Monstruos marinos:
Escila aparece en las obras de Homero, Ovidio y Pausanías. Era una ninfa, de quien se enamoró el dios Glauco. Este buscó el socorro de Circe, famosa por su conocimiento de hierbas y magias, que se prendó de él. Como Glauco no olvidaba a Escila, envenenó las aguas de la fuente en que aquélla solía bañarse. Al contacto con el agua, la parte inferior del cuerpo de Escila se convirtió en perros que ladraban. Doce pies la sostenían y se halló provista de seis cabezas, cada una con tres filas de dientes. Aterrada por su metamorfosis se arrojó al estrecho que separa Italia de Sicilia. Los dioses más tarde la convirtieron en roca.
Los ictiocentauros [centauro-peces] son mencionados únicamente por Licfronte, Claudiano y el gramático bizantino Juan Tzetzes. La palabra se aplicó a seres que los mitólogos han llamado también centauro-tritones. Su representación abunda en la escultura romana y helenística. De la cintura arriba son hombres, de la cintura abajo son peces, y tienen patas delanteras de caballo o de león. Su lugar está en el cortejo de las divinidades marinas, junto a los hipocampos.
La naturaleza de las sirenas, perdición de navegantes, fue objeto de variadas explicaciones (aves, ninfas y monstruos), y acabaron descritas con cola de pez, como los tritones que integran el cortejo de Poseidón. Se les fue añadiendo características humanas y en los relatos de la Edad Media sobre su vida entre humanos llegan a adquirir virtudes.
Talos, el guardián de abrazo mortal de la isla de Creta, obra de Vulcano, arrojaba peñascos a los que pretendían desembarcar. Acabaron con su vida los Dioscuros Cástor y Pólux guiados por la hechicera Medea aprovechando su talón vulnerable.
Barcos de Roma:
Según la transcripción de un antiguo documento hecha por el rabino de Fez Aaron-Ben-Chain (s.XVI) numerosos peritios [aves con cabeza de ciervo y sombra de hombre] volaban en bandadas sobre las Columnas de Hércules. Los que cruzaron las aguas con Escipión para vencer a Cartago estuvieron a muy poco de fracasar en su empresa, pues durante la travesía apareció un grupo compacto de peritios, que mataron a muchos.
El fantasioso Plinio refiere que una rémora decidió la suerte del Imperio romano, deteniendo en la batalla de Accio la galera en que Marco Antonio revistaba su escuadra, y que otra rémora paró el navío de Calígula, a pesar del esfuerzo de los cuatrocientos remeros. Soplan los vientos y se encolerizan las tempestades, pero la rémora sujeta su furia y ordena que los barcos se detengan en su carrera y alcanza lo que no alcanzarían las más pesadas áncoras y los cables.
Suetonio citaba el repertorio de esqueletos de monstruos terrestres y marinos, además de las armas de héroes famosos que eran propiedad de Augusto.
Edad Media:
Una falsa carta del Preste Juan al emperador bizantino incluye en la descripción de sus reinos llenos de prodigios un Mar de Arena donde habitan peces vivos.
Cuenta La légende dorée (Lyon, 1518) los estragos que causaba El hijo de Leviatán cerca de la costa mediterránea: Había en un bosque sobre el Ródano, entre Arles y Aviñón, un dragón, mitad bestia y mitad pez, mayor que un buey y más largo que un caballo. Y tenía los dientes agudos como la espada, y cuernos a ambos lados, y se ocultaba en el agua, y mataba a los forasteros y ahogaba las naves. Y había venido por el mar de Galasia, y había sido engendrado por Leviatán, cruelísima serpiente de agua, y por una bestia que se llama Onagro, que engendra la región de Galasia.
En oriente y occidente abundan relatos de islas visitadas por navegantes que resultan ser criaturas marinas.
Son citadas en famosas obras como el viaje de Simbad y Orlando furioso. La descripción del zaratán del zoólogo musulmán Al-Yahiz (s.IX) en su Libro de los animales incluye valles y bosques en su lomo y la del cosmógrafo persa Al-Qazwiní (s.XIII) en su libro Maravillas de las criaturas es la de una gran tortuga despertada por el fuego de los visitantes. Identifica la criatura como el bien conocido Zaratan. En los bestiarios griegos y anglosajones estas islas vivas adquieren naturaleza maléfica.
