Pedro García Cabrera (1905-1981):
Una de las voces líricas más vigorosas y originales de la poesía canaria de todos los tiempos es la de Pedro García Cabrera, el poeta representativo de la generación de Gaceta de Arte.
Nació don Pedro en el pequeño pueblo gomero de Vallehermoso el 19 de agosto de 1905. A los siete años marcha a Sevilla, a donde había sido destinado su padre. Volverá pronto a las islas y con su familia, se establece en Tenerife, que va a ser en adelante su residencia casi permanente.
Los primeros textos literarios de García Cabrera aparecen en 1922, cuándo sólo contaba dieciséis años de edad, pero es a partir de 1925 cuando se intensifica la publicación de envíos poéticos y artículos suyos en los periódicos y revistas insulares.
En 1926 nace la revista Hespérides, en la que el poeta y algunos otros de los miembros más significativos de su generación colaboran. Es esta revista la que edita, en 1928, su primer libro, Líquenes, en el que se encuentran ya prefigurados con claridad los rasgos fundamentales de su poesía.
Participa, en 1930, en la fundación de la revista Cartones y dirige el semanario Altavoz, con el que aspiraba a denunciar la situación de caciquismo que soportaba su isla natal, La Gomera.
Miembro fundador de la gran revista Gaceta de Arte, con Eduardo Westerdahl, Pérez Minik y otros escritores e intelectuales isleños de horizonte universal, en las ediciones paralelas de la revista apareció publicado su segundo libro, Transparencias fugadas (1934).
Pedro García Cabrera, que había sido concejal republicano, por el Partido Socialista Obrero Español, en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, desde 1931, es deportado a Villa Cisneros en 1936, al estallar la guerra civil española, pero logra huir, en marzo del siguiente año, a Dakar. Regresa a España y toma parte en la contienda, hasta que es de nuevo encarcelado y condenado posteriormente a treinta años de prisión, aunque es puesto en libertad vigilada en 1945. Durante esta larga y dramática etapa de su vida, García Cabrera escribe Romancero cautivo, La arena y la intimidad y Hombros de ausencia.
En 1944 inicia el poemario Viaje al interior de tu voz. De 1951 es Día de alondras, y de 1959 La esperanza me mantiene, que representa la culminación de un período clave en su larga trayectoria poética: el paso del lirismo vanguardista al realismo social, según señaló en su momento Pérez Minik. El título lo extrae García Cabrera de una copla popular que había escuchado, de niño, muchas veces, en La Gomera y se mantenía, acosándolo, en su memoria, según propia confesión. Domingo Pérez ha dicho que en esta copla se resume "toda la condición geográfica y metafísica del hombre insular".
Libros posteriores son Entre cuatro paredes y Vuelta a la Isla (1968), Hora punta del Hombre (1969), Las islas en que vivo (1971), Elegías muertas de hambre (1975), Ojos que no ven (1977) y Hacia la Libertad (1978).
En medio de esta vasta fronda poética queda un conjunto de producciones líricas como poeta alguno haya escrito en tan alto número y calidad en Canarias, además de artículos, ensayos, teatro y narrativa. Sus Obras Completas, en cuatro tomos, fueron publicadas en 1987, en edición preparada bajo la dirección del profesor Sebastián de la Nuez Caballero y la colaboración de Rafael Fernández y Nilo Palenzuela, que patrocinó la Consejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias.
Pedro García Cabrera contrajo matrimonio en 1948 con Matilde Torres Marchal, su compañera inseparable, a quien conoció en el Hospital Civil de Jaén, cuando estuvo internado allí, debido a un grave accidente durante la guerra civil. Ella alienta sin descanso su memoria.
Poco antes de su muerte, el Cabildo de Tenerife tuvo tiempo de rendirle el último homenaje que se le tributó en vida, al hacerle entrega de la Medalla de Oro de la Isla.
Pedro García Cabrera murió el 20 de marzo de 1981, víctima de larga enfermedad que apenas pudo acallar su poderosa voz lírica.
Fue una gran figura en la poesía de Canarias. (De Laguna)
Las islas en que vivo:
Un día habrá una isla
que no sea silencio amordazado
Que me entierren en ella,
donde mi libertad dé sus rumores
a todos los que pisan sus orillas.
Solo no estoy. Están conmigo siempre
horizontes y manos de esperanza,
aquellos que no cesan
de mirarse la cara en sus heridas,
aquellos que no pierden
el corazón y el rumbo en las tormentas,
los que lloran de rabia
y se tragan el tiempo en carne viva.
Y cuando mis palabras se liberen
del combate en que muero y en que vivo,
la alegría del mar le pido a todos
cuantos partan su pan en esta isla
que no sea silencio amordazado.
(Pedro García Cabrera)
De ahí me llega toda esta palabra,
aún en boreales inocencias
y sin abrir los ojos todavía.
Palabras que me dejan al oído
un delgado rumor de caracola.
(Pedro García Cabrera)
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