Construcción naval en Santa Cruz de Tenerife:
Además de las compras, la flota canaria se ha formado por medio de embarcaciones fabricadas en las islas. La construcción naviera no necesitaba grandes inversiones o maquinaria especializada, ni grandes espacios de fabricación y botadura. El carpintero de ribera era a la vez ingeniero, proyectista y constructor: él mismo lo hacía todo, menos los clavos, que tenía que comprar. Desde los primeros tiempos de la conquista existía en Santa Cruz un "maestre de faser navíos" llamado Cristóbal Martín; había un varadero en la playa del barranco de Almeida, y otro más en el costado de la Caleta. En Santa Cruz se hacían barcos como en cualquier playa donde había bosques en la proximidad, como en San Andrés, en Garachico o en San Marcos de Icod.
Esta industria fue importante, sin duda la primera de unas islas que no disponían de muchos recursos industriales. No llegó nunca a asegurar la autonomía de la flota canaria, pero cubrió gran parte de sus necesidades, y, de una manera general, todas las de su flota de pesca. También se fabricaban de manera normal y continuada los barcos para la carrera de Indias. El tonelaje de éstos había sido regulado por las ordenanzas del Consejo de Indias, en 1556 y en 1561; pero desde el principio se había establecido una excepción para los navíos canarios, que podían tener una capacidad de 80 toneladas, límite que resultaba inferior a la norma general. Era un castigo, probablemente destinado a hacer más costoso el transporte; pero resultó ser también una ventaja, de la que se aprovechó la industria local. Debido a esta circunstancia, cuando se habla da barco canario, se entiende menor que el peninsular de su misma clase; pero la verdad es que rebasa frecuentemente las 80 toneladas admitidas como máximo.
En los varaderos canarios era posible construir barcos de mayores dimensiones. Un ejemplo es el de la nao de 250 toneladas fabricada en 1546 por Blas Díaz en la caleta que después, y a raíz de este episodio, llevó durante mucho tiempo su nombre. En 1626, Luis Interián quiso fabricar a sus expensas un galeón de 600 toneladas, "con intención de servir con él a las armadas y flotas de Indias" y lo único que logró fue reunir en contra de sus proyectos la unanimidad de la Casa de la Contratación, del Consulado y de los mareantes de Sevilla.
Desgraciadamente, no era ésta la única limitación de la industria naviera insular. Después de un primer período de euforia, empezó a escasear la madera. La de Canarias era de excelente calidad para la fábrica de navíos y tenía la reputación de servir mejor que las otras contra la broma que solía destrozar los cascos. Su misma reputación la perdió. Se intentó limitar el proceso de destrucción de los bosques tinerfeños, autorizando los cortes sólo para las embarcaciones destinadas al tráfico local y cuyos propietarios eran tinerfeños: pero hubo numerosos abusos, que no se podían evitar ni sancionar en todos los casos. En 1642, para fabricar la quilla de un barco de 40 palmos o diez metros de largo, era preciso ir a buscar un árbol conveniente tan lejos como en el valle del Bufadero.
Año de 1520, junio día 26:
Juan Fernández, carpintero de ribera, vecino de la isla de La Palma, estante en Tenerife, recibe a Bartolomé de Fuentes, para enseñarle el oficio de carpintería de ribera por 4 años a partir del primero de este mes Bartolomé le ha de servir en el oficio de comer, beber, vestir y calzar, y al final del tiempo darle: capa, sayo, jubón, calzas, un par de camisas y zapatos, bonete de buen paño y toda la herramienta perteneciente al oficio, y si enfermara lo ha de tener en su casa a su costa.» (Alonso de Gutiérrez , «Protocolos»)
Escasez de madera:
Todavía quedaban bosques en Tenerife; pero los destrozos continuaban con ritmo acelerado. A mediados del siglo XVIII se fabrican, sobre todo en Santa Cruz, "muchos navíos que se destinan para la permisión a Indias" y, en vista del estado de los bosques, el Cabildo determina prohibir la tala y negar en adelante cualquier permiso. Cuando Bartolomé Montañés pretende fabricar algunos barcos de pesca para proveer su industria de salazones, se ve obligado a pasar el encargo a La Palma, porque en Tenerife falta la madera; y lo mismo hizo el administrador de las rentas reales, para poder fabricar un bergantín dedicado al servicio. El Cabildo se acuerda ahora con nostalgia que hasta mediados de siglo se podía fabricar en la isla navíos de hasta 300 toneladas y de "una duración pasmosa", mientras que ahora hay que pagarlos a la industria extranjera y no llegan con mucho a tener la misma calidad. En los últimos años del siglo XVIII, en los varaderos de Santa Cruz no se fabrican sino lanchas y barcos pequeños o se procede a arreglos menores. Entre 1808 y 1812 todavía se fabrican en las islas unos 35 navíos. Incluso cuando siguen trabajando, ocasionalmente y muy de vez en cuando, los astilleros de Santa Cruz han terminado su misión.
