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Neoliberales tras la gran recesión de 1974:
Las políticas neoliberales impulsadas por las administraciones de M.Thatcher (ganadora de las elecciones en 1979, 1983 y 1987) y Reagan (elegido en noviembre 1980), que actuaron como beligerantes ideológicos de un cambio de paradigma -desregularización y peso mínimo del estado- en la organización industrial y en el orden social mismo. Un segundo conjunto de estrategias de reacción ante la grave crisis se sitúa en el terreno microeconómico a través de la rápida y masiva introducción de nuevas tecnologías -ahorradoras de mano de obra- en los procesos de producción de las empresas -informática, microelectrónica, robótica, agricultura biotecnológica, ingeniería genética) y una drástica renovación de los métodos tradicionales de organización del trabajo (la sustitución parcial del taylorismo y el fordismo por el toyotismo, just in time, círculos de calidad, especialización flexible, etc), ambos factores orientados a incrementar la productividad y garantizar mayor flexibilidad en el control de la mano de obra y en la adaptación a una demanda crecientemente globalizada, cambiante, y expresión de transformaciones notables de las pautas de consumo, permanentemente móviles, en gran parte más que los mercados compactos típicos de la producción en serie. Estamos en la era del postfordismo, definido por Toni J.Watson como un modelo de organización industrial y de política de empleo en el cual se usa sobre bases permanentes a una fuerza de trabajo cualificada en la que se delegan responsabilidades para desarrollar productos a la medida para mercados de pequeña dimensión. El impacto combinado de estos factores induce cambios formidables en el proceso de trabajo y, finalmente, en la apreciación social del trabajo por parte de los ciudadanos.

Gestión de la mano de obra:
El corporativismo de los pactos sociales de la fase anterior era una manera de gestionar la economía, en condiciones políticas de alta organización de los grupos sociales (en particular, los sindicatos) y de tensiones inflacionistas, de manera inclusivista: integrado a los grupos en el diseño y aplicación de las políticas económicas (entre ellas las políticas de rentas). La estrategia después de 1974 será, en cambio, exclusivista: el creciente poder sindical queda neutralizado por la ampliación del grupo de trabajadores que carecen de organización o de potencial de movilización. Sus indicadores más visibles son la precariedad del trabajo, el dualismo (la diferenciación entre trabajadores centrales y periféricos), la segmentación del mercado de trabajo, el progresivo abandono de los pactos sociales y el paralelo declive afiliativo de los sindicatos.

Organización empresarial:
La empresa-red o empresa flexible es el cambio tendencial, ni mucho menos dominante todavía, producido en las organizaciones de empresa en respuesta de la nueva economía de demanda global. M. Castells la define así: La empresa red no es una red de empresas, sino una forma de organización en red de las actividades de todo tipo de empresas. Siguiendo la estela de la cultura industrial japonesa, este tipo de empresa es flexible en dos sentidos: en términos de previsibilidad (la empresa misma produce sólo la parte nuclear de los bienes o servicios, a cargo de una fuerza de trabajo central y con buenas condiciones laborales, mientras que exporta el resto al exterior, a otras empresas o trabajadores autónomos, y usa según necesidades a fuerza de trabajo periférica, de baja cualificación y precarizada) y en términos de adaptabilidad o innovación (estimulando la creatividad de la fuerza de trabajo central e integrándose en alianzas puntuales con otras empresas). El nuevo trabajo en red, mucho más vulnerable que el tradicional, está sujeto a contratos temporales, por tarea, o trabaja en su casa conectado por redes informáticas al control de la organización.

