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Socorro a los defensores de Filipinas



El socorro a los defensores de Filipinas. Por Francisco J. San Martín de Artiñano:
INTRODUCCION. Ha transcurrido un siglo desde que ocurrieron los hechos que vamos a comentar y es nuestra intención examinarlos con objetividad e imparcialidad. Para poder estar a la altura de los acontecimientos de aquella época es necesario partir de la situación general de España y de sus colonias en ultramar que desde el punto de vista militar era, en el mes de junio de 1898, la siguiente: España se encontraba en guerra con los EE.UU., desde el 23 de abril de 1898, y nuestro ejército se mantenía a la defensiva combatiendo con norteamericanos e insurrectos en los teatros de operaciones de las Antillas y del Pacífico. A pesar de que a partir del 24 de junio, en Cuba, los norteamericanos con el apoyo de una potente escuadra, logran desembarcar en Daiquiri y Siboney tropas con unos efectivos de unos 18.000 hombres y que secundadas por los insurrectos emprenden una fuerte ofensiva contra las guarniciones españolas, éstas resisten valerosamente consiguiendo retrasar el avance enemigo hasta el punto de que el general en jefe de las fuerzas desembarcadas, Shafter, decidió en un primer momento retirar sus hombres hacia los lugares de partida, para fortificarse e iniciar de nuevo la ofensiva. Posteriormente, tras convocar una reunión de oficiales generales y ante el gran perjuicio moral que representaba esta medida para su ejército, modificó las órdenes continuando el avance inicial al disponer de refuerzos de nuevas unidades de refresco recién desembarcadas. Por parte de la marina de guerra española, una escuadra, al mando del contralmirante Cervera, inferior en potencia de combate a la norteamericana, con serias deficiencias técnicas, de adiestramiento y de aprovisionamiento, se encontraba en Santiago de Cuba desde el día 19 de mayo, en espera de órdenes para su intervención en la contienda.

Mientras, en el archipiélago filipino las unidades españolas, inicialmente formadas por unos 8.000 hombres aproximadamente, diseminadas por todo el territorio en pequeñas guarniciones al comienzo de las hostilidades, llevaban la peor parte, ya que las fuerzas expedicionarias enviadas desde la península a partir de septiembre de 1896, sobre 25.000 hombres, habían sido periódicamente licenciadas, retiradas y repatriadas prácticamente en su totalidad antes de finalizar el mes de marzo de 1898, y sustituidas en parte por personal indígena. Asimismo, el número de enfermos hospitalizados y de convalecientes evacuados a la Península que contabilizaban como integrantes del ejército en Filipinas, llegaba a alcanzar porcentajes muy elevados, del orden del 30% de los efectivos. Sin embargo, la amenaza más preocupante y peligrosa provenía de las continuas deserciones del personal de tropa y de marinería natural del país, al ir éste engrosando las filas de las guerrillas que en el mes de junio llegan a estructurarse en unidades organizadas militarmente, formándose el ejército regular filipino, bajo el mando del general Aguinaldo. La situación militar del ejército español era muy desfavorable en tierra. Lo integraban unidades del Ejército, de Infantería de Marina y de Marinería, de la Guardia Civil, de voluntarios civiles y leales; su número era muy reducido para poder hacer frente al ejército norteamericano y al filipino que se estaba formando. Este último, fortaleciéndose día a día, no sólo con un mayor número de combatientes mejor armados y equipados, procedentes en su mayoría del ejército español, sino también por el cambio experimentado en cuanto a su moral, organización y adiestramiento. La marina de guerra española., infrautilizada con continuas misiones en el extenso mar del archipiélago y con dos años de guerra a sus espaldas, la componían un grupo de buques que en general, si no al menos en su mayoría, se encontraban en mal estado y eran de escaso valor militar en relación con los buques de guerra de las principales potencias del momento, por lo que antes de la confrontación, ya el capitán general y gobernador general Primo de Rivera y el contralmirante Montojo, comandante del apostadero, habían solicitado del gobierno de la Metrópoli ayuda urgente para armar, al menos, el nuevo apostadero de Subic y defender la bahía de Manila, ante la posible aproximación de la escuadra norteamericana al archipiélago.

