HISTORIA
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Simón Bolívar



Simón Bolívar (Caracas 1783-Santa Marta 1830):
Hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte, rico hacendado perteneciente a una familia vasca afincada en América desde finales del siglo XVI, y de María de la Concepción Palacios Blanco, quedó huérfano a temprana edad. Bajo la protección de sus familiares, recibió una esmerada educación a cargo de cualificados maestros, entre ellos Andrés Bello y, sobre todo, Simón Rodríguez, pedagogo rousseauniano que influyó decisivamente en su pensamiento. A Rodríguez se le atribuye haber inculcado al joven Bolívar el ideario republicano y la pasión por la libertad. En 1797 comenzó su instrucción militar en el Regimiento de Milicias de Voluntarios Blancos de los Valles de Aragua, al tiempo que continuaba sus estudios de matemáticas, dibujo topográfico, geografía y física, entre otras materias, bajo la tutela de fray Francisco de Andújar. Dos años más tarde, a los dieciséis de edad, marchó a España, en cuya capital prosiguió sus estudios y conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, con quien casó en 1802 y a la que perdió al año siguiente, ya en Venezuela. Volvió de nuevo a Europa en 1804 y residió en París durante dos años, al cabo de los cuales decidió regresar a su país y planear la lucha por la independencia, tras los intentos de Miranda. En 1810 viajó a Londres, con Andrés Bello y Luis López Méndez, por encargo de la junta patriótica.

Ya en su patria, se adhirió a la proclamación de la independencia e ingresó en el ejército con el grado de coronel. En 1811 Venezuela se declara independiente. Bajo las órdenes de Miranda, sometió Valencia, pero en 1812 no pudo mantener Puerto Cabello. Sofocada la rebelión patriótica por los realistas, huyó a Cartagena de Indias, donde dio a conocer su Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño, en la que exponía sus ideas políticas y las causas que habían motivado el fracaso de la revolución. Entró en el ejército de Nueva Granada y poco después inició la llamada «Campaña admirable», que concluyó en 1813 con la proclamación de la Segunda República. Sin embargo, la subsiguiente guerra civil fue adversa para Bolívar y Mariño, quienes se vieron obligados a refugiarse en el oriente del país. Cuestionado por los caudillos militares, regresó a Nueva Granada, donde apoyó la integración de Bogotá a las Provincias Unidas, pero en 1815, y ante la posibilidad de que estallara una nueva guerra civil, pasó primero a Jamaica, donde dio a conocer su Carta de Jamaica, y después a Haití, desde donde encabezó dos expediciones a Venezuela, antes de instalar su cuartel en Angostura en 1817. Aquí estableció un gobierno y, aliado con Páez, inició la «Campaña del Centro» contra el general realista Pablo Morillo. Tras convocar el Congreso Constituyente de Angostura en febrero de 1819, emprendió la liberación de Nueva Granada. Durante la campaña obtuvo la decisiva victoria de Boyacá. Antes de finalizar el año, el Congreso proclamó una nueva Constitución y la República de Colombia, que comprendía los territorios de las actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Tras un breve armisticio, el Libertador -sobrenombre con el que fue conocido- derrotó definitivamente a Morillo en Carabobo, en 1821, y entró triunfante en Caracas. Enseguida inició la liberación de Ecuador y concluyó la campaña de Perú, iniciada por el argentino San Martín, con quien se había entrevistado en Guayaquil en 1822.

Civiles ejecutados:
Para hacerse con el control del territorio de Venezuela recurrió a los durísimos métodos anunciados en el Decreto de Guerra a muerte (1813). Siendo difícil distinguir a la parte del pueblo que tomó partido por los realistas, una de las causas para ser víctima de las ejecuciones fue el hecho de haber nacido al otro lado del Atlántico. ● Desde Trujillo emprendió una «política sistemática de fusilamiento de españoles y canarios en actos públicos en cada pueblo por el que pasaba», según recogen los archivos parroquiales de toda Venezuela. (Manuel Hernández) Se ejecutó a más de 2.000 canarios a los que se suman otros 1.000 sólo en Caracas. La «limpieza étnica» ordenada acabó con un tercio de la población venezolana, inmigrantes mayoritariamente canarios, que estaban presentes en todo conglomerado étnico y social del país.

