Gamal Abdel Nasser (1918-1970):
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Egipto era un inmenso desierto con sólo un 5 por 100 de superficie cultivable. La mayor parte de las escasas tierras fértiles estaban en manos de unas cuantas familias de pachás enriquecidos a costa de los miserables y paupérrimos fellahs, campesinos sin tierra que formaban la inmensa mayoría de la población. En la cumbre de esa pirámide social se hallaba encaramado el rey Faruk, el hombre más rico del país y más ambicioso aún que los mismos pachás terratenientes. Esta fue la deplorable situación que Nasser combatió con todos los medios a su alcance, hasta llegar a ser el líder más prestigioso de los países árabes y uno de los más destacados del llamado Tercer Mundo. Con su ejemplo, los pueblos más pobres de la Tierra aprendieron a combatir el colonialismo, a dejar oír su voz en los foros internacionales y a adentrarse, bien que con paso titubeante, en la senda del desarrollo.
Lo Oficiales Libres
Gamal Abdel Nasser, en árabe Yamal Abd al Nasir, nació en un pequeño pueblo del Alto Egipto llamado Beni-Mor, donde su padre era empleado de correos. De pequeño vivió en Alejandría y concluyó sus estudios secundarios en El Cairo, donde vivió con su tío Hussein Khalil, hombre que le influyó con sus ideas nacionalistas y lo puso en contacto con el grupo de los Hermanos Musulmanes, fundamentalistas radicales que abogaban por la desvinculación total entre el mundo árabe y Occidente. Tras un intento fracasado de seguir la carrera de Derecho en El Cairo, Nasser ingresó en la Academia Militar de Abassieh en 1937. Destinado a Mankabad, Alejandría y más tarde a una guarnición del Sudán, sus inquietudes nacionalistas fueron consolidándose y, poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, reunió a su alrededor a una serie de oficiales que compartían sus puntos de vista. Fue el embrión de lo que más tarde sería el movimiento de los Oficiales Libres.
¿Qué había sido de Egipto durante esos años? Tras formar parte del Imperio Otomano, los británicos hicieron del país del Nilo un protectorado dotado de cierta autonomía pero dependiente de Londres. En 1919, poco después del nacimiento de Nasser, la presión nacionalista encabezada a regañadientes por el partido moderado obligó a la metrópoli a declarar Egipto reino independiente, aunque reservándose privilegios tales como el mantenimiento de guarniciones militares, el control sobre el canal de Suez y la política exterior del nuevo reino. Hasta 1936 esta situación no varió sustancialmente pero ese año Gran Bretaña y Egipto llegaron aun acuerdo en virtud del cual las tropas británicas permanecerían acantonadas en la zona del canal durante veinte años a cambio de la plena soberanía. Para Nasser, este pacto no dejaba de ser una claudicación ante la potencia colonial. Pertenecía a un ejército que hasta entonces había estado controlado por los británicos, pero una nueva clase de jóvenes militares que como él habían nacido en el seno de a pequeña burguesía egipcia se incorporaban ahora a las fuerzas armadas, constituyendo el grupo de la oficialidad. Esos militares recién salidos de las escuelas se identificaban por su nacionalismo, por su oposición al colonialismo británico y por su crítica a la corrupta clase dirigente egipcia. En 1945 Nasser inspiró el movimiento de los Oficiales Libres, cuyo objetivo era acabar con este estado de cosas, derrocando al rey Faruk y eliminando todo vestigio colonial de su país.
Tensiones por la creación del Estado de Israel (1948):
El detonante de esta explosiva situación fue la creación del Estado de Israel en 1948. Los países miembros de la Liga Arabe, formada tres años antes por Egipto, Argelia, Arabia Saudita, Irak, Jordania. Yemen, Siria y Libia, fueron humillados en una breve guerra mediante la cual trataron de impedir la formación del Estado de Israel y esta derrota aumentó la xenofobia contra Gran Bretaña al tiempo que los Oficiales Libres la atribuían a la ineficacia de la monarquía.
Durante la contienda Nasser había combatido en Palestina y mereció por su valor el apodo de El tigre de Faluja. Pero al advertir la indiferencia con que los gobernantes egipcios enviaban a sus tropas a la batalla con pertrechos inadecuados, juzgó que la situación era intolerable. Prisionero en Israel tras el descalabro de las fuerzas panárabes cuando regresó a su patria creó el Comité Ejecutivo de los Oficiales Libres y publicó La Voz de los Oficiales Libres, periódico clandestino representante de la nueva ideología: nacionalismo árabe, lucha contra cualquier potencia colonial y en especial contra os británicos, instauración de una república laica y defensa de los principios del socialismo.
