La búsqueda de los restos de Troya:
Los estudiosos del s.XIX situaban por error los restos de Troya bajo el pequeño pueblo de Bunarbashi, a tres horas de la costa.
La descripción del país que hace Homero parecía una precisa topografía militar.
Según los cantos segundo al séptimo de la Ilíada, que describen el primer día de combate, los aqueos hubieran tenido que recorrer 84 kilómetros en sólo nueve horas de combate.
En los versos que cuentan su terrible lucha contra Aquiles, se describe cómo Héctor da la vuelta por tres veces a la fortaleza de Príamo. Los alrededores de Bunarbashi tienen una pendiente demasiado pronunciada como para que fuese posible.
Las excavaciones en este lugar no descubrieron restos de las ciclópeas murallas que encerraban las 62 estancias del castillo de Príamo. Tampoco se encontraron cantidades apreciables del revelador indicio que constituyen los trozos de cerámica.
"Micenas y Tirinto han sido destruidas hace 2.335 años, y a pesar de ello las ruinas que se han encontrado son de tal índole que seguramente aún durarán unos 10.000 años". (Schliemann, 1868)
[Troya fue destruida sólo 722 años antes]
Excavaciones de Schliemann bajo el suelo de Hissarlik (1870-1873):
Allí sí; pero no en otro lugar, y estos buscados restos se presentaron a la vista del explorador entre las ruinas de Nueva Ilión, pueblo ahora llamado Hissarlik, que significa palacio, situado a dos horas de distancia de la costa. Por dos veces, Schiliemann se quedó admirando la cima de aquella colina que presentaba el aspecto de una meseta cuadrangular y llana, de 233 metros de lado. Entonces sí quedó convencido de haber hallado Troya. Fue reuniendo pruebas. Y descubrió que no era sólo él quien tenía tal convicción, aunque la compartían muy pocos.
[...] así, puedo añadir que apenas pisa uno la llanura de Troya, queda asombrado al punto por la vista de la hermosa colina de Hissarlik, que por su naturaleza estaría predestinada a sostener una gran ciudad con su ciudadela. En efecto, esta posición hallándose bien fortificada, dominaría toda la llanura de Troya y en todo el paisaje no hay ni un solo punto que se pueda comparar con éste. Desde Hissarlik se ve también el monte Ida, desde cuya cima Júpiter dominaba la ciudad de Troya. (Schliemann)
En lo alto de la ciudad se había erguido el templo de Atenea; Poseidón y Apolo habían construido la muralla de Pérgamo. Así decía Homero.
Por consiguiente, en medio de la colina debía levantarse el templo, y a su alrededor, con sus cimientos bien clavados en tierra, la muralla de los dioses. Empezó a excavar en la colina y halló resistencia de muros que le parecían insignificantes; y en efecto, venció tal resistencia derribándolos. Halló armas, utensilios domésticos, joyas y vasos, testimonio irrefutable de que allí había existido una rica ciudad; pero hallaría aún otra cosa que por primera vez haría correr el nombre de Heinrich Schliemann por el mundo entero. Bajo las ruinas de la Nueva Ilión halló otras ruinas, y debajo de éstas, otras más, pues aquella mágica colina parecía una inmensa cebolla cuyas capas habría que ir deshojando una tras otra. Y cada una de estas capas parecía haber sido habitada en épocas distintas; en ellas vivieron pueblos que luego habían desaparecido; allí se habían construido ciudades y se habían derrumbado, habían dominado la espada y el incendio, pero una civilización había sucedido a otra, y cada vez se había vuelto a elevar una nueva ciudad de seres vivos sobre la antigua ciudad de los muertos.
Cada día traía una nueva sorpresa. Schliemann había ido para hallar la Troya homérica; pero en el curso de los años, él y sus colaboradores hallaron siete ciudades sepultadas, y más tarde ¡otras dos! Nueve miradas a un mundo insospechado, y del que nadie tenía noticia.
