Carta de Colón sobre el cuarto viaje (7 de julio de 1503): Esto que yo he dicho es lo que he oído. Lo que yo sé es que el año de 94 navegué en 24° al Poniente en término de nueve horas, y no pudo haber yerro porque hubo eclipses: el sol estaba en Libra y la luna en Ariete. También esto que yo supe por palabra habíalo yo sabido largo por escrito. Tolomeo creyó de haber bien remedado a Marino, y ahora se halla su escritura bien propincua al cierto. Tolomeo asienta Catigara a 12 líneas lejos de su Occidente, que él asentó sobre el cabo de San Vicente, en Portugal, dos grados y un tercio. Marino en 15 líneas constituyó la tierra y términos. Marino en Etiopía escribe al Indo la línea equinoccial más de 24°, y ahora que los portugueses le navegan le hallan cierto. Tolomeo dice que la tierra más austral es el plazo primero, y que no baja más de 15° y un tercio. Y el mundo es poco: el enjuto de ello es seis partes; la séptima solamente cubierta de agua; la experiencia ya está vista, y la escribí por otras letras y con adornamiento de la Sacra Escritura, con el sitio del Paraíso terrenal, que la santa Iglesia aprueba; digo que el mundo no es tan grande como dice el vulgo, y que un grado equinoccial está 56 millas y dos tercios: pero esto se tocará con el dedo. Dejo esto, por cuanto no es mi propósito de hablar en aquella materia, salvo de dar cuenta de mi duro y trabajoso viage, bien que él sea el más noble y provechoso. Digo que la víspera de San Simón y Judas corrí donde el viento me llevaba, sin poder resistirle. En un puerto excusé diez días de gran fortuna de la mar y del cielo, y allí acordé de no volver atrás a las minas, y dejélas ya por ganadas. Partí, por seguir mi viage, lloviendo; llegué a puerto de Bastimentos, adonde entré, y no de grado: la tormenta y gran corriente me entró allí catorce días; y después partí, y no con buen tiempo. Cuando yo hube andado 15 leguas, forzosamente me reposó atrás el viento y corriente con furia; volviendo yo al puerto de donde había salido, fallé en el camino al Retrete, adonde me retruje con harto peligro y enojo, y bien fatigado yo y los navíos y la gente; detúveme allí quince días, que así lo quiso el cruel tiempo; y cuando creí de haber acabado me hallé de comienzo; allí mudé de sentencia de volver a las minas y hacer algo hasta que me viniese tiempo para mi viage y marear; y llegado con 4 leguas, revino la tormenta, y me fatigó tanto a tanto que ya no sabia de mi parte. Allí se me refrescó del mal la llaga: nueve días anduve perdido sin esperanza de vida; ojos nunca vieron la mar tan alta, fea y hecha espuma. El viento no era para ir adelante, ni daba lugar para correr hacia algún cabo. Allí me detenía en aquella mar hecha sangre, herbiendo como caldera por gran fuego. El cielo jamás fue visto tan espantoso: un día con la noche ardió como horno, y así echaba la llama con los rayos, que cada vez miraba yo si me había llevado los masteles y velas; venían con tanta furia espantables, que todos creíamos que me habían de fundir los navíos. En todo este tiempo jamás cesó agua del cielo, y no para decir que llovía, salvo que resegundaba otro diluvio. La gente estaba ya tan molida que deseaban la muerte para salir de tantos martirios. Los navíos ya habían perdido dos veces las barcas, anclas, cuerdas, y estaban abiertos, sin velas. Cuando plugo a nuestro Señor volví a Puerto Gordo, adonde reparé lo mejor que pude. Volví otra vez hacia Veragua para mi viage, aunque yo no estuviera para ello. Todavía era el viento y la corriente contrarios... Llegué casi adonde antes, y allí me salió otra vez el viento y corrientes al encuentro, y volví otra vez a1 puerto: que no osé esperar la oposición de Saturno con mares tan desbaratados en costa brava, porque las más de las veces trae tempestad o fuerte viento. Esto fue día de Navidad en horas de misa. Volví otra vez adonde yo había salido, con harta fatiga, y pasado año nuevo torné a la porfía: que aunque me hiciera buen tiempo para mi viage, ya tenía los navíos innavegables y la gente muerta y enferma. Día