El 23 de julio de 1952 se produjo un golpe de estado contra Faruk encabezado por Nasser. El monarca fue depuesto y hubo de exiliarse. No obstante, Nasser prefirió permanecer en la sombra y apoyó la elección de Muhammad Naguib, general más antiguo del ejército, como primer ministro, al tiempo que creaba el Consejo Directivo de la Revolución (CDR), organismo que de hecho iba a detentar el poder una vez derrocada la monarquía. Cuando en junio de 1953 fue proclamada la República de Egipto. Naguib fue nombrado presidente y Nasser decidió salir de su discreto segundo plano y aceptar los cargos de viceprimer ministro y ministro del Interior.
Pero las tensiones entre Naguib y los Oficiales Libres, liderados por Nasser, no se hicieron esperar. El presidente trató de hacer del primer aniversario de la revolución una especie de triunfo personal, se atrajo las simpatías de los jefes musulmanes y, frente a la «aventura» socialista que preconizaban los hombres del CDR, defendió la vuelta de los políticos civiles a la vida pública. Los propósitos nasseristas eran mucho más radicales. Para él, la democracia corría el riesgo de ser un instrumento para los mismos terratenientes feudales que se trataba de combatir, por lo que era preciso profundizar en las conquistas de la revolución.
Del político al ídolo
Durante la primera mitad de l954, los Oficiales Libres se dedicaron a preparar a la opinión pública para el golpe definitivo. En octubre Nasser resultó ileso de un atentado perpetrado por los Hermanos Musulmanes, para quienes era ahora el representante de una ideología, el socialismo, que iba a acabar con su influencia en la sociedad egipcia. Nasser aprovechó la ocasión para destruir la fuerza de esta organización. Al mes siguiente Naguib era acusado de tener veleidades de dictador y fue destituido. Nasser se hizo con el poder.
Después del atentado, Nasser había dicho: «¡Podéis matar a Gamal! ¡El pueblo egipcio cuenta con cientos de Gamales que se alzarán y os mostrarán que más vale una revolución roja que una revolución muerta!» Sus proclamas calaron hondo en la conciencia de los egipcios, tanto que la autoridad del nuevo Raïs (Guía) no fue discutida por ningún estamento de la sociedad. Su mandato tomaría carácter legal el 23 de junio de 1956, cuando fue elegido presidente de la República. La impresionante figura de Nasser se impuso en Egipto e inmediatamente comenzó a planear sobre todo el mundo árabe. En la Conferencia de Bandung, que reunió a los representantes de una treintena de países afroasiáticos, su voz se alzó en apoyo del neutralismo positivo y del no alineamiento, doctrinas de las que era un ferviente partidario. Sus profundos ojos negros, su corpulencia no falta de desenvoltura, su refinado verbo y, en suma, su indudable atractivo personal, contribuyeron a difundir su mensaje por todo el Tercer Mundo, del que Nasser devino pronto una especie de ídolo intocable.
La nacionalización del canal (1956):
Esta fama llegaría a su punto culminante con el asunto de la presa de Asuán, momento en el que Nasser se rebeló contra las potencias occidentales y confirmó su papel de líder de los países en vías de desarrollo. Se trataba de paliar la ancestral falta de superficie irrigable en Egipto con la construcción de una gigantesca presa sobre el Nilo en Asuán, que no sólo extendiese las tierras cultivables, sino también abasteciese al país de energía eléctrica. Era pues, una cuestión vital para a nación.
Nasser acudió a Occidente para obtener los créditos necesarios, pero los EE.UU. retiraron sus ofertas anteriores alarmados por la orientación neutralista y socialista del Raïs. Su respuesta fue fulminante: al cabo de una semana, Nasser anunció en un discurso en Alejandría ante millares de egipcios que los fondos para financiar a presa de Asuán saldrían de la nacionalización del canal de Suez. Los beneficios del tráfico del canal, en manos de la Compañía Universal del Canal de Suez, constituida con capital anglofrancés, servirían para financiar la presa. Esta acción desencadenó la movilización militar de Francia, Gran Bretaña e Israel con objeto de desembarcar en Port Said, recuperar el canal y efectuar una marcha sobre El Cairo para destituir a Nasser. Sin embargo, la agresión se volvió contra los agresores:
la expedición duró dos días y fue desmantelada por las presiones de la opinión pública internacional y el ultimátum lanzado por a Unión Soviética.
