PROYECTO SER
Alberoni



Alberoni:
1) La experiencia de liberación: Tenemos la impresión de que ha acabado un período de cautividad. Hemos roto las cadenas, hemos salido al aire libre. Saboreamos la libertad. Nos habíamos doblegado, por pereza, por pasividad o por miedo. Nos forzábamos a hacer aquello que nos exigían los demás. Seguíamos sus normas, no nuestras más profundas aspiraciones. Ya no éramos nosotros mismos. Nos habíamos encerrado, poco a poco, en una prisión invisible. Ahora hemos arrancado los barrotes y por fin nos hemos convertido en lo que queremos ser.

2) La iluminación: Es como si hubiera caído, casi por magia, un velo que nos vendaba. Ahora sabemos cuáles son nuestros verdaderos deseos. Ahora conocemos nuestra verdadera esencia. Sabemos qué es justo, qué es bueno hacer. Estábamos enceguecidos, dormidos, como casi todos los que nos rodean, a quienes ahora miramos con estupor porque nos parece imposible que se conformen con lo que son y con lo que tienen. Antes, también nosotros éramos así. No éramos verdaderos, no estábamos vivos. Ahora sabemos qué quiere decir vivir de verdad. Y que todo depende del amor. El amor es un don maravilloso, aunque haga sufrir. Perderlo significa volver entre los ciegos, a la situación de los zombies.

3) El único: Nuestro amado no es comparable con ningún otro. El es el único ser vivo al que podemos amar. Cualquier otro al que encontremos, aunque sea nuestro divo preferido, no puede reemplazarlo. No encontraremos a ningún otro como él, mejor que él. Si somos correspondidos, si él nos ama, nos maravillamos de la increíble y extraordinaria fortuna que hemos tenido. Sentimos que se nos ha dado algo que ni siquiera habíamos imaginado que pudiéramos obtener. Toda mujer enamorada, por consiguiente, encuentra verdaderamente al príncipe azul que existe sólo en los cuentos. Todo hombre enamorado encuentra a la actriz divina, a la reina inaccesible a la que nunca habría osado mirar. El don es tan grande, tan increíble que no podemos creerlo. Por eso surge en nosotros la determinación de protegerlo contra todas las adversidades, de cultivarlo con trepidante cuidado.

4) Realidad-contingencia: Ahora que conseguimos ver la esencia de las cosas, sabemos que todo está animado por una fuerza ascendente, que aspira a la felicidad, a la alegría, a hacerlo todo armónico y perfecto. Esta es la verdad profunda de lo real. El dolor, la imperfección y la maldad son, por consiguiente, sólo apariencia y contingencia. Algún día desaparecerán. Para nosotros, para todos. Y se afirmará la verdad del amor y la felicidad. Por eso es preciso tener fe y resistir en la espera.

5) La experiencia del ser: Nosotros sentimos que todas las cosas existentes, todos los seres animados e inanimados tienen un sentido. En todo respira el soplo de lo absoluto. Todo es hermoso cuando está iluminado por la luz del ser. El ser es, en sí mismo, hermoso, lógico, necesario, admirable y estupendo. Por eso todas las cosas existentes, una colina, un árbol, una hoja, un muro al atardecer, hasta un insecto, nos parecen conmovedoramente hermosos.

6) La libertad-destino: Cuando amamos, nos introducimos en el gran aliento del mundo. Nos sentimos conducidos, atravesados por una fuerza trascendente. Somos como una nota musical en de una gran sinfonía...

7) El amor cósmico: Cuando estamos enamorados, amamos a todas las cosas. Las montañas, las plantas, los ríos, todos los seres vivos. Nos inclinamos sobre el mundo llenos de comprensión y de amor. Amamos aún más a las personas que nos rodean, y quisiéramos hacerlos a todos felices. Sentimos que deber y placer deberían coincidir. Cuando esto es imposible, cuando se nos impone elegir entre nuestro amado y las demás personas a las que amamos, entonces nos sentimos desgraciados, divididos. Es el dilema ético. Muchas personas renuncian a su amor, algunas se suicidan con el amado, porque el dilema ético les parece irresoluble. Para salvar el amor renuncian a la vida. Pero quien es fuerte, quien quiere salvar la vida y el amor, se prodiga para encontrar una solución aceptable para todos. Quien está verdaderamente enamorado está dispuesto a soportar renuncias, a hacer sacrificios. Y si hace daño a alguien, tiene sentimientos de culpa, de dolor.