de la Epifanía llegué a Veragua, ya sin aliento; allí me deparó nuestro Señor un río y seguro puerto, bien que a la entrada no tenía salvo 10 palmos de fondo; metíme en él con pena, y el día siguiente recordó la fortuna: si me falla fuera, no pudiera entrar a causa del banco. Llovió sin cesar hasta 14 de febrero, que nunca hubo lugar de entrar en la tierra ni de me remediar en nada; y estando ya seguro, a 24 de enero, de improviso el río muy alto y fuerte; quebróme las amarras y proeles, y hubo de llevar los navíos, y cierto los vi en mayor peligro que nunca. Remedió nuestro Señor, como siempre hizo. No sé si hubo otro con más martirios. A 6 de febrero, lloviendo, invié 70 hombres la tierra adentro; y a las 5 leguas hallaron muchas minas; los indios que iban con ellos los llevaron a un cerro muy alto, y de allí les mostraron hacia toda parte cuanto los ojos alcanzaban, diciendo que en toda parte había oro, y que hacia el Poniente llegaban las minas 20 jornadas, y nombraban las villas y lugares y adonde había de ello más o menos. Después supe yo que el Quibian que había dado estos indios les había mandado que fuesen a mostrar las minas lejos y de otro su contrario; y que adentro de su pueblo cogían, cuando él quería, un hombre en diez días una mozada de oro; los indios sus criados, y testigos de esto, traigo conmigo. Adonde él tiene el pueblo llegan las barcas. Volvió mi hermano con esa gente, y todos con oro que habían cogido en cuatro horas que fue allá a la estada. La calidad es grande, porque ninguno de estos jamás había visto minas, y los más, oro. Los más eran gente de la mar, y casi todos grumetes. Yo tenía mucho aparejo para edificar y muchos bastimentos. Asenté pueblo y di muchas dádivas al Quibian, que allí llaman al Señor de la tierra; y bien sabía que no había de durar la concordia: ellos muy rústicos y nuestra gente muy importunos, y que aposesionaba en su término; después que él vido las cosas hechas y el tráfago tan vivo, acordó de las quemar y matarnos a todos; muy al revés salió su propósito: quedó preso él, mugeres y hijos y criados; bien que su prisión duró poco: el Quibian se huyó a un hombre honrado, a quien se había entregado con guarda de hombres, y los hijos se fueron a un maestre de navío, a quien se dieron en 61 a buen recaudo. En enero se había cerrado la boca del río. En abril los navíos estaban todos comidos de broma, y no los podía sostener sobre agua. En este tiempo hizo el río una canal, por donde saqué tres dellos vacíos con gran pena. Las barcas volvieron adentro por la sal y agua. La mar se puso alta y fea, y no les dejó salir fuera; los indios fueron muchos y juntos y los combatieron, y en fin los mataron. Mi hermano y la otra gente toda estaban en un navío que quedó adentro; yo, muy solo, de fuera, en tan brava costa, con fuerte fiebre, en tanta fatiga; la esperanza de escapar era muerta; subí así trabajando lo más alto, llamando a voz temerosa, llorando, y muy aprisa, los maestros de la guerra de vuestras Altezas, a todos cuatro los vientos, por socorro; mas nunca me respondieron. Cansado, me adormecí gimiendo; una voz muy piadosa oí diciendo: "¡Oh, estulto y tardo a creer y a servir a tu Dios, Dios de todos! ¿Qué hizo él más por Moysés o por David sus siervos? Desque naciste, siempre él tuvo de ti muy grande cargo. Cuando te vido en edad de que él fue contento, maravillosamente hizo sonar tu nombre en la tierra. Las Indias, que son parte del mundo, tan ricas, te las dio por tuyas; tú las repartiste adonde te plugo, y te dio poder para ello. De los atamientos de la mar océana, que estaban cerrados con cadenas tan fuertes, te dio las llaves; y fuiste obedecido en tantas tierras, y de los cristianos cobraste tan honrada fama. ¿Qué hizo el más alto pueblo de Israel cuando le sacó de Egipto? ¿Ni por David, que de pastor hizo Rey en Judea? Tórnate a él, y conoce ya tu yerro; su misericordia es infinita; tu vejez no impedirá a toda cosa grande; muchas heredades tiene él grandísimas. Abraham pasaba de cien años cuando engendró a Isaac, ¿ni Sara