Efectos sociales:
Estas transformaciones del orden industrial inducen a su vez grandes cambios sociales. Por un lado en la estructura de clases de las sociedades de la OCDE, que abandonan la tradicional pirámide de tres grandes sectores (élite económica y política, clases medias y clase trabajadora industrial) para adoptar una forma romboidal (élite económica y política transnacional; amplia clase media donde se integra el sector central de las clases trabajadoras periféricas que entran y salen del mercado de trabajo o están en paro estructural). En términos sociales, esta nueva estructura de clases permite hablar de las sociedades de la OCDE como sociedaddes de los dos tercios (P.Glotz), sugiriéndose así que la subclase está fuera de la sociedad mientras que los otros dos sectores son los ciudadanos reales (los que votan, defienden sus intereses, pagan impuestos, exigen servicios y obtienen gratificaciones de la sociedad). Por otro lado, el paro estructural y masivo ha pasado a ser un ingrediente fijo en la nueva sociedad. La crisis del sindicalismo se agudizó en los años noventa debido a la continua flexibilización del mercado laboral, al aumento del paro y a las dificultades para adecuarse a la globalización de la economía con estrategias internacionales, derivadas de las grandes diferencias en las condiciones laborales de los distintos países. Aunque la renovación de los sindicatos ex comunistas favoreció la unidad de acción, fue aumentando, de forma general, su papel como meros prestadores de servicios. No obstante, en los países de la U.E. se extendió la exigencia coordinada de la reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales. La crisis sindical volvió a expresarse en un descenso de la afiliación: EE.UU. tuvo en 1995 una tasa de sindicación del 14,2% (frente al 17% en 1987), Gran Bretaña del 32,9% (38%) y Alemania del 28,9% (39%). España registró un ligero avance, pero siguió en un nivel muy bajo (18,6%). Otra expresión de la crisis fue el auge de movimientos de reivindicación laboral que se expresaron fuera del cauce de los sindicatos tradicionales, como las asociaciones de parados. Sus acciones tuvieron una gran resonancia en Francia en 1998, pero fueron vistas con reticencia por los sindicatos mayoritarios (a excepción de la C.G.T.).

Keynes y el desempleo durante las recesiones:
Cuando el mundo se sumió en la Gran Depresión, los partidarios del mercado libre dijeron: No os preocupéis; los mercados se autorregulan, y con el tiempo, la prosperidad económica retornará. No había que preocuparse por la desgracia de aquellos cuyas vidas quedaran destrozadas durante la espera de dicha eventualidad. Keynes sostuvo que los mercados no se autocorregían, o al menos no lo hacían en un marco temporal relevante (como dijo en su célebre frase: A largo plazo todos estaremos muertos). El paro podía persistir durante años, y la intervención del Estado era necesaria. A Keynes lo pusieron entonces en la picota: sus críticas al mercado le granjearon la acusación de socialista; y sin embargo en un cierto sentido Keynes fue intensamente conservador. Abrigaba una creencia fundamental en los mercados: si el Estado corregía este único fallo, la economía podría funcionar de modo razonablemente eficiente. No aspiraba a una sustitución cabal del sistema de mercado; pero sabía que si esos problemas básicos no eran abordados, las presiones populares serían gigantescas. Y el remedio de Keynes funcionó: desde la Segunda Guerra Mundial los países como EE.UU., que siguieron las prescripciones keynesianas, han registrado menos y más breves recesiones, y expansiones más prolongadas que antes. (Joseph E. Stiglitz, El malestar en la globalización, 2002)

España:
A mediados del 2007 las cifras de empleo alcanzaron su cota máxima, y desde entonces el paro no ha parado de crecer, desde 1,8 millones de parados registrados aquel verano a casi cinco millones hoy. En agosto del 2009 Trabajo detectó un alto número de casos de agotamiento del subsidio, el gobierno puso en marcha un programa contra el desempleo y por la inserción laboral (PRODI) con un subsidio de 426 euros al mes durante seis meses. El PRODI se se prorrogó por otros dos semestres. Ayudó a 850.000 personas, de las cuales, según Trabajo, la mitad ha encontrado empleo. El dato preocupante es que la otra mitad, casi medio millón de personas, sigue fuera del mercado laboral. Al PRODI le sustituyó el PREPARA, que desarrolla programas de capacitación además del subsidio de 400 euros al mes. Casi 200.000 personas han pasado por PREPARA con resultados globales aun por concretar. El Programa terminó en agosto de 2011. Y el gobierno estudia un nuevo plan o la prórroga del anterior mientras espera la recuperación.

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