Los fósiles marinos explicados por el mundo clásico:
A partir del siglo sexto a.C. los filósofos griegos debatían sobre el origen y la naturaleza de los fósiles. En las capas de terreno y en las canteras salían a la luz, muy lejos del mar, restos fosilizados de moluscos y otras criaturas marinas. Para Empédocles, Pausinas, Heródoto y otros griegos, no tenía el hecho más que una explicación: las zonas en que se presentaban los fósiles tenían que haber estado alguna vez cubiertas por las aguas. Teofrasto de Lesbos y Janthos de Sardes compusieron sobre esta base una detallada paleontología. Jenófanes de Colofón utilizó además los fósiles como prueba de su teoría de los continuos cambios de la tierra. Anaximandro de Mileto dedujo, por último, de los peces fosilizados que se encontraban en las profundas capas del paleozoico, que los peces eran los más antiguos antecesores del actual mundo animal y que eran también por tanto los antecesores del hombre.
En Plinio, en Estrabón y en el filósofo Séneca se encontraban teorías sobre la cambiante extensión de los mares y sobre los efectos de las inundaciones sobre el paisaje terrestre. El poeta Marcial escribió algunos epigramas sobre insectos fósiles encerrados en ámbar. Para él no era ningún misterio que el ámbar había sido alguna vez resina líquida en la que los insectos habían caído prisioneros. Finalmente, Ovidio hacía mención en una poesía de las tierras nacidas del mar y de los moluscos marinos lejos del mar. Pero como desconocía de qué lejanos tiempos pretéritos procedían los moluscos, mencionaba también entre los fósiles un ancla primigenia.
Creencia en hombres gigantes antiguos durante la Edad Media:
En la antigüedad, se creía que los fósiles eran los restos de animales o de hombres antediluvianos, e incluso los restos de héroes mitológicos como Anteo, Polifemo o los gigantes que se mencionan en el primer capítulo del Génesis. En el 413, en La ciudad de Dios, san Agustín informa de que se ha encontrado no lejos de Cartago un molar gigantesco, tan grande como cien humanos, que está expuesto en una iglesia: Esas osamentas antiguas -escribe-, revelan claramente, al cabo de tantos siglos, el tamaño de los cuerpos primitivos. Durante largo tiempo se pensó, según la opinión común de los autores antiguos, que la talla de los seres humanos había disminuido a lo largo de la historia. En el siglo XVII, los coleccionistas prestan gran atención a los omoplatos y los dientes de gigantes expuestos en sus vitrinas de curiosidades. Sin embargo, desde finales del siglo XV, a Leonardo da Vinci le consterna que circulen esas ideas disparatadas.
De todas formas, no basta con encontrar un fósil aislado para concebir que ha habido extinciones masivas. Un fósil no es más que el rastro del paso por la tierra de un animal concreto. Hay que poseer un conocimiento previo para comprender que representan períodos de la historia de los seres vivos. Hasta el siglo XIX nadie lo sabía. Las primeras osamentas de dinosaurios se hallaron en 1825. Nadie conocía su existencia. (Stephen Jay Gould)
Leonardo da Vinci y las criaturas marinas extinguidas:
Durante la Edad Media prevaleció la creencia de Aristóteles comentada por Avicena de que una fuerza creadora de la naturaleza tallaba en piedra imitaciones caprichosas de seres vivos.
Muchas páginas de los diarios de Leonardo da Vinci contienen ideas básicas para un "Libro de los moluscos petrificados".
El primer capítulo debía titularse Refutación a quienes afirman que los moluscos fueron arrastrados por el diluvio a muchas jornadas de los mares. Leonardo conocía a los clásicos, sobre todo a los epígonos romanos de los filósofos griegos de la naturaleza. Fundamentalmente habían escrito lo mismo que sus antecesores helénicos.
"Si pretendieras afirmar que los moluscos que se encuentran en estos montes han sido engendrados por la naturaleza con la ayuda de los astros, ¿de qué manera explicarías entonces cómo han podido los astros crear en el mismo lugar moluscos de diversos tamaños, diversas épocas y diversas especies? Semejante opinión no puede mantenerse en cerebros dotados de sano intelecto".
