Alejandro Cioranescu (1911-1999):
Consiguió tres títulos en cuatro años: filología rumana, filología francesa, en la Universidad de Bucarest, y el diploma de la Escuela Superior de Archivística y Paleografía de la capital rumana. A todos ellos hay que añadir que asistió a cursos de lengua y literatura italianas cuyo perfecto dominio le llevaron a emprender con éxito su conocida traducción de Dante.
El Gobierno comunista de Rumanía le destituyó de su cargo de Consejero cultural de la Embajada en París.
Llegó a Tenerife procedente de Francia, en compañía de su esposa Lyda, en 1948, para desempeñar un puesto de Lector de francés. Tenía 37 años.
Ya tenía obra histórica publicada aunque él no se consideraba un historiador. Corrado Rosso lo calificó como un humanista polígrafo.
Una valiosa contribución fue su edición crítica de la crónica Le Canarien que realizó en colaboración con Serra Ráfols.
Tras su jubilación residió en una casa de Bajamar con vistas al mar.
El Cabildo adquirió su archivo y sus notas para la conservación de información relevante no publicada.
La segunda parte de su biografía se perdió tras ser devuelta por su editor de Bucarest.
Residió [en Tenerife] durante casi medio siglo de su vida. Fue considerado el sabio del siglo XX por la crítica de Francia y de Rumania. Es autor de más de cuatrocientos libros y ensayos sobre historia y literatura. Entre sus obras destacan la Historia de Santa Cruz de Tenerife, elaborada en cuatro tomos, y la Historia de Viera y Clavijo; además, descubrió y escribió la vida y obra de Cristóbal del Hoyo Solorzano, también llamado marqués de San Andrés, quien había quedado en el olvido de los vestigios canarios.
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En Tenerife continuó una de sus más famosas obras, la Bibliografía Francesa, que consta de más de 2.000 páginas.
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Estudioso de la mitología del archipiélago, ahondó en la existencia de la isla de San Borondón.
(Miriam Ghuneim, 1999)
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[...] El profesor Cioranescu fue un náufrago de la Historia y de las terribles historias de las dictaduras europeas de entreguerras y de la II Guerra Mundial que se salvó llegando a las costas tinerfeñas y cuyo trabajo y tesón, sostenidos sobre una disciplina intelectual incansable, lo convirtieron en una figura clave para el rescate y la valoración de nuestro patrimonio historiográfico y literario, sobre todo en los siglos XVI, XVII y XVIII. Pero aun está por escribir la biografía intelectual, política y sentimental de Alejandro Cioranescu, un hombre, un crítico literario y un profesor universitario que ocultó toda su vida, con una elegancia a veces áspera y otras sarcástica, sus orígenes, su trayectoria, su pasado.
Nacido en una pequeña ciudad rumana en 1911, Cioranescu fue un niño de una inteligencia excepcional volcado en el estudio y en el aprendizaje de lenguas europeas. Se licenció simultáneamente en Filología Rumana y en Filología Francesa y marchó a la Sorbona para obtener el doctorado y especializarse en una disciplina actualmente poco frecuentada y en vías de extinción: la literatura comparada. Entorchado de matrículas de honor y distinciones curriculares, Cioranescu regresó a Rumanía y se insertó sin mayores dificultades en el sistema escolar del país, e incluso aceptó un cargo público modesto, pero con cierta influencia, en el Ministerio de Educación.
Universidad de La Laguna:
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Lo cierto es que nada más llegar se puso a trabajar inmediatamente. Fue acogido con generosidad por Elías Serra Ráfols, el fundador de los estudios historiográficos modernos en la Universidad de La Laguna, y por Leopoldo de la Rosa Olivera, funcionario técnico del Cabildo de Tenerife y profesor de Historia del Derecho. Cioranescu vivió muy recogida y austeramente toda su vida, aunque, más tarde, en los años setenta, obtuvo una plaza como catedrático visitante en una universidad francesa. La fraternal amistad con Serra Ráfols, Leopoldo de La Rosa y otros profesores universitarios, nunca demasiados en los años cuarenta y cincuenta, no significó ninguna esplendidez por parte de la institución académica, porque Cioranescu, pese a su excepcional formación, su creciente prestigio y su abrumadora capacidad de trabajo, jamás pudo aspirar a una cátedra en la Universidad de La Laguna.
Salvo algún seminario, ya en los límites de su ancianidad, Cioranescu, grotescamente, continuó impartiendo clases de lengua y literatura francesa, y nada más. Cuando se le quiso reconocer con el Premio Canarias algún despistado metió la pata y se le concedió ex aequo con Néstor Alamo, un respetable escritor grancanario, al que don Alejandro, sin embargo, consideraba simplemente como un "archivero". El viejo profesor se negó a admitir el galardón, pese a sus eternos apuros económicos, rechazándolo a través de una carta de helada cortesía.
Durante medio siglo, indiferente a la pobreza y a los cambios políticos y culturales del exterior, Cioranescu acumuló una impresionante bibliografía que ha actualizado y enriquecido extraordinariamente nuestra historiografía y nuestra crítica literaria poniéndola en conexión con los clásicos europeos. Supo liberarse de su pasado a lomos del sentido del deber intelectual.
(Alfonso González Jerez)
Obras:
Sería redundante quizás para los habitantes de Tenerife hacer referencias al autor de las más de dos mil páginas de la Historia de Santa Cruz de Tenerife (1977-78), al traductor del francés al español de Le Canarien (Las crónicas francesas de la conquista de Canarias), 1959; del español al francés de las Oeuvres de Cristophe Colomb (1961); del italiano al español de la Historia de las Islas Canarias (1959) de Leonardo Torriani; del editor de la Historia General de las Islas Canarias (1950) de José de Viera y Clavijo y de las Poesías (1995) de Bartolomé Cairasco de Figueroa, y otros centenares de títulos. (Lilica Viocu, 2000)
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► Analizó obras fundamentales y señaló innumerables líneas de investigación sobre lagunas a llenar sobre hechos y procesos históricos.
Los investigadores canarios lo citan con gran frecuencia en sus trabajos de Historia.
► Cairasco asistió a la pérdida de la lengua aborígen sin elaborar un vocabulario que habría sido de gran valor en el futuro.
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