MAR
DOCUMENTOS
Neruda y el mar



Neruda y el mar:
Mi conocimiento de Pablo siempre ha sido dual, porque lo considero mitad hombre y mitad fantasma. Es posible que esta imagen provenga de su poema El Fantasma del Buque de Carga, que leí muchos años antes de conocerlo personalmente. Todos los barcos siempre tienen un alma o un fantasma que se los da el mar. Esa especie de inmensidad donde el hombre hizo sus primeros ensayos cósmicos. [...] Para los chilenos de la costa y del mar Pablo Neruda es el gran fantasma que ha dado el Océano pacífico. Podría hacerse un ensayo muy interesante de orden científico, de la influencia del mar en la poesía nerudiana. Junto a Joseph Conrad, a Herman Melville, a Michelet, que han novelado el mar y lo ha estudiado científicamente. Neruda es la resonancia más grande que ha dado el planeta. Es posible que esto se deba a que el Océano Pacífico tiene la ola más alta y extendida de todos los océanos. Su altura sobrepasa en dos metros a todas las otras olas del planeta. (Francisco Coloane)

    Amo el amor de los marineros que besan y se van.
    Dejan una promesa y no vuelven nunca más.
    En cada puerto una mujer espera;
    los marineros besan y se van.
    Una noche se acuestan con la muerte en el lecho del mar.
    (Pablo Neruda)

La casa de Isla Negra:
Neruda compró la casa de Isla Negra a un español socialista, viejo capitán de navío, retirado, que la construía para vivir con su familia. Como la casa estaba a medio hacer, el poeta pudo terminarla a su gusto; continuó la estrecha ala de cemento con un ancho living-room de piedra, en el cual abrió un enorme ventanal que causa el asombro de los arquitectos y entendidos: desde allí pueden verse la playa, el rompiente de olas, el vasto cielo y una larga extensión de costa que va hasta el puerto de San Antonio. Entre el living y el ala de los dormitorios y del comedor hay una alta torre. El piso inferior de la torre está relleno de conchas marinas y allí se encuentra el gran timón de un barco junto a un farol que iluminó alguna callejuela del puerto; en el segundo piso de la torre estuvo el dormitorio del poeta, dormitorio redondo con ventanas de mar, que da a un pasillo que luego se ensancha bajo el tejado y tiene la baranda sobre este segundo piso de la casa se sube por una escala de cordel, como la de los barcos. [...] Al construir el living, se respetó una gran roca negra que ahora surge altiva y solitaria en su rincón, rodeada de cactus y de plantas que florecen en la tierra que la circunda. El resto del piso es de baldosa de greda roja. En una de las paredes hay una gran chimenea; frente al ventanal, una larga mesa de madera maciza, a la cual solía sentarse Neruda a escribir o a observar con su catalejo el vuelo de los pájaros.

Mascarones y objetos marinos:
Junto a ella se encuentra La Medusa, enorme mascarón de proa, de madera pintada, que han roído y desteñido los años y la sal de los mares por donde abrió la ruta de su barco. En el extremo opuesto del living, y suspendida de la baranda del segundo piso, está la María Celeste, mascarón de proa más pequeño. La María Celeste es de lustrosa madera oscura; su rostro, de una dulce e imperiosa belleza. [...] Diseminados por la casa hay una colección de barcos en miniatura, casi todos ellos de gran valor. No faltan, desde luego, la colección de barquitos armados dentro de botellas, las marinas más diversas, de los más diversos pintores, el unicornio del narval y los colmillos de elefante con escrituras antiguas. Un inmenso globo terráqueo descansa en un rincón. Encima de la mesa hay una brújula china, un sistema planetario, piedras, pitos marineros, caracoles, libros sobre pájaros y plantas, narraciones de viajes y las poesías del conde del Villamediana. Afuera hay un mástil con banderas marinas, y a su lado, un tercer mascarón de proa, junto al cual Neruda se ha fotografiado muchas veces... (Margarita Aguirre)

Pablo y su amada Matilde Urrutia, en su descanso, observan el inmenso mar, tal como el poeta lo soñó y lo pidió en vida:
Compañeros, enterradme en Isla Negra
frente al mar que conozco,
a cada área rugosa de piedras y de olas
que mis ojos perdidos no volverán a ver.

