Virgen del Carmen Pto.de la Cruz:
La procesión de la Virgen del Carmen que, cada mes de julio recorre buena parte del centro del municipio y de su franja litoral acompañada por miles de devotos constituye una de las más singiulares expresiones de fervor del pueblo portuense. El pleno del Ayuntamiento, en su última sesión ordinaria, aprobó por unanimidad una iniciativa del Grupo Municipal Socialista consistente en solicitar al Cabildo Insular de Tenerife la incoación del expediente para declarar tal procesión Bien de Interés Cultural (BIC).
La admirada imagen, bendecida y entronizada en 1954, es obra del escultor Angel Acosta Martín, Hijo Predilecto de esta ciudad. Antiguamente, era venerada otra imagen, de media talla, original del orotavense Fernando Estévez Sacramento.
Algunos estudiosos señalan que la Virgen del Carmen permaneció olvidada en la parroquia de Nuestra Señora de la Peñade Francia alrededor de dos centurias. Cuentan que el devoto pueblo marinero del Puerto de la Cruz corrría enfervorizado a tributar sus plegarias y respetos a la venerable Virgen del Carmen que se encontraba en Los Realejos. Hasta que allá por el año 1925, el padre claretiano Antolín Fernández se dirigió a los marinos y pescadores: "Nada de desplazamientos hacia otros pueblos alejados de los azares del mar. Existiendo entre nosotros la imagen de nuestras fervorosas devociones, a ella tenemos todos que acudir a rogarle que nos conceda su gracia".
En el programa anunciador de las Fiestas de Julio de 1963, sobre este particular, puede leerse: "Y, convenciendo así a los numerosos feligreses de esta parroquia del Puerto que era sobre el mismo mar, y no en la lejanía de los campos, donde había que rendir tributo y veneración a los milagros de la Santísima Virgen del Carmen, [el padre Antolín Fernández] hizo parar la corriente hacia aquel pueblo y concentrar en los propios sitios del peligro los ruegos de esta divinidad, que, arrostrando los peligros de sus fieles, prestigió con el ejemplo de embarcarse la confianza y la fe inquebrantable que se hace en su poder milagroso".
Desde entonces, se acumulan los testimonios que exaltan la jornada marinera por excelencia. Algunos de ellos, de gran belleza literaria, serán valiosísimos soportes de la finalidad que se pretende con esta iniciativa.
El profesor portuense Cándido Chaves, por ejemplo, escribe: "Para los marinos, la Virgen del Carmen sintetiza todo lo grande, todo lo santo, todo el poder, todo el amor.
Así, cada día, poniendo en ella su fe cristiana, le ofrenda sus plegarias, su destino, su vida sobre la barca frágil.
Cada año quiere festejarla, ensalzarla, conducirla sobre sus hombros, como para patentizarle su sumisión, su cariño, su fe. Quiere decírselo a gritos, ante todo el mundo. Quiere volcar el alma a sus pies.
Anhela que visite su campo de acción. Desea que posea su potestad de Reina sobre las aguas del océano donde cada día, cada noche oscura, el pescador arriesga su vida para llevar el pan y pocurar el sostén a su familia.
De estos anhelos, de este afán, nació el acto procesional sobre las olas que, año tras año, figura en el programa de las fiestas de verano del Puerto de la Cruz".
Del poeta icodense Emeterio Gutiérrez Arbelo, esta frase: "...Con sus procesiones, que parecen navegar en oleadas de perfumes, se abre este pueblo en la doble, simbólica realidad de su nombre: Puerto de la Cruz".
El escritor y periodista español César González Ruano, en 1953, escribe que desea visitar de nuevo nuestra ciudad "...para poder asistir, sobre todo, a la procesión maritima y carmelitana, para presenciar el paso de sus imágenes por el típico barrio de San Felipe".
Félix de Montemar, ese mismo año, consagra una exclamación carcterística e impregnada del más puro espíritu de los marineros portuenses, al describir el alborozo y el comportamiento de quienes cargan y acompañan la imagen, señala. "Y como la Virgen tiene más talento que todos los hombres juntos, ella nos entiende y no se ofende. Así se tranquilizan y bailotean a la Virgen Marinera, desde la iglesia hasta las orillas del agua, festoneadas por espmas que son galas del desposorio del soberano Atlante con la excelsa novia del mar. Con este gozo, marineros y pescadores, en el Puerto de la Cruz radicantes, o de fuera llegados al efecto, todos han recorrido por sus calles de Mequinez y San Felipe -y su barrio de la Ranilla es júbilo- y ahora gritan: "¡Mayitas, Virgen del Carmen, mayitas!".
Del inolvidable poeta gomero, Pedro García Cabrera, estos versos alusivos:
Del puerto, toda la mar
y la quietud de las olas.
Y, ya no tiene el cantor
más redondas caracolas".
Pero, posiblemente, nadie como el escritor portuense Sebastián Padrón Acosta plasmó con tan belleza lírica las emotivas imágenes que la procesión le sugiere en su trabajo titulado La cúpula del crepúsculo:
"...Los marineros se alborozan y lanzan al aire su rudo lenguaje, henchido de vehemencias. La tarde se torna idílica, mística, angélica. Es que bajo el pailo azul, incendiado, la Virgen del Carmen navega sobre rutas de raso, sobre sedas de espumas. El momento es de ternura infinita, celeste. Los viejos lobos, hechos de bronces, son ahora de lágrimas y saludan a la Reina del mar, que sonríe desde su trono de espumas. El oro solar se licúa en nimbos, en aureolas. Todo parece desrealizarse en la magnificencia del crepúsculo, acaso de oro viejo de casulla. Las cumbres, las peñas, los picachos, las llanuras, hasta las piedras del camino, cobran, súbitamente, replandores alados. Todo semeja cristal, ensueño; el crepúsculo diríase que va a romperse como una enorme cúpula de oro, arcangélica. Nuestra Señora del mar retorna...".