[Cavite (01/05/1898):]
El 26 de abril, la escuadra norteamericana, que se hallaba en Hong-Kong en espera de órdenes, recibe la de hacerse a la mar rumbo a las islas Filipinas e iniciar las operaciones de bloqueo naval y conquista de las islas. Se inicia el bloqueo naval y un buque español procedente de la Península con material de guerra, logra burlar a los buques norteamericanos y alcanzar el apostadero de Cavite, pero la desilusión es enorme: los torpedos, minas, artillería y municiones, entre otros materiales de guerra solicitados para Subic, no habían sido enviados; por lo que la barrera defensiva planeada por las autoridades militares españolas, considerada imprescindible para evitar la destrucción de los buques e impedir el previsible desembarco masivo de fuerzas norteamericanas, no podría llevarse a la práctica. El 1 de mayo, la escuadra del comodoro Dewey y los buques de la débil escuadra española al mando del contralmirante Montojo, se enfrentan en las inmediaciones de Cavite. Los buques enemigos cañonean a los españoles desde unas distancias que no pueden ser respondidos adecuadamente por las baterías de costa ni por nuestros buques, llegando incluso estos a forzar valerosamente el acercamiento para lograr hacer más eficaces sus disparos, pero todo resultó inútil. La gran potencia artillera de la flota yanqui destruyó a nuestros barcos antes de que lograran aproximarse. Dos horas después, nuestra escuadra había sido puesta fuera de combate: tres buques arden y los restantes habían desaparecido bajo las aguas.

Al poco tiempo desembarcan tres grandes unidades expedicionarias en el arsenal de Cavite y con la ayuda del dirigente de la sublevación filipina, Emilio Aguinaldo, que había llegado de su destierro de Hong-Kong para ponerse al frente del ejército insurrecto, emprenden el movimiento para atacar y conquistar Manila, capital y sede del gobierno de las islas y posteriormente ocupar la isla de Luzón. Las unidades españolas en Cavite, del Ejército de Tierra, las de Marina en el apostadero formadas por una compañía de Infantería de Marina en misión de guardia de arsenales, dotaciones del Arsenal y de los buques, se retiran hacia el interior en dirección a Manila antes del desembarco norteamericano, ocupando parte de estas fuerzas los accesos y poblaciones cercanas a la capital. Vencidas o cercadas estas débiles unidades españolas ante la abrumadora superioridad del ejército norteamericano-filipino, el cerco de Manila se hace realidad, por lo que las unidades españolas que no han podido retirarse quedan sitiadas, prisioneras o desorganizadas en la frondosa selva filipina de la isla de Luzón. Sin embargo, en el resto de islas las unidades terrestres españolas, al igual que los pequeños buques de guerra allí destinados, continúan operando manteniendo la iniciativa, si bien quedan prácticamente incomunicados con el cuartel general.