Anthony Eden [Primer ministro sustituto de Churchill tras su retirada de la política (1955)] y el primer ministro francés Guy Mollet, socialista, decidieron llevar a cabo entonces una última aventura colonialista y en una operación combinada con el ejército de Israel desembarcaron tropas para recuperar el canal. Militarmente la operción fue un éxito, pero EE.UU., bajo la presidencia del general Eisenhower, no la apoyó, mientras que desde Moscú el líder soviético Kruschev amenazaba con un ataque nuclear sobre Londres y exigía la inmediata retirada anglo-francesa-israelí de Egipto: en esas circunstancias la operación se convirtió en un fiasco y el canal de Suez quedó integrado en el Estado egipcio. (Muniesa y Oliver)
El verdadero triunfador de la crisis era Gamal Abdel Nasser. La nacionalización del canal de Suez afianzó la autoridad del Raïs en el interior y disparó su prestigio en el exterior. A partir de finales de 1956 aceleró el proceso de nacionalizaciones, liquidó los bienes británicos y franceses y aceptó la ayuda soviética al tiempo que impulsaba la distribución de tierras consagrada por la reforma agraria y decretaba la constitución de un nuevo partido, la Unión Nacional, organización de masas que debía cimentar la nueva sociedad socialista egipcia.
Panarabismo:
Su panarabismo se materializó con la creación en enero de 1958 de la República Arabe Unida (RAU), resultante de la unión de Egipto y Siria. Para Nasser estaba llamada a ser a primera piedra de una gran nación árabe que acabase con las fronteras artificiales impuestas por la descolonización. Aunque esta utopía se reveló inviable en los años siguientes, se mantuvo en el ideario de muchos activistas árabes e incluso Nasser conservó simbólicamente para su país el nombre de RAU, a pesar de reconocer el fracaso de tal proyecto.
La política de enfrentamiento con Israel llevó a Nasser a buscar un acercamiento a las monarquías árabes y una cooperación más estrecha con los soviéticos, lo que hizo posible la inauguración de la presa de Asuán en 1964. El Raïs continuó apoyando los movimientos de liberación nacional de Africa y defendiendo la causa del neutralismo, al tiempo que secundaba la causa palestina y se oponía al sionismo israelí,
En 1967, dos años después de ser reelegido presidente, asistió a la debacle de su ejército en la llamada Guerra de los Seis Días, cuando el 5 de junio los israelíes, lanzaron un ataque relámpago que destruyó la fuerza aérea egipcia en pocas horas. Cuatro días después Nasser presentaba su dimisión, pero hubo de retirarla ante las grandiosas manifestaciones en su favor que se convocaron a lo largo y ancho de los países árabes:
«Tú eres nuestro guía y permanecerás mientras nosotros vivamos», decían las pancartas. Tras esta resurrección política, Nasser quiso afrontar un proceso de radicalización de la revolución egipcia, pero el 30 de septiembre de 1970 una crisis cardíaca acabó con su vida y truncó bruscamente sus proyectos. Alguien dijo que, más que resolver los problemas de Egipto, Nasser los había encarnado.
La lucha está por todas partes en todo el mundo árabe. Lucha contra el imperialismo que ayuda a Francia en el Africa del Norte, América y todos los países del Pacto Atlántico han olvidado los principios que proclamaron y movilizan todas sus fuerzas para combatir a los argelinos. Pero ahí también triunfa el nacionalismo árabe. Estas luchas en Jordania, Siria, Sudán, Argelia y en todas partes de los países árabes, nosotros no podemos decir que no nos conciernen porque todos nosotros, los países árabes, estamos vinculados íntimamente unos a otros.
(Nasser, 26/07/1956)
● En cuanto a la derecha convencional, durante las décadas de 1950 y 1960 se alineó entusiásticamente con Israel y contra Nasser —la bestia negra de todos los gobiernos occidentales, «Hitler en el Nilo» en palabras de Raymond Aron—. Sin embargo, con Nasser humillado y la era colonial cada vez más lejana en la memoria, muchos conservadores europeos perdieron interés en Israel y se esforzaron por obtener el favor de sus vecinos productores de petróleo: antes de la crisis energética de 1973, pero especialmente después. (Tony Judt)
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