8) El renacimiento. La persona enamorada rompe el círculo mágico que lo mantenía atado, como un autómata, a su comunidad. Modifica las relaciones que ha tenido hasta a aquel momento. Se vuelve distinto, otro hombre, otra mujer. El viejo individuo ha muerto, en su lugar está naciendo uno nuevo. Ha sufrido una mutación interior, la metanoia, de la que habla san Pablo, la muerte-renacimiento. El enamorado es un renacido. No hay verdadero enamoramiento si no existe esta experiencia de renacimiento.

9) Autenticidad y pureza. Puesto que nuestro viejo Yo, codicioso, inauténtico y falso, ha muerto, querernos ser auténticos y puros. Las personas enamoradas se dicen la verdad por necesidad interior. El verdadero enamorado es fresco, ligero y plástico. Ya no es codicioso, avaro y envidioso porque sólo le interesa su amor. El sentido de esta experiencia está encerrado en la frase religiosa: «Busca el reino de Dios y el resto te será dado por añadidura». Precisamente porque ha entrevisto la esencia de la vida, no teme a los obstáculos. Siente que podrá superar todas las dificultades, todas las incomprensiones y todos los odios. Esta sensación de invulnerabilidad no ofusca su razón. Es más, es paciente, atento e ingenioso.

10) Lo esencial es la persona amada: Mientras que antes tenía mil exigencias, mil hábitos, ahora que está enamorado le parecen fútiles. No le importa nada qué posee, cómo está vestido o cómo viaja. Le basta lo esencial. Esencial es aquello que sirve para gustar al amado, para hacerlo feliz y para vivir junto a él. Piensa verdaderamente que «contigo pan y cebolla». El enamorado sabe prescindir, sabe renunciar, se conforma con poco. Soporta serenamente la fatiga, el sueño y el hambre. Si, en cambio, continúa siendo codicioso, si no sabe renunciar, quiere decir que no está enamorado. Si se lamenta quiere decir que no está enamorado.

11) El comunismo amoroso:: Si alguien se enamora de una persona rica, es feliz de que esta persona sea rica y no le importa ser pobre. No quiere hacerse rico como ella, no quiere ser ella. Si, en cambio, es él el que es rico, siente el deber de dar, de reducir la desigualdad. Las personas verdaderamente enamoradas no llevan una contabilidad del debe y del haber. Cada uno «da según sus posibilidades y cada uno toma según sus necesidades»’. Cosa posible sólo si ambos enamorados autolimitan sus necesidades materiales. Ellos lo hacen porque son felices de estar juntos y necesitan muy poco. Comen un bocadillo mirándose a los ojos y les parece exquisito, se alojan en un triste hotelucho y les parece un palacio. Cuando hay codicia o avaricia, no hay verdadero enamoramiento. Además, en el enamoramiento, se mantienen cuidadosamente alejadas las pretensiones de todos los demás miembros de la familia, del clan o del partido. En el estado naciente entramos como individuos. Hay, por tanto, un exceso de recursos respecto de las necesidades. Si se registra escasez, si uno de los dos pide demasiado, quiere decir que no está enamorado.

12) La historización: Puesto que hemos renacido construimos nuestra nueva identidad. Volvemos a nuestro pasado para comprender todo lo que nos ha sucedido, para juzgar todo lo que hemos hecho. Para comprender qué nos ha alejado del camino correcto y cómo hemos encontrado el verdadero amor. Es la historización. Todos los viejos traumas, los viejos dolo res, los viejos amores son suprimidos, desvalorizados. Emergemos de ella nuevos, sin rencores ni ataduras. Este proceso los enamorados lo realizan juntos, contándose su vida. Se con fían sus flaquezas y errores. Descubren también las huellas, los presagios del amor que hoy los une. A través del relato del amado, cada uno ve el mundo como él lo ha visto. De este modo ellos funden juntos no sólo sus vidas presentes, sino también sus vidas pasadas. Las integran, las armonizan, hasta construir una historia común, tener una común identidad en el tiempo.

