Libertad: Entre ambos extremos, es preciso reconocer que el hombregoza de una libertad relativas. Unos pueblos son más libres que otros, por gracia o desgracia de sus gobernantes. Unos hombres son más libres que otros: tanto por lo que toca a lo que podríamos llamar libertad exterior (un peón de albañil tiene poca libertad exterior, pocas posibilidades de formación, etc.) como a la libertad interior (capacidad de autocontrol y dominio de sí mismo). En una humanidad dividida en clases, la libertad es algo que se busca y por lo que se lucha, no una entidad abstracta. En este sentido, el existencialismo ha hecho siempre hincapié en que la libertad es una libertad en situación. Hay, pues, libertad dentro de lo que cabe, y los límites de la libertad son grandes: nadie nos ha pedido permiso para nacer ni para morir, ni para darnos el cuerpo que tenemos, los padres, el ambiente, etc. Sin embargo, por otro lado, no es menos cierto que podemos intentar aprovechar esos límites para dominarlos y acrecentarlos: podemos convertir lo limitado en tendente al infinito. Y no sólo podemos sino que debemos. Debemos luchar porque la coacción sea menor (dicho positivamente: por lograr mayores libertades cívicas, de pensamiento, de conciencia, de expresión, de reunión, etc.). Debemos luchar por lo que Kant llamaba autonomía de la voluntad, es decir, por la posibilidad de dominarnos a nosotros mismos; pues sin control ninguno el hombre no queda más libre, sino más disminuido. Debemos luchar por que efectivamente nuestra conciencia pueda testimoniar sin engaños, antes, después y durante nuestras acciones, que somos libres. Debemos, en una palabra, transformar, como dice el marxismo, la necesidad en libertad. Será el esfuerzo por la verdad lo que hará libre al hombre. |