Producción de Ben-Hur (1956-58):
Como sucede a veces en la historia del cine, antes de Ben-Hur existió Ben-Hur. En realidad existieron cuatro. Porque cuatro fueron los caminos que llevaron a Roma: un libro, una obra de teatro y dos films. Quizá sea conocida la existencia del libro, y la del film mudo, pero de la obra de teatro y del otro film casi nadie ha oído hablar.
El libro fue escrito por el general Lee Wallace, un respetado héroe de la Guerra Civil americana y diplomático, quien no se declaraba un creyente fervoroso, pero que a raíz de una discusión teológica con el coronel Robert Ingersoll durante un viaje en tren, quiso plasmar de forma novelesca algunas de sus convicciones. El libro se convirtió en un éxito que el novel escritor pudo disfrutar el resto de su vida, ya que tras ser publicado en una edición de lujo en 1880 por Harper, del mismo se vendieron medio millón de ejemplares en 8 años.
La adaptación teatral puede considerarse como una gran empresa ilusoria, ya que difícilmente podía concebirse que la variedad de escenarios precisos ola espectacularidad requerida por escenas como la carrera de cuadrigas pudieron resolverse sin caer en el más absoluto ridículo. Pero por si la memoria histórica no bastara para convencer al más escéptico existen fotos que demuestran cómo la ambición de reciclar los beneficios d la novela, y atraer a sus innumerables y curiosos fans, pudo vencer tamañas dificultades. Los empresarios Klarr y Erlanger, propietarios del Teatro Broadway, fueron los artífices del montaje, que se estrenó en noviembre de 1899, con un triunfo apoteósico para el que hubo que emprender laboriosas negociaciones previas. El general Wallace había aprendido a hacer valer sus derechos. Desconfiado y chapado a la antigua, se hizo rogar, pero el millón de dólares que ingresaron en su cuenta bancaria venció las últimas resistencias y aún pudo legar a la posteridad una frase pronunciada la noche del estreno cuando, abrumado por la grandeza de los decorados, exclamó: «Dios ¿He sido yo quien ha provocado todo esto?»
Cuatrocientos actores llegaban a aparecer reunidos en escena, siendo los protagonistas Edward B. Morgan como Judá Ben-Hur y el famoso futuro vaquero del cine mudo William S. Hart, Mesala. El momento culminan te de la representación era la carrera de cuadrigas, con las de Mesala y Ben-Hur, corriendo a bordo de una plataforma giratoria, aunque a medida que el espectáculo rindió beneficios los promotores fueron ampliando su número hasta llegar a un máximo de ocho cuadrigas en escena. Esta carrera fue tan celebrada que los empresarios de circo Barnum y Bailey crearon su propia versión bajo la carpa, en competencia directa con el teatro. Durante los 16 años que Ben-Hur se representó en Estados Unidos, sólo una vez Ben-Hur perdió la carrera al fallar en Boston la plataforma y adelantarse el tiro de caballos de Mesala. Fue en 1901, el mismo año en que Edward J. Morgan fue sustituido en el papel del protagonista por otro actor que pasaría a la posteridad por su carrera en el cine, William Farnum.
Otro de los recursos que por entonces fueron considerados revolucionarios fue lograr reproducir el mar en escena para el combate entre galeras, mediante el truco de sustituir el agua por telas brillantes que eran agitadas desde bastidores por los tramoyistas.
El Ben-Hur teatral dio la vuelta al mundo, y en Europa pudo verse en París, Copenhague, Berlín y Londres, donde fue motivo de una aristocrática noche de estreno con la presencia de Conan Doyle, Henry Irving, Marie Tempest y los reyes Eduardo V y Alejandra.
La preparación de Miklós Rózsa:
Ciertas escenas precisaban música antes de empezar a ser rodadas: una serie de danzas y marchas para escenas de banquetes, desfiles y fiestas. Como había hecho en Quo Vadis, Rózsa inició una labor de investigación que lo llevó hasta material musical griego, hebreo y oriental, punto de partida para espectaculares danzas africanas o beduinas y también para desarrollar dos de los más bellos temas del score: el de Judá y el de su madre (Martha Scott), ambos basados en melodías hebreas, al igual que el hermoso motivo con arabescos orientalizantes que acompaña el regreso del protagonista a Judea.
