Jonás y la ballena:
Después de la muerte de Elías y la de Eliseo surgió otro gran profeta en el reino de Israel; se llamó Jonás. Un día le dijo el Señor: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predica, porque la maldad de su gente es muy grande a mis ojos.»
Pero Jonás no deseaba ir a Nínive, porque esta ciudad era la capital del imperio asirio, y, puesto que los asirios eran enemigos del reino de Israel, Jonás creía que el Señor no habría de salvar a este pueblo, a causa de sus pecados. Además, la ciudad de Nínive estaba muchos cientos de kilómetros al norte, y el viaje sería largo y dificultoso.
Por ello, Jonás desobedeció al Señor. Se fue, en cambio, a Joppe, donde embarcó en un buque que navegaba hacia Tarsis, un país al confín occidental del mar Mediterráneo. Pero el Señor supo lo que Jonás había hecho y adonde caminaba. Y envió tan gran tormenta sobre el mar, que sacudía el barco entre las rugientes olas. Los marineros estaban atemorizados, porque creían que el barco iba a zozobrar. Y para aligerar la carga echaron por la borda la mercancía. Después cayeron de rodillas, y cada uno oró a su dios.
El capitán se fue luego a Jonás que estaba en la bodega, y le gritó angustiado: «¿Cómo estás durmiendo a estas horas? ¡Levántate!, y ruega a tu dios como hemos hecho nosotros. Quizá te oiga y podamos salvarnos.»
Jonás oró, pero continuó la tormenta. Por ello, los marineros, atemorizados, echaron a suertes para descubrir quién era el causante de la tempestad. Y la suerte cayó sobre Jonás.
Entonces, los marineros le preguntaron: «Quién eres tú, el causante de esta desgracia? ¿Qué has hecho? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu pueblo?»
Respondió Jonás: «Yo soy hebreo y temo al Dios que está en el cielo, y que ha hecho el mar y la tierra.» Después contó a los marineros cómo había desobedecido al deseo del Señor; cómo había intentado huir para no tener que ir a Nínive.
Y los marineros dijeron: «Tú eres la causa de este enfurecimiento del mar. Dinos, pues, qué debemos hacer contigo, para que el mar pueda calmarse de nuevo.»
Y Jonás contestó: «Agarradme y echadme al mar. Haced esto, y la tormenta ciertamente cesará, porque yo reconozco que soy el culpable.»
Los marineros no querían arrojar a Jonás al mar encrespado. Se pusieron a remar con fuerza intentando llevar el barco a tierra, Pero las olas eran demasiado altas y demasiado fuertes. Y por eso después, cuando se consideraron sin esperanza, agarraron a Jonás y lo echaron por la borda. Y al punto, se calmó el mar.
Ahora bien: el Señor no abandonó a Jonás. Le salvó la vida. Hizo que una gran ballena lo tragara. Y durante tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de la ballena.
Jonás entonces pidió al Señor se apiadara de él y le perdonara, diciendo:
«¡Oh Señor, yo te suplico envuelto en la aflicción. Te grito desde el vientre de este monstruo. Pasan sobre mí todas las olas, y me rodean las aguas, me envuelve el abismo. He sido arrojado de tu vista!»
El Señor oyó a Jonás en su peligro, y ordenó a la ballena que vomitara a Jonás sobre tierra seca. Y la ballena obedeció. Entonces, de nuevo, el Señor dijo a Jonás: «Levántate y vete a la gran dudad de Nínive y predica contra su maldad.» Así, pues, Jonás se fue a Nínive como el Señor le había ordenado. Y cuando entró en la ciudad, gritó en alta voz: «Dentro de cuarenta días, Nínive será destruída.» Y se fue por las calles proclamando estas palabras. La gente de Nínive, al oír a Jonás, creyó en sus palabras como venidas del Señor, y toda la población se arrepintió de sus pecados. Hasta el mismo rey se arrepintió y pidió a todo su pueblo que rezara al Señor Dios de Israel. Y toda la gente de Nínive se puso a rezar y a ayunar.
Cuando el Señor vio esto, les perdonó su maldad, y salvó a la ciudad de la destrucción. (Manuel Komroff)
Noé:
Es considerado el segundo padre de la humanidad ya que los descendientes de Adán fueron destruidos por el Diluvio 1.600 años después de la Creación.
Fue el precursor del cultivo de la vid y el primero en elaborar vino.
Hijo de Lamec, nació 126 años después de la muerte de Adán. Después de cumplir 500 años engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet.
El arca se mantuvo a la deriva durante 150 días.
