François Truffaut (1932-1984):
Fue un director que mantuvo una relación amorosa con el cine, e intentó compartir ese amor con los espectadores en su filme La noche americana (1973), por el que obtuvo el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa. Vivió una infancia tan infeliz y solitaria como la del héroe de su primer largometraje, Los cuatrocientos golpes (1959). Hijo único de padre desconocido. Pasó su primera infancia al cuidado de su abuela
Cuando aún era adolescente, se convirtió en un activo organizador de cineclubes.
Su primer desengaño amoroso culminó con un intento de suicidio y su deserción del servicio militar para no ser destinado a Indochina le llevaron a un internamiento temporal en prisión.
Cahiers du Cinéma:
Desde la revista se ganó la fama de ser el más cáustico de los jóvenes críticos franceses, el núcleo de la nouvelle vague. Dirigió sus ataques al cine convencional francés y ejerció una gran influencia en el desarrollo de la teoría de auteur, que exaltaba los trabajos de oscuros directores estadounidenses de serie B.
Su célebre artículo Une certaine tendence du cinéma français (nº31, 1954), cuya publicación había sido retenida un año temiendo las posibles consecuencias, critica a guionistas y determinados directores consagrados. Incluye una crítica frontal a los guionistas de prestigio Aurenche y Bost, y a los realizadores Jean Delannoy, Christian-Jacque y Claude Autant-Lara.
Los cuatrocientos golpes, como muchas de las obras noveles, es autobiográfico. Su héroe, el niño Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud), es el mismo niño incomprendido y traumatizado que fue Truffaut. A lo largo de su carrera volvió varias veces a su héroe reflejo y continuó la vida de Doinel pasando por la adolescencia y la vida adulta en varias películas. Léaud continuó interpretando el papel a medida que maduraba. Con su segundo largometraje, Tirad sobre el pianista (1960), reveló la otra cara de su personalidad, inspirada por sus directores estadounidenses preferidos. De nuevo volvió a cambiar el paso con Jules y Jim (1962), donde sacrificó la dinámica de la cámara por un estudio de los personajes. Su "esquizofrenia" artística se hizo evidente en sus posteriores películas. A lo largo de su carrera osciló entre las influencias de Renoir y Hitchcock. Humanista romántico como Renoir, fue también admirador de las habilidades de Hitchcock, a quien intentó emular en varios de sus thrillers.
Su vida cambió absolutamente cuando, adoptado por Bazin, pasó a estar en función del cine.
Sus romances con sus principales actrices le hicieron convertirse en habitual de la prensa del corazón, situación totalmente opuesta a la seria y discreta postura de Rivette o Rohmer. Su temprana muerte a los 52 años, de un tumor cerebral, contribuyó a fijar la imagen mítica que él mismo se esforzaba en construir.
El amor a los veinte años (1962); Besos robados (1968); La sirena del Mississippi (1969); Diario íntimo de Adele H (1975); El amante del amor (1977); El último metro (1980); La mujer de al lado (1981); Vivamente el domingo (1982).
Los cuatrocientos golpes (1959):
Dedicada a André Bazin.
Un niño de unos doce años, está abandonado a su suerte. En su familia no hay amor, y no soporta el colegio. Todos sus intentos para conseguir que sus padres y profesores le hagan caso fracasan, y producen el efecto contrario: por sus maneras y su agrio carácter es ingresado en un internado para niños difíciles. Al final, y tras muchas peripecias, consigue fugarse. Llega hasta una playa, donde el mar detiene su huida. Fue la primera de las 5 películas que Truffaut dedicó a este personaje casi autobiográfico. Las otras fueron Antoine y Colette del filme colectivo El amor a los veinte años (1962), Besos robados (1968), Domicilio conyugal (1970) y L'amour en fuite (1978).
Recibió el reconocimiento de mejor director en la edición de Cannes de 1959, hecho que junto con la Palma de Oro de Orfeo Negro y la proyección de Hiroshima mon amour suele citarse como el triunfo de la Nouvelle Vague.
Dura crítica de Godard (1983):
Yo creo que François no sabe hacer películas. Hizo una que le correspondía verdaderamente y tras eso se detuvo allí : después, no hizo otra cosa que explicar historias. (...) Como que es incapaz de inventar nada, incapaz de la menor imaginación, se puso a adaptar libros y se convirtió en algo cada vez más falso, porque eso no correspondía en absoluto a lo que él era realmente. En la época de Cahiers, él atacaba a Duvivier pero él no era ni eso. Para mí, él no tiene oficio ni... Es un usurpador. Y además, hace de actor en películas norteamericanas... Si pudiera entrar en la Academia Francesa, estoy seguro de que lo haría... (Jean-Luc Godard)
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