NAVEGACION
VIENTO EN EL MEDITERRANEO



Viento en el Mediterráneo:
Perder la tramontana:
Es la tramontana, según el Diccionario de la Real Academia Española, «el Norte o Septentrión y el viento que sopla de esta parte». Asimismo, en otra acepción, es un figurativo de«altivez, vanidad, soberbia o pompa». En cuanto a la expresión «perder la tramontana» es igual a «perder la brújula». También puede emplearse en el sentido de perder los estribos», desbarrar, obrar fuera de razón. La etimología de la palabra procede del Italiano y aparece escrita por vez primera en el Diario de Colón (1502). La palabra italiana tramontana, que es un término marítimo genovés que indica el viento de más allá de los montes de los Alpes, llega tarde al castellano. No así al catalán, ni al francés, donde aparece en los siglos XIII y XIV. En Cataluña sobre todo, la palabra tramontana tiene su sentido por ser el viento de los Pirineos. Así en Rarnon Llull «Guarda la A a la tremuntana» (Llibre de la Contemplació) o la Crónica de Jaume I: «D’una font que hi neix d’una part vers tramuntana». Y en su acepción de punto cardinal viene aclarada en otro texto de Genebreda: «Gira’t a les quatre parts del mon, a mig jorn, a tramuntana a orient e occident». Asimismo en francés aparece ya en el siglo XIII el viento tresmontane, Perder la tramontana es perder el Norte; la palabra tiene, no obstante, una acepción tanto en castellano como en catalán y en francés que no recoge nuestro Diccionario: el de la estrella polar. En Cataluña, de muy antiguo, tuvo este significado de viento y de estrella. El mismo Ramon LlulI emplea la palabra en los dos sentidos: «Veem que los mariners com van per la mar qu’es guien per la tremuntanada». Igualmente en francés se encuentra este sentido en el siglo XIII en Jean de Meung, el autor célebre del Roman de la Rose:

    Claire esimie de mer, certaine tresmontane,
    Méne-nous et conduis en glaire souveraine,

Lo curioso del caso es que la primera mención escrita de tramontana en castellano con la significación de estrella polar es una invocación a la Virgen muy parecida a la anterior, pero data del siglo XVII y la escribió nada menos que Lope de Vega:

    Virgen del mar, Estrella tramontana
    Hermosa más que el sol...

Perder la tramontana es, por lo tanto, perder la guía de la estrella del Norte, como se comprueba en el refrán catalán completo: «Perdre la tramuntana de vista». Hoy la frase está prácticamente en desuso en castellano y catalán aunque no en francés. Así el poeta Georges Brassens aún canta:

    J’ai perdu la tramontane
    en perdant Margot...

Claro está que esta expresión resulta incomprensible para la mayoría de franceses que no sean meridionales como Georges Brassens, que es natural de Sète. En Cataluña, hoy, tramontana sirve para designar al viento tan sólo y existen no pocas supersticiones que se refieren a él. (Néstor Luján)

La llegada del invierno:
Desde octubre, las depresiones oceánicas, henchidas de humedad, inician sus viajes procesionales, de oeste a este. Vientos de todas direcciones caen sobre ellas y las empujan hacia adelante, las impelen hacia Oriente. El mar se ensombrece, adquiere las tonalidades grises del Báltico, o bien, sepultado bajo un polvo de espuma blanca, parece cubrirse de nieve. Y se desencadenan las tempestades, terribles tempestades. Los vientos devastadores, el mistral, el boreas, atormentan el mar y, en tierra, hay que abrigarse contra sus furores y violencias. Las hileras de cipreces en Provenza, los corta-vientos de juncos de la Miticha, las gavillas de paja con que se rodean los sembrados de hortalizas en Sicilia, son indispensables para la protección de los cultivos.

Al mismo tiempo, todos los paisajes desaparecen bajo un telón de lluvia torrencial y nubes bajas. Es el cielo dramático de Toledo de los cuadros de El Greco. Son las trombas de agua de los inviernos de Argel, que dejan estupefactos a los turistas. Los ríos, secos hace meses, engrosan su corriente, y las inundaciones son frecuentes y brutales, a través de las llanuras del Rosellón o de la Miticha, en Toscana o en Andalucía o en la campiña de Salónica. A veces, lluvias absurdas franquean los límites del desierto, sumergen las calles de La Meca y transforman en torrentes de barro las pistas del norte sahariano. En Ain Sefra, en el sur oranés, Isabelle Eberhard, la exiliada rusa fascinada por el desierto, perecía en 1904, arrastrada por una crecida inopinada de un guad. (Fernand Braudel)

Costa del norte:
El Atlántico Norte es zona de vientos poderosos. Los pescadores deben estar muy atentos a la evolución de los fenómenos meteorológicos. El Viento del Oeste domina una costa de buenos barcos y hombres intrépidos. [...] Implacable con los barcos inhábiles y los marinos pusilánimes. (*) Cuando el Viento del Este soplaba en el Canal de forma persistente los veleros detenidos formaban grupos de cientos esperando el cambio de dirección. Podían ver a los veleros que salían de puerto hacia el oeste desplegando todo el trapo. Su llegada constituía una sorpresa que los barómetros no podían alertar. (*) Las gotas del mar batiente son transportadas por el viento unos metros en zonas próximas a la costa. La vegetación presente debe adaptarse a mayores concentraciones de sal. (*) Se decía que taumaturgos de Bretaña tenían en poder de mandar viento del mar a las colinas en los días cálidos, para que refrescasen los manzanos y los rebaños.


► La palabra tokelau significa en tokelauano viento del Norte. La población del archipiélago se formó a partir de asentamientos de polinesios de islas cercanas. Hasta 1946 el territorio bajo dominio británico era denominado Islas Unión.

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