Desarrollo de los acontecimientos y origen del auxilio a Filipinas:
La situación adversa se precipitaba en las Filipinas. Destruida en Cavite la débil y única escuadra del archipiélago y diezmadas y cercadas las unidades terrestres españolas en la isla de Luzón, en donde se encontraba la capital. Manila, centro cívico-militar más importante del archipiélago, la única salida posible era la de recibir refuerzos de la Península. A todo esto, en la metrópoli, ante el grave deterioro de la situación general en las Filipinas y en las Antillas, se celebra Consejo de Ministros el 8 de mayo de 1898, y a su finalización, el ministro de Marina, almirante Bermejo, telegrafiaba al almirante de la Escuadra de Reserva, almirante Cámara: "Es de todo punto indispensable que se alisten en término de diez días, contados desde mañana, Pelayo, Carlos V y Alfonso XIII, para desempeñar comisión sumamente importante y trascendental". Orden que es ratificada tres días más tarde al almirante de la escuadra diciendo: "urge pronto alistamiento de una escuadra. Sírvase VE decirme si estará lista en plazo fijado". El mismo día contestaba el almirante Cámara al ministro en comunicación reservada, informándole que había llegado a Cádiz la Escuadra de Reserva y que el estado de los buques a su mando se encontraban en una situación nada satisfactoria para emprender comisión. Recordaba, además, que el espíritu del personal era muy elevado, pero que las dotaciones, en su mayoría, embarcaban por primera vez, sin instrucción militar, faltando artilleros y cabos de mar veteranos y que los fogoneros, además de embarcar por primera vez, era personal sin experiencia alguna. Con relación a los buques, decía: El "Pelayo", debido al largo tiempo que ha permanecido en el arsenal y de su salida apresurada, es necesario la puesta a punto de toda la artillería. El "Carlos V" quedó pendiente de ejecutar las obras contratadas con la casa constructora para que su artillería pueda ser utilizada en condiciones de funcionamiento, además de la falta de fuerza de máquinas experimentada en las pruebas de entrega. Del "Alfonso XIII" relataba que no estaba en disposición de navegar. El aviso "Giralda" pasaba al arsenal para arreglar sus máquinas. Asimismo, se quejaba al ministro de las enormes dificultades existentes en el Departamento de Cádiz por la falta de elementos de todas clases, impidiendo el aprovisionamiento de carbón, víveres, agua, municiones y pertrechos indispensables para equipar a sus buques que iban a operaciones de guerra, aunque todavía se ignoraba el destino de esta escuadra. En el Consejo de Ministros del día 8 de mayo se habían tomado también las decisiones siguientes: tanto el Ministro de la Guerra como el de Marina, cursarían órdenes urgentes para organizar el máximo de unidades expedicionarias tipo batallón con las fuerzas disponibles en la Península, sin desatender las posibles necesidades operativas ante la amenaza norteamericana. La intranquilidad manifestada en la población española se refleja en la prensa, apareciendo informaciones de las nuevas unidades expedicionarias, en las que se detalla el número de hombres, localidades de concentración e incluso a dónde se deben dirigir los refuerzos, y, así, el doce de mayo aparece en la prensa la organización de las unidades del Ejército de Tierra en disposición de embarcar para Filipinas. Estos refuerzos, según la prensa, se compondrán de cinco batallones que se denominarán expedicionarios de: Madrid número 1, Cádiz número 2, Valencia número 3, Barcelona número 4 y Burgos número 5. Dichas fuerzas se organizarán en las capitales que les dan nombre y constarán de 1.051 plazas cada una. Los capitanes generales respectivos se encargarán del nombramiento de jefes y oficiales, utilizando con preferencia los servicios de los voluntarios. Por parte del ministro de Marina se dan órdenes al inspector de Infantería de Marina y a los capitanes generales para alistar lo antes posible el máximo de fuerzas disponibles con la misión secreta de contribuir a la reconquista de las colonias de ultramar. El día 27 de mayo, la prensa nacional informa que la Escuadra de Reserva se encuentra reunida en Cádiz, desconociéndose el destino que tendrá. Creen unos que debe ir a las Antillas para reforzar la que manda el contralmirante Cervera. Para otros sería preferible mandarla a Filipinas y recobrar con ella Cavile y la bahía de Manila, ya que mientras permanezcan en poder de los norteamericanos servirán para aumentar sus exigencias en el momento de firmar la paz, además de que su presencia en el archipiélago incrementa los ánimos de los rebeldes. El dia 8 de junio el ministro de la Guerra recibe del capitán general de Filipinas, general Agustín, el telegrama: "Situación gravísima ...; espero refuerzos de esa, que preveo llegarán tarde, dada mi situación actual, que no registrará otra la historia ...". Y el día 13, con cierta desesperación, vuelve a recibir el siguiente: "Insisto en funesto término de esta situación por agotarse escasos elementos de defensa y no recibir auxilios"