era moza? Tú llamas por socorro incierto; responde: ¿quién te ha afligido tanto y tantas veces, Dios o el mundo? Los privilegios y promesas que da Dios no las quebranta, ni dice después de haber recibido el servicio que su intención no era ésta y que se entiende de otra manera, ni da martirios por dar color a la fuerza: él va al pie de la letra; todo lo que él promete cumple con acrecentamiento: ¿esto es uso? Dicho tengo lo que tu Criador ha hecho por ti y hace con todos. Ahora medio muestra el galardón de estos afanes y peligros que has pasado sirviendo a otros". Yo, así amortecido oí todo; mas no tuve yo respuesta a palabras tan ciertas, salvo llorar por mis yerros. Acabó él de hablar, quienquiera que fuese, diciendo: "No temas, confía: todas estas tribulaciones están escritas en piedra mármol, y no sin causa". Levantéme cuando pude; y a1 cabo de nueve días hizo bonanza, mas no para sacar navíos del río. Recogí la gente que estaba en tierra, y todo el resto que pude, porque no bastaban para quedar y para navegar los navíos. Quedara yo a sostener el pueblo con todos, si vuestras Altezas supieran de ello. El temor que nunca aportarían allí navíos me determinó a esto, y la cuenta que cuando se haya de proveer de socorro se proveerá de todo. Partí, en nombre de la Santísima Trinidad, la noche de Pascua, con los navíos podridos, abromados, todos hechos agujeros. Allí en Belén dejé uno, y hartas cosas. En Belpuerto hice otro tanto. No me quedaron salvo dos en el estado de los otros, y sin barcas y bastimentos, por haber de pasar 7.000 millas de mar y de agua o morir en la vía con hijo y hermano y tanta gente. Respondan ahora los que suelen tachar y reprender, diciendo allá de en salvo: ¿por qué no hacíais esto allí? Los quisiera yo en esta jornada. Yo bien creo que otra de otro saber los aguarda: a nuestra fe es ninguna. Llegué a 15 de mayo a la provincia de Mago, que parte con aquella del Catayo, y de allí partí para la Española; navegué dos días con buen tiempo, y después fue contrario. El camino que yo llevaba era para desechar tanto número de islas, por no me embarazar en los bajos de ellas. La mar brava me hizo fuerza, y hube volver atrás sin velas; surgí a una isla adonde de golpe perdí tres anclas, y a la medianoche, que parecía que el mundo se ensolvía, se rompieron las amarras al otro navío, y vino sobre mí, que fue maravilla como no acabamos por hacernos rajas: el ancla, de forma que me quedó, fue ella, después de nuestro Señor, quien me sostuvo. Al cabo de seis días, que ya era bonanza, volví a mi camino; así, ya perdido del todo de aparejos y con los navíos horadados de gusanos más que un panal de abejas, y la gente tan acobardada y perdida, pasé algo adelante de donde yo había llegado denantes; allí me torné a reposar atrás la fortuna; paré en la misma isla en más seguro puerto; al cabo de ocho días torné a la vía y llegué a Jamaica en fin de junio, siempre con vientos punteros, y los navíos en peor estado; con tres bombas, tinas y calderas no podían, con toda la gente, vencer el agua que entraba en el navío, ni para este mal de broma hay otra cura. Cometí el camino para acercarme a lo más cerca de la Española, que son 28 leguas, y no quisiera haber comenzado. El otro navío corrió a buscar puerto, casi anegado. Yo porfié la vuelta de la mar con tormenta. El navío se me anegó, que milagrosamente me trujo nuestro Señor a tierra. ¿Quién creyera lo que yo aquí escribo? Digo que de cien partes no he dicho la una en esta letra. Los que fueron con el almirante lo atestigüen. Si place a vuestras Altezas de me hacer merced de socorro un navío que pase de 64, con 200 quintales de bizcocho y algún otro bastimento, bastará para llevarme a mí y a esta gente a España de la Española. En Jamaica ya dije que no hay 28 leguas a la Española. No fuera yo, bien que los navíos estuvieran para ello. Ya dije que me fue mandado de parte de vuestras Altezas que no llegase allá. Si este mandar ha aprovechado, Dios lo sabe. Esta carta invío por vía y mano de indios: grande maravilla será si allá llega. De mi viaje digo: que fueron 150 personas conmigo, en que hay hartos suficientes para pilotos y grandes marineros: ninguno puede dar razón cierta por donde fui yo ni vine: la razón es muy presta.