13) El amor como gracia: Aunque nos hayamos prodigado para conquistarlo, si el otro nos ama, lo vivimos como milagro, don y gracia. El amor no tiene explicación. Es un acto totalmente libre. Por eso queremos que el otro nos ame libre mente. Incluso cuando quisiéramos aprisionarlo, atarla, con tal de que se quede con nosotros, luego queremos que nos diga espontáneamente: «te amo». El «filtro amoroso» de los mitos es algo que convierte el ánimo del amado a nuestro favor, que produce en él la misma mutación, la misma metanoia que hemos sufrido. No es pensado como una esclavitud, sino como una liberación. Él, al beber la poción mágica, nos ve como verdaderamente somos.

14) La igualdad: En el enamoramiento cada uno es para el otro el único, el insustituible, aquel que vale más que cualquier otro. Cada uno, por consiguiente, se siente elevado en la cima del mundo. En términos sociológicos, cada uno es el jefe carismático del otro y no puede ser sustituido. Los enamorados son, por con siguiente, absolutamente iguales. No es concebible entre ellos una diferencia de grado o jerarquía.

15) El tiempo: La persona amada es como la aurora: da inicio a nuestra vida. Es como el ocaso: constituye su límite. Por tanto, es toda nuestra vida, como una jornada de sol: comienza con ella y termina con ella. Es el principio y el fin del tiempo. Sabemos que el destino, al concedernos ese amor, nos ha dado el máximo. Por eso en el futuro sólo esperamos caminar a su lado, afrontando todas las incomodidades y dificultades. Podemos imaginar toda nuestra vida junto a ella, hasta la muerte. No importa cuán larga sea. Una vida con el propio amor es, en cualquier caso, completa y perfecta. El amor y el tiempo son la misma cosa. Más que renunciar a nuestro amor estamos dispuestos a morir. Al mismo tiempo estamos llenos de deseos de vivir. Pero sólo con nuestro amado. El ciclo de la nueva vida empieza y termina con él. Esta imposibilidad de imaginar el tiempo sin él nos aterroriza. Vivir sin él significa decaer y precipitar nos en el abismo. Mientras que con él podemos crecer, mejorar y elevarnos.

16) Transfiguración: En el enamoramiento transfiguramos a la persona amada. En la transfiguración tenemos, en el mismo instante, una doble experiencia: todo lo que existe es maravilloso y, al mismo tiempo, perfectible, se mueve hacia un punto más alto. Es de este modo como la madre mira a su niño enfermo. Ella sabe que ésa es una enfermedad. Quisiera que estuviera sano, quisiera poderlo curar. Sin embargo, no puede dejar de ver esa carita exangüe, ese cuerpecito agotado como hermoso y encantador. La transfiguración nos hace amar lo existente en la luz del Ser. No confundamos la transfiguración con la idealización. En la idealización encontramos en la persona amada unos valores reconocidos. Pasamos por alto sus defectos, los borramos y ponemos en relieve solamente sus méritos, los exageramos. Es la transfiguración la que nos permite, cuando estamos enamorados, amar al otro como es, fundirnos con él. Aceptamos su cuerpo y su espíritu. Nos abrimos, estamos dispuestos a cambiar, a moldeamos según sus deseos. Queremos ser perfectos ante sus ojos.

17) Perfeccionamiento: Descubrimos en nosotros una fuerza que nos empuja a superarnos. Entreveo mi esencia y la suya. Y su esencia no es solamente lo que se manifiesta ahora, sino todas las posibilidades que están ocultas en él y que él mismo ignora. Es como si mi tarea fuera hacer a la persona amada similar a lo que Dios podía tener en mente para ellas. Por tanto, la empujo a cambiar. Pero el mismo proceso actúa sobre mí. También yo quiero hacer emerger mi verdad pro funda, llevar a término mi esencia. Por tanto, estoy forzado a buscarla, no sólo en lo que me indica él, sino también en mí mismo, en espíritu de verdad. Cada uno quiere ser perfecto para agradar al amado. Lo escucha y se moldea según sus deseos. Pero, al mismo tiempo, busca su verdadera vocación. Y en esta búsqueda puede enfrentarse con los requerimientos del amado. Ambos, en síntesis, tienden a la propia perfección y a la del otro, pero lo que ven y proponen ora coincide ora se enfrenta. De ello resulta un proceso complejo que no puede ser llamado de adaptación recíproca, porque es mucho más: es un acto de re-nacimiento, una re-invención, re-creación de sí mismo y del otro, y de la propia relación. En este proceso de co-creación son posibles muchos malentendidos, errores, ajustes, correcciones y nuevos comienzos. Porque el otro puede no tener las posibilidades que he entre visto en él, ni yo las que él m ha atribuido. Porque algunas cosas que parecen verdaderas se demuestran falsas. El estado naciente es una exploración de lo posible. Con el avance de esta operación lo posible se reduce. Aparece lo imposible: la «realidad» en contraste con la fantasía y la esperanza. La pareja se forma y dura sólo si esta «realidad» no entra en contraste mortal con la transfiguración, no la anula. En la pareja feliz la transfiguración continúa. Sólo que no se extiende a todo lo posible. Han sido determinados unos ámbitos de imposibilidad, unos confines. Pero en el interior el flujo vital se renueva perennemente.