Según Leonardo , los fósiles tenían que ser restos de seres vivientes. Las actuales tierras firmes, pensó, habían sido inundadas repetidamente en épocas pretéritas por el mar. En estas marismas habían venido a vivir entonces toda clase de especies de la fauna marina. Cuando las aguas se retiraron, la capa que había constituido el suelo del mar se iba endureciendo más y más hasta convertirse en piedra. Las conchas de los moluscos se llenaban de fango que asimismo se convertía en piedra en el transcurso de largos períodos. De ahí que las conchas de los moluscos se hayan conservado entre dos sustancias petrificadas, a saber: la sustancia que las rodeaba y aquella otra que se encontraba en su interior. Leonardo negaba la teoría diluviana porque la disposición ordenada de muchos fósiles (rocas totalmente cubiertas de corales, grupos de ostras pegados a rocas) sería imposible si hubiesen sido arrastrados violenta y desordenadamente. Georgius Agricola, que concibió la tierra por primera vez en constante cambio, también consideró a los fósiles como restos de animales marinos.
Fernando II de Medici había llamado a Florencia a Stenon para ayudarle en el desarrollo de sus investigaciones. También recibieron la protección de esta poderosa e inquieta familia entre otros Galileo Galilei, Francesco Redi y Marcello Malpighi.
Mientras Stenon residía en Florencia (1665) tuvo ocasión de examinar los restos de un tiburón arrojado por el mar a la playa. Comparando sus dientes con un conocido fósil llegó a la conclusión de que la curiosa roca era un resto petrificado de un tiburón extinguido. Las autoridades eclesiásticas se oponían a la opinión de que los fósiles hubiesen sido seres vivos y proclamaban la inalterabilidad de todas las cosas. Los trabajos de Stenon, llenos de importantes aportaciones sobre el origen de las rocas, los cambios de la corteza terrestre y la disposición de los estratos, cayeron en el olvido hasta el reconocimiento que por primera vez le prestó Humboldt. El creador de la cerámica francesa Bernard Palissy buscó inspiración en los gabinetes de rarezas de París y llegó a ser buen conocedor de los fósiles, que consideraba animales marinos que vivieron en la región parisiense. Se convirtió en la primera víctima de la persecución científico-ideológica en el terreno de la paleontología al incluir sus opiniones en un libro. La inicial protección de Catalina de Médicis no impidió que fuese arrojado a la Bastilla como hugonote. El profesor británico John Woodward no estaba de acuerdo con las ideas de Stenon, creyó que los accidentes de la geología eran signos de una terrible fuerza, la inundación catastrófica que supuso el diluvio bíblico. Si un fósil no es comparable con ningún ser vivo conocido, se trata de una criatura que hoy existe solamente en las profundidades marinas.
Voltaire (1694-1778) y los restos de peces y conchas:
El ateo Voltaire se unió a la Iglesia para condenar y combatir las ideas evolucionistas de Buffon. Este defendía que la Tierra se formó a partir de un trozo de Sol arrancado por un cometa, hace 6.000 años. Luego, la masa incandescente se enfrió durante un periodo de actividad volcánica y de cataclismos que dieron origen a las montañas. Para el francés, una de las pruebas de este accidentado génesis eran los esqueletos de peces y conchas encontrados en las cimas de las montañas. Voltaire sugirió que estos restos fueron dejados por excursionistas o romeros.
Las aguas subterráneas de Burnet:
Thomas Burnet, en Telluris theoria sacra (1681), calculaba que, para que el Diluvio universal inundara todo el planeta, debería haber caído una cantidad de agua equivalente a la que podían contener entre seis y ocho mares. Creía que la Tierra anterior al Diluvio, recubierta de una sutil corteza, estaba llena de agua, con un núcleo central de materia incandescente. Al ser distinta la inclinación de su eje, la Tierra podía gozar de una eterna primavera. Luego la corteza se rompió y las aguas subterráneas salieron a la superficie causando el Diluvio. Más tarde, las aguas se retiraron y la Tierra adoptó el aspecto que hoy conocemos.
Johan Jakob Scheuchzer (1672-1733) y el Homo diluvii testis:
En 1726 el geólogo Scheuchzer mostró un fósil como los restos de un hombre que murió accidentalmente en el Diluvio universal, que según sus cálculos había ocurrido en el año 2036 a. de C. Con los primeros grabados en cobre se añadía este texto: "Junto al infalible testimonio de la palabra divina tenemos también otros testigos de aquella universal y terrible inundación: plantas, peces, cuadrúpedos, insectos, moluscos y caracoles innumerables. Pero de los hombres que entonces perecieron se han encontrado hasta ahora muy escasos restos. Flotaron muertos en la superficie de las aguas y allí se descompusieron, no pudiendo determinar siempre, a partir de las osamentas que de vez en cuando se descubren, si son o no humanas".