[Tierra Firme:] En Cariay, y en esas tierras de su comarca son grandes hechiceros y muy medrosos. Dieran el mundo porque no me detuviera allí una hora. Cuando llegué allí, luego me inviaron dos muchachas muy ataviadas; la más vieja no sería de once años, y la otra de siete; ambas con tanta desenvoltura, que no serían más unas putas; traían polvos de hechizos escondidos; en llegando las mandé adornar de nuestras cosas y las invié luego a tierra; allí vide una sepultura en el monte, grande como una casa y labrada, y el cuerpo descubierto y mirando en ella. De otras artes me dijeron y más excelentes. Animalias menudas y grandes hay hartas y muy diversas de las muestras. Dos puercos hube yo en presente, y un perro de Irlanda no osaba esperarlos. Un ballestero había herido una animalia, que se parece a gato paul, salvo que es mucho más grande y el rostro de hombre: teníale atravesado con una saeta desde los pechos a la cola, y porque era feroz le hubo de cortar un brazo y una pierna; el puerco, en viéndole, se le encrespó y se fue huyendo; yo cuando esto vi mandé echarle begare, que así se llama adonde estaba; en llegando a él, así estando a la muerte y la saeta siempre en el cuerpo, le echó la cola por el hocico y se la amarró muy fuerte, y con la mano que le quedaba le arrebató por el copete como a enemigo. El auto tan nuevo y hermosa montería me hizo escribir esto. De muchas maneras de animalias se hubo, mas todas mueren de barra. Gallinas muy grandes, con la pluma como lana, vide hartas. Leones, ciervos, corzos, otro tanto, y así aves. Cuando yo andaba por aquella mar en fatiga, en algunos se puso herejía que estábamos hechizados, que hoy día están en ello. Otra gente que hallé que comían hombres: la deformidad de su gesto lo dice. Allí dicen que hay grandes mineros de cobre; hachas de ello, otras cosas labradas, fundidas, soldados hube, y fraguas con todo su aparejo de platero y los crisoles. Allí van vestidos, y en aquella provincia vide sábanas grandes de algodón, labradas de muy sotiles labores; otras pintadas muy sutilmente a colores con pinceles. Dicen que en la tierra adentro hacia el Catayo las hay tejidas de oro. De todas estas tierras y de lo que hay en ellas, falta de lengua, no se saben tan presto. Los pueblos, bien que sean espesos, cada uno tiene diferenciada lengua, y es en tanto que no se entienden los unos con los otros más que nos con los de Arabia. Yo creo que esto sea en esta gente salvage de la costa de la mar, mas no en la tierra adentro. Cuando yo descubrí las Indias dije que era el mayor señorío rico que hay en el mundo. Yo dije del oro, perlas, piedras preciosas, especerías, con los tratos y ferias, y porque no pareció todo tan presto fui escandalizado. Este castigo me hace agora que no diga salvo lo que yo oigo de los naturales de la tierra. De una oso decir, porque hay tantos testigos, y es que yo vide en esta tierra de Veragua mayor señal de oro en dos días primeros que en la Española en cuatro años, y que las tierras de la comarca no pueden ser más hermosas ni más labradas, ni la gente más cobarde, y buen puerto, y hermoso río, y defensible al mundo. Todo esto es seguridad de los cristianos y certeza de señorío, con grande esperanza de la honra y acrecentamiento de la religión cristiana; y el camino allí sería tan breve como a la Española, porque ha de ser con viento. Tan señores son vuestras Altezas de esto como de Jerez o Toledo: sus navíos que fueren allí van a su casa.