Años de exilio:
En 1930 se casó con María Antonieta Agenaar, una joven holandesa con la que regresó a Chile dos años después y que le dio una hija, Malva Marina, el 4 de octubre de 1934. Por estos años, y tras conocer a Federico García Lorca en Buenos Aires, se trasladó a España, donde llevó a cabo una intensa actividad cultural y conoció a poetas como Miguel Hernández, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre, etc.; pero al estallar la guerra civil española en 1936 tuvo que trasladarse a París. Su pesadumbre por los infames asesinatos perpetrados por las fuerzas insurrectas, entre ellos el de su amigo García Lorca, lo movieron a escribir un libro de poemas titulado España en el corazón y a editar la revista Los Poetas del Mundo Defienden al Pueblo Español. A partir de 1946, afiliado ya al partido comunista, su actividad política se desarrollaría en su propia patria, donde fue elegido senador de la República por las provincias de Tarapacá y Antofagasta. Ese mismo año obtuvo también en Chile el Premio Nacional de Literatura, pero no tardarían en complicársele las cosas cuando hizo pública su enérgica protesta por la persecución desencadenada contra los sindicatos por el presidente González Videla. La lectura ante el Senado de su alegato Yo acuso, motivó que se ordenara su detención y sólo Durante el tiempo que estuvo oculto gracias al refugio que le ofrecieron sus allegados logró Neruda evitarla y salir del país el 24 de febrero de 1949.escribió otra de sus obras mayores, Canto General, que, aparte de distribuirse clandestinamente en Chile, se editará en México con ilustraciones de los grandes muralistas Siqueiros y Diego Rivera, en 1950, poco antes de que se le conceda, junto a Picasso y al poeta turco Nazim Hikmet, el Premio Internacional de la Paz. Comienzan entonces los dolorosos años del destierro, cuya tristeza apenas puede ser enjugada por los numerosos homenajes, calurosas recepciones e importantes galardones con que se reconocen sus méritos como poeta y como hombre íntegro. (Alejandro Montiel)

Escala en Tenerife (26/06/70):
A mediados de 1970 Neruda embarcó rumbo a Chile a bordo del buque Verdi para participar en la campaña electoral que daría la presidencia a Salvador Allende. El buque italiano, en su ruta hacia Valparaíso, debía hacer una escala de cuatro horas en Tenerife. Aunque Neruda se había hecho el propósito de no pisar España mientras durara la dictadura que acabó con la vida de muchos amigos, compartió la portada del periódico El Día con la imagen de Franco presidiendo un Consejo de Ministros. Estaba a punto de cumplir 66 años, desbordante de proyectos e ilusionado por la oportunidad que ofrecía la candidatura de Allende, cuyo trágico final fue un golpe tan duro que aceleró su muerte (23/09/73). Acompañado de Matilde Urrutia, con corbata roja, gorra verde-olivo y pipa, se dirigió a la terraza del Atlántico, frente al mar, para atender a la solicitud de un grupo de tinerfeños. Avisados por el consignatario acudieron entre otros Ernesto Salcedo, Domingo Pérez Minik, Eduardo Westerdahl, Fernando García Delgado, Juan Cruz y Julián Ayala. Durante toda la tertulia, que se prolongó todo lo que pudo permitir la breve escala del barco, Neruda rió despreocupadamente. Los fundadores de Gaceta de Arte, publicación desaparecida en julio de 1936, entregaron al poeta el último número de la revista que, en 1973 se salvó del asalto a la casa de Neruda en Santiago.


Veinte poemas de amor y una canción desesperada (7) Pablo Neruda:
Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.

Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.

Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.

sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.

Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.

Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.

Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.
(Pablo Neruda)


Oda al mar. Pablo Neruda:


Aquí en la isla
el mar 
y cuánto mar 
se sale de sí mismo
a cada rato, 
dice que sí, que no, 
que no, que no, que no, 
dice que si, en azul, 
en espuma, en galope, 
dice que no, que no. 
No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite 
pegando en una piedra 
sin lograr convencerla, 
entonces 
con siete lenguas verdes
de siete perros verdes, 
de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa, 
la humedece
y se golpea el pecho 
repitiendo su nombre. 
Oh mar, así te llamas, 
oh camarada océano,
no pierdas tiempo y agua, 
no te sacudas tanto, 
ayúdanos, 
somos los pequeñitos 
pescadores, 
los hombres de la orilla, 
tenemos frío y hambre
eres nuestro enemigo,
no golpees tan fuerte, 
no grites de ese modo, 
abre tu caja verde
y déjanos a todos 
en las manos 
tu regalo de plata:
el pez de cada día.

Aquí en cada casa
lo queremos
y aunque sea de plata, 
de cristal o de luna, 
nació para las pobres 
cocinas de la tierra. 
No lo guardes, 
avaro, 
corriendo frío como 
relámpago mojado
debajo de tus olas. 
Ven, ahora, 
ábrete 
y déjalo 
cerca de nuestras manos,
ayúdanos, océano, 
padre verde y profundo, 
a terminar un día
la pobreza terrestre.
Déjanos 
cosechar la infinita
plantación de tus vidas, 
tus trigos y tus uvas, 
tus bueyes, tus metales,
el esplendor mojado 
y el fruto sumergido.

