A una goleta:
Goletilla ligera
que te columpias
con tu quilla rompiendo
las ondas turbias;
Goletilla impalpable
como la bruma
que pareces la reina
de las espumas.
¿A dónde te diriges
leve y gallarda
al soplo de las brisas
de la mañana?
¿A dónde tan velera
tu rumbo marcas alegre
como en sueños
una esperanza?
¿A dónde, goletilla
blanca y esbelta,
te diriges trazando
rápida estela?
¿No temes los peligros
de otras riberas,
ni las corrientes duras
ni las tormentas?
¿Por ventura te cansa
la azul bahía
con sus montes lejanos,
playas floridas,
embarcaciones blancas,
aves marinas,
y cantares y luces
por las orillas?
¿O buscas anhelante
ricos tesoros
navegando atrevida
de polo a polo?
¿O visitar pretendes
pueblos remotos
despreciando los vientos
y los escollos?
¿A dónde, aventurera,
vas atrevida?
¿Cómo dejas, ingrata,
con alegría
los risueños celajes
de las Antillas
y del trópico ardiente
las armonías?
¿A tu querida patria
vuelves la proa?
¿Y acaso, navecilla,
cándida ignoras
que de la nave ausente
las brisas borran
no más pronto la estela
que la memoria?
Retorna, goletilla
de velas blancas,
a las verdes riberas
americanas.
Tal vez arrepentida
llores mañana
recordando los goces
de estas comarcas.
¿Pero no me respondes
alba goleta?
Mis palabras no escuchas
pues ya te alejas
y entre espumas avanzas
rápida y bella
con la gracia y el brillo
de una sirena.
Avanza, goletilla,
la mar es tuya;
olvida mis palabras,
que la fortuna
solamente se logra
cuando se lucha,
y la gloria es el premio
del que la busca.
Si pereces luchando
sobre las olas
arrullarán tu muerte
músicas roncas.
A la mar, goletilla,
busca la gloria,
desprecia los deleites
de nuestras costas.
Yo también despreciando
tiernos hechizos,
desdeñando altanero
goces tranquilos,
ahogo los pesares
del pecho mío
del mar de las pasiones
en el bullicio.
Pero ya la goleta
rápida avanza,
apenas se distingue
confusa y vaga;
ya la ocultan las olas,
ya la levantan,
ya se pierde entre espumas
en lontananza.
(Nicolás Estévanez. Puerto Rico, 1866)
Nicolás Estévanez (1838-1914):
Militar, político, escritor, hombre de acción -como lo retrató Pío Baroja- Nicolás Estévanez es una de las personalidades más fascinantes del siglo XIX español. Nació en 1838, en Las Palmas de Gran Canaria. Ingresó en la Academia Militar de Infantería de Toledo en 1852. Participó como teniente en la guerra de Africa (1859-1860). Por sus hazañas en Africa se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando. En 1867 contrajo matrimonio en Puerto Rico. Destinado posteriormente a Cuba, abandonó el Ejército al mostrarse contrario al fusilamiento de unos estudiantes cubanos por parte de las tropas españolas (1871). De regreso a España es elegido diputado por Madrid (1872) y en ese mismo año participó en un oscuro intento de sublevación para implantar la República Federal. En 1873, ya proclamada la Primera República, es nombrado Gobernador Civil de Madrid y Ministro de la Guerra ("el más radical de todos los ministros posibles", lo calificó Castelar) cometido que desempeñó sólo 17 días. Exiliado voluntariamente en Francia, vivió en París hasta el año de su muerte (1914). En el exilio, Estévanez no abandonó su actividad conspiradora: hay fundadas sospechas de que fue él quien transportó hasta Barcelona la bomba que Mateo Morral utilizó en su atentado contra los reyes de España, en 1906.
Estévanez es autor de diversos libros de temática estrictamente militar (Diccionario militar, 1897), de poesía (Romances y cantares, 1881, Musa Canaria, 1900) y de memorias (Episodios africanos, 1897); Rastros de la Vida, 1913; y Fragmentos de mis memorias, 1903). La prosa de Estévanez es de una gran agilidad descriptiva; posee cierto tono irónico, que era, al parecer, también rasgo de su carácter. Los fragmentos de mis memorias es, en opinión del historiador José Luis Fernández Rúa "uno de los libros más interesantes para descifrar la clave de lo que fue la tormenta política española del XIX, que tuvo en él [Estévanez] a uno de sus protagonistas más singulares".
La poesía de Estévanez inicia en Canarias el movimiento conocido por "Escuela de La Laguna": exaltación de lo regional -paisajes, hombres- y rememoración del pasado aborigen de las islas. En este sentido su composición más divulgada es Canarias, un extenso poema publicado en 1878 en la "Revista de Canarias", y que constituye, como anota Domingo Pérez Minik "el edificio de una metafísica y de una moral insular". (Agustín Millares)
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Mi patria es una isla,
mi patria es una roca,
mi espíritu es isleño
como los riscos donde vi la aurora.
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