Victoria de Sucre en Ayacucho (09/12/1824):
Con la batalla de Ayacucho concluyó la presencia española en el continente. Después de algunas escaramuzas como el combate de Matará o Colpahuaico (3 diciembre), los dos ejércitos se situaron frente a frente en la pampa de Ayacucho. El realista Canterac se vio obligado a capitular según dejó escrito después que, el ejército español, llenando en todos sentidos cuanto ha exigido la reputación de sus armas en la sangrienta jornada de Ayacucho y en toda la guerra del Perú, ha tenido que ceder el campo a las tropas independientes; y debiendo conciliar a un tiempo el honor a los restos de estas fuerzas, con la disminución de los males del país. En la capitulación firmada por Canterac, al estar el virrey La Serna herido y prisionero, el militar español se dirige a Sucre como el señor general de división de la República de Colombia y comandante en jefe del ejército unido libertador del Perú. Se estipulaba la entrega a los patriotas de todo el territorio del Perú y la libertad de los prisioneros. Sus artículos contemplaban un caballeroso trato en cuanto a propiedades, pagas, reconocimiento de cargos y libertad de movimientos.

Renuncias y decepciones:
Un año después Bolívar renunció a los poderes militares excepcionales que se le habían concedido, así como a las recompensas ofrecidas. En los años siguientes tuvieron lugar largas negociaciones en relación a la formación de los distintos países y sus nuevas Constituciones, y en torno a la idea de una Gran Colombia. Pero no tardaron en aflorar los intereses de los caudillos locales, Páez en Venezuela y Santander en Colombia, provocando unos conflictos que hicieron inviable el proyecto globalizador. Cuando el Congreso declaró anulada la Constitución bolivariana el general José de La Mar se hace designar presidente de Perú, instiga la crisis de Guayaquil, invade territorios de Bolivia y envía tropas a la frontera con Colombia. La escuadra peruana bloquea los puertos de Colombia. Sucre obliga a retroceder a La Mar y cuando Bolívar llega a Quito, La Mar es destituido y expulsado del país.

    «mermada asamblea, malograda, escuálida»- Bolívar no compareció en el Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826. Sus entusiasmos iniciales, sus reiteradas promesas de independencia, unidad y libertad, no pudieron hacerse realidad. Antes al contrario, las divisiones y disensiones brotaban por doquier: luchas internas, fronterizas, personales entre dirigentes, etc. llevaron a Bolívar a un sentimiento de derrota que le consumía. «La América entera es un cuadro espantoso de desorden sanguinario... Nuestra Colombia marcha dando caídas y saltos, todo el país está en guerra civil... En Bolivia, en cinco días ha habido tres presidentes y han matado a dos...», se lamentaba en 1829. Y más tarde: «la América es ingobernable para nosotros… el que sirve una revolución ara en el mar… nunca he visto con buenos ojos las insurrecciones, y últimamente he deplorado hasta la que hemos hecho contra los españoles».

En 1829 el Libertador había sufrido severas crisis como consecuencia de su enfermedad, que empezaba a agudizarse. Bolívar presentó su renuncia el 27 de abril de 1830 (me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento). En Cartagena (1830) escribe sobre los intentos del Congreso de Colombia de instaurar una nueva monarquía: La corona jamás ceñirá la cabeza de Bolívar. Yo deseo descansar, y cuente Ud. con que ninguna acción de mi vida manchará mi historia, cuya consideración me llena de satisfacción. La posterioridad me hará justicia, y esta esperanza es cuanto poseo para mi felicidad. Poco después intentó embarcarse para Europa con el fin de mejorar su salud. Estando en Cartagena recibió la noticia del asesinato del general Sucre y la orden de destierro dictada contra su persona. Calificó la muerte del Gran Mariscal de Ayacucho como la mancha más negra y más indeleble en la historia del Nuevo Mundo. Llegó a Santa Marta el 1 de diciembre de 1830 para hospedarse en la Quinta de San Pedro Alejandrino, propiedad del español Joaquín de Mier. El 9 de diciembre dicta su última proclama instando a la consolidación de la unión. Decepcionado, desilusionado, fallecía de tuberculosis pulmonar el 17 de diciembre, a los cuarenta y siete años de edad, rodeado de los pocos amigos que le habían acompañado.