Yavé hizo pasar un viento sobre la tierra y menguaron las aguas. Se cerraron las fuentes del abismo y las esclusas del cielo, y dejó de llover, luego las aguas se fueron retirando poco a poco de la tierra (Gen 8:1-3). Al cabo de otros 150 días el arca se detuvo en el monte Ararat. Tras cuarenta días de espera Noé soltó un cuervo que no volvió. Una semana después soltó una paloma que regresó porque no pudo posarse en tierra firme. A los siete día volvió a soltarla y esta vez regresó con una rama de olivo en el pico.
Como prueba de su alianza universal con las criaturas que habrían de volver a poblar la tierra, Yavé colocó un arco iris en el cielo.
Tobías y el pez:
Tobías es la figura protagónica del relato de su padre, Tobías, en el libro bíblico que lleva su nombre. Acompañado por un pariente suyo llamado Azarías, viajó de Nínive a Media a recuperar un dinero que su empobrecido padre -que había perdido la vista- había dejado en depósito a un amigo. Mientras estaba acampado a orillas del río Tigris, fue atacado por sorpresa por un enorme pez, pero entonces Azarías le dijo que lo capturara, le sacara el corazón, el hígado y la hiel, y los guadara.
Cerca de Ecbatana, la capital de Media, Azarías le habló al joven de una pariente llamada Sara que había tenido siete maridos pero el demonio Asmodeo los había matado uno a uno antes de que consumaran el matrimonio; Azarías lo convenció de que debía casarse con ella y lo tranquilizó asegurándole que no sufriría ningún daño.
Después de la boda, Tobías quemó el corazón y el hígado del pez para librar a Sara del demonio y, gracias a este acto, su suegro le concedió la mitad de sus bienes. Azarías marchó por el dinero y luego marchó junto con la pareja a Nínive. Tobías curó la ceguera de su padre aplicándole la hiel del pez. Como muestra de agradecimiento el joven ofreció la mitad de su fortuna a Azarías, que en ese momento reveló ser el arcángel Rafael.
Rebeca da de beber al siervo de Abraham:
Abraham había enviado al siervo más antiguo de su casa, quizá Eliecer, a buscar una novia para Isaac de entre sus parientes de Mesopotamia, pues no quería que su hijo se casara con una cananea. El siervo se puso en camino con diez camellos cargados de regalos de oro, plata y finos vestidos, pero antes de llegar a la ciudad de Jarán, pidió una señal a Yavé: que la futura esposa no sólo le diera de beber a él, sino que llevara a abrevar los camellos también. Rebeca fue la mujer elegida por Dios, y se presentó ante el siervo identificándose como hija de Batuel, sobrino de Abraham. El padre de Rebeca y su hermano Labán aceptaron casarla y dijeron al siervo: "Tómala y vete; que sea la mujer del hijo de tu amo, como ha dicho Yavé (Gen 24:51). La familia quería que Rebeca se quedara unos días más en Jarán, pero el emisario insistió en partir a la mañana siguiente.
Rebeca estuvo casada 20 años con Isaac sin poder tener hijos, pero al igual que otras mujeres estériles citadas en la Biblia -Sara, la madre de Isaac; Raquel, madre de José; Ana, madre de Samuel, e Isabel, madre de Juan el Bautista-, más tarde dio a luz hijos destinados a la grandeza de Isaac, que tenía ya 60 años de edad, clamó a Yavé que volviera fecunda a Rebeca y luego ella concibió mellizos: Esaú y Jacob.
► Las escrituras budistas anteriores a la Biblia describen a un monje que cruzó el río Ashiravati caminando sobre el agua, hasta que lo abandona la fe y se hunde.
► Entre los santos que hablaron a los peces están San Corentín de Quimper (ermitaño nacido en Cornualles) y Francisco de Asís. Plinio defendía esta capacidad auditiva al dejar escrito que «pisces audire palam est».
Antes de ser promovido a obispo por gestiones del rey Gradlon, San Corentino se alimentaba en su ermita de un pez milagroso que acudía para ofrecerle una parte de su cuerpo, que a continuación se regeneraba.
► En los inicios del cristianismo se usó con profusión el símbolo de los pescados. La palabra Ichthys (ΙΧΘΥΣ - pescado), es un acrónimo de Iesous Christos Theou Sotero Yios en griego [Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador].
Son frecuentes las representaciones de peces y conchas en muros de edificaciones medievales.
► El camino de la peregrinación a Canterbury desde Londres transcurre en gran parte por las proximidades de la orilla sur del Támesis. El recorrido participaba de la habitual imagen del río que va a dar al mar y encuentra su fin. Rochester (condado de Kent), a medio camino, evolucionó desde el campamento romano emplazado en la desembocadura del río Medway.
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