Viajes
Darwin 3



Darwin en la Tierra de Fuego:
Fue el gobierno liberal de Grey-Palmerston el que dio esa orden [devolver los fueguinos a su lugar de origen]. Precisamente por aquellos años en que Fitzroy se esforzaba en llevar a cabo su experimento fueguino, los whigs liberales habían conseguido la emancipación de todos los esclavos de color en las colonias de la corona británica; e incluso a un hombre como Fitzroy -con motivos experimentales o sin ellos- le fue, por consiguiente, negado el derecho a conservar a los indígenas. de ahora en adelante, si uno quería educar a los salvajes, tendría que irse a su país a iniciarles allí en las ventajas de la civilización. Los tres objetos de experimentación de Fitzroy podrían servir, según la opinión del gobierno, quizá como intermediarios. Así pues, Fitzroy volvió a emprender el viaje hacia la Tierra de Fuego con el misionero Richard Matthews y sus protegidos, en la espera de que quizás este segundo experimento serviría al menos de algo: a pesar de todo, Fuegia, Jemmy y York se habían tragado tanta cultura que a lo mejor lograrían contagiar algo de ella a las hordas salvajes que en otros tiempos le habían robado el bote. El bachiller Darwin vio por sus propios ojos cómo los tres fueguinos, una vez en su país, bajaron rapidísimamente los escalones que van de la civilización al salvajismo; cómo fue maltratado y desvalijado el misionero Matthews y cómo aquella horda de trogloditas desnudos, de la que procedían Fuegia, York y Jemmy, volvieron la espalda cínicamente a todos los bienes y leyes sagrados para la sociedad occidental. (Wendt)

La evolución y la etnografía:
Doce años después de la aparición del Origen de las especies, Darwin explicó más detalladamente la manera como se imaginaba la evolución histórica del género humano. Unos antropoides primitivos de gran inteligencia y capacidad de adaptación habían aprendido poco a poco a caminar sobre dos pies, habían experimentado un crecimiento del cerebro, habían creado un lenguaje, inventado instrumentos y empezado a vivir socialmente. Sostenía que las características principales de las diversas razas humanas eran producto de una selección natural por géneros, que había tenido efecto en el transcurso de los tiempos: cada uno de los miembros de una horda humana primitiva tenía tendencia a escoger la pareja más adecuada para la lucha por la existencia en un ambiente determinado. Por eso eran sólo los más aptos, los trabajadores, los inteligentes, los que podían subsistir en la sociedad prehistórica, ruda y salvaje; por este sistema fueron mejorando, de generación en generación, las cualidades físicas e intelectuales de la especie humana en su devenir. En un plano superior, la selección natural por los géneros dio también, según Darwin, un empuje a la evolución de la belleza humana: el hombre válido prefería mujeres bonitas, las mujeres transmitían su belleza a sus descendientes de uno y otro sexo, y la elección constante de las mujeres más agraciadas por los hombres de cada raza -cada una según sus cánones de belleza- llevó finalmente a la modificación colectiva de todos los individuos de una misma raza.

La tendencia a explorar de las especies oportunistas:
Todos los mamíferos poseen un fuerte impulso exploratorio, pero en algunos de ellos es más decisivo que en otros. Esto depende en gran manera del grado de especialización que hayan alcanzado en el curso de su evolución. Si han puesto todo su esfuerzo evolucionista en el perfeccionamiento de un particular ardid de supervivencia, no necesitan preocuparse demasiado de las complicaciones generales del mundo que les rodea. Mientras al oso hormiguero no le falten sus hormigas, ni al oso koala sus hojas de goma, se dan por satisfechos y su vida es fácil. Por el contrario, los no especialistas -los oportunistas del mundo animal- no pueden permitirse el menor descanso. Nunca pueden saber de dónde les vendra la próxima comida, y tienen que conocer todos los rincones, aprovechar todas las posibilidades y vigilar atentamente el paso de la suerte. Tienen que explorar y seguir explorando. Tienen que investigar y seguir comprobando. Tienen que poseer un alto grado de curiosidad. Pero no se trata solamente de la cuestión de la comida: la propia defensa puede exigir lo mismo: los puercoespines, erizos y mofetas pueden andar de un lado a otro haciendo todo el ruido que quieran, sin temor a sus enemigos; en cambio, el mamífero desarmado tiene que estar constantemente alerta. Debe conocer las señales de peligro y las rutas para escapar. Para sobrevivir, tiene que saber con todo detalle el camino de su casa. Mirado de este modo, puede parecer bastante absurdo no especializarse. ¿Por qué tienen que existir los mamíferos oportunistas? La respuesta es que existe un grave obstáculo en la vida del especialista. Todo va bien mientras funciona el aparato especial de supervivencia, pero si el medio experimenta un cambio importante el especialista se encuentra en un atasco. Si se ha adelantado considerablemente a sus competidores, el animal se habrá visto obligado a realizar cambios esenciales en su estructura genética, y no podrá volver atrás con la necesaria rapidez cuando se produzca la catástrofe. Si desapareciesen los bosques de árboles de la goma, el koala perecería. Si un animal carnicero de fuertes dientes lograse masticar las púas del puercoespín, éste se convertiría en presa fácil. El oportunista tendrá siempre una vida dura, pero podrá adaptarse rápidamente a cualquier cambio súbito del medio. Quitad sus ratas y ratones a la mangosta, y pronto empezará a comer huevos y caracoles. Quitadle a un mono sus frutas y sus nueces, y comerá raíces y pimpollos. Entre los animales no especializados, los monos son quizá los más oportunistas. Como grupo, se han especializado en la no especialización. Y entre los cuadrúmanos, el mono desnudo es el más oportunista de todos. Esta es, precisamente, otra faceta de su evolución neotérica. Todos los jóvenes monos son curiosos, pero el impulso de su curiosidad tiende a menguar al convertirse en adultos. En nosotros, la curiosidad infantil se fortalece y se extiende a nuestros años maduros. Nunca dejamos de investigar. Nunca pensamos que sabemos lo bastante para ir tirando. Cada respuesta nos lleva a otra pregunta. este ha sido el más grande ardid de supervivencia de nuestra especie. (Desmond Morris)