Alistamiento y embarque de las tropas de Infantería de Marina y del Ejército:
En la Península, la Infantería de Marina se encontraba prácticamente en cuadro y con gran esfuerzo cumplía su misión de guarnición en los Departamentos y en los buques; las tropas expedicionarias que en su mayor parte habían regresado de Filipinas, aunque habían sido en su mayoría destinados a los Tercios de origen, estaban de permiso o licenciadas y en general por la guerra y las enfermedades su fuerza presente era muy reducida. Desde el comienzo de la guerra con los EE.UU. se había mantenido una reserva en San Fernando con parte del 2º Batallón del 2º Regimiento de Filipinas, unidad que había regresado el 14 de abril de 1898 en el vapor correo "Covadonga", procedente de Manila. Este batallón, que había sido organizado en Cartagena en noviembre de 1896, se formó a partir de personal de los tres departamentos, principalmente del Ferrol; sin embargo, durante el año largo que estuvo en operaciones había sufrido numerosos cambios entre bajas y altas, además de seguir destacada su 4? compañía en la isla de Joló- El dia 8 de mayo, al finalizar el Consejo de Ministros, el jefe principal del Tercio en San Femando recibe orden del capitán general del Departamento de organizar un batallón de cuatro compañías con el último expedicionario llegado de Filipinas, unidad que debe estar preparada y lista para embarcar a la orden. Al no disponerse del personal suficiente en este batallón para cubrir las cuatro compañías, se sortea entre el resto del personal destinado en San Femando las plazas vacantes, organizándose así un nuevo batallón expedicionario al mando del teniente coronel D. Ángel Obregón de los Ríos y que embarca en un principio en el vapor correo "San Ignacio de Loyola", transbordando posteriormente al trasatlántico "Isla de Panay" el 12 de junio con un total de 707 hombres de los empleos siguientes: 2jefes^ 25 oficiales, 20 suboficiales, 52 cabos y 608 soldados. Con el batallón embarca también la perrita "Tormenta", que junto con otros perros eran utilizados por las compañías durante la campaña para detectar al enemigo. En el caso de "Tormenta" a más de algún combatiente le debía la vida, pues en marchas y convoyes anunciaba con antelación con sus ladridos el peligro enemigo. De los cinco batallones que inicialmente el Ejército estaba dispuesto a organizar para ultramar, solamente dos, el de Burgos número 5 y el de Cádiz número 2 son alistados, ya que la nueva situación estratégica planteada en la Península para hacer frente a un posible ataque a las costas peninsulares por buques de guerra norteamericanos, agravan más las gestiones para conseguir el personal, el armamento y el material necesario para equipar estas tropas con la urgencia requerida, e impide disponer de más efectivos. En el último Consejo de Ministros se toma la decisión secreta de que embarquen solamente un batallón de Marina y uno del Ejército. Sin embargo, el ministro de Marina insiste para conseguir más tropas, y traslada el día 14 de Junio al gobernador militar de Cádiz la comunicación: los 1010 hombres que constituyen el batallón expedicionario de Burgos pueden embarcar al día siguiente en el crucero auxiliar "Buenos Aires", pero respecto al expedicionario de Cádiz, no es posible por falta de capacidad de alojamiento el llevar a cabo el embarque en un solo buque, por lo que tendrá que hacerlo repartido por mitad en los vapores de la Cía. Trasatlántica "Covadonga" y "Cristóbal Colón". El gobernador militar de Cádiz informa inmediatamente al ministro de la Guerra y éste, el mismo día, contesta al ministro de Marina: "No me explico telegrama VE... y en cuanto a ampliación no me considero autorizado disponerlo puesto que cuando Consejo de Ministros fue marchara un batallón expedicionario...; sin embargo si VE cree debe ir otro u otros y puedan hacer viaje en buenas condiciones de higiene y amplitud habida cuenta temperaturas mar Rojo... le ruego me lo diga con urgencia para proponerlo Consejo de Ministros...". Al día siguiente, el ministro de Marina comunica al ministro de la Guerra: "Embarcados batallón de Burgos y Marina cómodamente, uno en cada buque. Cabe otro, menos cómodamente, dividido