Venecia en la Literatura:
Se ha escrito más sobre Venecia que sobre la mayoría de las otras ciudades del mundo. En 1364 Petrarca la halló "rica en oro, pero más rica aún en fama". En 1786 Goethe opinaba que esta ciudad no podía compararse a ninguna otra. En 1789 Ernst Moritz Arndt se enfadó por los "aspectos y olores repugnantes". En 1844 Charles Dickens se entusiasmaba diciendo que la realidad de Venecia "superaba la capacidad imaginativa del más fantástico soñador", y en 1913 Thomas Mann llamó a Venecia "la más inverosímil de las ciudades". (Roland Gööck)
Pero la Venecia derrotada devino símbolo de grandeza perdida, lugar de melancolía, nostalgia, romance, misterio y belleza. Como tal, ejercía un poder irresistible en pintores y escritores. Lord Byron, que vivió dos años en un palacio del Gran Canal, casi parecía preferir la Venecia en decadencia: "Por ventura más querida todavía en sus días de aflixión / que cuando era alarde, maravilla y espectáculo". Henry James consideraba Venecia una atracción turística demasiado explotada, "un maltrecho cosmorama y bazar". John Ruskin, centrándose en las riquezas arquitectónicas de la ciudad, aclamó Venecia como "el paraíso de las ciudades". Para Charles Dickens, Venecia era "una ciudad fantasma" y para Thomas Mann una curiosidad de oscuro atractivo, "mitad cuento de hadas, mitad trampa".[...] Gracias a los dos siglos de pobreza, la herencia arquitectónica de la ciudad se había mantenido sorprendentemente a salvo de intrusiones modernas. Los siglos XIX y XX apenas habían dejado huella en Venecia. Al pasear por sus calles, el visitante actual todavía disfrutaba de una sucesión de vistas muy similares a cómo las pintó Canaletto en el siglo XVIII. (John Berendt, La ciudad de los ángeles caídos)
[...] Bien entrado el XIX, Charles Dickens se embarca hacia el Sur para escribir su libro Imágenes de Italia. Queda prendado de Venecia, cuya realidad, en su opinión, "excede el sueño más extravagante". Y sobre la ciudad cae la riada de la literatura iniciada por Goethe. Llegan Ruskin, Twain, Henry James, Proust, George Sand, Gauthier, Morris, Hemingway, d'Annunzio, Carpentier..., la lista es interminable. "Es el Shakespeare de las ciudades -se le ocurre decir a John Addington Symonds-: incomparable, irrebatible, y por encima de la envidia". Thomas Mann pervierte a su personaje, el escritor Aschenbach, mientras persigue la belleza destructora, encarnada en la figura de Tadzio. El ruso Joseph Brodsky escribe: "Al rozar el agua, esta ciudad mejora la imagen del tiempo, embellece el futuro. Ése es el papel de esta ciudad en el universo". No muy lejos de allí, en un castillo sobre el Adriático, a las afueras de Trieste, Rainer María Rilke canta en sus Elegías del Duino: "Pues lo bello no es más que ese grado de lo terrible que aún podemos soportar. Todo ángel es terrible". (Javier Reverte. Viaje al mar de la literatura)
La ciudad de los ángeles caídos:
Comprendía por qué tantas historias ambientadas en Venecia eran de misterio. Umbríos canales traseros y laberínticos pasajes donde incluso los iniciados se perdían alguna vez conjuraban con facilidad las atmósferas más siniestras. Reflejos, espejos y máscaras sugerían que las cosas no eran lo que aparentaban. Jardines escondidos, ventanas cerradas y voces invisibles hablaban de secretos y posiblemente de lo oculto. Arcos de estilo morisco recordaban que al fin y al cabo, la insondable mente oriental había tomado parte en todo esto.
El saqueo del ejército de Napoleón:
La muerte de Venecia se había predicho, declarado y lamentado durante doscientos años, desde que en 1797 Napoleón puso de rodillas a la otrora poderosa República Veneciana. En el apogeo de su gloria, Venecia había sido la máxima potencia marítima del mundo. Sus dominios se extendían desde los Alpes a Constantinopla y su riqueza no conocía parangón. La variedad arquitectónica de sus palacios -bizantinos, góticos, renacentistas, barrocos, neoclásicos- reflejaba una estética en constante desarrollo moldeada por un millón de conquistas y la acumulación de sus respectivos botines.
Pero en el siglo XVIII Venecia se había entregado al hedonismo y la disipación: bailes de máscaras, mesas de juego, prostitución y corrupción. La clase gobernante abandonó sus responsabilidades y el Estado se debilitó, impotente para resistir el acecho del ejército napoleónico. El Gran Concejo de la República Veneciana votó su propia disolución el 12 de mayo de 1797 y el último en la línea de ciento veinte dux dimitió. Desde entonces no ha habido dux en el palacio Ducal, ni Consejo de los Diez en la Cámara del Gran Consejo, ni constructores navales que fabricaran buques de guerra en el Arsenal ni prisioneros que arrastraran sus pies por el puente de los Suspiros de camino a las mazmorras.