Pero, ¿cuál de estas nueve ciudades era la Troya de Homero, la Troya de los héroes y de la lucha heroica? Estaba claro que la capa más profunda era la prehistórica, la más antigua, tan antigua que sus habitantes aún no conocían el empleo del metal, y que la capa más a flor de tierra tenía que ser la más reciente, guardando los restos de la Nueva Ilión, donde Jerjes y Alejandro habían sacrificado a los dioses.
(C.W.Ceram)
La colina de Hissarlik:
También traducido como 'lugar de fortalezas', a unos 6,5 km del mar Egeo y equidistante de los Dardanelos. En el montículo de Hissarlik, se determinaron los siguientes asentamientos:
- Troya I, primer asentamiento con una muralla construida con piedras pequeñas y pizarra, fechado hacia el 3000 a.C.
- Troya II, fortaleza prehistórica, con fuertes terraplenes de defensa, un palacio y casas, que databa del siglo III a.C.
- Troya III, IV y V, villas prehistóricas construidas sucesivamente sobre las ruinas de Troya II durante el periodo transcurrido entre el 2300 y el 2000 a.C.; Troya VI, una fortaleza, que abarcaba una zona más amplia que cualquier asentamiento precedente, con grandes murallas, torres, puertas y casas que databa del 1900 al 1300 a.C.
- Troya VII a, reconstrucción de Troya VI, construida después de que la ciudad fuera destruida por un terremoto.
- Troya VII b y VIII, villas griegas, casas sencillas de piedra, fechada desde el 1100 a.C. hasta el siglo I a.C. aproximadamente.
- Troya IX, la acrópolis de la ciudad grecorromana de Ilión, o Nueva Ilión, con un templo dedicado a Atenea, edificios públicos y un gran teatro, y que existió desde el siglo I a.C. hasta aproximadamente el 500 d.C.
Precedentes de Schliemann (ss.XVIII y XIX):
El siglo XVIII es, para el campo de la arqueología clásica, un período decisivo. A los viajes sistemáticos por Italia se suman los cada vez más abundantes por las tierras de Gracia y Oriente. En el campo del estudio, resultaba determinante la creación de las diversas academias, cuya fecunda labor continúa hoy día. Muchas de ellas ya cuentan, como uno de sus fines primordiales de su fundación, con la creación de colecciones arqueológicas y, para la obtención de éstas, emprenden trabajos de excavación en las ruinas de ciudades antiguas; éste es el caso de, por ejemplo, de la Reale Accademia Ercolanese, fundada en 1755 por Carlos III en su etapa de rey de Nápoles para hacer frente a las excavaciones de Herculano, comenzadas en 1738, y las posteriores de Pompeya, diez años más tarde, que culminarían en el siglo XIX con los trabajos del arqueólogo Giuseppe Fiorelli.
Estos fueron los acontecimientos que más impresión causaron no sólo en la arqueología, sino también la cultura europea de la primera mitad del siglo XVIII, con sus hallazgos y con las discusiones de todo tipo que suscitaron acerca de la metodología de la excavación, conservación y estilística, entre otras.
Se puede decir que en torno a los trabajos realizados en las ciudades vesubianas se creó tal expectación que, en unos años, no sólo cambió la arqueología -para muchos, incluso, nació entonces-, sino que el propio gusto ilustrado de Europa pasó a inclinarse por lo que llamamos neoclasicismo. Fruto inmediato de aquellas excavaciones será la creación del riquísimo Museo Borbónico de Nápoles. Paralelamente a estas labores de arqueología romana, unos trabajos de deforestación en el sur del reino de Nápoles permitieron el descubrimiento de los magníficamente conservados templos de Paestum, lo que auspició un nuevo acercamiento a la arqueología griega. A la división, estudio y clasificación de ambas, dedicó sus esfuerzos en estos mismos años el estudioso Johannes J. Winckelmann, considerado el padre de la arqueología clásica. A partir de entonces, esta disciplina empezó a considerase como tal: un campo del conocimiento con sus propios métodos de trabajo y con sus objetivos particulares.
Para que esta ciencia alcanzara su mayoría de edad, quedaba ya tan sólo poder llegar a la fundación y desarrollo de importantes instituciones -academias y museos arqueológicos- que permitiesen la organización de amplias labores en los yacimientos, sin importar dónde estuviesen éstos: había llegado la época de loas grandes excavaciones del siglo XIX, el período romántico de la arqueología.