en otros dos buques con carbón. La Escuadra lista, sólo espera resolución este punto. Si no hay contestación, saldrá con los dos embarcados. Sírvase VE transmitir a Presidente Consejo de Ministros Escuadra lista con un batallón Marina y otro Ejército embarcados. Consulto Guerra si embarcan más; si no recibo aviso en contra salgo el jueves por la tarde". A las pocas horas contesta el ministro de la Guerra al de Marina: "En vista del telegrama de VE. de hoy, Gobierno resuelve no vaya otro batallón más en la Escuadra puesto que no iría con las comodidades y desahogo indispensables". El gobernador militar de Cádiz, en la tarde del día 15 de Junio, daba novedad del embarque al ministro de Marina, participándole que además del personal del batallón de Burgos se había embarcado también material de gran importancia para la isla de Puerto Rico, ordenado por el ministro de la Guerra: un reflector eléctrico, diversos cierres de cañón y de obuses, repuestos de artillería y otros efectos. El citado material se había cargado en el vapor "Antonio López", manifestando el oficial de transporte del Ejército que dicho vapor no admitía más carga por estar sus bodegas completas. En el atardecer del día 15 de junio telegrafiaba el ministro de Marina desde Cádiz al Jefe del Gobierno, D. Práxedes Mateo Sagasta: "Lista la Escuadra y embarcadas las tropas". En esos momentos recibía el almirante Cámara del ministro de Marina el pliego de instrucciones para la expedición. Se le comunicaban las instrucciones de Real Orden, manifestando que el objeto principal de la expedición era "el afianzamiento de nuestra soberanía en el archipiélago filipino, procediendo con el gobernador general de las islas y dentro de los medios disponibles para cuanto conduzca a la defensa y reconquista del archipiélago. El Gobierno estaba penetrado de lo difícil de la misión y de la deficiencia de los medios navales que se le daban".

El vapor Antonio López hundido por el Yossemite en San Juan de Puerto RicoEl movimiento hacia Ultramar:
En la madrugada del día 16 de junio abandona la bahía de Cádiz la Escuadra de Reserva (fíg 3), mientras, desde las murallas, numerosos gaditanos contemplaban el espectáculo de la salida de los 17 buques que formaban los siguientes grupos y buques: - Grupo "A": Acorazado "Pelayo", crucero "Carlos V", cruceros auxiliares "Rápido" y "Patriota". Al mando del almirante Cámara. - Grupo "B": Destructores "Audaz", "Osado" y "Proserpina". Al mando del CN. D. José Ferrándiz Niño. - Grupo "C": Transportes de tropas "Buenos Aires" e "Isla de Panay" Al mando del CN. D. José Barrasa y Fernández de Castro. - Grupo "D": Transportes de carbón "Colón", "Covadonga", "San Agustín" y "San Francisco". Al mando del CN. D. José Barrasa y Fernández de Castro. -Grupo "E": Vapores "Alfonso XII", "Antonio López" y "Joaquín del Piélago", "Giralda". Al mando del CN, D. José Barrasa y Fernández de Castro. La Escuadra ya en el Mediterráneo, próxima al cabo de Gata, en su nombre y en el de las tropas expedicionarias envía telegramas de despedida a Su Majestad la Reina: "La Escuadra de Reserva y las tropas expedicionarias, al salir de las aguas españolas envían a V.M. el más ardiente y entusiasta saludo, en el que apoyan su decisión de pelear a todo trance por el honor de la Nación", y al Presidente del Gobierno: "La Escuadra de Reserva y las tropas expedicionarias embarcadas en ella al salir de las aguas de España, saludan al Gobierno y a la Nación y afirman su propósito y su deseo por ella". Ambos telegramas son contestados desde el faro del Cabo por señales: "La Reina y la Nación os acompañan con el pensamiento. Buen viaje y ocasiones de gloria". Contestación de los buques: "Viva la Reina, viva el Rey, viva España". A partir del 17 de junio aparecen en las primeras planas de los periódicos y revistas nacionales y extranjeras la noticia de la salida de la Escuadra comentando y analizando su composición, las posibilidades de esta expedición y la potencia de combate de los buques y tropas. Como ejemplo de estos comentarios La Ilustración Española-Americana decía:

    "Forman en ella los dos buques más formidables de nuestra Marina de Guerra, el "Pelayo" y el "Carlos V" y los más pequeños, pero de mayor andar y de más poder ofensivo, como son los destructores ... Si van a Filipinas, con los refuerzos que conducen de Regimientos de nueva creación, y quiere nuestra buena estrella que lleguen antes que los refuerzos organizados por el gobierno de Washington, es seguro que en las mismas aguas donde hubimos de lamentar el trágico desastre de Cavite se nos deparará la ocasión de una revancha completa..."

