Física: Agua:
► Las minúsculas partículas de hielo y agua suspendidas en una nube se encuentran en un precario equilibrio entre presión atmosférica, temperatura del aire y fuerza de gravedad. Con una variación ligera de las condiciones muchas partículas que se unen pesan lo suficiente para caer.
► Según un equipo de la Universidad de Bonn los océanos tienen un peso total de unos tres mil billones de kilogramos. El resultado fue obtenido al determinar la distribución de masa oceánica a partir de los cambios de la atracción gravitacional que ésta ejerce sobre los satélites (2009).
► La luz blanca se descompone en varias longitudes de onda que el ojo humano percibe como colores. El hielo comprimido de los glaciares absorbe la longitud de onda que corresponde al color rojo, que es larga, y el color azul, con una longitud corta, es el que se transmite y dispersa. Cuanto más largo sea el camino que la luz recorre a través del hielo, más azul se verá.
► Hidrodinámica:
Disciplina que se ocupa de estudiar la dinámica de los líquidos.
Entre sus aplicaciones está el diseño de canales, construcción de puertos y presas, fabricación de barcos y turbinas.
Al contrario de lo que ocurre con los gases, la densidad de un fluido líquido no varía con el cambio de presión.
Con la fórmula de Torricelli se calcula la velocidad del líquido que sale de un recibiente por una abertura.
El caudal (volumen de líquido que fluye por unidad de tiempo) se expresa en metros cúbicos por segundo.
En el principio de Bernoulli uno de los factores que actúa es la energía potencial gravitatoria.
► Además de determinar la tendencia de giro de anticiclones, borrascas y corrientes, animadas por la fuerza de Coriolis se crean unas zonas detectadas con aparatos que miden la radiación termal de la superficie. Estas zonas se alargan horizontalmente siguiendo los meridianos terrestres. Los puntos de la superficie con la máxima radiación termal se encuentran en los desiertos.
En el lado opuesto de la radiación están los puntos del planeta con las precipitaciones más abundantes.
► Cocina: La semilla de maíz se convierte en palomita cuando el agua que contiene pasa a estado de vapor. Su cáscara (epicarpio), dura y hermética, encierra almidón y una pequeña cantidad de agua. Sometida a intenso calor se convierte en vapor y cuando el interior supera una determinada cantidad de presión la cáscara se rompe violentamente.
El agua contenida en algunos alimentos supone un problema para calentarlos con microondas.
Es el caso del huevo, cuya cáscara explota. Es posible freír un huevo en el microondas haciendo un minúsculo agujero en la película exterior de la yema.
► Detergentes: Ante la tendencia del consumidor a emplear agua fría para lavar la ropa, los fabricantes añaden a los detergentes enzimas, agentes oxidantes y fosfonatos.
El detergente en polvo gana al líquido en efectividad porque puede incorporar componentes extra como zeolitas, fosfatos y agentes blanqueantes. A los detergentes comercializados en pastillas se les suele añadir ingredientes efervescentes, dispersantes y sales de disolución rápida.
La mayoría de los detergentes son compuestos de sodio del sulfonato de benceno sustituido (responsable de la acción detergente), junto con tripolifosfato de sodio. El producto de limpieza, además de tener la propiedad química de disolver la suciedad, debe poder incorporar la sustancia disuelta en la sustancia detergente inicial.
Naves espaciales: Cohetes nucleares:
No serían viables para enviar cargas a órbitas terrestres por culpa de su peligrosidad, una explosión en un lanzador atómico puede contaminar grandes porciones de tierras continentales. Pero en el espacio interestelar no suponen ningún problema, allá no hay nada ni nadie a lo que se pueda dañar, pues reina el vacío casi absoluto y la radiación ya existe por sí misma en forma de rayos cósmicos. Las máquinas nucleares espaciales son muy variadas y una de ellas se lleva el premio a la cosmonave más extravagante de la historia. Se trata del resultado de múltiples investigaciones por parte de grupos entusiastas de la astronáutica.
En 1946 el físico de Los Alamos Stanislaw Ulam sugirió una loca, pero totalmente realizable idea para propulsión espacial, utilizando explosiones de armas atómicas. Imaginemos una gran nave cargada con miles de bombas de fisión. Cada pocas décimas de segundo una de estas armas mortíferas sale expelida por la popa del vehículo y explota a una distancia de seguridad. La onda expansiva resultante chocará contra unos discos de inercia muy resistentes situados también en popa y el resultado es un gran impulso del conjunto con cada explosión. La combinación de muchas detonaciones proporcionaría la aceleración necesaria para alcanzar grandes velocidades.
Varios proyectos de ingeniería, como el Orión o el Dédalo, han estudiado la idea durante años, llegando a la conclusión según la cual tendríamos a una tripulación bastante frita con tanta radiación, un asunto por resolver. (Alejandro Polanco, www.alpoma.net)
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