Mirando al oeste desde las colinas de California
De cara al oeste, desde las costas de California,
Buscando infatigable lo que aún no ha sido encontrado,
Yo, un niño muy viejo, miro sobre las olas la casa de la maternidad,
la tierra de las migraciones,
Miro desde las costas de mi mar del oeste, casi cumplido el círculo;
Porque habiendo partido hacia el oeste, desde la India,
desde los valles de Cachemira,
Desde Asia, desde el norte, desde el Dios, el sabio y el héroe,
Desde el sur, desde las floridas penínsulas y las islas de las especias,
Habiendo errado mucho tiempo, habiendo errado alrededor de la tierra,
Ahora alegre y feliz miro mi antigua casa.
(¿Adónde está lo que busco desde hace tanto tiempo?
¿Y por qué todavía no lo encontré?)
Facing West from California's Shores
Facing west from California's shores,
Inquiring, tireless, seeking what is yet unfound,
I, a child, very old, over waves, towards the house of maternity,
the land of migrations, look afar,
Look off the shores of my Western sea, the circle almost circled;
For starting westward from Hindustan, from the vales of Kashmere,
From Asia , from the north, from the God, the sage, and the hero,
From the south, from the flowery peninsulas and the spice islands,
Long having wander'd since, round the earth having wander'd,
Now I face home again, very pleas'd and joyous,
(But where is what I started for so long ago?
And why is it yet unfound?)
Con el reflujo del océano de la vida
(...) Mientras recorro las playas que no conozco
mientras escucho la endecha
las voces de los hombres y mujeres náufragos
mientras aspiro las brisas impalpables que me asedian
mientras el océano, tan misterioso
se aproxima a mi cada vez más
yo no soy sino un insignificante madero abandonado por la resaca
un puñado de arena y hojas muertas
y me confundo con las arenas y con los restos del naufragio.
Oh! desconcertado, frustrado, humillado hasta el polvo
oprimido por el peso de mi mismo
pues me he atrevido a abrir la boca
sabiendo ya que en medio de esa verbosidad cuyos ecos oigo
jamás he sospechado qué o quién soy
a no ser que, ante todos mis arrogantes poemas
mi yo real esté de pie, impasible, ileso, no revelado
señero, apartado, escarneciéndome con señas y reverencias burlonamente amables
con carcajadas irónicas a cada una de las palabras que he escrito
indicando en silencio estos cantos y, luego, la arena en que asiento mis pies.
Ahora sé que nada he comprendido, ni el objeto más pequeño
y qué ningún hombre puede comprenderlo.
La naturaleza está aquí a la vista del mar
aprovechándose de mí para golpearme y para herirme
porqué me he atrevido a abrir la boca para cantar.
(...)
Bajad, aguas del océano de la vida
(ya volveréis en la pleamar)
no ceses en tus gemidos, vieja madre cruel
llora sin término por tus hijos abandonados
pero no temas no me niegues
no susurres con voz tan ronca y colérica contra mí
cuando te toco o me aparto de ti.
Os amo tiernamente a ti y a todos
hago provisión para mí y para esta sombra que nos mira
y nos sigue a mí y a lo que me pertenece.
Yo y lo mío, hileras de hierba, pequeños cadáveres
espuma blanca como la nieve, burbujas.
Ved como de mis labios muertos mana el fango al fin
ved cómo los colores del prisma relucen y se agitan
manojos de paja, arenas, fragmentos
puestos a flote por muchos humores contradictorios
por la tempestad, la calma, las tinieblas
las olas embravecidas, pensativos, un hálito, una lágrima salobre
una salpicadura de agua o fango
arrojados igualmente desde las fermentaciones insondables del abismo
uno o dos capullos marchitos, desgarrados igualmente
flotando sobre las olas a la deriva
igualmente para nosotros aquella endecha sollozante de la Naturaleza
nos acompaña el clangor de las trompetas e las nubes
nosotros, caprichosos, traídos acá no sabemos de dónde
tendidos ante ti, tú allá arriba, caminas o te sientas
quienquiera que seas, también nosotros yacemos náufragos a tus pies.
