HISTORIA
CUBA
José Martí



José Martí Pérez (La Habana 1853-Dos Ríos 1895):
Nació el 28 de enero de 1853. Su padre, Mariano Martí, fue un sargento de artillería nacido en Valencia que llegó a Cuba en 1850; su madre, Leonor Pérez, era de Santa Cruz de Tenerife. Estudia en el colegio de San Pablo, en La Habana (1867-1869). Fue discípulo del poeta Rafael María de Mendive. Su influencia sobre José Martí fue definitiva, costeándole los estudios de segunda enseñanza. A los 16 años, Martí fundó el periódico Patria libre, en el que insertaba escritos independentistas. Mendive fue deportado a España, acusado de separatista; y Martí fue detenido por sus manifiestos en igual sentido. Tras estallar la guerra de los Diez Años es condenado por el gobierno español por unos pasquines y una carta en los que se manifestaba en favor de la independencia. Se le condena a trabajos forzados en las canteras de San Lázaro (La Habana). A finales de 1870 se le conmuta la pena por la deportación.

Primera deportación:
En 1871 fue exiliado a España, lo que no dejaba de significar un premio porque, como le sucedió a Céspedes, pudo relacionarse con personas importantes y mejorar ampliamente su cultura cursando las carreras de Derecho y Filosofía y letras en las universidades de Madrid (1871-1873) y Zaragoza. En España hizo toda la propaganda que quiso a favor de la independencia. En 1871 había publicado el sangrante folleto sobre El presidio político en Cuba. En 1874 obtiene la licenciatura en Derecho Civil y Canónico y en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza. En 1875 visita brevemente París y Nueva York y se traslada a México, donde participa intensamente en la vida cultural y publica ensayos y otras creaciones en la Revista Universal. En 1877, después de una breve estancia en La Habana, se traslada a la ciudad de Guatemala y trabaja como profesor de Literatura e Historia de la Filosofía en la Escuela Normal Preparatoria. Ese año se casa en México con la cubana Carmen Zayas Bazán. En 1880 se instala en Nueva York y comienza a publicar artículos en el periódico The Hour. En 1881 vive siete meses en Venezuela, donde funda la Revista Venezolana y comienza sus colaboraciones en el diario La Opinión Nacional de Caracas. Por problemas con el dictador Guzmán Blanco, regresa a Nueva York. Cuando se firmó la paz de Zanjón, regresó a Cuba. En la isla pronunció numerosos discursos incitando a la revolución, hecha con cordura y cólera, razón y hambre, honor y reflexión. Obtuvo frutos y se organizaron centros de conspiración en todas las ciudades importantes.

Nueva deportación:
Ante su creciente influencia, fue deportado de nuevo a España en 1879; pero como sucedió con otros, se escapó cuando le pareció oportuno y desembarcó en Estados Unidos, donde fraguó una nueva invasión. Se puso en contacto con Maceo y Máximo Gómez para organizar la que sería la definitiva guerra en pro de la independencia de la isla. En 1891 publica Versos sencillos. Rompe con él definitivamente su esposa, Carmen, quien regresa a Cuba con José, el único hijo del matrimonio. Carmen nunca había aceptado el compromiso político de su esposo. Entre 1892 funda el Partido Revolucionario Cubano para proyectar con el mejor criterio la independencia de Cuba. Funda el periódico Patria, como publicación del partido. En esos tres años argumenta y propaga la causa independentista entre los cubanos de Nueva York, Tampa, y Cayo Hueso. También visita otras ciudades norteamericanas con el mismo fin. el 29 de enero de 1895 firma la Orden de Alzamiento de Cuba. Se desplaza a Santo Domingo, donde escribe y pronuncia el Manifiesto de Montecristi. El 11 de abril llega Cuba por la provincia de Oriente.

    Tristemente, tal independencia sería una pura ilusión, que, afortunadamente no vio José Martí; porque, como escribió un historiador peruano: Tres años después, Cuba era libre de España. Empezaba su segundo cautiverio, que no previó Martí. Sin duda Martí fue un hombre limpio en sus propósitos.

El coronel español Jiménez de Sandoval atacó con sus columnas a los insurrectos en Dos Ríos y en el primer cruce de disparos, el 19 de mayo de 1895, murió Martí, que fue enterrado en Santiago de Cuba por orden del General Martínez Campos. Poco antes de morir había escrito:

    Es deber mío evitar, mediante la independencia de Cuba, que los Estados Unidos se extiendan por la Indias Occidentales y caigan con mayor fuerza sobre otras tierras de América. Todo lo que he hecho hasta ahora y todo lo que haga de ahora en adelante tiene esta finalidad. Conozco al monstruo, porque he vivido en su cubil, y mi única arma es la honda de David. (...) Yo soy bueno y, como bueno, moriré de cara al sol.