[Oro:] Yo tengo en más esta negociación y minas con esta escala y señorío que todo lo otro que está hecho en las Indias. No es este hijo para dar a criar a madrastra. De la Española, de Paria y de las otras tierras no me acuerdo de ellas, que yo no llore; creía yo que el ejemplo dellas hubiese de ser por estotras al contrario; ellas están boca abajo, bien que no mueren; la enfermedad es incurable, o muy larga; quien las llegó a esto venga agora con el remedio, si puede o sabe; al descomponer, cada uno es maestro. Las gracias y el acrecentamiento siempre fue uso de darlas a quien puso su cuerpo a peligro. No es razón que quien ha sido tan contrario a esta negociación le goce, ni sus hijos. Los que se fueron de las Indias huyeron los trabajos y diciendo mal dellas y de mí volvieron con cargos; así se ordenaba agora en Veragua: malo ejemplo, y sin provecho del negocio y para la justicia del mundo; este temor con otros casos hartos que yo veía claro, me hizo suplicar a V. A. antes que yo viniese a descubrir esas islas y tierra firme que me las dejasen gobernar en su Real nombre; plúgoles; fué por privilegio y asiento y con sello y juramento, y me intitularon de Virrey y Almirante y Gobernador general de todo, y señalaron el término sobre las islas de los Azores 100 leguas, y aquéllas del Cabo Verde por línea que pasa de polo a polo, y desto y de todo que más se descubriese, y me dieron poder largo; la escritura, a más, largamente lo dice. El otro negocio famosísimo está con los brazos abiertos llamando; extrangero ha sido hasta ahora. Siete años estuve yo en su Real corte, que a cuantos se habló de esta empresa todos a una dijeron que era burla: ahora, hasta los sastres suplican por descubrir. Es de creer que van a saltear, y se les otorga, que cobran con mucho perjuicio de mi honra y tanto daño del negocio. Bueno es de dar a Dios lo suyo y aceptar lo que le pertenece. Esta es justa sentencia, y de justo. Las tierras que acá obedecen a V. A. son más que todas las otras de cristianos, y ricas. Después que yo, por voluntad divina, las hube puestas debajo de su Real y alto señorío y en filo para haber grandísima renta, de improviso, esperando navíos para venir a su alto conspecto con victoria y grandes nuevas del oro, muy seguro y alegre, fui preso y echado con dos hermanos en un navío, cargados de hierros, desnudo en cuerpo, con muy mal tratamiento, sin ser llamado ni vencido por justicia: ¿quién creerá que un pobre extrangero se hubiese de alzar en tal lugar contra V. A. sin causa ni sin brazo de otro Príncipe, y estando solo entre sus vasallos y naturales, y teniendo todos mis hijos en su Real corte? Yo vine a servir de 28 años, y ahora no tengo cabello en mi persona que no sea cano, y el cuerpo enfermo, y gastado cuanto me quedó de aquéllos, y me fue tomado y vendido, y a mis hermanos hasta el sayo, sin ser oído ni visto, con gran deshonor mío. Es de creer que esto no se hizo por su Real mandado. La restitución de mi honra y daños, y el castigo en quien lo hizo, hará sonar su Real nobleza; y otro tanto en quien me robó las perlas, y de quien ha hecho daño en ese almirantado. Grandísima virtud, fama con ejemplo será si hacen de vuestras Altezas de agradecidos y justos Príncipes. La intención tan sana que yo siempre tuve al servicio de vuestras Altezas, y la afrenta tan desigual, no da lugar al ánima que calle, bien que yo quiera: suplico a vuestras Altezas me perdonen. Yo estoy tan perdido como dije: yo he llorado hasta aquí a otros: haya misericordia ahora el cielo y llore por mí la tierra. En el temporal, no tengo solamente una blanca para el oferta; en el espiritual, he parado aquí en las Indias de la forma que está dicho: aislado en esta pena, enfermo, aguardando cada día por la muerte, y cercado de un cuento de salvages y llenos de crueldad y enemigos nuestros, y tan apartado de los Santos Sacramentos de la Santa Iglesia, que se olvidará desta ánima si se aparta acá del cuerpo. Llore por mi quien tiene caridad, verdad y justicia. Yo no vine este viage a navegar por ganar honra ni hacienda: esto es cierto, porque estaba ya la esperanza de todo en ella muerta. Yo vine a V. A. con sana intención y buen celo, y no miento. Suplico humildemente a V. A. que, si a Dios place de sacarme de aquí, que haya por bien mi ida a Roma y otras romerías. Cuya vida y alto estado la Santa Trinidad guarde y acresciente.
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