HISTORIA
Perú
Pizarro



Francisco Pizarro:
El conquistador extremeño era natural de Trujillo (Cáceres) e hijo natural de Gonzalo de Pizarro (que combatió en Italia al mando del Gran Capitán). Llegó a América con Alonso de Ojeda en 1509 y participó con Núñez de Balboa en varias expediciones salidas desde Venezuela y Urabá. En 1526 sale de Panamá, desembarca en el río Esmeralda y recaba información sobre el imperio Inca. En 1529 recibe el permiso para conquistar 200 leguas y los títulos de capitán general, gobernador y adelantado del Perú. En 1531 sale de Panamá y llega por tercera y definitiva vez a Perú, iniciando la conquista. El 15 de noviembre entra en Cajamarca. En 1532 se interna en tierras del Imperio Inca. El 29 de agosto de 1533 los españoles al mando de Pizarro ajustician a Ayahualpa. El 15 de noviembre entra en Cuzco. El rápido éxito obtenido se vio turbado por la división entre pizarristas y almagristas, que lucharon entre sí para asentarse en las tierras más prósperas. Los españoles preferían asentarse en tierras altas y en climas como el de la meseta mexicana. La penetración en zonas como Venezuela y Colombia sería más lenta debido en parte al clima. El 26 de abril de 1538 derrota a Almagro en la batalla de Salinas. El 8 de julio de 1538 Almagro es ajusticiado. El 26 de junio de 1541 un grupo de almagristas asaltan su palacio en Lima y lo matan a estocadas.

Carlos V envió al leonés Cristóbal Vaca de Castro (1492-1566) para investigar las causas de la guerra civil y la muerte de Almagro. Se hizo cargo de la autoridad suprema del virreinato tras el asesinato de Pizarro y venció a los almagristas en las llanuras de Chupas. Mandó a ajusticiar a los asesinos de Pizarro e intentó pacificar el país, pero acabó enfrentado con los partidarios de Gonzalo Pizarro. La corte decidió nombrar virrey a Núñez de Vela, que apresó y envió a España a su antecesor. Vaca de Castro fue absuelto e incorporado al Consejo.

Huayna Cápac, sucesor de Túpac Yupanqui, había logrado consolidar el dominio inca sobre los territorios de la zona norte del imperio, el país de los indios caraquis. Una de las consecuencias de estas campañas por la región quiteña fue que Huayna Cápac desposó a la princesa Paccha, hija del último shiri o soberano de Quito, y tuvo un hijo. En 1517 Atahualpa acompaña a su padre Huayna Cápac en las guerras contra las tribus ecuatorianas.

Atahualpa se impone a Huáscar:
En 1524 Atahualpa recibe las primeras noticias sobre la llegada de la expedición de Pizarro a la fronteran norte del Imperio Inca. En 1525 Muere Huayna Cápac y se enfrentan los partidarios entre Atahualpa y Huáscar. Tanto Huáscar como Atahualpa se consideraban los herederos legítimos de su padre. A la muerte de Huayna Cápac, Huáscar fue aclamado en Cuzco como emperador, mientras Atahualpa era apoyado por el pueblo y el ejército de Quito. Se consolidaban en el imperio dos núcleos políticos: uno en el centro y el sur y otro en el norte, ahora separados y enemigos. En 1530 se iniciaron las hostilidades entre ambos bandos, pues los dos hermanos ambicionaban la posesión de todo el imperio de Tahuantinsuyu. Con el apoyo de las tribus cañaris, Huáscar consiguió que los primeros encuentros le fueran favorables, pero posteriormente los soldados mejor entrenados de Atahualpa se impusieron en Riobamba, invadiendo el territorio cuzqueño. La resistencia fue inútil y Huáscar fue definitivamente vencido en Cotobamba, donde cayó en poder de los generales de su hermano. Este ordenó que fuese conducido a su presencia con una escolta armada que impidiera cualquier intento de sus fieles, aún activos, de ponerlo en libertad.