Decreto de Guerra a muerte:
Simón Bolívar,
Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejército del Norte, Libertador de Venezuela.
Venezolanos:
Un ejército de hermanos, enviado por el Soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las Provincias de Mérida y Trujillo. Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y establecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los Estados que cubren nuestras armas están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque nuestra misión sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizarnos. Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América. A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna, aún, a abrirles por última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir entre nosotros pacíficamente, si detestando sus crímenes y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de la España y al restablecimiento de la República de Venezuela. Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra y magistrados civiles que proclamen el Gobierno de Venezuela y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado serán reputados y tratados como americanos. Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de Americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de vuestros hermanos. Esta amnistía se extiende hasta los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis para excitar nuestra animadversión. Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.
Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813.


Hemos arado en el mar:
Esta desolada reflexión -la pura imagen de la más absoluta inutilidad- la hizo Simón Bolívar (1783-1830), el Libertador, en los últimos meses de su vida, al darse cuenta de que, día tras día y año tras año, los países hispanoamericanos, por cuya independencia había entregado la vida, se convertían en un avispero de apetitos personales, en una lucha enconada entre los pueblos y en muchos casos en una constante y agotadora guerra civil. Cuando en 1830 Venezuela se proclamó Estado independiente, Simón Bolívar, enfermo y decepcionado, renunció a la presidencia de esta República y emprendió viaje hacia la costa; en Cartagena de Indias recibió la noticia del asesinato del general Sucre, que le afectó profundamente. Y como resumen del balance de la obra de Sucre y de la propia, pronunció esta famosa frase. Tan descorazonado se sintió, que pensó en marchar a Europa, pero la muerte le sorprendió en San Pedro Alejandrino el 17 de diciembre de 1830. Días antes había dirigido a sus compatriotas sus últimas voluntades como un solemne testamento político. Como hemos dicho, falleció en San Pedro Alejandrino, pueblo cercano a Santa María, en la costa atlántica de Colombia, aposentado en casa del español marqués de Mier, que era un viejo amigo. Allí pronunció, días antes de fallecer, otra frase sarcástica. Para distraerle, el doctor Próspero Reverend le hizo observar que si bien se conocía quiénes eran los hombres más importantes de la historia, quería conocer quienes consideraba que habían sido los mayores majaderos del mundo. Y Simón Bolívar, con una triste sonrisa, respondió: «Los más grandes majaderos del mundo hemos sido Jesucristo, Don Quijote y yo». Con ello quería significar que todos sus desvelos, sacrificios y abnegaciones habían tenido, como en el caso de Jesús y en la novela de Cervantes, otro pago: el de la ingratitud, el más cruel de los menosprecios por parte de aquellos por los cuales había luchado durante toda su vida con una abnegación sin límites. (N.Luján)


José Antonio Páez (1790-1873):
Nació en Curpa, actual Venezuela. Tras luchar inicialmente en el bando realista, se pasó a las filas del ejército de Bolívar y su participación fue crucial en la batalla de Carabobo (1821), al frente de los llaneros. En marzo de 1831 fue nombrado presidente constitucional de Venezuela, cargo que ejercería hasta 1835. Durante su mandato se produjo el primer intento serio de organización del Estado venezolano: se trasladó la capital desde Valencia a Caracas y se amnistió a los partidarios de la Gran Colombia. En 1834 se arregló la deuda con Colombia, haciéndose cargo Nueva Granada de la mitad, Venezuela del 28,5 por ciento y Ecuador del resto. Procuró mejorar la economía mediante la liberalización del mercado, la incentivación del comercio y la reforma de las aduanas para hacer de ellas el principal ingreso de la Hacienda estatal. Páez volvió a ocupar la presidencia entre los años 1839 y 1843. En 1861 intentó gobernar como dictador, pero fue obligado a exiliarse en Estados Unidos (1863). Murió en Nueva York (1873).

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