En el periódico Le Fígaro, el 19 de junio apareció un artículo del crítico naval McLandry que decía: "Me permito dudar que la escuadra del almirante Cámara, con el convoy de escolta, se encamine a Filipinas; sería una empresa demasiado azarosa y asaz inútil, para que la noticia de su marcha sea cierta ... Verdad es que la opinión pública exige imperiosamente que se socorra a los defensores de Filipinas..."

Las dificultades en el canal de Suez:
El día 27 de junio llegaba a Port Said la Escuadra. Durante el curso de la navegación el almirante Cámara había informado al ministro que el tiempo había sido inmejorable, excepto el último día que saltó niebla; la salud y espíritu del personal lo consideraba animado y excelente, habiendo podido practicar a diario por mañana y tarde todos los ejercicios militares. Los buques transporte tomaron a remolque a los destroyers proporcionando a éstos carbón y víveres, faena que se efectuó siempre con la posible rapidez y sin mas inconveniente que el de moderar la velocidad de la Escuadra. Se presentaron diversas averías en las máquinas de los destructores que se remediaron con los recursos de a bordo y únicamente fue de importancia en el "Audaz", al que le faltó el vastago de la bomba de aire, lo que le detiene en este puerto para fundir otro. En el buque insignia ocurrieron averías de escasa importancia en los aparatos de alimentación y en la bomba de aire de la máquina de babor. A la llegada a Port Said el almirante telegrafiaba al ministro: "Llegada sin novedad, Pelayo. Por mala calidad carbón y principalmente deficiencia personal de máquinas, gastó todo. Pienso hacerlo aquí, si me lo dan. Espero órdenes". Se solicitó combustible a las autoridades egipcias pero se alegó por éstas que todo el stock había sido adquirido por cuenta de los Estados Unidos. La Escuadra estaba inmovilizada. De esta manera los Estados Unidos habían conseguido, al menos momentáneamente, que no se retrasasen las operaciones previstas en las Antillas. Pues de haber continuado el avance de la Escuadra de Reserva, habría obligado a los EE.UU. a desplazar a parte de su fuerza naval y preferentemente fuerza anfibia, hacia el Pacifico. Se había presentado también como alternativa por parte del Cuartel General americano la línea de acción de atacar las costas españolas, o bien, ir al encuentro de la escuadra española a través del Mediterráneo; en definitiva, que el nerviosismo e inquietud del Cuartel General americano en aquellos días era evidente, a pesar de que el cónsul americano en Egipto cursase a Washington el telegrama siguiente: "Dos barcos de guerra; lo demás basura"* En vista de la negativa a proporcionar carbón por parte de Egipto, se contrataron barcazas para transbordar el combustible de los transportes propios; sin embargo, tampoco se pudo llevar a la práctica, ya que las gestiones oficiosas y positivas del cónsul español Sr. Rojas, junto al Gobernador General egipcio, fueron desestimadas, haciendo acto de presencia la policía egipcia en las barcazas impidiendo el transbordo. En el mismo día se recibió, por conducto del cónsul de España, la invitación que el Gobierno egipcio hacia de que se abandonasen los puertos de sus territorio y de no hacer ni transbordar carbón en ellos. En esta decisión influyó definitivamente las protestas formuladas por el cónsul general de los EE.UU. Más tarde se conoció la orden dirigida por las autoridades egipcias a las empresas propietarias de los depósitos de combustible en Port Said: COAL COMPANY WORMS CO. y otras que recibieron la comunicación siguiente: 'Tengo el honor de poner en su conocimiento que hallándose el Gobierno de S.A. el Jedive en este momento deliberando si debe autorizar el embarque de carbón en los buques de la Escuadra Española, se opondrá por la fuerza a todo embarque de carbón hasta que resuelva este asunto (firmado: Hussein Oassif)". Se hicieron por el Gobierno de Madrid protestas sobre la base de los convemos internacionales relativos al Canal de Suez, pero no fueron escuchadas. Ante esta negativa insistente apoyada en los usos corrientes de la practica internacional en materia de neutralidad, se resolvió salir la Escuadra fuera de las aguas jurisdiccionales, fondear y llevar a cabo el repostaje de los buques. El carboneo se llevó a cabo venciendo todo género de obstáculos.

