Publio Virgilio Marón (Andes 70-Brindisi 19 a. de C.):
Nació cerca de Mantua, en la Galia Cisalpina. Su educación, iniciada en Cremona y continuada en Mediolanum (Milán), fue completada en Roma. Pensaba ejercer la abogacía; pero, después de una actuación desafortunada en los tribunales, el modesto y tímido joven regresó a su granja y comenzó a escribir. Más tarde, en el año 41, fue desposeído de aquella propiedad cuando a los veteranos de Antonio, a raíz de la campaña filipense, se les recompensó con la acostumbrada entrega de tierras. El poeta se dirigió a la capital y protestó contra la pérdida de sus tierras. Los buenos oficios del político y escritor Asinio Polión hicieron que las propiedades fueran restituidas a Virgilio y a su hermano, pues su padre acababa de morir. Su estancia en Roma le procuró aún mayor beneficio, pues conoció a Octavio, el futuro emperador, y a su brillante consejero, Gayo Gilnio Mecenas, que habían de ser sus amigos más fieles. Pasó los años comprendidos entre el 37 y el 29 a. de C. en Nápoles y sus proximidades, donde su timidez, observada con cariño por los napolitanos, le valió el sobrenombre de Parthenias (la Doncella). El año 19 marchó a Atenas con el propósito de completar su revisión final de la Eneida; pero, cuando apareció Augusto en aquella ciudad le apremió a que regresara a Roma, recogió su manuscrito aún sin terminar, y se unió al séquito imperial. Antes de que la nave llegara a Italia cayó enfermo y murió en Brundisium (Brindisi), el 21 de septiembre.
En el año 37 publicó sus Bucólicas o Eglogas en las que proclama la llegada de una edad de oro, que ha de ser anunciada por el nacimiento de un niño divino. Estas diez breves églogas de carácter idílico (a excepción de la cuarta, que es un panegírico de la casa de Augusto) tuvieron gran éxito.
Las Geórgicas:
Durante su estancia en Nápoles escribió las Geórgicas. Mecenas alentó su composición para apoyar a Augusto a promover un movimiento de retorno al campo.
[Mecenas] lo instó a que redactara un poema sobre la agricultura, en el que Virgilio invirtió siete años de intenso trabajo... comprenden cuatro libros, el primero de los cuales trata del cultivo de la tierra en general, incluyendo un calendario del labrador y las diversas señales para conocer el tiempo atmosférico. Versa el segundo sobre el cultivo de los árboles, especialmente de la vid, el tercero, de la cría del ganado, y el cuarto y último, del cuidado de las abejas. La influencia de Lucrecio se hace notoriamente perceptible en episodios como el de la descripción de la Edad de Oro, o aquel que refiere el despertar de la naturaleza en la estación primaveral. (Luis Alberto de Cuenca)
La Eneida:
Sus once últimos años los dedicó a Eneida, poema épico en 12 libros que trata de la caída de Troya, de los viajes de Eneas y del establecimiento definitivo de una colonia troyana en el Lacio. De nuevo vemos al poeta desempeñando el papel de protagonista imperial: Venus es la madre de Eneas, y Julio, su hijo, el progenitor de la familia juliana que ha dado al mundo al gran Augusto, su último y perfecto fruto. Además proclama con fervor y pasión evangélicos la divina misión de Roma como rectora de las razas humanas. En el libro IV el héroe desciende al Averno, donde encuentra la sombra de su padre Anquises en los Campos Elíseos y recibe alientos y consejo para los días tormentosos que se avecinan.
El manuscrito:
Debido al precario estado de salud de Virgilio, antes de embarcar en un viaje a Grecia que debía durar tres años, confía el manuscrito provisional de la Eneida a sus amigos Vario Rufo y Plotio Tuca, para ser destruido si no sobreviese al viaje. Pocos meses después muere Virgilio pero sus amigos no se atreven a quemar la obra de casi diez mil hexámetros y salvan de las llamas los versos más bellos de la poesía romana.
La reina de Cartago Dido:
Una creación de gran belleza es Dido, que acoge graciosamente a los compañeros náufragos de Eneas y los establece en su recién fundada ciudad. Como consecuencia de las maquinaciones de Juno y Venus, aquélla se enamora apasionadamente del jefe troyano, quien vive felizmente en su palacio hasta que Júpiter envía a Mercurio para ordenarle que la abandone y embarque para Italia. Este episodio fue intercalado por Virgilio para dar una explicación de la rivalidad entre Cartago y Roma, que culminó en las Guerras Púnicas.
La oposición entre las actitudes de espíritu de Dido (la pasión) y de Eneas con su equilibrado sentido del destino (la razón) termina acercándonos a quien sufre inocente, abandonada por el cumplimiento de una misión.
El héroe trágico Turno:
Otro personaje destacado es Turno, rey de los rútulos, que al ser raptada su prometida Lavinia por Eneas, lucha heroicamente contra los invasores. Como noble adversario da muestras de numerosas cualidades y despierta la compasión por el infortunio que pesa sobre él. Como en el resto de personajes, es la acción la que revela la identidad y el carácter, muestra lo que cada uno es, puede ser y consigue llegar a ser. A pesar de que Eneas compadece el fracaso y tiene piedad para el vencido, la desesperación que le produce el recuerdo de Palante le lleva a matar a Turno cuando estaba dispuesto a perdonarle.
