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Romance del Infante Arnaldos. Anónimo: 
¡Quién hubiera tal ventura 
sobre las aguas del mar 
como hubo el infante Arnaldos 
la mañana de San Juan! 
Andando a buscar la caza 
para su falcón cebar, 
vio venir una galera 
que a tierra quiere llegar; 
las velas trae de seda, 
la ejarcia de oro torzal, 
áncoras tiene de plata, 
tablas de fino coral. 
Marinero que la guía 
diciendo viene un cantar 
que la mar ponía en calma, 
los vientos hace amainar; 
los peces que andan al hondo 
arriba los hace andar, 
las aves que van volando, 
al mástil vienen posar. 
Allí habló el infante Arnaldos, 
bien oiréis lo que dirá: 
-Por tu vida, el marinero, 
dígasme ora ese cantar. 
Respondióle el marinero, 
tal respuesta le fue a dar: 
-Yo no digo mi canción 
sino a quien conmigo va. 
(Anónimo)
  
 
Amarrado al duro banco. Luis de Góngora (1561-1627): 
Amarrado al duro banco 
de una galera turquesca, 
ambas manos en el remo 
y ambos ojos en la tierra, 
 
un forzado de Dragut 
en la playa de Marbella 
se quejaba al ronco son 
del remo y de la cadena: 
 
"¡Oh sagrado mar de España, 
famosa playa serena, 
teatro donde se han hecho 
cien mil navales tragedias! 
 
pues eres tú el mismo mar 
que con tus crecientes besas 
las murallas de mi patria, 
coronadas y soberbias, 
 
tráeme nuevas de mi esposa, 
y dime si han sido ciertas 
las lágrimas y suspiros 
que me dice por sus letras; 
 
porque si es verdad que llora 
mi cautiverio en tu arena, 
bien puedes al mar del Sur 
vencer en lucientes perlas. 
 
 
Dame ya, sagrado mar 
a mis demandas respuesta, 
que bien puedes, si es verdad 
que las aguas tienen lenguas; 
 
pero, pues no me respondes, 
sin duda alguna que es muerta, 
aunque no lo debe ser 
pues que vivo yo en su ausencia. 
 
Pues he vivido diez años 
sin libertad y sin ella, 
siempre al remo condenado, 
a nadie matarán penas". 
 
En esto se descubrieron 
de la Religión seis velas, 
y el cómitre mandó usar 
al forzado de su fuerza. 
(Góngora)
  
 
El Criticón. La Feria de todo el mundo. Baltasar Gracián (1601-1658): 
[Critilo -el hombre que confía en su razón y en su experiencia- naufraga en una isla desierta y descubre allá a Agremio, el hombre creado como los animales en su estado natural | El sentido de Fortunadas es desdichadas] 
 
Contaban los antiguos que cuando Dios crió al hombre encarceló todos los males en una profunda cueva acullá lejos y aun quieren decir que en una de las Islas Fortunadas, de donde tomaron su apellido. Allí encerró tas culpas y las penas los vicios y los castigos, la guerra, la hambre, la peste, la infamia, la tristeza, los dolores, hasta la misma muerte, encadenados todos entre sí. Y no fiando de tan horrible canalla, echó puertas de diamante con sus candados de acero. Entregó la llave al albedrío del hombre, para que estuviese más asegurado de sus enemigos y advirtiese que, si él no les abría, no podrían, salir eternamente.
Dejó, al contrario, libres por el mundo todos los bienes, las virtudes y los premios, las felicidades y contentos, la paz, la honra, la salud, la riqueza y la misma vida. Vivía con esto el hombre felicísimo. (Baltasar Gracián)
  
De Jasón (84). Lope de Vega: 
Encaneció las ondas con espuma  
Argos, primera nave, y sin temellas  
osó tocar la gavia las estrellas,  
y hasta el cerco del sol volar sin pluma.  
 
Y aunque Anfitrite airada se consuma,  
dividen el cristal sus ninfas bellas,  
y hasta Colcos Jasón pasa por ellas,  
por más que el viento resistir presuma.  
 
Más era el agua que el dragón y el toro,  
mas no le estorba que su campo arase  
la fuerte proa entre una y otra sierra.  
 
Rompióse al fin por dos manzanas de oro,  
para que el mar cruel no se alabase,  
que por lo mismo se perdió la tierra. 
(Lope de Vega)
  
 
Canción del pirata. José de Espronceda: 
Con diez cañones por banda, 
viento en popa a toda vela, 
no corta el mar, sino vuela 
un velero bergantín: 
   bajel pirata que llaman 
por su bravura el Temido, 
en todo el mar conocido 
del uno al otro confín. 
 
La luna en el mar riela, 
en la lona gime el viento, 
y alza en blando movimiento 
olas de plata y azul; 
   y ve el capitán pirata, 
cantando alegre en la popa, 
Asia a un lado, al otro Europa 
y allá a su frente Stambul. 
 
"Navega velero mío, 
sin temor, 
que ni el enemigo navío, 
no tormenta ni bonanza, 
tu rumbo a torcer alcanza, 
ni a sujetar tu valor. 
 
"Veinte presas 
hemos hecho 
a despecho 
del inglés, 
y han rendido 
sus pendones 
cien naciones 
a mis pies. 
 
"Que es mi barco mi tesoro, 
que es mi Dios la libertad, 
mi ley la fuerza del viento, 
mi única patria la mar. 
 
"Allá muevan feroz guerra 
   ciegos reyes 
por un palmo más de tierra: 
que yo tengo aquí por mío 
cuanto abarca el mar bravío, 
a quien nadie impuso leyes. 
 