El regreso:
El "Pelayo" y los destructores presentaban ciertas deficiencias técnicas y no se teman garantías de que estos buques pudieran llegar al Archipiélago ante la duración del Monzón del SO reinante en el océano Indico, el "Pelayo", además, tenía necesidad de carbonear en breve plazo con la consiguiente dificultad de dónde hacerlo, una vez en el mar rojo o pasado éste. Se dio orden a los transatlánticos "Colón" y "Covadonga" de pasar el Canal y que esperaran al resto de la Escuadra, pues esperaban dificultades y retrasos para intentar de nuevo el paso. En esta situación se recibió del ministro de Marina la orden: "Esperen resolución del Gobierno". El dia 3 de Julio llega a la Escuadra la orden de que los 3 destructores "Audaz", "Osado" y "Proserpina' regresaran a Mahón prosiguiendo la expedición por el interés supremo de las Filipinas. El día 4 comunicaba el almirante Cámara al Ministro: "Mañana de hoy embocamos Canal, dejando destroyers listos para salir esta tarde rumbo Mahón. Desde Suez telegrafiaré". El día 7 de junio se telegrafía al ministro que se había pasado el Canal y se recibe a continuación la orden de regresar a España y se dan determinadas prevenciones de precaución al esperarse próximamente una escuadra enemiga en el estrecho de Gibraltar. Los destructores llegaron el día 13 a Cartagena y el resto de la Escuadra, a la que se permitió carbonear en Port Said por ser notorio haber desistido de la expedición, llega a Mahón el día 18. En el Gobierno imperaba la mayor desorientación y nerviosismo como consecuencia de la destrucción de la escuadra al mando del contralmirante Cervera en Santiago de Cuba y desde esas fechas en adelante los sucesivos mensajes recibidos llegan a denotar una falta de seguridad e improvisación. Según órdenes recibidas, las tropas del Ejército se desembarcan en Málaga el día 19 de julio, emprendiendo el viaje hacia Córdoba. Las tropas de Marina son desembarcadas el día 27 en Cádiz.