Estudiosos irresponsables:
El naturalista boloñés Ulises Aldrovandi publicó entre 1599 y 1608 su Historia natural en trece volúmenes.
Se arruinó encargando a dibujantes y pintores grabados para la obra y murió prácticamente en la miseria.
Dejó un prolijo texto latino lleno de fabulosas invenciones descritas con estilo ceremonioso y grave.
Inventaba características de desconocidos peces con imaginación desaforada.
Abundantes textos relatan los temores al kraken de los marinos del Norte.
Fue descrito con detalle por Erik Pontoppidan (1698-1764), obispo de Bergen, en su Historia Natural de Noruega (Copenhagen, 1752).
Hubiera sido de esperar una actitud mucho más ceñida a los hechos por parte de un estudioso que publicó numerosas obras de zoología.
Linneo (1707-1778) no era infalible. Incluyó en sus clasificaciones animales míticos y «humanos monstruosos», cuyas descripciones, hechas por los hombres de mar y por otros viajeros imaginativos, aceptó crédulamente. (Bryson)
Los eruditos chinos dejaron muy de lado las observaciones y clasificaciones sobre fenómenos del mundo marino.
La mitología china incluye a una variedad de seres de aspecto humano dotados de unas grandes manos que usan para capturar peces que les sirven de alimento.
La tradición china comparte con la occidental abundantes referencias a dragones, unicornios y al fénix.
Se conservan descripciones indias y musulmanas del caballo de mar, imponente criatura de anatomía semejante al caballo terrestre.
Simbad es testigo de la salida de un ejemplar durante su estancia en una isla que pudiera ser Borneo.
No es tan peligroso que no pueda ser capturado.
En el siglo XVIII el viajero chino Wang Tai-hai proporciona información inventada que entra en el detalle. Si los ejemplares domados se acercan a los ríos recobran su antigua naturaleza y se alejan nadando.
Dragones:
El dragón chino es la personificación del concepto del yang (masculino) y está relacionado con el tiempo como propiciador de la lluvia y el agua en general.
Posee bigotes de bagre y escamas de pez, y puede transformarse en nubes y en agua.
Aparecen figuras en evolución de dragones en yacimientos neolíticos chinos.
En la Ilíada se lee que en el escudo de Agamenón había un dragón azul y tricéfalo.
Plinio refiere que en el verano el dragón apetece la sangre del elefante, que es notablemente fría. Bruscamente lo ataca, se le enrosca y le clava los dientes. El elefante exangüe rueda por tierra y muere; también muere el dragón, aplastado por el peso de su adversario. También leemos que los dragones de Etiopía, en busca de mejores pastos, suelen atravesar el mar Rojo y emigrar a Arabia. Para ejecutar esa hazaña, cuatro o cinco dragones se abrazan y forman una especie de embarcación, con las cabezas fuera del agua.
Fue insignia de la cohorte romana, como el águila de la legión, origen de los posteriores regimientos de dragones.
● Ignoramos el sentido del dragón, como ignoramos el sentido del universo, pero algo hay en su imagen que concuerda con la imaginación de los hombres, y así el dragón surge en distintas latitudes y edades. Es, por decirlo así, un monstruo necesario, no un monstruo efímero y casual, como la quimera o el catoblepas. (Borges)
Beowulf:
Gréndel, el ser maléfico al que se enfrenta Beowulf (Inglaterra, siglo VIII) mora bajo las aguas en tierras danesas.
Es un dragón protegido por un hechizo de los filos de las armas.
Muere junto a su madre en una profunda guarida dejando una gran extensión de agua teñida de rojo.
En el ejemplar manuscrito que se conserva el monje copista del siglo X añade referencias cristianas al relato legendario.
Desde tiempos remotos vivía esta fiera entre gente infernal, padeciendo la pena que Dios infligió a Caín y a su raza. Castigó duramente el Señor de la Gloria la muerte de Abel, no obtuvo Caín de su hazaña provecho: Dios le exilió y apartó de los hombres. Es de él que descienden los seres malignos, los ogros y silfos.
Beowulf muere a una provecta edad por las heridas causadas por una tercera criatura monstruosa que guarda un tesoro.
Con sus últimas fuerzas parte en dos una gigantesca serpiente que escupe fuego.
Los piratas escandinavos pintaban dragones en sus escudos y esculpían cabezas de dragón en las proas de las naves. Los reyes germánicos de Inglaterra mostraban en sus estandartes dragones que pretendían infundir terror.
