El sol del membrillo:
Ficha técnica: España. Argumento y Guión: según una idea cinematográfica original de Antonio López García. Fotografía: Javier Aguirresarobe y Angel Luis Fernández. Fotografía: José Luis López Linares. Música: Pascal Gaigne. Montaje: Juan Ignacio San Mateo. Producción: María Moreno P.C., con la participación de Euskal Media e Igeldo Zine Produkzioak. Productor asociado: Angel Amigo. Producción ejecutiva: María Moreno. Subvencionada por el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Visuales. Duración: 139 min.
Intento frustrado por un tiempo desapacible que se prolonga inusualmente en el cielo de Madrid. El concienzudo trabajo preparativo del pintor no consigue atrapar la imagen del árbol antes de que los frutos maduren y cambien de forma y situación. El cuadro inacabado pasa al sótano mientras los membrillos caen y se pudren.
El sueño de Antonio López:
Estoy en Tomelloso, delante de la casa donde nací. Al otro lado de la plaza, hay unos árboles que nunca crecieron allí. En la distancia, reconozco las hojas obscuras y los frutos dorados de los membrilleros. Me veo entre esos árboles junto a mis padres. Acompañado por otras personas cuyos rasgos no logro identificar. Hasta mí llega el rumor de nuestras voces. Charlamos apaciblemente. Nuestros pies están hundidos en la tierra embarrada. A nuestro alrededor, prendidos de sus ramas, unos frutos rugosos cuelgan cada vez más blandos. Grandes manchas van invadiendo su piel y en el aire inmóvil percibo la fermentación de su carne. En el lugar donde observo la escena, no puedo saber si los demás ven lo que yo veo. Nadie parece advertir que todos los membrillos se están pudriendo bajo una luz que no sé cómo describir: nítida y, a la vez, sombría, que todo lo convierte en metal y ceniza. No es la luz de la noche. Tampoco es la del crepúsculo ni la de la aurora. (Antonio López)
Plomadas, finas cuerdas, varas, clavos, marcas de pintura y un gran espejo conforman un preciso sistema de referencia.
Con la ayuda de una vara alguien tiene que apartar ligeramente alguna hoja que oculta algún detalle del árbol.
Poco a poco, a los membrillos se les van añadiendo sucesivas marcas de pintura blanca.
Fracaso:
En diciembre Antonio recoge un membrillo del suelo e intenta seguir pintando, pero pronto desmonta todo el andamiaje.
Renuncia por tercera vez a pintar el sol en el membrillo rehusando valerse de la fotografía.
Posa para un retrato sosteniendo varios objetos, entre los que está una fotografía en la que aparece junto con Enrique. Están ante el Partenón y propone un nuevo viaje a Grecia.
Un membrillo es aprovechado para la merienda de los obreros polacos que trabajan en la casa. Su sabor no tiene mucho éxito y queda abandonado en el plato.
Los mismos clavos que marcaban el punto en que se situaban los pies del pintor sirven para sujetar la cámara que registra la transformación de los membrillos caídos.
Televisión:
Los planos nocturnos de Madrid del final muestran televisores encendidos recibiendo la señal de la dominadora e imponente Torrespaña.
Un medio que erosiona por igual la reflexiva actividad de la pintura y el cine.
La televisión no continúa el cine por la simple razón de que no es un dispositivo para crear algo. La imagen electrónica ha dado lugar más que a un nuevo lenguaje, a un sistema de reproducción, a un código visual cuya función primordial es el control y la formación de masas a escala planetaria... No sólo la sala oscura es hoy, a escala general, un residuo, sino que el cine entero se nos aparece como tal, como lo que queda de un mundo perdido, y no desaparecido del todo. Esta situación le acerca cada vez más a otros lenguajes que también poseen un carácter residual: la pintura, la poesía. (Víctor Erice)
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