La goleta Demetrio arriba a Yorkshire sin tripulantes:
[...] Entró la rara goleta con todas sus velas desplegadas y alcanzó el santuario del puerto. El reflector la siguió, y un escalofrío recorrió a todos los que la vieron, pues atado al timón había un cuerpo, con la cabeza caída, que se balanceaba horriblemente hacia uno y otro lado con cada movimiento del barco. No se podía ver ninguna otra forma sobre cubierta. Un gran estado de reverencia y temor sobrecogió a todos cuando vieron que el barco, como por milagro, había encontrado el puerto, guiado solamente por las manos de un hombre muerto! Sin embargo, todo se llevó a cabo más rápidamente de lo que tardo en escribir estas palabras. La goleta no se detuvo, sino que, navegando velozmente a través del puerto, embistió en un banco de arena y grava lavado por muchas mareas y muchas tormentas, situado en la esquina sureste del muelle que sobresale bajo East cliff, y que localmente es conocido como el muelle Tate Hill. Por supuesto que cuando la nave embistió contra el montón de arena se produjo una sacudida considerable, cada yerga, lazo y montante sufrió la sacudida, y una parte del mástil principal se vino abajo. Pero lo más extraño de todo fue que, en el mismo instante en que tocó la orilla, un perro inmenso saltó a cubierta desde abajo, y como si hubiese sido proyectado por el golpe, corrió hacia adelante y saltó desde la proa a la arena. Corriendo directamente hacia el empinado acantilado donde el cementerio de la iglesia cuelga sobre la callejuela que va hacia el muelle del este, tan pronunciadamente que al de las lápidas (transatlanticas o piedras atravesadas, como las llaman vernacularmente aquí en Whitby) se proyectan de hecho donde el acantilado que la sostenía se ha derrumbado, y desapareció en la oscuridad, que parecía intensificada justamente más allá de la luz del reflector. Sucedió que por casualidad en aquellos momentos no había nadie en el muelle de Tate Hill, pues todos aquellos cuyas casas se encontraban en la proximidad estaban, o en cama, o habían subido a las alturas para ver mejor. Por eso el captan del guardacostas de turno en el lado este del puerto, que de inmediato corrió hacia el pequeño muelle, fue el primero que pudo subir a bordo. Los hombres que manejaban el reflector, después de escudriñar la entrada al puerto sin ver nada, dirigieron la luz hacia el buque abandonado y la mantuvieron allí. El capitán del guardacostas corrió sobre la cubierta de popa, y cuando llegó al lado de la rueda se inclinó para examinarla, y retrocedió de pronto como si estuviera bajo una fuerte emoción. Esto pareció picar la curiosidad general y un buen número de personas comenzaron a correr. Es un buen trecho el que hay desde West Cliff pasando por el puente de Drawbridge hasta el muelle de Tate Hill, pero su corresponsal es un corredor bastante bueno, y llegué con buena ventaja sobre el resto de la gente. Sin embargo, cuando llegué, encontré en el muelle a una muchedumbre que ya se había reunido, y a la cual el capitán del guardacostas y la policía no permitían subir a bordo.
El marinero atado al timón:
Por cortesía del jefe de marineros se me permitió, como corresponsal que soy, subir a bordo, y fui uno de los del pequeño grupo que vio al marinero muerto mientras se encontraba todavía atado a la rueda del timón. No era de extrañar que el capitán del guardacostas se hubiera sorprendido, o que hubiera sentido temor, pues no es muy común que puedan verse cosas semejantes. El hombre estaba simplemente atado de manos, una sobre otra, a la cabilla de la rueda del timón. Entre su mano derecha y la madera habla un crucifijo, estando los rosarios con los cuales se encontraba sujeto tanto alrededor de sus puños como de la rueda, y todo fuertemente atado por las cuerdas que lo amarraban. El pobre sujeto puede ser que haya estado sentado al principio, pero el aleteo y golpeteo de las velas habían hecho sus efectos en el timón de la rueda y lo arrastraron hacia uno y otro lado, de tal manera que las cuerdas con que estaba atado le habían cortado la carne hasta el hueso. una detallada descripción del estado de cosas fue hecha, y un médico, el cirujano J.M. Caffyn, de East Elliot Place, N° 33, quien subió inmediatamente -después de mí-, declaró después de hacer un examen que el hombre debió haber estado muerto por lo menos durante dos días. En su bolsillo había una botella, cuidadosamente tapada con un corcho, y vacía, salvo por un pequeño rollo de papel, que resultó ser el apéndice del diario de bitácora.