Este fragmento de Padrón condensa el significado del acto, la fe de una población, el amor de sus gentes. La procesión del martes de las fiestas portuenses guarda tal singularidad que cada año renueva su esencia de manifestación popular sentida y admirable. Es la tradición por antonomasia, la idiosincracia de un pueblo, la expresión de sus creencias y de sus anhelosen torno al santo hábito y escapulario, símbolos de norma y vida carmelitana.
Estamos, pues, ante un hecho que constituye un testmonio sin igual de la cultura portuense e insular. Un hecho acreedor de la debida protección y tutela, siempre con el ánimo de enriquecer aquélla, de cultivarla, de prolongar las costumbres y de trasmitir cuantos valores arraiguen y configuren la personalidad de una comunidad.
Se trata, por tanto, de acogerse a las disposiciones legales que posibiliten un mejor conocimiento, en todas sus vertientes, históricas y futuras, de la procesión de la Virgen del Carmen de la localidad norteña.
En este sentido, al amparo de lo dispuesto en los artículos 17 y siguientes de la la Ley 4/1999, de 15 de marzo, de Patrimonio Histórico de Canarias, el pleno del consistorio portuense acordó instar al Cabildo Insular de Tenerife a que se inicie la incoación del expediente para la declaración de Bien de Interés Cultural a favor de la procesión de la Virgen del Carmen del Puerto de la Cruz, sin duda, uno de los acontecimientos anuales que une y motiva a gentes de toda condición social.
(Salvador García)
La fiesta del Carmen en S.C. de La Palma. Por Nicolás Sosa:
Amigo Julio: A lo largo de este mes que va concluyendo, distintas localidades de las islas han venido celebrando la festividad de la Virgen del Carmen: algunas con el denominador común del paseo marítimo de la imagen; otras, añadiendo el canto de una salve, todas, con rúbrica de fuegos artificiales.
En Santa Cruz de La Palma, ciudad con histórica tradición marinera, también se celebra tal festividad -embarque incluido- y la Virgen del Carmen es sacada en procesión a hombros de los pescaores de bajura, escoltada en otro tiempo -no sé si ahora- por los jóvenes marineros que cumplían su servicio militar en la Ayudantía de Marina de aquella ciudad.
La imagen en cuyo honor se realiza esta celebración se venera en la iglesia de El Salvador, y su magnífico retablo preside la nave lateral derecha del templo, según se mira al altar mayor.
Se trata de una escultura de bulto redondo (no de vestir) de tamaño natural, nacida de la inspiración del artista orotavense del siglo XIX Fernando Estévez del Sacramento. La verdad es que no estoy muy seguro del dato referente a la autoría; de cualquier modo, quiencquiera que fuese el escultor que la realizó supo imprimir en el rostro de la imagen la serena belleza neoclásica, no exenta de cierta frialdad, según alguna opinión, con que Estévez dotó sus mejores obras. Dicho sea de paso, en las iglesias de Santa Cruz de La Palma pueden encontrarse excelentes ejemplos.
A pocos kilómetros del núcleo urbano de la ciudad, aunque todavía dentro de su término municipal, cruzado por la carretera general del norte de la isla, se encuentra el hermoso barranco del Carmen, el cual recibe su nombre de la ermita existente en su fondo bajo tal advocación.
En torno del pequeño templo se extiende una plazoleta (no sé si la habrán ampliado) que sirve de escenario para la fiesta en honor de la Virgen del Carmen, otra imagen, de menor tamaño que la de El Salvador, pero dotada de una ingenua belleza. En mis tiempos juveniles (ahora casi todo el mundo tiene coche), la gente acudía a esta fiesta -muy popular, por cierto- recorriendo a pie los pocos kilómetros que separan el lugar de la ciudad, lo cual se convertía en una espontánea de ida y vuelta que duraba todo el día, amenizada por alguna parranda o por el canto, no siempre afinado, de los que regresaban.
El programa, como el de todas las entonces celebraciones en ambientes rurales, no iba más allá de la función religiosa, la procesión en torno de la ermita, repique de campanas y estampido de voladores, con el adobo musical de la banda de turno que amenizaba un inacabable paseo alrededor de la iglesia.
El detalle que permanece más vivo en mi memoria era el olor de la ermita eses día: la señora que custodiaba las llaves y se encargaba de la limpieza y adorno del acogedor templo colocaba una manzana de Garafía en el altar, suficiente para perfumar todo el recinto. Tal era el aroma de aquel fruto, especie única que, me temo, tal vez no se cultive ya en las fértiles tierras del campo garafiano.
Bueno, Julio, hasta aquí mis recuerdos. Cuando se evocan con más frecuencia de lo normal, la evocación se convierte en síntoma de vejez. Pero así son las cosas.
Recibe un cordial saludo. (Nicolás Sosa Pérez, 27/07/04)
Tú que has conocido la miseria y el desprecio
aquí en la tierra, y fuiste pobre
en la pobre casa que has visto
a tu Dios con el cepillo y el hacha;
y que conociste el terror, el esconderse,
la fuga, la repulsa, toda la desgracia,
y viste pisotear a Tu bello lirio
y contemplaste las heridas abiertas
en la carne de Tu propio Hijo.
Ten piedad de las madres abandonadas,
de las esposas viudas, de los dolientes
hijos que el odio en bárbaros convierte.
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