los conquistadores al finalizar la conquista de la isla en el año 1496. En esta morada se celebra la primera misa y coincidiendo con la festividad del 2 de febrero de 1497, el I Adelantado Alonso Fernández de Lugo ordena que se construyera una ermita, que no se hizo realidad hasta el año 1526, gracias a su hijo el II Adelantado Pedro Fernández de Lugo.
En la inmediaciones de la citada cueva, que desde entonces se destinó al culto a San Blas, santo tan ligado a la primera virgen negra de Candelaria, como ya hemos explicado en otros artículos, se ubicó una ermita de mampostería, con sus muros encalados y tejado de tejas rojas, ventanas con arcos de medio punto enmarcados por molduras de piedra igual que la puerta de entrada. Como eran frecuentes las romerías y pregrinaciones, se construyen algunas dependencias anexas, en las que también habitaban sacerdotes y sacristanes que atendían al culto de la Patrona. Deficiencias en la atención del mismo y quejas del vecindario que iba cada vez más poblando la zona, deciden al II Adelantado y sus Regidores que sea la Orden Dominicana, que tan acreditada estaba en La Laguna, la que se haga definitivamente cargo de este templo allá por el año 1534.
Avanzado el tiempo, ya en el siglo XVII, por las frecuentes incursiones piráticas que asolaban nuestras costas, se pensó trasladar este santuario mariano a lugar más protegido. Sin embargo, en 1668 se determinó que la imagen que estaba al resguardo en el convento dominico de Santa Catalina en La Laguna, fuese restituida de nuevo a Candelaria.
(María Jesús Riquelme)
Traslados:
Según Espinosa la imagen había permanecido custodiada en Chinguaro unos treinta o cuarenta años.
La cueva fue el primer Santuario mariano en el archipielago.
Después de la conquista de la isla fue declarada Iglesia.
Según Núñez de la Peña en 1497 Fernández de Lugo celebró en esta cueva la primera fiesta de las Candelas o de la Purificación de la Virgen.
La imagen es sacada en procesión por los reyes guanches vencidos.
En ella fueron bautizados buena parte de los guanches. La Pila Bautismal se conserva en la Basílica.
En 1526 se traslada la imagen a su nuevo santuario, levantado en el lugar donde posteriormente se construirá la basílica.
En 1789 el santuario sufre un incendio.
En 1790 se construye la cueva-ermita en mampostería con dos entradas culminadas por arcos de medio punto.
En 1803 la imagen se traslada a la capilla del reconstruido convento dominico.
En el 2000 se colocó una réplica de bronce en la cueva.
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