Submarinos
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Narcís Monturiol i Estarriol (1819-1885)
Tenía una fuerte personalidad y, según todos los indicios, un corazón generoso. Poseía, además, múltiples intereses: como editor de publicaciones defensoras de los derechos de los trabajadores y las mujeres, lidió con las autoridades y con las tijeras de los censores; también siguió de cerca los intentos (bastante lamentables desde la perspectiva actual) de crear algunas sociedades utópicas en América. Su optimismo innato alcanzó su punto álgido en un terreno bastante diferente: los inventos y , en particular, el del submarino. A principios del siglo XIX se habían realizado varios intentos de navegar por debajo del agua, algunos con éxito. No obstante, estos proyectos no lograron recaudar los fondos necesarios y, por lo general, acabaron donde habían empezado, en la mesa de dibujo.

Narciso Monturiol Ictíneo Ictineo Ictineo. Ventana lateral

En 1856 Monturiol empezó a trabajar en el Ictíneo, su primer submarino de madera. Tenía unos 6 m de eslora -una bestia en forma de pez estrecha y pequeña-, pero funcionaba. Las hélices se movían impulsadas por la fuerza de los músculos de la tripulación y la escasez de aire obligaba a que las inmersiones fueran bastante breves. Monturiol realizó más de cincuenta en los dos años siguientes a la botadura del submarino (1859). Se convirtió en una celebridad de la noche a la mañana, pero no consiguió ni un céntimo de la Marina. Sin amilanarse por ello, Monturiol se endeudó aún más al proyectar el Ictíneo II, una auténtica novedad. Con 17 m de eslora, las hélices se movían impulsadas por vapor e incorporaba un sistema para renovar el oxígeno en el interior de la embarcación. La prueba de 1864 no le aportó, una vez más, ningún beneficio económico, ni proviniente de la Marina ni de la industria privada. Los elogios eran generalizados, pero Monturiol se había gastado una cantidad ingente de dinero en el proyecto. En 1868, los acreedores perdieron la paciencia y destruyeron el submarino; lo vendieron como chatarra. Su creador nunca llegó a recuperarse del golpe. (D.Simonis)

Características del Ictíneo:
El alumbrado interior se conseguía con velas; para el rumbo llevaba una aguja magnética, y la velocidad se determinaba con una corredera de paletas. No empleaba timones de profundidad, porque a las pequeñas velocidades que navegaba no hubiesen sido demasiado útiles. Al objeto de conservar el aire en buenas condiciones para la respiración se absorbía el ácido carbónico formado por el proceso de la respiración, mediante sustancias químicas, y se sustituía el oxígeno gastado por medio de botellas que lo llevaban comprimido. A bordo de este submarino se montó un cañón, que se cargaba con el submarino en inmersión desde el interior del mismo. Destacaba la construcción con doble casco, lo que hace de Monturiol el inventor de esta modalidad y no Labeuf, muy posterior; el soplado de tanques con aire de baja, mucho antes de que lo emplearan los astilleros Germania de Krupp, a los que se atribuye su empleo por primera vez, y los sistemas de regeneración de aire, semejante a los utilizados hoy en día.

Isaac Peral Submarino de Peral Submarino de Peral. Maniobras en superficie Hélice: Prueba hidrodinámica

Isaac Peral y Caballero:
Teniente de navío de la armada española. Inventor del submarino de su nombre en Cartagena (01/06/1851). Muerto en Berlín (1895). Ingresó en el Colegio Naval en julio de 1865. De guardiamarina efectuó un viaje de Cádiz a Manila. En 1872, ya alférez de navío, era en Cuba, segundo comandante del cañonero Dardo, tomando con él parte en diversos hechos de armas; entre ellos un arriesgado desembarco en Nievitas al frente de 12 hombres con los que obligó a retirarse al enemigo. De regreso a la Península, hizo campaña contra los carlistas, pasando en 1882 a Cuba y Filipinas, siendo a finales del año, nombrado profesor de física y química de la Academia de Ampliación. Se dedicó con ahinco a la electricidad y a la navegación submarina, ya estudiada y comprobada en España desde 1859 por Narciso Monturiol. Peral tuvo ocultos sus proyectos hasta 1885 en que creyó su deber darlos a conocer al gobierno español con motivo del conflicto de las Carolinas, dando cuenta de aquéllos al ministro de marina, a la sazón, vicealmirante Pezuela.

    Hubiera encontrado, a no dudarlo, en ese dignísimo y respetable general, todo el apoyo que acaso requería, pero su breve permanencia en el poder me privó pronto de su decidida protección e inteligente ayuda. Apoyado después con eficacia discutible por los generales que desde entonces se han sucedido en el Ministerio de Marina, no sin sostener laboriosas luchas burocráticas, y aun apelando a altísimas influencias, en vista de que se pasaban años enteros sin adelantar paso, perdíamos lamentablemente el tiempo en hacer con míseros recursos pruebas parciales innecesarias, he llegado, después de una accidentada historia de cinco años, a encontrarme privado del apoyo que necesitaba para proseguir mi idea, precisamente en los momentos en que la nación iba a recoger el fruto de mis afanes y de sus dispendios (Isaac Peral, manifiesto de 1891).