18) La fusión: Es el encuentro místico que se basta a sí mismo, que está dispuesto a replegarse sobre sí mismo. Lo que cuenta es el contacto con lo absoluto, el éxtasis. Su tiempo es el presente, su deseo es detener el tiempo, el nunc stans, lo eterno. Cuando el tiempo se detiene, las cosas revelan la perfección de su esencia y cesa toda aspiración porque se está más allá del deseo. La fusión es fusión de los cuerpos, identidad de los espíritus. Calienta, ilumina. Como un agua milagrosa purifica, como un sacramento vuelve invencibles e invulnerables. El individuo se rinde ante algo que lo trasciende y en lo que se realiza. Los dos cuerpos, antes de unirse, se convierten en sagrados, sacrum facere, consagración, santuario. Entonces se cumple el milagro del contacto entre cielo y tierra, de la fusión con el universo. El cielo y la tierra son llamados como testigos, y miran bendicientes. Éste es el matrimonio, la unión consagrada. Es la celebración de la pareja de bodas y de la naturaleza, ya no distintas. Es la unión de la diversidad de la que nace cada cosa. Es transubstanciación: el cuerpo se vuelve divino, se junta con el otro y simboliza todo lo que nace y germina.

19) El proyecto: De la fusión brota el proyecto: el milagro de ver juntos, con-ver, querer juntos, con-querer. Mano sobre mano los dos amantes recorren las calles del mundo que parece totalmente hermoso y nuevo. Todo es resplandeciente a la luz de las luminarias nupciales. El ser está preparado para acoger la vida naciente. Primero todo era puramente germen y potencialidad. El proyecto es definición. El proyecto se proyecta en el tiempo, construye el tiempo. El tiempo nace con el proyecto. El tiempo sale del nunc stans, del exterior bajo la forma de proyecto. El proyecto germina, surge absolutamente libre y caprichoso como movimiento hacia el mundo, como juego en el mundo. El proyecto es posible porque el mundo está transfigurado, dispuesto a acogerlo. No es esfuerzo, pena. Es danza, creatividad. Puede generar un activismo frenético, la construcción de una casa, de una familia. O el encerrarse en una torre (contigo pan y cebolla), en el bosque (como en el mito de Tristán e Isolda). Pero todo es hecho en nombre de ese encuentro, de esa unión mística, vivificadora. Ella es la matriz y la fuente, ella es el principio y el fin último. Todas las demás determinaciones, la construcción de la casa o del refugio, el irse o el permanecer, son todos caminos que parten de ella, modos de estar en el mundo, encarnaciones de su sacralidad, emanaciones. En la producción de estas cosas juegan la cultura, la experiencia acumulada, los miedos, las angustias o los amores infantiles, las decepciones sufridas, los sueños y los deseos insatisfechos. El proyecto es el producto de la fusión y de su voluntad de vivir, de convertirse en materia viva, naturaleza, cuerpo y estructura. Es su encarnación en el mundo, su realización en el mundo. Es germinación, impronta dejada por el ímpetu creador, por el impulso vital que busca su perfección pero se objetiva, en cualquier caso, en algo que vive, que permanece.

20) El dilema ético: Lo absoluto, entrevisto, debe encarnarse. El enamoramiento no es sólo idilio. No es sólo ir soñando más allá del bien y del mal. Es realizar el bien en el mundo, y esto implica redescubrir la moralidad. La moralidad se presenta siempre como elección entre cosas que, a la luz del ser, tienen la misma dignidad. Quien ama quisiera que todos fueran felices. Pero hace infelices a algunos. Por tanto, se ve forzado a afrontar el dilema, que es una lenta y fatigosa búsqueda no de aquello que es bueno en sentido absoluto, sino de aquello que reduce el mal y el sufrimiento. (Francesco Alberoni)

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