Deliberaciones norteamericanas durante la crisis de los misiles (oct 1962):
El mundo no fue oficialmente consciente de la crisis de los misiles cubanos hasta la noche del lunes 22 de octubre de 1962, cuando el presidente Kennedy habló por primera vez en televisión para anunciar la detección de misiles soviéticos en Cuba y declarar su intención de imponer un bloqueo naval. Una semana antes, el 14 de octubre, un avión espía estadounidense había fotografiado la plaforma de lanzamiento de misiles R-12 en la región de San Cristóbal, a mitad de camino entre La Habana y Pinar del Río, y Kennedy había sido informado de este acontecimiento dos días después. La información se mantuvo en secreto durante otros seis días mientras el presidente y sus consejeros hacían planes para afrontar la crisis. Afortunadamente para los historidores, Kennedy registró en secreto sus deliberaciones. Mi deber -dijo el presidente Kennedy al pequeño grupo que se encargaba de la crisis el lunes 29 de octubre, después de que hubiera pasado la crisis- [...] Bueno, todo el mundo lo puede imaginar [...] In extremis, utilizaríamos armas nucleares.
Esto era lo que todos pensaba durante la semana de crisis. Por primera vez desde que EE.UU. lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945 cientos de millones de personas en todo el planeta temieron que se volvieron a utilizar de nuevo armas nucleares. Varias décadas después parece posible que la amenaza fuera más aparente que real -ya que tanto Kennedy como Jruschev mantuvieron la sangre fría durante la crisis-, pero la angustia internacional despertada en aquel momento fue auténtica.
El pánico nuclear suscitado en muchos países no afectó tanto, como parecería natural, a la propia Cuba. La mayoría de los cubanos estaban más preocupados por la perspectiva de una invasión convencional inminente por fuerzas estadounidenses que por una guerra nuclear generalizada. No estaban al tanto de las observaciones realizadas por Dean Rusk dos semanas antes, en la primera reunión sobre la crisis celebrada en la Casa Blanca el martes 16 de octubre, pero la línea de pensamiento seguida por el secretario de Estado estadounidense reflejaba casi con seguridad la suya: Creo que tenemos que reflexionar mucho sobre las dos posibilidades de acción -les dijo Rusk a sus colegas-: Una es un golpe rápido [...] No creo que eso requiera de por sí una invasión de Cuba [...] O bien podríamos decidir que ha llegado el momento de eliminar el problema de Cuba eliminando de hecho la propia isla.
La eventual suspensión de la Revolución -o de la propia isla- mediante una acción militar estadounidense constituyó el núcleo de la crisis de octubre y había sido el principal punto de la agenda cubano-soviética desde la invasión de bahía Cochinos el año anterior. Durante la primera reunión de crisis del 16 de octubre todas las antipatías históricas de EE.UU. hacia la independencia cubana emergieron a la superficie. Quizá podíamos hundir de nuevo el Maine, o algo parecido, sugirió Robert Kennedy. Otros plantearon la posibilidad de un bombardeo aéreo de la isla.
Castro se sentía bajo una continua amenaza de fuerzas exteriores desde el año anterior; y no sin razón. La victoria cubana en bahía Cochinos no había interrumpido la campaña para deshacerse de la Revolución por parte de los exiliados cubanos en los EE.UU. Los planificadores de la Operación Mangosta seguían trabajando en ella. Los contrarevolucionarios respaldados por EE.UU. estaban de nuevo activos en las montañas del Escambray. Años después se supo que la administración Kennedy no tenía intención de patrocinar una nueva invasión, ni de exiliados ni de Fuerzas estadounidenses -el fiasco de bahía Cochinos había dado al traste con tales ambiciones-, pero los cubanos estaban obligados a tener en cuenta esa posibilidad para su propia defensa. El ejército estadounidense había elaborado planes de contingencia para tal invasión, como quedó claro durante la crisis de octubre.
La decisión de la instalación de misiles nucleares:
La defensa y supervivencia de Cuba se percibía ahora como algo importante para la URSS, pero el deseo de conseguir un mayor equilibrio de fuerzas nucleares estratégicas con EE.UU. también tenía gran importancia. En aquel momento [mayo 1962] la URSS iba por delante en la exploración espacial, pero por detrás en la producción y despliegue de misiles nuclares y tenía que hacer algo para colmar esa brecha. Cuba le proporcionaba una oportunidad única para realizar un gran avance.
Sergo Mikoyan asegura que su padre y Jruschev discutieron por primera vez el posible envío de misiles nucleares a Cuba a finales de abril de 1962. Lo que parece seguro es que la idea no partió de Cuba. Los dirigentes cubanos habían pedido protección militar frente a un posible ataque estadounidense, pero sin especificar claramente cómo debía ser esa ayuda. Según contó Castro al periodista estadounidense Tad Szulc (sin mencionar una fecha), entramos en discusiones con los soviéticos sobre las medidas que debíamos tomar. Nos pidieron nuestra opinión y lo que dijimos -no hablamos de misiles- es que era necesario dejar claro a EE.UU. que una invasión de Cuba implicaría una guerra con la URSS (Entrevista a Castro 1984).
Según dijo Castro a Szulc, la iniciativa pidiendo medidas que proporcionaran a Cuba una garantía absoluta frente a una guerra convencional y contra una invasión de EE.UU. provino ciertamente de Cuba, pero la idea de los misiles en concreto, fue soviética. En mayo ya estaba clara la decisión soviética de emplazar los misiles, según un informe de Aleksandr Alekseiev, el principal diplomático soviético en La Habana en 1962. Aleksei, convocado al Kremlin, mantuvo una reunión con Jruschev a finales de mayo, en la que estuvieron presentesuna docena de grandes jerarcas soviéticos, entre ellos Kikoyan, Andrei Gromyko y el mariscal Rodion Malinovski, ministro de Defensa soviético. Jruschev tenía noticias espléndidas, según el informe de Alekseiev (como le dijo al biógrafo del Ché Guevara John Lee Anderson): Camarada Alekseiev, para ayudar a Cuba, para salvar la Revolución cubana, hemos llegado a la decisión de emplazar cohetes [nucleares] en Cuba. ¿Qué piensa usted? ¿Cómo reaccionará Fidel? ¿Aceptará o no?
Alekseiev dijo que no creía que los cubanos estuvieran de acuerdo, pero también vio que los dirigentes soviéticos no se desalentaban por su respuesta negativa y dedujo que la decisión se había tomado ya. Regresó a La Habana el 29 de mayo acompañado por el mariscal Serguei Biriusov, recién nombrado comandante de las fuerzas de misiles estratégicos del país. Una vez en La Habana Biriusov comenzó a discutir con los hermanos Castro sobre la cooperación militar. ¿Qué podría ser necesario para evitar una invasión estadounidense? le preguntó a Castro, según el informe oficial cubano. Castro respondió con una fórmula muy simple: la adopción de medidas que indiquen inequívocamente al imperialismo que cualquier agresión a Cuba significaría una guerra no sólo contra Cuba.
(Grott)
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