Canto a mi mismo. Walt Whitman:
Ahora os descubriré una batalla naval de tiempos lejanos
Os diré quién fue el vencedor bajo la luz impasible de la luna.
No es una fábula.
Mi bisabuelo materno, el marino, me la refirió muchas veces.
Nuestro enemigo no se dormía en su fragata (me decía).
Era un enemigo de coraje.
Ingleses duros y aguerridos como no he visto nunca
ni pienso ver jamás.
Al caer la tarde comenzaron a batirnos.
Los abordamos.
Se enredaban las jarcias
y se tocaban casi las bocas de los cañones.
El capitán trincaba firme, con sus propias manos,
como cualquier marinero
Algunos disparos nos barrenaron bajo la línea de flotación.
Dos grandes cañones de nuestra batería de cubierta
estallaron al romper el fuego,
y hechos pedazos volaron sobre nuestra cabeza los que estaban al lado.
Luchamos durante el crepúsculo
Y luego en la sombra cerrada.
A las diez, surgió llena la luna.
Su luz nos advirtió que las vías de agua crecían y que se inundaba el barco.
(Walt Whitman)
Una temporada en el infierno:
Mi decisión está tomada: me marcho de Europa. El aire marino quemará mis pulmones
y climas perdidos me curtirán. Nadar, corretear por la hierba, cazar, sobre todo fumar; y beber licores fuertes como metal derretido, al igual que hacían nuestros antepasados alrededor del fuego. (Rimbaud)
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Arde el mar. Pere Gimferrer:
Oh ser un capitán de quince años
viejo lobo marino las velas desplegadas
las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio en las barcazas
las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo
las huelgas de los cargadores las grúas paradas ante el cielo de zinc
los tiroteos nocturnos en la dársena fogonazos un cuerpo en las aguas con sordo estampido
el humo en los cafetines
Dick Tracy los cristales empañados la música zíngara
los relatos de pulpos serpientes y ballenas
de oro enterrado y de filibusteros
Un mascarón de proa el viejo dios Neptuno
Una dama en las Antillas ríe y agita el abanico de nácar bajo los cocoteros.
Marca de agua:
Hay algo primordial en el hecho de viajar por agua, incluso en las distancias cortas. Recibes la información de que no se espera de tí que te encuentres allí tanto por tus ojos, oídos, nariz, paladar o las palmas de las manos como por tus pies, que se sienten extraños de actuar como un órgano sensorial. El agua altera el principio de la horizontalidad, sobre todo de noche, cuando la superficie parece pavimento. No importa lo sólida que su sustituta - la cubierta - aparezca bajo tus pies, sobre el agua siempre estás más alerta que en la orilla, tus facultades deben buscar un equilibrio. Sobre el agua, por ejemplo, nunca te distraes de la forma que lo haces en la calle; tus piernas te ponen a prueba a tí y a tu ingenio, constantemente, como si fueras una especie de compás. Bueno, tal vez lo que agudiza tu ingenio cuando viajas sobre el agua sea un eco tortuoso y distante de los viejos, conocidos cordados. Sea como fuere, tu sentido de lo otro se agudiza sobre el agua, como si se intensificara por un peligro mutuo y común. La pérdida de dirección es tanto una categoría pedagógica como náutica.(Joseph Brodsky)
Relatos de los mares del Sur:
[...] Por estar aseguradas las escotillas con listones, sólo podía llegarse al cuarto de máquinas atravesando un estrecho pasaje que partía del camarote. El calor y los gases hacían la atmósfera irrespirable. Grief llevó a cabo una inspección rapida y exhaustiva de la maquinaria y del material que contenía la pequeña habitación y luego apagó la lámpara de aceite. Trabajó en medio de una oscuridad sólo interrumpida por el tenue resplandor de los innumerables cigarrillos que, cada pocos minutos, iba a encender al camarote. A pesar de ser hombre equilibrado, pronto empezó a sentir los efectos de la tensión que suponía permanecer encerrado en medio de una oscuridad vociferante, a solas con aquel monstruo mecánico que trajinaba, jadeaba y sollozaba sin cesar. Con el torso desnudo, cubierto de grasa y aceite, magullado y desollado por los continuos embates que le lanzaban contra las paredes de la cabina, mareado por la mezcla de gas y aire que
