La Habana y sus defensas:
La protección de La Habana de los esporádicos ataques de piratas y flotas extranjeras que se produjeron entre los siglos XVI y XVIII fue casi una obsesión para los gobernantes españoles, que a toda costa querían mantener a salvo de estos peligros a la próspera ciudad, pero vulnerable también. Ello explica el cúmulo de obras que se realizaron, de las que se conservan bastantes.
La primera fortaleza que se construyó en La Habana fue el Castillo de la Real Fuerza, cuyos trabajos se iniciaron en 1558, después de que unos corsarios franceses arrasaran la ciudad. La obra concluyó en 1577 y durante casi dos siglos fue la residencia de los capitanes generales españoles que gobernaron la isla. Desde 1632 reina en la torre del homenaje de este recinto la estatua-veleta de la Giraldilla, hecha en bronce, que es símbolo de La Habana y hermana de la que coronaba la Giralda de Sevilla.
El Castillo de la Real Fuerza, con su foso, los puentes que sirven de entrada a la fortaleza, las grandes puertas y las piezas de artillería situadas en el exterior, junto a la Plaza de Armas, en el corazón de La Habana histórica, se dedica en la actualidad a museo y sala de exposiciones.
El auge comercial de La Habana a finales del siglo XVI y su creciente importancia explican el interés de las autoridades españolas por proteger su puerto natural, ante el continuo acoso de los piratas. Este es el origen del Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro y de la Batería de San Salvador de la Punta.
Estas dos construcciones militares, que siguen las pautas de la arquitectura renacentista, se establecieron frente a frente en las dos márgenes de la boca del puerto de La Habana. Ello permitía una cómoda defensa de la rada. Durante muchos años el estrecho canal que conducía a la ensenada habanera se cerró al anochecer tendiendo cadenas entre el Morro y la Punta.
Los dos castillos se empezaron a construir en 1589, pero sus obras no estuvieron concluidas en su totalidad hasta 1630. Desde entonces, el Morro permanece íntimamente ligado a la fisonomía y a la historia de la ciudad.
Ocupación inglesa (1762):
Especial protagonismo tuvo esta fortaleza en el año 1762, reinando Carlos III, cuando una impresionante escuadra inglesa, con más de 50 navíos, 14.000 hombres y 2.000 cañones tomó La Habana.
Para ello los invasores tuvieron que rendir el Castillo del Morro, bravamente defendido por una guarnición al frente del capitán de navío Luis de Velasco y el marqués Vicente Gómez, que murieron como héroes tras un sitio que se prolongó durante mes y medio y que concluyó después de que los británicos volaran con explosivos los gruesos muros del fuerte. Tras la caída del Morro, la ciudad se rindió y permaneció en poder de Inglaterra durante once meses, hasta que España la recuperó a cambio de la Florida.
Tras los graves daños que sufrió durante el asedio inglés, el Morro se empezó a reconstruir al año siguiente. Fue entonces cuando la torre del fuerte comenzó a utilizarse como faro, una ocupación que mantiene hasta nuestros días. La primitiva torre fue demolida en 1844 para dar paso a la que todavía hoy se alza 30 metros arriba sobre el morro de piedra que da nombre al castillo que la resguarda.
La Fortaleza de San Carlos de la Cabaña(1763):
Muy cerca del Morro se encuentra la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, la mayor de las construidas por España en el Nuevo Mundo, con más de 700 metros de muralla, y que apuntaló el sistema defensivo de La Habana tras la amarga experiencia que supuso la ocupación inglesa.
Empezó a construirse en 1763 y las obras se prolongaron por más de once años, con un costo enorme para su tiempo. La formidable fortaleza, en forma de polígono con baluartes, terrazas, fosos, puentes levadizos, cuarteles, aljibes y almacenes, defendida además por gruesos muros de piedra, era una ciudadela prácticamente inexpugnable. Su posición privilegiada le convertía en un bastión para defender la ciudad y el puerto, para lo que contaba con un elevado número de piezas de artillería.
Un buen número de cañones fundidos en Barcelona en el siglo XVIII, siguen guardando simbólicamente este fuerte, mostrando su lujosa decoración de escudos en altos y bajos relieves, cada uno con su nombre grabado.
La Fortaleza de la Cabaña albergó a regimientos españoles en su época. Hoy en día sigue manteniendo su carácter militar y un destacamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias tiene allí su base. De la historia más reciente se conserva casi intacto el edificio dentro del alcázar que Ernesto Ché Guevara utilizó como comandancia general cuando entró en La Habana en enero de 1959 al mando de sus tropas revolucionarias.
Explotación colonial de las Antillas:
En Cuba, tras el período de minería intensiva de los comienzos, la base de la explotación colonial la constituyó en principio el latifundio ganadero, que perduró hasta el siglo XVIII, período en el que la proliferación de las vegas de tabaco y el alto desarrollo de la industria azucarera promovieron la disolución de buen número de estas haciendas.
Las Pequeñas Antillas no atrajeron a los primeros colonizadores, por lo que los caribe tuvieron poco contacto con los españoles. En el siglo XVII los progresos de los ingleses y franceses en la región acarrearon la aniquilación de la población indígena que fue sustituida por mano de obra esclava importada de Africa. En los primeros tiempos estas islas fueron focos de piratería y centros de contrabando con las colonias españolas, actividad que se incrementó en el siglo XVII con los establecimientos fijos de ingleses (Jamaica 1655), franceses (San Cristóbal 1625, Guadalupe 1635), daneses(en las Vírgenes 1684) y holandeses (Curaçao 1634). En las islas mayores y fértiles se desarrolló pronto una economía típicamente colonial: las plantaciones de tabaco, de índigo, caña de azúcar y café.
El comercio triangular inglés llevaba quincallería y tejidos desde Liverpool a Gambia y Guinea donde se cambiaban por esclavos que transportados a las Antillas eran cambiados por azúcar, algodón, tabaco, melazas y ron muy demandados en Europa. El tráfico francés tenía una estructura semejante y los colonos de América del Norte mantenían estrechas relaciones con las Antillas. Desde 1713 las Antillas inglesas atravesaron una grave crisis, en parte a causa del agotamiento del suelo: la necesidad de importar más esclavos y emplear más abonos hizo subir los costos, de modo que el azúcar de las islas francesas resultaba un 40% más barato. Incluso los colonos de Nueva Inglaterra se abastecían en las Antillas francesas, y los colonos de las islas inglesas tuvieron que vivir del contrabando sobre el imperio colonial español, a la vez que trataban de obtener del gobierno medidas proteccionistas (actas de 1733 y 1739). Los colonos de América del Norte querían dominar enteramente el mercado antillano, anexionándose las Antillas francesas u obteniendo una completa libertad de comercio con ellas. Así, estas islas fueron ásperamente disputadas en todas las guerras que enfrentaron a franceses e ingleses a la vez en Europa y en América a lo largo del siglo XVIII: La guerra de la Sucesión de Austria, que afectó a las colonias españolas, la guerra de los Siete Años, la guerra de independencia de los Estados Unidos y las guerras de la Revolución francesa.
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