Brujas: La temeraria, decidida y profética Juana de Arco adquirió entre las tropas en guerra la reputación de poseer poderes mágicos hacia 1429. Comenzaron a recordarse profecías que hablaban de la llegada de una doncella para salvar a Francia. El entonces delfín Carlos VII, en un punto álgido de la ocupación inglesa, no quiso vincular su suerte y reputación militar con la desconocida de manera precipitada. Ordenó someterla a un examen por un grupo de teólogos en Poitiers para probar que la joven que percibía visiones y voces no tenía tratos con el demonio. Tras su captura por las tropas borgoñonas entre los delitos por los que fue condenada a la hoguera en juicio eclesiástico irregular en Rouen (1431) estaba el de brujería.
Siglo XVII:
Ocultismo:
Aquelarre:
La misa negra o contramisa fue una parodia de la misa católica que rinde culto a Satán o al demonio.
La literatura las mencionó tomando elementos de narraciones populares. Sus rituales se burlan del valor sacro de la misa cristiana. Los participantes sostienen a veces un crucifijo cabeza abajo, recitan oraciones al revés, realizan una bendición burlesca con agua sucia, emplean como altar el cuerpo de una mujer desnuda, sacrifican animales o ejecutan extrañas prácticas sexuales. Algunas concluían con danzas y saltos en corro hasta el acoplamiento carnal, una orgía sexual en la que nada se respetaba.
Durante la edad media algunos heterodoxos combinaban el ritual cristiano con una magia que en ocasiones se relaciona con la brujería y el culto satánico. La imagen moderna de la misa negra surge a partir de 1600 coincidiendo con un aumento de condenas por brujería. Los tribunales forzaban a los acusados a admitir la práctica de este ritual. Las sociedades de brujería no reconocen que fuese práctica usual ni que exista en la actualidad.
Una de las localidades que la tradición asocia a los aquelarres es la población navarra de Zugarramurdi donde la Inquisición procesó a 40 vecinas y condenó a morir en la hoguera a 12 bajo acusación de brujería (1610). En la actualidad, este municipio celebra en el mes de junio una fiesta con música autóctona y danzas en recuerdo de los aquelarres.
La mano de las brujas en la guerra (s.XX):
En mayo de 1943 se empezó a construir un aeródromo norteamericano en Boreham, cerca de la ciudad inglesa de Chelmsford. En el bosque de Dukes había una gran piedra que probablemente fuera un altar pagano de una época anterior a la llegada de los romanos. Los habitantes de la región, debido a la tradición oral, estaban convencidos de que mover la piedra de su lugar original acarrearía numerosas desgracias. Tras varios sucesos desafortunados que parecían una venganza por alterar el descanso de la bruja, al asunto se le fue restando importancia y la piedra acabó adornando el aparcamiento de un pub.
[...] Algunos de los lugareños, al ver que la piedra iba a ser trasladada a otro lugar, advirtieron a los ingenieros para que no lo hicieran; el motivo era que aquella roca tenía un difuso carácter sagrado para los habitantes de la zona. Sin saber precisar muy bien el motivo de la supuesta importancia de la piedra, los habitantes indicaron que, según la tradición, debajo de la roca estaba enterrada una bruja que había sido quemada siglos atrás en la hoguera. Para redondear la truculencia de la historia, los más ancianos aseguraban que fue precisamente en ese punto en donde apareció asesinado un guardabosques en 1856, no hallándose nunca al culpable. (Jesús Hernández)
● Las experiencias de abandono del cuerpo son inducidas por sustancias anestésicas disociativas como las cetaminas. La ilusión de volar es inducida por la atropina y otros alcaloides extraídos de la belladona, y esas moléculas obtenidas de la mandrágora o del estramonio han sido utilizadas normalmente por las brujas europeas y los curanderos norteamericanos para gozar, en el trance del éxtasis religioso, de un vuelo placentero y glorioso. (Carl Sagan)
► Una de las prácticas de las brujas europeas consistía en frotarse la piel con ungüentos alucinógenos que contenían plantas como la Atropa belladonna (belladona), la mandrágora y el beleño, cuyo principio activo era la atropina, que se absorbe al contacto con la piel. Los chamanes americanos disponían de un arsenal de plantas con sustancias alucinógenas mucho más variado.
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