Mayor problema representaba el material romano, ya que no existía notación alguna de música de la época y Rózsa suponía que, en gran parte, ésta debía de ser (como gran parte de la cultura romana) asimilación de la griega. Ya en Quo Vadis, Rózsa se vio obligado a reconstruir su propia interpretación de la música romana: esto le llevará a crear una especie de "subgénero" dentro de la música de Hollywood por el que se hará célebre, la marcia romana. Ben-Hur está plagada de este tipo de marchas militares o triunfales (La entrada de Graco en Jerusalén, el desfile en Roma, la marcha que preludia la carrera de cuadrigas o la de la victoria final de Judá en el circo). Su función trasciende lo meramente diegético (no se trata de un sonido "realista", puesto que la música romana no podía sonar así, ejecutada por una orquesta moderna) y viene a ser un comentario incidental para reforzar la espectacularidad de lo mostrado.
(R.Cueto)
Rózsa permaneció al lado de William Wyler durante el rodaje. Había compuesto anteriormente la música de Quo Vadis. Era un enamorado de Roma que investigó durante dos años en los archivos locales los pocos restos veraces de la música imperial optando por filtrarla finalmente en cantos griegos y orientales en un soberbio monumento sinfónico-coral, que él gusta definir como Cantata, para la que contó con una orquesta de 80 músicos.
Aspectos previos de la producción:
[El rodaje se inició en 1958]. Las oficinas permanentes de la producción estaban integradas en los complejos de Metro-Goldwyn-Mayer en Culver City y allí se adoptaron las decisiones fundamentales para llevar a término el proyecto. La elaboración del guión vaticinaba la necesidad de un film de larguísimo metraje, el problema de los proyectos demasiado complejos.
La decisión de no supeditar la grandeza de Ben-Hur al Cinemascope obligó a la puesta a punto en los laboratorios M-G-M de un sistema de objetivos que serían fabricados por Panavisión, bajo el control de Robert E.Gottschalk, con la denominación de 65 mm y con un angular que abarcaría un 275% más que los 35 milímetros tradicionales, permitiendo una mayor concentración de decorado y extras por plano.
Desde 1956 un equipo de técnicos dirigidos por Henry Henigson se instaló permanentemente en Roma, y en coordinación con los trabajos de investigación e información obtenidos en Hollywood, dispuso de los preámbulos de intendencia para que los 300 decorados, las 500 estatuas y los 50.000 extras que iban a contratarse estuvieran a punto.
Las 6 cámaras de 65 mm se hallaba en la capital italiana (1957) para conocer exactamente sus posibilidades, a partir de pruebas visuales concretas, que permitieran adaptar los decorados al poco conocido ángulo de visión panorámica que la M-G-M quería lanzar al mercado.
Mientras varios de los platós contratados en Cinecittá eran transformados en almacenes de vestuario y utillería, así como en talleres y forjas, los principales inmuebles tomaban forma, entre ellos, parte de la ciudad de Jerusalén, presidida por la reproducción de la Puerta de Joppa con su torre de 21 metros de altura, la villa de Quinto Arrio, engalanada con 40 fuentes y un suelo compuesto de miles de mosaicos hechos en vidrio y las galeras a escala, 40 en total, que surcarían el lago artificial de los jardines del estudio durante la batalla contra los piratas macedonios, complementadas por dos galeras a tamaño natural para las escenas de interior.
Finalmente se levantó la obra cumbre de los arquitectos del film, el circo para la carrera de cuadrigas de Antioquía, excavado en una cantera durante un año por 1.000 obreros, hasya aplanar las 8 hectáreas de la pista y las graderías con capacidad para 15.000 personas (aunque en el film el efecto sería aún más multitudinario mediante el repintado de los fondos y algunas transparencias). La parte central de la pista iría rematada, además por cuatro colosales estatuas de 90 metros de altura.
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