Puntualizaciones finales:
Desde el momento que se supo en las Filipinas el destino de la expedición de la Escuadra de Reserva, tanto el ejército filipino insurrecto como el norteamericano cambiaron de actitud. Actitud que se puso de manifiesto en un mejor trato con los prisioneros españoles por parte de los insurrectos y un mejor trato y entendimiento entre los Cuarteles Generales español y norteamericano en el archipiélago. Las fuerzas españolas que se encontraban cercadas en diversas provincias de la isla de Luzón y el grueso de las mismas que soportaban ya un completo asedio en Manila, reciben la noticia con gran alegría experimentándose un aumento de su moral, dentro de las penalidades, aunque con cierta reserva de su veracidad dada la lejanía de la metrópoli y el tiempo de entrar en escena estos refuerzos. Por las noticias aparecidas en prensa en la metrópoli y los movimientos de tropas a puertos y concentración de buques y unidades militares, se consiguió hacer creer que el total de fuerzas embarcadas eran las de aproximadamente de una brigada de tres regimientos, es decir de más de 6.000 hombres, además de disponerse de unos buques de combate que podrían llegar a causar daños a la Escuadra norteamericana y hacer cambiar la situación adversa que soportaba el ejército español. Las intenciones del Cuartel General norteamericano en relación con Cuba unos días antes de salir la expedición de Cámara eran: Una vez acorralada la escuadra de Cervera, obligarla a salir de puerto, atancándola por retaguardia, factible sólo por medio de un cuerpo de ejército. Como dijo Netson en ocasión análoga: "Ahora lo que hace falta no son buques, sino tropas". Por este motivo se ordenó la expedición combinada de Tampa, teniendo en cuenta la información de combate e inteligencia del número de tropas y medios que dispoma el ejército español en el cerco de Santiago. Se determinó, en consecuencia, reunir, para acompañar a los transportes de tropas, una escolta defensa del convoy para asegurar a aquellos contra el ataque posible de cañoneros españoles que estaban distribuidos a lo largo de la costa norte de Cuba, por cuya derrota se haría el viaje, y se incluyó el destróyer que estaba en San Juan de Puerto Rico. Esta medida se consideraba imprescindible y necesaria en caso de ataque español, ante la posibilidad de pánico y desbandada de los buques mercantes. Por estas razones se concentró una docena de cruceros pequeños y al acorazado "Indiana". Entre el 4 y 8 de junio embarcaron todas las tropas norteamericanas en Cayo- Hueso y cuando estaba el convoy dispuesto para salir a la mar se recibió la noticia de haberse avistado una escuadra española con un crucero acorazado y tres buques más en la costa norte de Cuba lo que dio lugar a dar contraorden para los transportes y a los buques de guerra salir a la mar para explorar las aguas sospechosas. Se le ordenó al almirante Sampson enviara sus dos acorazados más veloces con rumbo a Cayo-Hueso para unirse al convoy y reforzar la derrota de éste. La expedición, por fin, zarpó de Tampa el día 14 de junio y llegó delante de Santiago el día 20. Durante estas fechas se desprotegió totalmente la defensa de las costas norteamericanas al enviar todos los cruceros a las aguas de Cuba. En medio de estos esfuerzos extraordinarios zarpó la Escuadra de Reserva de Cádiz haciendo una rápida derrota al Este. Uno de los primeros efectos que produjo, fue retirar de las costas del norte de EE.UU. todos los buques de guerra que estaban allí estacionados para su defensa concentrándose todos ellos en la Base Naval de Cayo-Hueso. En aquellos momentos había una gran ansiedad por razón de la futura suerte de la escuadra al mando de Dewey en Filipinas, pues, en el caso de que la Escuadra de Reserva prosiguiera su viaje, no se podría enviar buque alguno, exceptuando al "Monitor Monterrey", y, en todo caso, si los buques españoles sostenían la misma velocidad media que desarrollaron hasta Suez (10 millas) éstos llegarían antes. La intención sencilla de provocar a algún movimiento no previsto, respecto a las fuerzas americanas en Filipinas se consiguió perfectamente con ir hasta Port Said y permaneciendo allí algunos días, como sucedió, con dificultades reales o fingidas de repostarse de carbón. Posteriormente los norteamericanos llevaron a la práctica un movimiento análogo al dar la orden de prepararse una escuadra de acorazados y cruceros con la intención pública de dirigirse a Manila a través de Suez, cuando realmente su objetivo principal era, más bien, impedir que la Escuadra de Reserva continuase su ruta al justificarse que el objetivo declarado eran las costas españolas, prácticamente sin defensa naval y muy imperfectamente provistas de fortificaciones locales a su paso por el Estrecho. Sin embargo, esta escuadra se envió a Cuba. Conocido en Filipinas que los socorros en camino regresaban a la Península la desmoralización fue enorme y la situación empeoró ostensiblemente, precipitándose los acontecimientos hasta la capitulación de la plaza el día 14 de agosto.(Francisco J. San Martín)

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