Cuatro décadas después, las tres primeras palabras de la Falange Española serían tomadas de la últimas de este verso de José Martí. No es fácil entender la filosofía política que le inspiraba. Da la impresión que Martí está por encima de una simple identidad cubana, siendo hijo de españoles. Parece más sostenible que su ideal fuera el de una Hispanoamérica capaz de parar el expansionismo del monstruo estadounidense. Muerto Martí la causa independentista la protagonizaron Maceo, Gualberto Gómez, Quintín Banderas, Guillermón, Calixto García (todos cubanos); los catalanes Miró y Massó; el dominicano Máximo Gómez, el polaco Roloff, y el haitiano Flor. En nada se parecían sus doctrinas a la de Martí.

Inicio de Versos Sencillos (1891):
[...] Fue aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos. ¿Cuál de nosotros ha olvidado aquel escudo, el escudo en que el águila de Monterrey y Chapultepec, el águila de López y de Walker, apretaba en sus garras los pabellones todos de la América? Y la agonía en que viví, hasta que pude confirmar la cautela y el brío de nuestros pueblos; y el horror y vergüenza en que me tuvo el temor ilegítmo de que pudiéramos los cubanos, con manos parricidas, ayudar el plan insensato de apartar a Cuba, para bien único de un nuevo amo disimulado, de la patria que la reclama y en ella se completa, de la patria hispano-americana. (José Martí)


Los isleños en Cuba. Por José Martí:
Allá, hace años, no había en el presidio de La Habana penado más rebelde, ni más criollo, que un bravo canario, Ignacio Montesinos. Toda la ira del país le chispeaba en aquellos ojos verdes. Echaba a rodar las piedras, como si echase a rodar la dominación española. Se asomaba, al borde de la cantera, a verla caer. Servía mucho, hablaba poco, dio opio a los guardias, y huyó libre. ¡Y ahora, veinte años después, aquel noble isleño, coronado de canas, escribe, desde su monte de Santo Domingo, que es como el de antes su corazón; que no se ha cansado de amar al país; que el padecimiento y la ruina, que le cayeron por él, se lo hacen amar más, que allá está, suspirando, por prestar a Cuba algún servicio. ¿Quién, mejor que este isleño, podrá llamarse cubano? Ni es raro que el hijo de las Canarias, mal gobernado por el español, ame y procure en las colonias de España la independencia que por razón de cercanía, variedad de orígenes, y falta de fin bastante, no intenta en sus islas propias.

Míseras viven, sin el regalo y la alegría con que pudieran, la poéticas Canarias; y no cría bajo español aquella volcánica naturaleza más que campesinos que no tienen donde emplear su fuerza y honradez, y un melancólico señorío, que prefiere las mansas costumbres de su terruño a la mendicidad y zozobras de la ingrata corte. ¿Qué ha de hacer, cuando ve mundo libre, un isleño que padece el dolor de hombre, que no tiene su tierra nativa donde alzar la cabeza, ni donde tender los brazos? Del bien raíz suele enamorarse el hombre que ha nacido en la angustia del pan, y cultivó desde niño con sus manos la mazorca que le había de entretener el hambre robusta; por lo que ha salido el isleño común, mientras no se despierta su propia idea confusa de libertad, atacar, más que auxiliar, a los hijos de América, en quienes el gobernante astuto les pintaba el enemigo de su bien raíz. Pero no hay valla al valor del isleño, ni a su fidelidad, ni a su constancia, cuando siente en su misma persona, o en la de los que ama, maltratada la justicia o que ama sordamente, o cuando le llena de cólera noble la quietud de sus paisanos.

¿Quién que peleó en Cuba, dondequiera que pelease, no recuerda a un héroe isleño? ¿Quién, de paso por las islas, no ha oído con tristeza la confesión de aquella juventud melancólica? Oprimidos como nosotros, los isleños nos aman. Nosotros, agradecidos, los amamos. Pronto va a tener Montesinos la ocasión suspirada de servir a Cuba.
(José Martí. Patria, 27 de agosto de 1892)

(*) Pese a que la mayoría de los canarios que lucharon por la independencia de Cuba lo hicieron como simples soldados (algunos como componentes de las escoltas de distintos generales), no faltaron los isleños que alcanzaron cierta graduación y distinciones: Antonio Ramírez, Agustín Fleitas Santana, etc. Asimismo, de los pocos españoles que alcanzaron el grado de general de las tropas insurrectas, cuatro -de momento- eran canarios: Julián Santana, Manuel Suárez Delgado, Jacinto Hernández Vargas y Matías Vega Alemán.
(Julio Hernández García)

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