 
"Y no hay playa 
sea cual quiera, 
ni bandera 
de esplendor, 
que no sienta 
mi derecho 
y dé pecho 
a mi valor. 
 
"Que es mi barco mi tesoro... 
 
"A la voz de '¡barco viene!' 
   es de ver 
cómo vira y se previene 
a todo trapo a escapar: 
que yo soy el rey del mar, 
y mi furia es de temer. 
 
"En las presas 
yo divido 
lo cogido 
por igual: 
sólo quiero 
por riqueza 
la belleza 
sin rival. 
 
"Que es mi barco mi tesoro... 
 
"¡Sentenciado estoy a muerte! 
   Yo me río: 
no me abandone la suerte, 
y al mismo que me condena, 
colgaré de alguna antena, 
quizá en su propio navío. 
 
"Y si caigo, 
¿qué es la vida? 
Por perdida 
ya la di 
cuando el yugo 
del esclavo, 
como un bravo, 
sacudí. 
 
"Que es mi barco mi tesoro... 
 
"Son mi música mejor 
   aquilones; 
el estrépito y temblor 
de los cables sacudidos, 
del negro mar los bramidos 
y el rugir de mis cañones. 
 
"Y del trueno 
al son violento, 
y del viento 
al rebramar, 
yo me duermo 
sosegado. 
Arrullado 
por el mar. 
 
"Que es mi barco mi tesoro, 
que es mi Dios la libertad, 
mi ley la fuerza del viento, 
mi única patria la mar". 
(José de Espronceda)
  
Romance de La Lirio. Rafael de León: 
Por la arena de la playa 
va con un hombre "la Lirio". 
La tarde pone en sus ojos 
un barco de plata y vidrio, 
mientras que Cádiz se enciende 
a lo lejos como un cirio, 
en un altar encalado 
de torres en equilibrio. 
 
-No sé qué sería de mí 
si me dejaras, mocito-, 
suspira dulce y lejana 
y en un sollozo, "la Lirio". 
 
El hombre moreno y alto 
con voz de viento salino 
le dice mientras su talle 
aprieta como un jacinto: 
-Llevo tu nombre en el brazo 
tatuado desde niño 
y en el corazón un ancla 
de juramento perdido. 
 
Por la arena de la playa 
viene cantando un chiquillo: 
 
La Lirio, la Lirio tiene, 
tiene una pena la Liro 
y se le han puesto las sienes 
moraítas de martirio. 
 
Cádiz, de cal, a lo lejos, 
huele a guitarra y a vino. 
"La Bizcocha" es una vaca 
con sortijas en los dedos, 
voz de aguardiente de Rute 
y cintura de brasero. 
"La Bizcocha" lleva siempre 
en su labio amarillento 
una colilla colgada 
y una blasfemia en acecho. 
 
-¿No vino "la Lirio"? 
-No, 
responde una voz en eco 
-¡Mardita sea...! 
La colilla 
cae de los labios al suelo, 
como un sucio equilibrista 
que cayera de un trapecio. 
Y por la taberna va 
un taco de carretero 
que se clava en la flamenca 
de un cartel de toros viejo. 
 
En una mesa, con sorna, 
canta un viejo marinero: 
 
Se dice si es por un hombre, 
se dice que si es por do; 
pero la verdá del cuento 
¡Ay, Señó de los tormentos! 
la saben la Lirio y Dió. 
 
Sobre el mostrador, borracha, 
"La Bizcocha" está durmiendo 
un sueño de peluconas 
con "la Lirio" de por medio. 
 
 
-¿Estará el barco en la playa? 
-Estará al amanecer... 
-Pos descanse usía tranquilo, 
que allí se la llevaré. 
-¿Y si ella no quiere, vieja? 
-Poco sabe su mersé 
de las razones que tiene 
mi "menda" pa convensé... 
¡Sincuenta moneas de oro! 
¡Vaya rasones, y olé! 
 
Y una voz entre la sombra 
termina el romance aquel: 
 
Que fue con un bebediso 
de menta y ajonjolí; 
que fue una noche de luna, 
que fue una tarde de abrí. 
 
-¿Dónde está mi blanca novia, 
dónde está que no la veo? 
 
(Un barco en la madrugada 
se va perdiendo a lo lejos...) 
 
-¿Dónde está "la Lirio", dónde, 
que yo sin verla me muero? 
 
(Mocito, busca otra novia 
porque esa tiene ya dueño 
y va en un trono de espuma 
navegando mar adentro...) 
 
-Mira su nombre en mi brazo, 
sobre mis venas latiendo, 
y en mi pulso y en mi lengua 
y en la punta de mis dedos. 
 
(Para tapar ese nombre 
ponte un brazalete negro...) 
 
-¡Mira que la llevo aquí 
crucificada en mis centros! 
 
(Arráncate las entrañas 
y da tu dolor al viento...) 
 
¡Mira que de no mirarla 
me estoy muriendo y muriendo! 
 
(Pues encomienda tu alma 
porque ese amor está muerto...) 
 
Amarga, de Puerta Tierra, 
viene la voz de un flamenco: 
 
A la mar maera, 
y a la Virgen, cirio, 
y pa duquitas, mare de mi arma, 
pa duquitas negras, 
las que tié la Lirio. 
 
Caminito de las Indias 
un barco se va perdiendo. 
"La Lirio" corta sus trenzas 
con tijeritas de acero, 
llenando el mar de suspiros 
y el aire de juramentos, 
mientras que, roto, en la playa 
-veleta de amores muertos-, 
clavando su desengaño 
en la Rosa de los Vientos, 
moreno de sal y luna, 
llora y llora un marinero. 
(Rafael de León [1908-1982])
 
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