"¡Seré un Atila para el Estado veneciano!", había bramado Napoleón en italiano para que no cupieran malentendidos. Cumplió su palabra. Sus hombres saquearon el tesoro veneciano, destruyeron montones de edificios, arrancaron piedras preciosas de sus nichos, fundieron objetos de oro y plata y se llevaron cuadros de primerísimo orden para exponerlos en el Louvre y en el Museo Brera de Milán.
(John Berendt)
Gran Guerra:
La defensa de Venecia durante la Gran Guerra reunió a gran número de tropas aliadas. Tras el desastre de Caporetto (1917) las tropas austríacas reforzadas por las alemanas avanzan 100 kilómetros en 10 días bordeando la costa adriática. Se acercan a pocos kilómetros de Venecia. 275.000 soldados italianos llevados a la extenuación por el destituido general Luigi Cadorna se rinden durante el avance. Muchos gritan: ¡Nuestro enemigo es Cadorna, no los austríacos! Los aliados deciden reforzar a los derrotados italianos enviando 100.000 soldados y una escuadrilla aérea francesa que logran detener a los austríacos. La derrota austríaca y el desánimo de las maltratadas tropas hace que el emperador Carlos I quiera pactar el fin de la guerra, a lo que se opone el Kaiser Guillermo II. Hemingway reflejaría en Adiós a las armas sus vivencias durante el desastre de Caporetto.
Palacios e iglesias:
El más famoso es el Palacio Ducal. El actual Palacio de los Dux, situado junto a la iglesia de San Marcos, ocupa el mismo lugar que varias construcciones palatinas anteriores y es, en parte, un ejemplo de gótico italiano. Aloja una espléndida colección de arte, en la que destacan dos enormes estatuas de Marte y Neptuno de Sansovino, y grandes óleos de Tintoretto, como el Paraíso, que es uno de los mayores del mundo. Entre los palacios bizantinos figuran el Ca'Molin, donde vivió Petrarca, y los de Farsetti, Loredan y Da Mosto, en el Gran Canal, y el Fondaco dei Turchi, que alberga el Museo de Historia Natural. Uno de los palacios góticos más célebres es el Ca'd'Oro (s.XV), en el Gran Canal, hoy museo de arte que comprende una notable colección de muebles y pinturas. Otros grandes edificios góticos son el Palazzo Bernardo, el Palazzo Prinli y el Palazzo Cotarini Fasan. Entre los palacios renacentistas sobresalen el Trevisan, el Dario, el Corner de la Ca'Grande, diseñado por Sansovino, el Rezzonico y el Pesaro, palacio barroco convertido en el Museo del Arte Moderno.
entre las iglesias destaca San Marco, gran monumento del arte bizantino, en la plaza del mismo nombre, con la tumba del santo evangelista. Al gótico pertenecen las iglesias de Santo Stefano, Santi Giovanni e Paolo, San Gregorio y Santa Maria Gloriosa dei Frari; al primer renacimiento, las de San Zacaría, San Salvatore y Santa Maria dei Miracoli; al renacimiento tardío, San Moisè, Santa Maria del Giglio, San Giorgio Maggiore, proyectada por Palladio, y la majestuosa iglesia de Santa Maria della Salute, que posee una bella y grande cúpula.
Monumentos de interés:
De los 400 puentes que cruzan los canales son famosos el puente de los Suspiros (fines s.XVI) y el de Rialto. El primero, comunica el Palacio Ducal con la antigua cárcel del estado. El segundo, con sus 21 m de largo, salva el Gran Canal y comunica la isla de San Marcos con el barrio antiguo de Rialto. El campanario más antiguo es el de San Geremia (s.XI); pero es más famoso el de San Marco, cuya torre primitiva se vino abajo (1902) y fue restaurada en 1912. Uno de los monumentos más bellos es la estatua ecuestre de Bartolomeo Colleoni, obra del Verrocchio. En la Piazzetta di San Marco se alzan dos columnas antiguas traídas de Egipto en el s.XII, coronadas por un león de bronce y por la estatua de san Teodoro, sobre un cocodrilo. Las scuole o casas gremiales poseeen gran interés arquitectónico. Destacan la Scuola di santa Maria della Carità, la de San Giovanni Evangelista, la de San Teodoro, la de la Misericordia, la de San Marco y la de san Rocco, que posee un espléndido grupo pictórico de Tintoretto. El arsenal, empezado a principios del s.XII y ampliado en los ss. XIV, XV y XVI, con sus cuatro leones de mármol traídos de Atenas que guardan su fachada.
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