El capitán del guardacostas dijo que el hombre debió haber atado sus propias manos apretando los nudos con sus dientes. El hecho de que el capitán del guardacostas fue el primero en subir a bordo, puede evitar algunas complicaciones más tarde en la Corte del Almirantazgo; pues los guardacostas no pueden reclamar el derecho de salvamento a que pueden optar todos los civiles que sean primeros en encontrar un barco abandonado. sin embargo, los funcionarios legales ya se están moviendo, y un joven estudiante de leyes está asegurando en altas y claras voces que los derechos del propietario ya están completamente sacrificados, siendo retenida su propiedad en contravención a los estatutos de manos muertas, ya que la caña del timón, como emblema, si no es prueba de posesión delegada, es considerada mano muerta. Es innecesario decir que el marinero muerto ha sido reverentemente retirado del lugar donde mantenía su venerable vigilancia y guardia (con una tenacidad tan noble como la del joven Casablanca), y ha sido colocado en el depósito de cadáveres en espera de futuras pesquisas.
Ya esta pasando la repentina tormenta, y su ferocidad está menguando; la gente se desperdiga en dirección a sus casas, y el cielo esta comenzando a enrojecer sobre la campiña de Yorkshire. Enviaré, a tiempo para su próxima edición, más detalles del barco abandonado que encontró tan milagrosamente la ruta hacia el puerto, en medio de la tormenta. La secuela al extraño arribo del barco abandonado en la tormenta de anoche es casi más asombrosa que el hecho mismo. Resulta que la goleta es rusa, de Yama, y que es llamada Demetrio. Está llena casi enteramente de lastre de arena de plata, con sólo una pequeña cantidad de carga: muchas cajas grandes de madera llenas de tierra. Esta carga estaba consignada a un procurador de Whitby, el señor S. F. Billington, de La Creciente, N° 7, quien esta mañana fue a bordo y tomó posesión formal de los bienes consignados a nombre de él. El cónsul ruso, también. actuando por el lado del embarque, tomó posesión formal del barco y pagó todos los impuestos portuarios, etcétera. No se habla de otra cosa aquí que de la extraña coincidencia; los empleados del Ministerio de Comercio han sido exageradamente escrupulosos en ver que todos los trámites legales se cumplan de acuerdo con las disposiciones vigentes. (Bram Stoker. Drácula)
La novela llevada al cine:
Entre las películas sobre la novela de Stoker se citan primero las alemanas debido a la importancia del clásico de Murnau Nosferatu que versionaría en 1978 Herzog [Nosferatu, phantom der nacht], y en 1958 el británico Terence Fisher. Entre las norteamericanas está la realizada en 1931 por el especialista Tod Browning para Universal con Bela Lugosi; la rodada en 1979 por John Badham con Frank Langella y sobre todo la producida y dirigida por el brillante Francis Ford Coppola, que destaca la historia de amor sin que desaparezcan los elementos clásicos.
Nosferatu, el vampiro (1922) consagra al gran realizador Friedrich W.Murnau. Ambientada en 1830, narra con una belleza, un lirismo y una imaginación visual pocas veces alcanzada, cómo el célebre vampiro deja su castillo de Transilvania en una ataúd para propagar la muerte a través de su beso en el cuello. Destaca la fotografía de Fritz Arno-Wagner y el trabajo interpretativo de Max Schreck. También con Gustav Von Vangenheim, Greta Schoeder y Alexander Granach.
El joven Hutter, enviado a Transilvania para cerrar la venta de una finca de Wisborg, es internado en un hospital debilitado por la mordedura del vampiro. Teme por la vida de su mujer Ellen tras ver partir al conde Orlok. El velero Empusa parte del puerto de Barna con el conde acompañado de varios ataúdes llenos de tierra y ratas. Durante la travesía la peste va acabando con toda la tripulación del barco, y es el conde el único que arriba al puerto de Wisborg. Amparado por la oscuridad de la noche, desembarca y se dirige a la mansión comprada al agente inmobiliario Knock. La peste hace estragos en la ciudad. Ellen, que sufría de una misteriosa enefermedad, lee que sólo el sacrificio de una mujer sin pecado, que haga olvidar al vampiro el primer canto del gallo, puede librarles de su azote. La joven abre la ventana de su cuarto y propicia la llegada del vampiro, que finalmente es destruido por los primeros rayos del sol.
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