En el siglo XVIII llegaron [canteras de piedra calcárea explotadas desde el año 1500] para investigar los fósiles de Oehningen dos naturalistas que apoyaban dos teorías distintas sobre el origen de éstos. El médico Carl Nikolaus Lang creía que los fósiles se originaban en el suelo por efecto directo del aire seminal, eran diminutos gérmenes que caían sobre la tierra en forma de polvo y allí se desarrollaban. El también médico, además de matemático, Johan Jakob Scheuchzer era partidario de la teoría diluviana, mantenía que los fósiles eran los restos de los animales fallecidos durante el diluvio. Cuando Scheuchzer explicó sus teorías a los monjes propietarios de las canteras todo fueron facilidades y se puso a su disposición todo aquel material que pudiera fortalecer la idea bíblica del Diluvio Universal. El gran hallazgo se produjo en 1725, se trataba de... el esqueleto de un ser humano ahogado en el diluvio, "una extraña reliquia de aquel maldito género humano del mundo primitivo" en palabras de Scheuchzer. (Wendt)
El fundador de la ciencia paleontológica Georges Cuvier se desplazó a Haarlem en 1825 y no tardó en identificar el fósil diluvii testis como el esqueleto de una salamandra gigante del mioceno. La atribución de hombre diluviano dada por Scheuchzer hacía tiempo que era cuestionada por los investigadores.
Cuvier tenía una sorprendente habilidad para identificar las especies partiendo de restos óseos parciales.
Utilizando esta prueba fallida con fines morales, el diácono Miller, de Leipheim escribió: Triste osamenta de un pecador empedernido, ¡reblandece, piedra, el corazón de los modernos hijos del mal! Las explicaciones derivadas de aplicar el pensamiento lógico a los hallazgos se convirtieron en fuente de ofensas, encendidas polémicas y odios personales.
Siglo XVIII:
Mientras Hutton a mediados del siglo XVIII creaba las bases de la ciencia de la geología, a la cuestión de la presencia de fósiles marinos en altas montañas intentaban dar respuestas las corrientes de los neptunistas y de los plutonistas. Para los neptunistas tenían origen en oscilaciones del nivel del mar en un mundo de montañas tan antiguas como la propia Tierra.
Para los plutonistas provenían de algún fenómeno originado por la transformación que creaban volcanes y terremotos. Ambas teorías dejaban sin explicar cómo desaparecía el agua que llegaba en ocasiones a cubrir los Alpes o cómo movimientos de tierra llevan conchas de moluscos a elevadas cumbres.
En 1763 Linneo cataloga en Amoenitates academicae como variedades de las especies humanas a humanoides mitológicos.
En 1767 Linneo publica Systema Naturae. En ediciciones posteriores de la obra cataloga cinco especies humanas. Una de ellas, los Monstrosus, incluye humanos míticos como el gigante de Patagonia.
Hacia 1775 Buffon calcula, basándose en la disipación de calor de unas esferas, que la Tierra tenía una antigüedad de entre los 75.000 y los 168.000 años
Hallazgos de grandes huesos en tierras norteamericanas:
La teoría de Hutton de elevación de cordilleras por efecto del calor interior de la Tierra y su posterior desgaste por los elementos exigían inmensas cantidades de tiempo.
En 1775 Nicholas Cresswell encuentra en Big Bone Lick (Kentucky) huesos de enorme tamaño que asocia con los elefantes.
Más tarde huesos semejantes serían considerados como restos de mamuts.
En 1787 se descubre en la orilla de un arroyo de Nueva Jersey un gran fémur de dinosaurio.
El ejemplar fue enviado al anatomista más prestigioso del país y se perdió porque no despertó interés.
En 1788 muere Buffon, que seguía apegado a ideas como degeneraciones por entornos insanos y vapores nocivos.
En 1795 se envió a París una selección de huesos llamativos procedentes de localidades norteamericanas.
Con ellos el joven Georges Cuvier describió y otorgó nombre al mastodonte.
En 1796 Cuvier escribe el artículo Nota sobre las especies de elefantes vivos y fósiles, en el que planteó por primera vez una teoría formal de las extinciones.
William Smith comienza a trabajar en un mapa de los estratos geológicos de Inglaterra datando las capas según los fósiles presentes (1796).
Se basaba en la desaparición de ciertas especies de fósiles mientras que otras transitoriamente coetáneas seguían presentes en los niveles subsiguientes.
Era un humilde prospector de minerales que tomaba decisiones sobre el aprovechamiento de vetas de carbón sin ambicionar conocer las causas que configuraron los estratos.
A finales del siglo XVIII, entre los estudiosos de las rocas que se inclinaban por la corriente neptunista, la mayoría creía que las conchas marinas halladas en montañas de gran altitud se explicaban por períodos de inundación global. Los neptunistas no daban una explicación convincente de dónde se encontraba la enorme cantidad de agua que supuestamente llegó a cubrir los Alpes.
|