Alan Menken: «Yo soy, ante todo, un compositor de Broadway y quiero trabajar con Disney todo lo que pueda, pero de manera que no interfiera en mi carrera teatral, que quiero preservar a toda costa. Creo que hay en Disney un afán de unir las historias animadas con el viejo estilo del musical y ahí he encontrado mi espacio para trabajar». Con una vocación surgida a los cinco años, «quise ser músico desde tan pronto como mi memoria puede recordar. No tengo recuerdos que no incluyan una fuerte pasión por la música», Menken describe su trabajo de composición como de kamikaze. Su relación con las musas se desarrolla de esta manera suicida: «Por lo general, lo primero que se me ocurre es un título. Luego, una pequeña frase musical, y, de repente, me meto a saco. Componiendo, me siento como una especie de kamikaze. Cuando tengo una idea, por pequeña que sea, me pongo al teclado como un loco hasta que, oyendo sonidos, surge algo que sé que está bien y funcionará». Artista prolífico y adicto al trabajo, ha logrado en la inspiradísima partitura de El jorobado de Notre Dame su mejor, más ambiciosa y ecléctica pieza, «es de la que más orgulloso estoy», reconoce. Resultado de tres años de trabajo con el letrista Stephen Schwartz (con el que ya colaboró en Pocahontas), la banda sonora hace bascular el tono de la película del drama a la comedia, de la épica medieval al circo, de la farsa a la tragedia, con la soltura de los mejores musicales. «La clave de la partitura está en el material del guión, una historia que yo concebí como contemporánea, más que de tiempos pasados. Sobre todo, tras un largo viaje a París, en el que me empapé de todo. Porque todo sigue allí: Notre Dame, los gitanos, la música... También pasé mucho tiempo en el campanario, intentando figurarme cómo sería vivir allí, imaginándome a mí mismo como Quasimodo». Verdadera opereta folclórica, la banda sonora deviene en un auténtico pastiche al estilo de Broadway, con elementos de coros religiosos, temas medievales en la línea de los de Carl Orff, violines zíngaros, temas circenses y hasta una apoteosis final en la mejor tradición «chorus line». Menken es uno de los máximos responsables de haber convertido la obra que Victor Hugo concibió en 1831 como melodrama contra la corrupción eclesial y la injusticia social en el más sofisticado musical de animación. Respecto a esto, comenta: «Mi compromiso artístico es permanecer fiel al espíritu de la historia, pero convertirla en un musical de éxito. Cuando compongo pienso en tomar la historia que se quiere narrar y hacerla más accesible aún para la audiencia. Esta vez, para las musicalizaciones, la inspiración, si se quiere llamar así, me vino de la música medieval, de la de los gitanos y la litúrgica, de ritmos parisinos de bulevar y, también, de la música circense». Alan Menken niega que necesite de la soledad para componer, una condición tan esencial, en apariencia, para la tarea de un pintor, un escritor o cualquier otra labor eminentemente creativa, «soy un músico muy social», esgrime como argumento. De hecho, compone ya con David Zippel las canciones de su próximo proyecto para Disney, Hércules: «Vivimos a ocho minutos uno del otro -explica-. Tengo un miniestudio en mi casa, así que Zippel, y antes Ashman y Schwartz, otros de los artistas con los que he colaborado en proyectos anteriores a éste, se pasan y trabajamos. Nos sentamos en un piano que está colocado frente a una mesa de mezclas y ordenadores. A esta sala tiene el paso permitido todo el que quiera, menos mis dos hijos. Con niños alrededor, la verdad es que soy totalmente incapaz de escribir una nota».
A la vez, ultima los ensayos de la producción de su última partitura para Broadway, King David, en la que ha participado como letrista Tim Rice, que se estrenará estas Navidades en el teatro New Amsterdam. «Este será un evento que tratará de reactivar toda la zona adyacente a la calle 42», dice con orgullo. Y es que, hoy, y pese a Disney, Broadway habita la mayor parte del corazón de Menken.
[Tras la muerte de Ashman] la carrera de Menken se diluyó en calidad primero e influencia después, sobre todo, a raíz de sus continuos fracasos: en el musical cinematográfico Newsies (1992), con las canciones escritas por Jack Feldman; en el teatro con Weird Romance (1992), letras de Lynn Ahrens; sus partituras instrumentales para televisión (Lincoln, 1992) y cine (Life with Mikey, (Dame un respiro), 1993); y en sus canciones para films com Solo en casa 2 y Rocky V. En 1995 regresa a la animación recuperando el talento de antaño y ganando otros dos premios de la Academia por banda sonora y canción original (Colors in the Wind) de Pocahontas, elevando a ocho su lista de galardones dorados. Seguía en la nómina de Disney en El Jorobado de Notre Dame (1996) y Hércules (1997), aunque después no volvería a trabajar en el cine. Desde entonces ha compuesto musicales (King David (1997), con letras de Tim Rice) y revistas musicales, viviendo un prematuro retiro junto a su esposa Janis, una bailarina de ballet, y sus dos hijos. |