MAR
POESIA
Rafael Alberti



El mar:
El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá? Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!
(Rafael Alberti)


Virgen del Carmen Día de amor y de bonanza
Rafael Alberti:

Que eres loba de mar y remadora,
Virgen del Carmen, y patrona mía,
escrito está en la frente de la aurora,
cuyo manto es el mar de mi bahía.

Que eres mi timonel, que eres la guía
de mi oculta sirena cantadora,
escrito está en la frente de la proa
de mi navío, al sol del mediodía.

Que tú me salvarás, ¡oh marinera
Virgen del Carmen!, cuando la escollera
parta la frente en dos de mi navío,

loba de espuma azul en los altares,
con agua amarga y dulce de los mares
escrito está en el fiero pecho mío
(Rafael Alberti)


Sirenita Elegía del niño marinero. Rafael Alberti:
Marinerito delgado,
Luis Gonzaga de la mar,
qué fresco era tu pescado,
acabado de pescar!

Te fuiste, marinerito,
en una noche lunada,
tan alegre, tan bonito,
cantando, a la mar salada!

Qué humilde estaba la mar!
¡El cómo la gobernaba!
Tan dulce era su cantar,
que el aire se enajenaba.

Cinco delfines remeros
su barca le cortejaban.
Dos ángeles marineros,
invisibles, la guiaban.

Tendió las redes, ¡qué pena!,
por sobre la mar helada.
Y pescó la luna llena,
sola, en su red plateada.

¡Qué negra quedó la mar!
¡La noche qué desolada!
Derribado su cantar,
la barca fue derribada.

Flotadora va en el viento
la sonrisa amortajada
de su rostro. ¡Qué lamento
el de la noche cerrada!

¡ Ay mi niño marinero,
tan morenito y galán,
tan guapo y tan pinturero,
más puro y bueno que el pan!

¿Qué harás, pescador de oro,
allá en los valles salados
del mar? ¿Hallaste el tesoro
secreto de los pescados?

¡Deja, niño, el salinar
del fondo, y súbeme el cielo
de los peces, y, en tu anzuelo,
mi hortelanita del mar!
(Rafael Alberti)


Yo, marinero, en la ribera mía,
Posada sobre un cano y dulce río
Que da su brazo a un mar de Andalucía,

sueño en ser almirante de navío,
Para partir el lomo de los mares,
Al sol ardiente y a la luna fría.

¡Oh los hielos del sur! ¡oh las polares
Islas del norte! ¡blanca primavera,
Desnuda y yerta sobre los glaciares!.

¡Cuerpo de roca y alma de vidriera!
¡Oh estío tropical, rojo, abrasado,
Bajo el plumero azul de la palmera!.

Mi sueño, por el mar condecorado,
Va sobre su bajel, firme, seguro,
De una verde sirena enamorado,

Concha del agua allá en su seno oscuro.
¡Arrójame a las ondas, marinero
Sirenita del mar, yo te conjuro!.

¡Sal de tu gruta, que adorarte quiero,
Sal de tu gruta, virgen sembradora,
A sembrarme en el pecho tu lucero!.

Ya está flotando el cuerpo de la aurora
En la bandeja azul del océano
Y la cara del cielo se colora.

De carmín. Deja el vidrio de tu mano
Disuelto en la alba urna de mi frente,
Alga de nácar y cantadora en vano.

Bajo el vergel azul de la corriente.
¡Gélidos desposorios submarinos
Con el ángel barquero del relente.

Y la luna del agua por padrinos!
El mar, la tierra, el aire, mi sirena,
Surcaré atado a los cabellos finos.

Y verdes de tu álgida melena.
Mis gallardetes blancos enarbola,
¡Oh marinero! ante la aurora llena.

¡Y ruede por el mar tu caracola!.
(Rafael Alberti)


Elegía del niño marinero:
[...]
Tendió las redes, ¡qué pena!,
por sobre la mar helada.
Y pescó la luna llena,
sola, en su red plateada.
[...]
¿Qué harás, pescador de oro,
allá en los valles salados
del mar? ¿Hallaste el tesoro
secreto de los pescados?

¡Deja, niño, el salinar
del fondo, y súbeme el cielo
de los peces, y, en tu anzuelo,
mi hortelanita del mar!
(Alberti)


Marinero en tierra:
Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un barco bajel de guerra.

La amante:
Castilla tiene castillos,
pero no tiene una mar.
pero sí una estepa grande,
mi amor, donde guerrear.

Mi pueblo tiene castillos,
pero además una mar,
un mar de añil y grande,
mi amor, donde guerrear.
(Alberti)

Marinero en tierra (1924):
Es ya un libro magistral. Su inspiración básica es la nostalgia de su tierra gaditana, de su mar, de sus salinas, recordados desde Madrid con vehemente deseo de evasión. Pero esa añoranza, visible en notas de estilizada tristeza, se vierte -como dijo Juan Ramón- en una lírica ágil, graciosa, parpadeante: andalucísima. Los versos rezuman luz, blancura, vivo colorido. En su mayor parte, se inspiran en aquellas formas ligeras de lírica tradicional elaboradas con singular finura. Pero hay también sonetos perfectos. (V.Tusón y F.Lázaro)



Hombres de mar:
Hombres de mar,
eterno buscador que nunca encuentra,
en el horizonte azulado del cielo y mar
eternas despedidas, regresar quizás,
partes siempre mirando el horizonte
pero con la mente, en lo que dejas atrás.

La tierra no es más que un momento,
una noche que recordar,
entre el cielo y el mar puedes volar,
eterna oscilación de lo que fue y lo que vendrá.

Hombres de mar,
sin lazos que te aten, pero al mar no dejarás,
hermosa trinidad que da paz; cielo, hombre y mar,
hermosa pero muchas veces sufrida,
porque el hombre es para la tierra
y tú conquistas el mar.

Hombres de mar,
cuando en puerto estrujas la noche
de licores, vino y mujeres,
pero lo tuyo no haz de dejar,
y zarpas con la vista al horizonte
recordando lo que en blanca estela dejarás.

Tu hogar no tiene fronteras
porque tu hogar es el mar,
sangre del espíritu aventurero
que nos tocó llevar.

Hombres de mar,
eterno buscador que nunca encuentra,
en el horizonte azulado de cielo y mar.
(Albatros)


Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan
para que no las puedas convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo.
Ojalá qaue la loma, pueda salir sin tí.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.
Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta,
Ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz
cegadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos
que me lleve la muerte, para no verte tanto para no
verte siempre, en todos los segundos, en todas las visiones.
Ojalá que no pueda, tocarte ni en canciones.
Ojalá que la aurora me de gritos que caigan en mi espalda.
Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz.
Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino
cansado, ojalá que el deseo se vaya tras de tí,
a tu viejo gobierno de digustos y flores.
(Silvio Rodríguez)

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