Tesis de Morris sobre la extensión de la sabana:
En el Mioceno, hace unos veinticinco a veinte millones de años, la selva africana fue disminuyendo gradualmente, alcanzando su mínima extensión en el Plioceno, la época final del Terciario. La vegetación de la sabana se extendió sobre una gran porción del continente africano. Más tarde, en el Pleistoceno, la época que coincidió con el período glaciar europeo, la selva volvió a enseñorearse poco a poco de algunas partes del continente. A lo largo del Plioceno, que duró unos quince millones de años, muchos primates africanos se vieron obligados a abandonar la vida de la selva por la de la sabana abierta; muchas clases de monos antropoides empezaron a caminar erguidos durante este largo período, en el cual, según creen los antropólogos, también vio la aparición del hombre. Los monos de la sabana resistieron la competencia con otros animales mientras que los de la jungla fueron decreciendo en número lenta pero crecientemente.

En 1962, durante una conferencia de prensa en Washington, Leakey anunció el descubrimiento de dos fragmentos del maxilar inferior de un homínido hallado en Kenia. Las pruebas de potasio-argón determinaron su antigüedad en unos catorce millones de años, probablemente en los últimos años del Mioceno Superior y quizá en los primeros del Plioceno. A finales del s XVIII Buffon esbozó una evolución. La constitución de todas las grandes obras de la naturaleza nos demuestra que sólo han podido formarse a través de una lenta sucesión de unos movimientos constantes y sistemáticos. Los seres vivientes se adaptan a estas transformaciones, se desarrollan bajo el dictado del ambiente y, con ayuda de una memoria hereditaria, transmiten a sus descendientes las nuevas cualidades. Su discípulo Lamarck escribió que las especies no pueden ser distinguidas entre sí. Pasan de una a otra, desde el simple infusorio hasta el hombre. Cuvier (1769-1832) creó una cronología aceptable de las diversas eras y sus seres vivientes. En 1819 Christian Jürgensen Thomsen inauguró un museo antropológico en Copenhague clasificando las piezas en Edad de Piedra, Edad del Bronce y edad del Hierro.

Acalorada oposición a la teoría de la evolución (1860):
El bulldog de Darwin, así llamaban a [Thomas Henry] Huxley a los pocos meses de publicado El origen de las especies. El mismo se daba el título, más fino, de representante general de Darwin. Cuando Charles Darwin rehuyó las discusiones científicas en torno a su teoría, como correspondía a su carácter tranquilo, ya que sus enemigos gruñían unos contra otros de manera muy poco distinguida, Huxley abrió brecha en su favor. En cuanto a estos vocingleros que van a ladrar y aullar -declaró-, recuerde usted en todo momento que algunos de sus amigos están preparados para la lucha, a la que se lanzarán con alegría. Yo llevo bastante tiempo afilándome las garras y el pico. Huxley cumplió lo prometido. Inmediatamente agarró el hierro candente de la procedencia del hombre. Cuando el 30 de junio de 1860 famosos científicos y otras personalidades de la vida pública discutían sobre la teoría de Darwin en el museo de la universidad de Oxford, Huxley pronunció una brillante disertación sobre la selección, en la que destacó el origen del hombre y la analogía del cerebro del mono y el del ser humano. Como portavoz de la parte contraria habló el obispo Samuel Wilbeforce, de Oxford, a quien por su untuosa manera de expresarse apodaban Sam el Jabonoso. Evidentemente, Wilbeforce no debía de contar con una gran experiencia científica, ya que intentó poner en ridículo a Huxley con la pregunta de si descendía del mono por parte de padre o de madre. Como Huxley explica más tarde en sus memorias, murmuró con un suspiro de alivio: ¡Dios le ha puesto en mi mano!, y respondió con toda tranquilidad: Si me preguntaran si prefiero tener como abuelo a un pobre simio o bien a un hombre muy inteligente y de gran importancia y grandes influencias, pero que sólo se valiera de esas facultades y de esas influencias para decir ridiculeces en una seria discusión científica, elegiría, sin duda, tener un abuelo mono. Pese a que una dama se desmayó del susto y el antiguo capitán del Beagle, Robert Fitzroy, intentó tirar una Biblia a la cabeza de Huxley, la reunión acabó con la victoria del bulldog. Huxley aprendió así cómo había de hablar a un público amplio. Más adelante dijo a Hooker que, después, ya no le disgustaban semejantes escenas, sino que incluso había provocado algunas cuidadosamente. (Herbert Wendt)

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