Hasta entonces, no se había investigado fuera de Italia; además, a partir de ahora, ésta será la principal tarea del arqueólogo. Al principio, se trata tan sólo de trabajos aislados, casi particulares, en los que los grandes pioneros trabajan para obtener las piezas más vistosas con las que pudieran lucirse los museos arqueológicos de Europa. Sus lugares predilectos son aún contados: Egipto, Mesopotamia y Grecia.
Fue en el año 1870 cuando Heinrich Schilemann inició sus excavaciones en la colina de Hissarlik, en el estrecho de los Dardanelos (Turquía), convencido de que allí se encontraba Troya. Durante su infancia se había prometido a sí mismo descubrir aquella mítica ciudad homérica. No sólo hizo realidad su promesa, sino que, con sus excavaciones de Micenas, Tirinto y Orcómenos, se convirtió sin duda en el iniciador de la arqueología micénica. (Jacobo Storch)
Migraciones e invasiones en tierras griegas:
Homero, bajo el prisma de la poesía épica, nos describe en sus poemas la civilización micénica, que se extiende aproximadamente desde el año 166 a. de C. hasta el año 900 a. de C. Esta civilización micénica, adoptada en principio por los jonios, primer pueblo invasor de Grecia, fue debilitada por las guerras entre los jonios y los aqueos y puede decirse que fue prácticamente destruida por los dorios, último pueblo invasor de Grecia. Los dorios mantuvieron su propia cultura indoeuropea y la impusieron tras la victoria. No obstante, la cultura micénica, por su raíz más popular, luchaba por salir a la superficie, sobre todo en los momentos de crisis. De este modo la Grecia Clásica es una mezcla de estas culturas.
De los sucesivos invasores que fueron llegando a Grecia, unos se establecieron en el continente y se hicieron agricultores, otros, continuando su camino, se dirigieron hacia las islas del mar Egeo, las costas de Asia Menor, Sicilia y el sur de Italia fundando ciudades y dedicándose al comercio marítimo. Geográficamente, el continente griego es muy accidentado y estéril. Solamente los valles son fértiles. Las comunicaciones son más fáciles por el mar que por el interior, por la dificultad de las montañas. La población se agrupaba en los valles formando comunidades dispersas en torno a una ciudad cercana al mar. En tales circunstancias, era natural que, tan pronto como la población de una ciudad creciese más rápidamente que sus propios recursos agrícolas, los que no podían subsistir en tierra se dedicaran a la navegación. De este modo, las polis, ciudades del continente, fueron fundando colonias en lugares donde era más fácil encontrar subsistencia que en la tierra natal.
Grecia Arcaica, Periodo Clásico y Helenismo:
El mar que muchas veces ha servido y sirve de frontera para los pueblos, sin embargo en el caso del Mediterráneo, mar cálido y cerrado, se convirtió ya en la Antigüedad en medio para el intercambio de ideas y de bienes materiales entre los pueblos que se asentaron en sus orillas: fenicios, persas, griegos... En este marco del Mediterráneo surgió una de las primeras grandes culturas en suelo europeo: la cultura cretense (2000 a. C. al 1425 a. C.). La civilización griega clásica hunde sus raíces en esta civilización cretense, si bien es cierto que se nutre de muchos otros influjos procedentes de diversos pueblos (Micenas o Cícladas). La huella de estas influencias puede seguirse a través de un largo proceso de formación, que duró aproximadamente unos dos mil años, y que culminó con la aparición, hacia el 800 a. C., de la primera etapa histórica de la antigua Grecia: la Grecia Arcaica. Tras esa primera etapa, que llegó hasta el siglo VI a. C., se inició la etapa más floreciente de la cultura griega conocida como Periodo Clásico (del siglo V al IV a. C.). El último periodo fue el Helenismo que comenzó en el siglo IV a. C. y finalizó en el siglo I a. C. con la conquista de Grecia por parte de los romanos.
|