Nos mostró Virgilio en la persona de Eneas el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pintándolos (a los héroes antiguos) ni describiéndolos como ellos fueron sino como habían de ser para quedar ejemplo a los venideros hombres de sus virtudes. (Don Quijote, parte I, cap. XXV)
El mundo de lo heróico basado en la fuerza y destino irremediables acaban, para penetrar ahora en el mundo moral, para acercarse al ser humano, desde una latitud humana, histórica y real. (Enrique Rull).
La Eneida. Primer libro. Eolo desata los vientos sobre Eneas:
Y los vientos como en escuadrón cerrado, se precipitaron por la puerta que les ofrece, y levantan con sus remolinos nubes de polvo. Cerraron de tropel con el mar, y lo revolvieron hasta sus más hondos abismos el Euro, el Noto y el Abrego, preñado de tempestades, arrastrando a las costas enormes oleadas. Síguese a esto el clamoreo de los hombres y el rechinar de las jarcias. De pronto las nubes roban el cielo y la luz a la vista de los Teucros; negra noche cubre el mar. Truenan los polos y resplandece el éter con frecuentes relámpagos; todo amenaza a los navegantes con una muerte segura. Afloja entonces de repente el frío los miembros de Eneas; gime, y tendiendo a los astros ambas palmas, prorrumpe en estos clamores "¡Oh, tres y cuatro veces venturosos, aquellos quienes cupo en suerte morir a la vista de sus padres bajo las altas murallas de Troya! ¡Oh, hijo de Tideo, el más fuerte del linaje de los Dánaos! ¿No me valiera más el haber sucumbido en los campos de Ilión, y entregado esta alma al golpe de tu diestra, allí donde Héctor yace traspasado por la lanza de Aquiles, donde yace también el corpulento Sarpedonte, donde arrastra el Simois bajo sus ondas tantos escudos arrebatados y tantos yelmos y tantos fuertes cuerpos de guerreros?".
Mientras así exclamaba, la tempestad, rechinante con el vendaval, embiste la vela y levanta las olas hasta el firmamento. Pártense los remos, vuélvese con esto la proa, y ofrece el costado al empuje de las olas; un escarpado monte de agua se desploma de pronto sobre el bajel. Unos quedan suspendidos en la cima de las olas, que, abriéndose, les descubren el fondo del mar, cuyas arenas arden en furioso remolino. A tres naves impele el Noto contra unos escollos ocultos debajo de las aguas, y que forman como una inmensa espalda en la superficie del mar, a que llaman "Aras" los Italos; a otras tres arrastra el Euro desde la alta mar a los estrechos y las sirtes del fondo, ¡miserando espectáculo!, y las encalla entre bajíos y las rodea con un banco de arena. A la vista de Eneas, una enorme oleada se desploma en la popa de la nave que llevaba los Licios y al fiel Oronte; ábrese, y el piloto cae de cabeza en el mar; tres veces las olas voltean la nave, girando en su derredor ; hasta que al fin se la traga un rápido torbellino. Vense algunos pocos nadando por el inmenso piélago, armas de guerreros, tablones y preseas troyanas. Ceden ya al temporal, vencidas, la pujante nave de Ilioneo, la del fuerte Acates y las que montan Abante y el anciano Aletes; todas reciben al enemigo mar por las flojas junturas de sus costados, y se rajan por todas partes.
Entretanto, Neptuno advierte que anda revuelto el mar con gran murmullo, ve la tempestad desatada y las aguas que rebotan desde los más hondos abismos, con lo que gravemente conmovido y mirando a lo alto, sacó la serena cabeza por cima de las olas, y contempló la armada de Eneas esparcida por todo el mar, y a los troyanos acosados en la tempestad y por el estrago del cielo. No se ocultaron al hermano de Juno los engaños y las iras de ésta, y llamando a sí al Euro y al Céfiro, les habla de esta manera: "¿Tal soberbia os infunde vuestro linaje ? ¿Ya, ¡oh vientos!, osáis, sin contar con mi numen, mezclar el cielo con la tierra y levantar tamañas moles? Yo os juro... Mas antes importa sosegar las alborotadas olas; luego me pagaréis el desacato con sin igual castigo. Huid de aquí, y decid a vuestro rey que no a él sino a mí dio la suerte el imperio del mar y el fiero tridente. El domina en su ásperos riscos, morada tuya ¡oh, Euro! Blasone Eolo en aquella mansión como señor, y reine en la cerrada cárcel de los vientos". Dice, y aun antes de concluir, aplaca las hinchadas olas, ahuyenta las apiñadas nubes y descubre de nuevo el sol; Cimotoe y Tritón desencallan las naves de entre los agudos escollos; el mismo dios las levanta con su tridente y descubre los grandes bajíos, y sosiega la mar, y con las ligeras ruedas de su carro se desliza por la superficie de las olas. (La Eneida. Primer Libro)
Los elementos desatados tienen notable protagonismo en las grandes obras clásicas. Entre los epítetos homéricos dedicados a Zeus en la Ilíada están: el de las sombrías nubes, que se complace en lanzar rayos, fulminador, que amontona las nubes, terribilísimo, prepotente Cronión y altitonante.
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