se veía obligado a respirar, trabajó hora tras hora, acariciando, bendiciendo, alimentando y maldiciendo sucesivamente al motor y a todas sus piezas. El encendido comenzó a fallar, el sistema de alimentación iba de mal en peor, y, lo que era aún más grave, los cilindros comenzaron a calentarse. Durante la conferencia que se celebró poco después en el camarote, el ingeniero mestizo pidió y suplicó que pararan la máquina durante media hora para que se enfriara y pudieran así reparar el mecanismo de refrigeración. El capitán Warfield se oponía a ello. El mestizo juraba que de otro modo se detendría igualmente, sólo que en ese caso de forma definitiva. Grief, con los ojos brillantes, magullado y cubierto de grasa, les maldijo a los dos y comenzó a dar órdenes. Poco después, Mulhall, el sobrecargo y Hermann trabajaban en el camarote filtrando dos y tres veces la provisión de gasolina. Abrieron un agujero en el suelo del cuarto de máquinas y
un canaca procedió a verter sobre los cilindros agua procedente de la sentina mientras que Grief empapaba en aceite las piezas que se movían sin descanso. (Jack London, Relatos de los mares del Sur)
Frankenstein:
[...] Esta expedición ha sido el sueño predilecto de mis años jóvenes. Apasionadamente he leído los relatos de los diversos viajes que se han hecho con el propósito de llegar al Océano Pacífico Norte a través de los mares que rodean el Polo. Quizá recuerdes que la totalidad de la biblioteca de nuestro buen tío Thomas se reducía a una historia de todos los viajes realizados con fines exploradores. Mi educación estuvo un poco descuidada, pero fui un lector empedernido. Estudiaba estos volúmenes día y noche y, al familiarizarme con ellos, aumentaba el pesar que sentí cuando, de niño, supe que la última voluntad de mi padre en su lecho de muerte prohibía a mi tío que me permitiera seguir la vida de marino.
Aquellas visiones se desvanecieron cuando entré en contacto por primera vez con aquellos poetas cuyos versos llenaron mi alma y la elevaron al cielo. Me convertí en poeta también y viví durante un año en un paraíso de mi propia creación; me imaginé que yo también podría obtener un lugar allí donde se veneran los nombres de Homero y Shakespeare. Tú estás bien al corriente de mi fracaso y de cuán amargo fue para mí este desengaño. Pero justo entonces heredé la fortuna de mi primo, y, mis pensamientos retornaron a su antiguo cauce.
Han pasado seis años desde que decidí llevar a cabo la presente empresa. Incluso ahora puedo recordar el momento preciso en el que decidí dedicarme a esta gran labor. Empecé por acostumbrar mi cuerpo a la privación. Acompañé a los balleneros en varias expediciones al mar del Norte y voluntariamente sufrí frío, hambre, sed y sueño. A menudo trabajé más durante el día que cualquier marinero, mientras dedicaba las noches al estudio de las matemáticas, la teoría de la Medicina y aquellas ramas de las ciencias físicas que pensé serían de mayor utilidad práctica para un aventurero del mar. En dos ocasiones me enrolé como segundo de a bordo en un ballenero de Groenlandia y ambas veces salí con éxito. Debo reconocer que me sentí orgulloso cuando el capitán me ofreció el puesto de piloto en el barco y me pidió reiteradamente que me quedara ya que tanto apreciaba mis servicios. [Carta de R.Walton a su hermana] (Mary Shelley)
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