Heliocentrismo:
Tesis establecida ya en la antigüedad por Aristarco de Samos que contradice la tradicional teoría geocéntrica de Tolomeo.
En la India del II milenio a.C., los desconocidos autores del Rig-veda, describían la Tierra como una bola que se mantenía por sí misma en el espacio.
El Ayurveda, que contiene el antiguo sistema indio de medicina, le atribuía un giro alrededor del Sol.
La autoridad de Platón y Aristóteles hizo que se conservara durante 1.500 años la unanimidad sobre el modelo geocéntrico.
Copérnico (1473-1543) demostró que los movimientos aparentes del Sol y de las estrellas se podían explicar admitiendo el doble movimiento de la Tierra, su rotación diaria sobre su eje, y su traslación anual alrededor del Sol. Esta explicación implicaba el desplazamiento del centro del sistema planetario de la Tierra al Sol. Esta tesis contradecía la tradicional teoría geocéntrica de Tolomeo y desplazaba al hombre del centro del universo, poniendo en entredicho la teología cristiana.
Giordano Bruno (1548-1600):
Aceptó el heliocentrismo copernicano afirmando además la infinitud del universo (no aceptada por Copérnico). El heliocentrismo favorecía la tesis de que el universo posee unas dimensiones mucho mayores que las supuestas por la teoría geocéntrica. Negó que la Tierra ocupara el centro del universo. Ni el hombre ni la Tierra, su morada, ocupan ningún puesto de privilegio en el universo. Existen innumerables sistemas solares como el nuestro, y nuestro Sol no es sino una estrella más en el cosmos infinito donde nada impide que existan vivientes y vivientes racionales en otras partes. Esta idea tal vez está tomada del atomismo antiguo, a través de la obra del epicúreo Lucrecio.
Con estas ideas relegó al hombre y a la Tierra a un puesto insignificante dentro del universo.
Galileo Galilei. Carta a Cristina de Lorena:
Diciendo de tales cosas más a nuestra cuestión particular, se sigue necesariamente que no habiendo querido el Espíritu Santo enseñarnos si el cielo se mueve o está inmóvil, ni si su figura tenga la forma de esfera o de disco o extendido como un plano, ni si la tierra está ubicada en el centro mismo o a un lado, menos habrá tenido la intención de asegurarnos de otras conclusiones del mismo género, y unidas de tal manera con las ahora mismo nombradas, que sin la decisión sobre aquellas, no se puede afirmar esta o aquella parte, como son las de decidir sobre el movimiento o inmovilidad de la Tierra y del Sol. Y si el mismo Espíritu Santo a propósito ha omitido el enseñarnos semejantes proposiciones, como nada concerniente a nuestra intención, esto es a nuestra salvación, ¿como se podrá ahora afirmar que el sostener acerca de ellas esta parte y no aquella sea tan necesario que la unas sea de Fide y la otra errónea?, ¿podrá, pues una opinión herética, y que no se refiera para nada a la salvación de las almas? o ¿podrá decirse que el Espíritu Santo no ha querido enseñarnos cosa alguna concerniente a la salvación? Yo aquí diré aquello que oí a una persona eclesiástica de muy elevado rango, y es, que la intención del Espíritu Santo era enseñarnos como ve el cielo, y no cómo se va al cielo. (Galileo)
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Prólogo póstumo de Jorge Juan a la edición de 1774 de las observaciones astronómicas de su viaje:
Entre las experiencias y demostraciones geométricas que se exponen en esta obra, hay varias que respiran a favor del sistema conocido generalmente por el nombre de Copernicano, y que por suponerse opuesto a las Sagradas Letras, fue declarado en Roma, por la Congregación de Cardenales Inquisidores, sospechoso de herejía...
En la Europa no hay reino que no sea newtoniano y por consiguiente copernicano mas no por eso pretenden ofender (ni aun por imaginación) a las Sagradas Letras que tanto debemos venerar. El sentido en que estas hablaron es clarísimo y que no quisieron enseñar la Astronomía, sino darse solamente a entender en el Pueblo.
¿Será decente con esto, obligar a nuestra nación a que después de explicar los sistemas y la filosofía newtoniana haya que añadir a cada fenómeno que dependa del movimiento de la Tierra: "pero no se crea éste que es contra las sagradas letras"? ¿no será ultrajar éstas el pretender que se opongan a las más delicadas demostraciones de Geometría y de Mecánica? ¿Podrá ningún católico sabio entender esto sin escandalizarse? Y cuando no hubiera en el reino luces suficientes para comprenderlo ¿dejaría de hacerse risible una Nación que tanta ceguedad mantiene?