Padre mar, ya sabemos 
cómo te llamas, todas 
las gaviotas reparten 
tu nombre en las arenas:
ahora, pórtate bien,
no sacudas tus crines,
no amenaces a nadie,
no rompas contra el cielo 
tu bella dentadura, 
déjate por un rato 
de gloriosas historias, 
danos a cada hombre, 
a cada
mujer y a cada niño, 
un pez grande o pequeño 
cada día.
Sal por todas las calles 
del mundo
a repartir pescado 
y entonces 
grita, 
grita
para que te oigan todos
los pobres que trabajan 
y digan, 
asomando a la boca 
de la mina:
"Ahí viene el viejo mar 
repartiendo pescado". 
Y volverán abajo, 
a las tinieblas, 
sonriendo, y por las calles
y los bosques 
sonreirán los hombres
y la tierra
con sonrisa marina. 
Pero
si no lo quieres, 
si no te da la gana, 
espérate, 
espéranos, 
lo vamos a pensar, 
vamos en primer término 
a arreglar los asuntos 
humanos, 
los más grandes primero,
todos los otros después,
y entonces 
entraremos en ti, 
cortaremos las olas 
con cuchillo de fuego, 
en un caballo eléctrico
saltaremos la espuma, 
cantando 
nos hundiremos 
hasta tocar el fondo 
de tus entrañas, 
un hilo atómico 
guardará tu cintura, 
plantaremos 
en tu jardín profundo 
plantas
de cemento y acero, 
te amarraremos 
pies y manos, 
los hombres por tu piel
pasearán escupiendo,
sacándote racimos,
construyéndote arneses,
montándote y domándote
dominándote el alma. 
Pero eso será cuando 
los hombres 
hayamos arreglado
nuestro problema, 
el grande,
el gran problema. 
Todo lo arreglaremos 
poco a poco:
te obligaremos, mar,
te obligaremos, tierra, 
a hacer milagros, 
porque en nosotros mismos, 
en la lucha, 
está el pez, está el pan, 
está el milagro. 
(Pablo Neruda)

Bacarola:
Si solamente me tocaras el corazón,
si solamente pusieras tu boca en mi corazón,
tu fina boca, tus dientes,
si pusieras tu lengua como una flecha roja
allí donde mi corazón polvoriento golpea,
si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando,
sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas
de tren con sueño,
como aguas vacilantes,
como el otoño en hojas,
como sangre,
con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo,
sonando como sueños o ramas o lluvias,
o bocinas de puerto triste,
si tú soplaras en mi corazón cerca del mar,
como un fantasma blanco,
al borde de la espuma,
en mitad del viento,
como un fantasma desencadenado, a la orilla del mar,
llorando.

Como ausencia extendida, como campana súbita,
el mar reparte el sonido del corazón,

lloviendo, atardeciendo, en una costa sola:
la noche cae sin duda,
y su lúgubre azul de estandarte en naufragio
se puebla de planetas de plata enronquecida.
Y suena el corazón como un caracol agrio,
llama, oh mar, oh lamento, oh derretido espanto
esparcido en desgracias y olas desvencijadas:
de lo sonoro el mar acusa
sus sombras recostadas, sus amapolas verdes.

Si existieras de pronto, en una costa lúgubre,
rodeada por el día muerto,
frente a una nueva noche,
llena de olas,
soplaras en mi corazón de miedo frío,
soplaras en la sangre sola de mi corazón,
soplaras en su movimiento de paloma con llamas,
sonarían sus negras sílabas de sangre,
crecerían sus incesantes aguas rojas,
y sonaría, sonaría a sombras,
sonaría como la muerte,
llamaría como un tubo lleno de viento o llanto,
o una botella echando espanto a borbotones.

Así es, y los relámpagos cubrirían tus trenzas
la lluvia entraría por tus ojos abiertos
a preparar el llanto que sordamente encierras,
y las alas negras del mar girarían en torno
de ti, con grandes garras, y graznidos, y vuelos.

Quieres ser el fantasma que sople, solitario,
cerca del mar su estéril, triste instrumento?
Si solamente llamaras,

su prolongado son, su maléfico pito,
su orden de olas heridas,
alguien vendría acaso,
alguien vendría,
desde las cimas de las islas, desde el fondo rojo del mar,
alguien vendría, alguien vendría.

Alguien vendría, sopla con furia,
que suene como sirena de barco roto,
como lamento,
como un relincho en medio de la espuma y la sangre,
como un agua feroz mordiéndose y sonando.

En la estación marina
su caracol de sombra circula como un grito,
los pájaros del mar lo desestiman y huyen,
sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes
se levantan a orillas del océano solo.


● Vi su famosa colección de caracoles. Era una habitación estrecha y tenía unas cristaleras enormes. Esa colección comenzó con un caracol que mi padre le regaló a Neruda cuando salieron de Francia después de la Guerra Civil. Era un tritón. Mi padre me habló de él y siempre pensé que sería un caracol gigante, pero era menudito, menudito. Neruda siempre coleccionaba cosas mundanas. (Aitana Alberti)


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