(Cioranescu)
Varaderos siglos XIX y XX:
Los varaderos habían sido activos en el antiguo puerto de Santa Cruz. Más que varaderos, ya que por aquel entonces no se necesitaban recintos especializados ni utillaje particular, se puede decir que a lo largo del siglo XIX se han construido embarcaciones en cualquier punto de la playa de Santa Cruz. Se trata, claro está, de buques de poco tonelaje: el mayor de todos, el brik Victoria, terminado en 1878, tenía una capacidad de 600 ton. Más tarde, a partir del último cuarto del siglo pasado, se han instalado en la playa que corría del muelle al barranco de Almeida, espacio tradicionalmente dedicado al varado de buques, cuatro varaderos especializados, que han continuado sus actividades, con los naturales altibajos producidos por la situación económica general, hasta después de terminada la segunda guerra mundial: los varaderos de Hamilton y el de Elder Dempster (este último transformado después en Industrias Marítimas), que trabajaban en la playa, al descubierto, lanzando al agua goletas, balandras, gabarras y pequeños buques fruteros para el cabotaje, además de las tareas acostumbradas de reparaciones; el varadero de Cory y Comp., dedicado al cuidado exclusivo de las solas embarcaciones de la empresa; y el de la Junta de Obras del Puerto, creado en 1919. Los varaderos de Hamilton y de Cory han desaparecido en las obras de la avenida de Anaga. Desde 1965 se disponía del varadero de la sociedad "Nuevos Varaderos" (NUVASA), en zona norte de la dársena comercial, con una superficie de 45.000 metros cuadrados y con una capacidad para 13 barcos de hasta 2.000 ton. Varados en posición horizontal.
(Cioranescu)
Broma:
Molusco lamelibranquio ampliamente distribuido y muy destructor, que cava galerías a través de las maderas sumergidas o de los cascos de los barcos, desembarcaderos y pilotes, causando grandes daños. El nombre se aplica a las especies de los géneros Teredo y Bankia, moluscos bivalvos profistos de largos sifones y de una pequeña concha situada en el extremo anterior del cuerpo, que se incrusta profundamente en la madera. La perforación se efectúa por la rotación de esta pequeña concha, tan dura que reduce la madera a serrín. Si el ataque es muy extenso, llega a ocasionar el derrumbamiento de la construcción o el hundimiento del barco. La madera puede protegerse contra el ataque de la broma mediante pinturas a base de cobre o por impregnación de creosota.
Llegada de los laureles de Indias a Santa Cruz:
Con el viejo laurel de Indias se alzan casi las mismas casas de antaño. Vencidas, mordidas por el tiempo, esperan el momento de caer para siempre para que, sobre sus solares, se eleven nuevos edificios. Estos serán los que, con su cemento y cristal -con su sombra- darán muerte el laurel, descendiente de aquellos que, en 1860, el capitán Serís trajo de La Habana española en su bergantín redondo El Guanche, de la santacrucera firma de hamilton y Compañía. De aquellos plantones nacieron los que, con el tiempo, se han convertido en la cofradía del verdor perenne que da escolta gallarda a todos los jardines y plazas de la ciudad, de la Isla toda.
(Juan Padrón Albornoz, 1982)
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