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Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Carta sobre el Sistema Copernicano:
[...] el mal es, que después de apurado todo lo que hay de Filosofía, y Matemática en la materia, resta contra Copérnico un argumento de muy superior clase a todos los que se han alegado, o alegan a su favor. ¿Cuál es éste? El que se toma de la Autoridad de la Escritura: en varias partes de la cual está tan expreso, que la Tierra está inmóvil, y el Sol gira alderredor de ella, que sólo recurriendo a interpretaciones violentas, se puede mantener contra tan poderosa fuerza el Sistema Copernicano. Considere Vmd. los textos siguientes:
Genes. 15. Sol egressus est super terram: Judith. 24. Et erit cum exierit Sol: Josué 10. Sol contra Gabaon ne movearis... steteruntque Sol, & Luna... stetit itaque Sol in medio Coeli, & non festinavit occumbere spatio unius diei: 4 Reg. 20. Reversus est Sol decem lineis per gradus, quos descenderat: Psalm. 18, hablando del Sol: Exultavit ut Gigas ad currendam viam: Ecclesiast. 1. Oritur Sol, & occidit, & ad locum suum revertitur, ibique renascens, gyrat per Meridiem, & flectitur ad Aquilonem.
[...] la Escritura, en las cosas puramente naturales, y perfectamente inconexas con todo lo que es Teológico, y Moral, usa de expresiones acomodadas a las opiniones vulgares, aunque éstas en la realidad sean falsas; de lo cual producen algunos ejemplos... Debe confesarse, que el Sistema vulgar, o Ptolemaico es absolutamente indefensable, y sólo domina en España por la grande ignorancia de nuestras Escuelas en las cosas Astronómicas.
[...] no veo por qué razón pudo Dios estar obligado a fabricar el Mundo según el Sistema que a nosotros nos parece más cómodo. Acaso para varios designios de la Providencia, que ignoramos enteramente, el Sistema que nos parece más cómodo, será el más incómodo de todos.
(Feijoo, Cartas eruditas y curiosas)
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Desplazamiento constante de nuestra centralidad:
El hombre ha sido expulsado del centralismo que se había atribuido en el universo y colocado en un lugar infinitesimal, en una posición periférica, casi marginal, en una de las infinitas galaxias. Tampoco parece probable que sea el único ser consciente. Por otra parte, loa evolución de la mente o de la conciencia es un suceso extremadamante raro en la enorme falta de significado del universo inconsciente, y la conciencia particular del hombre puede muy bien de una índole única. Pero en cualquier caso, es altamente significativo. El nos recuerda la existencia, en la grandiosidad cuantitativa de la materia cósmica y sus equivalentes energéticos, de una tendencia hacia lo mental, con su secuela de calidad y riqueza de la existencia; y, lo que es más, una prueba de la importancia de la mente y de la calida en el proceso evolutivo general. Prometeo, que una vez robó el fuego, hoy domestica las furias nucleares, investiga el cerebro con electrodos, destruye los genes y vuelve a reconstruirlos, pronto se aventurará en el cosmos, y entonces comenzará de verdad su actividad creadora más allá de la Tierra. Pero su mayor misión será la creación de un Prometeo más poderoso. Si alguna vez utiliza esta presunta prerrogativa, conseguirá su mayor libertad. (Julian Huxley)
La cosmología medieval:
Presenta un mundo jerárquicamente estructurado de gran fuerza poética. En el centro del cosmos se sitúa la Tierra; a su alrededor giran los planetas, entre los que se encuentran la Luna y el Sol —estos planetas se hallan dentro de esferas de cristal, cuya pureza es mayor cuanto mayor es su distancia de la Tierra—; debajo de la Luna (sub luna) está el mundo del cambio, el mundo sublunar, y arriba imperan la armonía y el reposo. Al girar, las esferas de cristal producen música, la denominada música celestial. Por eso, el Fausto de Goethe comienza con estos versos: «El sol retumba a la vieja usanza en el melodioso concurso de las fraternales esferas».
(D.Schwanitz)
En 1725 Bradley descubre la aberración de la luz. Observadas en el transcurso de un año, las estrellas trazan pequeñas elipses en el cielo que se explican por el movimiento de la Tierra. El descubrimiento convenció a la mayoría de científicos de que la Tierra no permanecía fija en el centro del universo. Instrumentos más avanzados permiten en 1837 la comprobación directa y a lo largo del siglo XIX se fue convenciendo la opinión pública informada en relativamente poco tiempo.
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