Los descendientes de anglos, jutos y sajones que se habían establecido en la isla en el siglo V se consideraban germanos.
La aparición de forma muy habitual del dragón en los cuentos europeos sirvió para transformar su aspecto en el imaginario popular. Pasó de ser algo terrible a ser un elemento frecuente, esperado y casi familiar.
Se convirtió en costumbre adornar los mapas impresos con criaturas fantásticas marinas de aspecto terrible.
Abundaban seres expulsando chorros de agua dobles inspirados en ballenas.
En los bestiarios medievales aparece el gran pez aspidochelone, también descrito como una gran tortuga, confundido por los navegantes con una isla. Es la causa de muchos ahogamientos cuando se sumerge arrastrando al fondo tripulantes y barcos.
Plinio refiere una historia del pez de enorme tamaño llamado pristis.
Los estudiosos del Talmud hacen conjeturas sobre el jasconius como figura del Mal, creado por Dios en el quinto día. Permanece girando en el fondo del océano intentando morder con su boca su cola, para así detener su movimiento de rotación y poder reposar.
Jasconius está asociado en el folclore irlandés con el barco varado de San Brandán.
El Cuero de los pescadores chilenos es criatura semejante con poder premonitorio.
En la pintura occidental hay numerosas representaciones de muy variadas formas de la criatura marina que se tragó y retuvo vivo al Jonás de la Biblia.
En relatos tradicionales de algunas tribus norteamericanas existen peces que anidan en los árboles y otros que nadan hacia atrás para evitar el contacto de sus ojos con el agua.
En la primera edición de la novela fantástico-picaresca Simplicius Simplicissimus aparece el dibujo del monstruo sucesivo Baldanders. Entre sus atributos está una cola de pez. La cambiante criatura sujeta un libro con variadas representaciones entre las que figura un velero. La inspiración literaria del monstruo proviene del pasaje de la Odisea en que Menelao persigue al dios egipcio Proteo, que se va transformando sucesivamente en distintos seres vivos y finalmente en agua.
Relatos de oriente:
En una de las biografías chinas de Buda, este acude a ver la criatura marina que unos pescadores han sacado del agua.
Era un pez de cien cabezas diversas con la forma de animales comunes.
El sabio reconoce en ella la reencarnación del brahmán Kapila, dotado de gran inteligencia pero con el defecto de poner nombres insultantes a sus condiscípulos.
Vishnu, segundo dios de la Trinidad que preside el panteón brahamánico, suele cabalgar en la serpiente que llena el mar.
Entre la fauna fabulosa china se encuentran los Hombres Marinos, que tienen cabeza y brazos de hombre, y cuerpo y cola de pez.
En 1977 el pesquero japonés Zuiyo Maru, enganchó en sus redes el cadáver semidescompuesto de un extraño monstruo marino, de unos 15 metros de largo. Lo izaron a cubierta y tomaron numerosas fotografías en color. El capitán ordenó arrojarlo de nuevo al agua, temiendo que contaminara la carga. Los investigadores no han podido identificar a la criatura a partir de las fotos.
Fijados en el imaginario por celebraciones y cultos, en regiones remotas de China en la actualidad quedan algunas personas que tienen a los dragones por seres reales.
Conjeturas supersticiosas sobre el chorro de las ballenas (s.XIX):
Y no es muy prudente para el cazador ser demasiado curioso en cuanto a la naturaleza exacta del chorro de la ballena. No está bien que se ponga a escudriñarlo, ni que meta la cara dentro. No se puede ir con el cántaro a esta fuente, y llenarlo y marcharse. Pues aun al entrar en ligero contacto con la zona exterior y vaporosa del chorro, como ocurre a menudo, la piel arde febrilmente por la acidez de la sustancia que la toca. Y sé de uno al que, al ponerse en contacto más cercano con el chorro, no puedo decir si con algún objetivo científico o no, se le peló la piel de las mejillas y el brazo. Por tanto, entre los balleneros, el chorro se considera venenoso; ellos tratan de eludirlo. Otra cosa; he oído decir, y no lo dudo mucho, que si el chorro da de frente en los ojos, uno se queda ciego. Entonces, lo más prudente que puede hacer el investigador es dejar en paz ese mortal chorro. (Melville)
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