Política colonial:
Razas: La civilizada Europa de 1880 consideraba científicamente demostrada la superioridad de la raza blanca sobre las demás etnias humanas. Según Stromberg los países católicos conservaban una concepción, derivada de la tradición cristiana, más universalista y ecuménica de su papel frente a pueblos menos desarrollados.
En su ensayo sobre la desigualdad de las razas (1855), Gobineau remarca los efectos adversos de la mezcla de razas. Francis Galton sostiene que una mezcla ponderada e inteligente puede añadir ventajas que se opondrían a la degeneración endogámica. La mayor parte de los etnólogos (Secker, Wagner, Schönerer) abogan por la tesis de la pureza racial. En las ideas de Darwin se buscaban fundamentos que justificaran el dominio de continentes y la imposición de los modos de vida de la civilización triunfante.
Lord Rosebery sintetizó viejas ideas en una alocución a los alumnos de la Universidad de Glasgow diciendo ¿Qué es el imperio sino el predominio de una
raza?
Habrá por tanto dos sociedades distintas, la europea y la local, y aunque se hace preciso establecer un mínimo de normas de convivencia y de organización, en el aspecto cultural ambas sociedades pueden permanecer separadas, y de ninguna manera la potencia colonizadora obligará a los colonizados a pensar de la misma manera.
Por el contrario, el método de asimilación o de integración supone la voluntad de disminuir en lo posible las diferencias entre la metrópoli y la colonia, y no niega la eventualidad futura de que un día estas diferencias lleguen a desaparecer, o cuando menos a reducirse a un mínimo; y por consiguiente se propone elevar el nivel del pueblo colonizado al del colonizador. Llevará a este pueblo la religión, la cultura, las costumbres, las formas civilizadas, hasta, cuando sea posible, las instituciones y los modos de vida propios de la metrópoli. El fin, tácito o expreso, a la corta o a la larga, consiste en el transplante total de la personalidad de la potencia dominadora al país en que ésta se ha asentado. Guy de Boschère explica que la asimilación tiene por objeto que los naturales no sólo se puedan beneficiar de las aportaciones de la cultura francesa y de la civilización europea, sino también, y sobre todo, que puedan acceder a la igualdad de los derechos y de los privilegios de que disfrutan los ciudadanos franceses. El método de asimilación sobreentiende que la cultura cristiana occidental es superior o muy superior, según los casos, a otras culturas, y que su transmisión y aceptación por pueblos extraños no es una forma de anulación de su personalidad o de su libertad, sino su elevación a un nivel superior, al que esos pueblos atrasados tienen derecho, y que este proceso no puede menos de ser para ellos en alto grado beneficioso.
Schnerb y otros autores han notado que el método de asociación fue preferentemente practicado por los pueblos sajones -ingleses, holandeses y alemanes- de tradición protestante, mientras que la idea de asimilación parece haber sido más cara a los pueblos latinos, franceses, españoles, portugueses, italianos de tradición católica. J. Puente Egido prefiere considerar como factor preponderante la tradición del imperio romano, cuya misión era la de romanizar a la larga a todos los pueblos dominados; y añade que esta tradición ya era operante en la conquista de los grandes imperios americanos en el siglo XVI. Que el método de asimilación consista en convertir a Senegal, Guinea, Mozambique o Somalia en otra Francia, otra España, otro Portugal u otra Italia es una idea arriesgada, que pudo caber en algunas cabezas, pero que sólo en ocasiones claras y obvias se expresó paladinamente. Los franceses repetían una y otra vez que la asimilación de las colonias africanas es una tarea larga y costosa, basada en la educación: es obra de siglos. Se da por supuesto que una asimilación inmediata no sólo puede considerarse irrealizable, sino que ni siquiera tiene sentido; pero no se renuncia, cuando menos en el pensamiento de algunos, a aquella posibilidad en un futuro lejano.
La valoración que pueda ofrecernos cada uno de estos métodos depende del criterio que adoptemos o de la generosidad o falta de tal que admitamos en los encargados de llevar a la práctica cada uno. En el periodo de entresiglos que estamos viviendo ha adquirido, por obra de determinadas ideologías, una mayor consideración el propósito de respetar todas las culturas, sean cuales fueren; de forma que cualquier proceso de aculturación significa privar a un pueblo de su propia identidad, de una personalidad cultural que le es afín y de la que nadie tiene derecho a despojarle. Tal vez quienes se reafirman en semejante tesis son lo que son y tienen la cultura que tienen gracias a la expansión del imperio romano o proceden del proceso de europeización de pueblos que gracias a la cultura recibida pueden expresarse como lo hacen; pero tienen cuando menos una parte de razón por lo que se refiere al respeto que deben ofrecernos los diferenciados rasgos culturales de las colectividades humanas. Por otra parte el método romano de asimilación lo mismo puede envolver el deseo de conquistar la mentalidad de un pueblo distinto que de instruirle con esfuerzo y generosidad para que abandone instintos salvajes o prácticas que ante cualquier conciencia rectamente formada son en sí depravadas y dignas de desaparecer. Los defensores del sistema de asimilación sostienen que el de asociación o indirect rule es demasiado cómodo y no exige esfuerzos a los colonizadores, que se aprovechan de los bienes del país colonizado y no se preocupan de la suerte de los habitantes; que no es lícito permitir actos de barbarie con tal de no molestar a los habitantes de un país; y que misionar, enseñar, educar, civilizar, es lo mejor que se puede hacer con los naturales de un territorio cuyos recursos se están explotando, y que lo menos que merecen es una contraprestación civilizadora.
(J.L.Comellas)
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