El 23/10/1887 se empezó a construir el torpedero submarino de Peral botándose el 8 de septiembre del año siguiente. Las pruebas que después tuvieron lugar en la bahía de Cádiz dieron magnífico resultado y al llegar la noticia de ellas a las Cortes, produjeron el mayor entusiasmo entre los diputados. El marqués de La Habana, presidente de la Alta Cámara, como resultado de esta sesión, felicitó a Peral. El informe de la junta técnica que presenció las pruebas se expresaba de esta forma: El Peral se sumergió diferentes veces a distintas profundidades, que llegaron a 10 metros y navegó bajo el agua cortas distancias... navegó también sumergido a 7 metros de profundidad, durante 9 minutos, apareciendo luego para volver a sumergirse a 10 metros y navegar a esta profundidad y al rumbo oeste, que se había prefijado, durante una hora, al término de la cual reapareció en la superficie a 3 millas y media exactamente al oeste del punto de inmersión. Había pues cumplido el programa de pruebas que se le trazó.

Funcionamiento descrito por Echegaray:
La autorizada pluma de José Echegaray describe el funcionamiento del buque en estos términos: El Peral es esencialmente más ligero que el agua, tiene pues determinada fuerza de flotación y para que se sumerja es preciso que las dínamos (funcionando como motor, se entiende), hagan girar rápidamente las dos hélices de eje vertical destinadas a ese fin. Sólo que, para facilitar este trabajo, antes de empezar la inmersión hay que aumentar el lastre de agua, de suerte que la fuerza ascensorial se reduzaca en gran manera y el submarino quede más obediente al aparato de profundidades. En resumen, el buque se sumerge de este modo: los acumuladores suministran la corriente eléctrica a las dínamos (como motores), por su rotación hacen girar las hélices de eje vertical; éstas, atornillándose, por decirlo así, en el agua y penetrando en ella, llevan consigo, a través de la masa líquida al submarino. Así podría bajar indefinidamente hasta que la resistencia del buque fuese inferior a la presión del agua. Si en cualquier momento cesa el giro de las hélices, la fuerza de flotación prepondera y el submarino asciende. Pero supongamos que la inmersión continúa: cuando de este modo el buque ha llegado a la profundidad apetecida, se sustituye a la corriente primera en otra menor, capaz tan sólo de compensar la fuerza ascensorial, pero sin vencerla, y el buque queda inmóvil en aquel punto en que la sustitución se verifica, o algo después; hay pues equilibrio. (José Echegaray)

Peral tuvo muchos envidiosos y detractores de su obra, y mientras las masas le vitoreaban y la reina regente Dª María Cristina le regalaba un sable de honor, perdía más y más la protección de los organismos oficiales. Por último, la comisión técnica nombrada por el Ministerio de Marina para el estudio de las posibilidades del nuevo torpedero submarino, emitió informes adversos y hubo hasta quien le acusó a Peral de plagiario y de gastar los recursos del erario público en inútiles experimentos. Algunos hombres de ciencia, sin embargo, le defendieron, entre ellos Echegaray, que lo hizo tenazmente, expresándose en los siguientes términos: Como teoría, el submarino Peral me parece más perfecto o de lo más perfecto que se ha inventado, y pongo este dilema, porque ni soy infalible, ni conozco todo lo inventado en esta materia. Como resultado práctico, me parece que la célebre prueba en mar libre, a 10 metros de profundidad, con rumbo constante y durante una hora, es un resultado importantísimo y del cual deberíamos estar orgullosos todos los españoles... Se ha dicho por personas muy respetables, que ese resultado, tan satisfactorio en la apariencia, no es otra cosa que la concordancia feliz de un conjunto de casualidades. Difiero totalmente de esta opinión: me parece imposible ese conjunto de casualidades, matemáticamente imposible; todo eso es en último análisis, algo así como un problema de cálculo de probabilidades... El buque de Peral marchó en línea recta con el rumbo que se había impuesto. Es decir, que no basta con una casualidad y con una casualidad de una hora; es preciso que en cada metro y en cada segundo se repita la casualidad favorable... Peral ha hecho algo útil para la ciencia, y la historia de la ciencia española le hará justicia.

En la década de 1970 España desarrolló un programa para la construcción de cinco submarinos oceánicos de combate, tipo Daphné de proyecto francés. Desplazamiento en superficie 863 t, en inmersión 1.040t. Eslora: 60 m. Velocidad en superficie: 12,5 nudos. Velocidad en inmersión: 15,5 nudos. Armamento 12 tubos lanzatorpedos. Dotación: 6 jefes y oficiales. 30 suboficiales y marinería. Propulsión: 2 motores diesel de 750 HP y un Snorkel para la navegación sumergida.

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