Apresamiento de Atahualpa:
Algunos cronistas aseguran que en ese momento Atahualpa dio la orden de ataque. En todo caso, Pizarro fue más rápido: desde su puesto de observación se lanzó, blandiendo la espada y seguido de sus peones, al tiempo en que hacía una señal convenida a los hombres de a caballo y a los artilleros, distribuidos previamente en lugares estratégicos. En breves minutos el soberano inca fue capturado y sus acompañantes huyeron en desbandada, dejando en la plaza decenas de cadáveres. El ejército inca, que se encontraba fuera de las fortificaciones de la ciudad, no pudo hacer nada para liberar a su señor. Durante su cautiverio, Atahualpa demostró ser un hombre sagaz, inteligente y capaz de adaptarse a las más adversas circunstancias. Su perspectiva le hizo ver que, por encima de todo, los españoles codiciaban las riquezas de su reino. Por ello, propuso comprar su libertad llenando la enorme estancia donde se hallaba preso de piezas de oro y plata traídas de los más recónditos lugares de su imperio, con lo cual consiguió ganar tiempo. Al mismo tiempo, continuó dando órdenes a sus tropas situadas en el exterrior mediante mensajeros consentidos por sus captores: una de ellas fue que se ajusticiase inmediatamente a Huáscar, con objeto de que su rival no menoscabase ante los españoles su categoría de gran y único señor de los incas. Día tras día, Atahualpa actuó de forma que no se despertase el enojo de los hombres de Pizarro. Uno de los escribanos consigna: Era tan agudo que en veinte días supo la lengua de los cristianos. Otro cuenta cómo aprendió a jugar diestramente al ajedrez y a varios juegos de naipes. El propio Francisco Pizarro no podía ocultar su admiración por el prisionero, al que nunca dejó de considerar un caballero en el sentido hispánico. El comportamiento final de los españoles no estuvo a la altura de estas consideraciones. Aunque el enorme tesoro debía servir para pagar su rescate fue reunido, Atahualpa no fue puesto en libertad. Pizarro creyó que no podía permitirse en momentos tan comprometidos renunciar a la baza de retener al caudillo de los incas en su poder. La inseguridad y el malestar creciente entre los españoles, que veían en él la fuente de todo peligro, hicieron pensar en su muerte. La ocasión se presentó con la notica del asesinato de Huáscar, llevado a cabo por orden suya. El hecho de que la cabeza del desdichado llegase a manos de Atahualpa convertida en botijo horrorizó a los cristianos. La cabeza había sido vaciada, revestida de oro y provista de un caño entre los dientes. Atahualpa bebía de ella y la mantuvo muchos días ante su vista, regocijándose de ser ya el dueño total y absoluto, aunque cautivo, del Tahuantinsuyu. Durante el juicio al que se le sometió, Atahualpa fue acusado de parricidio, idolatría, poligamia y conspiración contra los españoles y condenado a muerte. El tiempo apremiaba: habían llegado hasta oídos de los capitanes de Pizarro rumores ciertos de que se preparaba un levantamiento contra ellos, y era sabido que, a pesar de encontrarse prisionero, controlaba totalmente el imperio. La sentencia se cumplió el 16 de julio de 1533, después de que Atahualpa consisntiese en ser bautizado para ahorrarse el tormento del fuego. A muchos repugnó el ahorcamiento de Atahualpa, e incluso Pizarro quiso resistirse a aceptar el resultado del proceso, pues si bien lo consideraba necesario políticamente nunca había sido visto un indígena que pudiera ser comparado con el prisionero de Cajamarca.

El problema del virreinato de Perú se trató específicamente por el Consejo de Indias. Este Consejo, creado por Carlos V en 1524. trataba los asuntos en secreto, sin levantar actas de las sesiones. En ocasiones consultaba a peritos en la materia a tratar. En 1550 la sesión de Valladolid estudió el buen tratamiento de los indios; la Junta Magna de 1568, sobre los títulos de dominio, problemas del virreinato peruano, perpetuidad de las encomiendas, etc.; la de Puerto Rico (1583), sobre piratería y fortificaciones; la de hacienda de 1600, sobre alcabalas y régimen tributario. El consejo fue también tribunal de justicia. Entendía en última instancia de los fallos dados por las audiencias indianas en apelación en materia civil. También le correspondían los juicios de residencia que era un examen detenido de la labor de gobierno. Hasta 1557 estuvo a cargo de todo los relativo a la hacienda indiana y fiscalización de las diversas cajas reales.

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