Lepanto: Composición de las tripulaciones (1571):
Haciendo referencia a las galeras del tiempo de la batalla de Lepanto, momento en que la galera alcanza su máxima importancia, sabemos que su dotación era muy numerosa, llegando a un promedio de entre 350 a 400 hombres. Estaba mandada por un capitán del que dependían dos clases de personal: La gente de cabo, que a su vez comprendía a la gente de guerra y a la gente de mar, y la gente de chusma o de remo.
La gente de guerra procedía en gran medida de los tercios de Flandes y de alguna manera puede considerárseles como el embrión de la infantería de marina. La gente de mar comprendía: el patrón o el segundo de a bordo tras crearse la figura del capitán. El piloto, experto en navegación, encargado de determinar la situación y el rumbo. El cómitre, que en el siglo XVI era el oficial de mar encargado de dirigir las maniobras. No solo debía atender las maniobras de vela, también organizar y distribuir la fuerza de los remeros. Con su látigo incitaba a la boga o castigaba a veces cruelmente, sabiendo hasta que punto podía llegar con el azote sin perder a un hombre.
Los conserjeres eran prácticos de costa, y siendo una navegación preferentemente de cabotaje, conocían las corrientes, puntos de recalada, abrigos y puertos. Los alieres y proeles iban a popa y a proa para dirigir tanto el abordaje como la defensa. Los marineros se ocupaban de las maniobras pero no de la boga ni de los cambios de entena, lo más pesado y por lo tanto, a cargo de la chusma. Los artilleros, aunque encuadrados en la gente de mar se encargaban, como su nombre indica, de manejar las lombardas de la corulla. La maestranza estaba formada por varios maestros de oficio: de remolar es decir del cuidado y reparación de remos; el maestro de daja o carpintero; el botero, al cuidado de la pipería; el calafate para mantener el buen estado del casco; los pañoleros y despenseros encargados del avituallamiento.
Había un alguacil encargado de la justicia y vigilancia de la gente y de la chusma, encargado de evitar peleas, fugas y deserciones.
En las instrucciones que dio Felipe II a don Juan de Austria, al nombrarle capitán general de la mar, le decía:
Ha de haber en cada una de las dichas galeras un capellán sacerdote que tenga cargo de los confesar a sus tiempos y doctrinar.
También disponían las galeras francesas de capellán al que llamaban limosnero y es momento de recordar a San Vicente de Paúl que ejerció su apostolado como tal limosnero durante 40 años.
(Jesús Pérez Tierra)
Importante contribución de los aliados italianos:
En Lepanto se demostró claramente, más que en culaquier otra victoria durante la era imperial, que tanto en la paz como en la guerra el poder de España dependía de sus aliados. La escuadra de la Santa Liga era una escuadra italiana en todos los sentidos, y particularmente veneciana, y España dependía fuertemente del apoyo de los aliados italianos. Entre Nápoles y Sicilia contribuyeron con más de la mitad de las galeras y con más de un tercio de los costes. Por otra parte, España aportó la mayor proporción de hombres. De los veintiocho mil soldados que acompañaron a la flota, España contribuyó con un poco menos de la tercera parte, alrededor de ocho mil quinientos hombres divididos en cuatro tercios. España no podía pagar su parte de los costes, y los aliados italianos fueron al rescate, al proporcionarle parte de los armamentos, equipamientos y vituallas para la expedición, y al costear, con sus propios recursos, los navíos y los hombres que aportó. El papado hizo la mayor contribución de todas al permitir que Felipe II recaudara rentas especiales de la Iglesia, que lo ayudaron a sufragar el coste de la campaña. Sa ha calculado que los gastos totales que recayeron en el erario castellano ascendieron a cinco millones de ducados. De esta suma, el Gobierno sólo envió sesenta mil ducados de plata. El resto lo pagaron los banqueros genoveses, quienes emitieron crédito (en la forma de "letras de cambio") para respaldar este dinero, que esperaban recuperar más adelante con los intereses correspondientes. Como todos los aliados contribuyeron de manera militar y financiera a Lepanto, la victoria también les perteneció a todos. En Roma, un cardenal expresó: "Estamos locos de placer, especialmente el papa, de quien pensamos, sin exagerar, que moriría de felicidad, dado que el viejo santo no ha dormido las dos últimas noches". (Henry Kamen)
Sebastiano Venier (1486-1578):
Almirante y dogo veneciano. En la flota de la Santa Liga mandaba la escuadra de Venecia (1571) en sustitución del general Gierolamo Zeno, que fue llamado rápidamente a la capital y sometido a proceso. Venier mandó, pues, las fuerzas de la república del Adriático antes de la batalla de Lepanto, pero surgido un incidente con la tropa española que guarnecía uno de sus barcos y tomando la justicia por su mano ahorcando a un capitán español ante el generalísimo don Juan, éste le excluyó del consejo de guerra, ocupando su puesto el proveedor Agostino Barbarigo. Este grave incidente, debido al genio vivo de Venier, estuvo a punto de costra un choque entre españoles y venecianos, con la disolución de la liga. No obstante, Venier siguió con el mando pero en el combate su actuación fue en el centro con el generalísimo, y en cambio barbarigo mandó el ala o cuerpo izquierdo de la formación cristiana. En 1577 fue elegido dux en sucesión de Mocenigo. Murió al año siguiente, según dicen que por el disgusto que sufrió, ya anciano, ante la destrucción del palacio de los dux por un incendio. La familia Venier dio a la República muchos de sus primeros magistrados.
Uluch-Alí (-1587):
Nacido en Calabria, en el lugar de Castelli, murió en Constantinopla el 27 de junio de 1587. Fue en su mocedad pescador y barquero, hasta ser apresado por un corsario, renegado griego, llamado Alí Amet, siendo puesto al remo de una galera. Por haber padecido tiña y tener la cabeza calva, sufrió el desprecio de los demás cautivos cristianos, que no querían comer con él ni bogar en su bancada. renegó de su fe y se hizo musulmán para poder vengarse de un soldado turco que le dio un bofetón . Pronto fue cómitre, armando con otros un bergantín y luego una galeota, llegando a ser uno de los principales corsarios argelinos. Habiendo entrado al servicio de Dragut-Arráez, señor de Berbería, pasó por orden de éste, en 1560, a Constantinopla, para pedir auxilios. Con Piali-Bajá volvió a Africa y tomó parte en la jornada de los Gelves, distinguiéndose en ella extraordinariamente. Piali le tomó bajo su protección y consiguió le diesen el gobierno de Trípoli, negociando en 1568 la regencia o soberanía de Argel. Al año siguiente conquistó para Turquía la plaza de Túnez. Por llamamiento de Selím acudió con sus galeras a reforzar la flota turca, llevando además buena cantidad de corsarios de Argel, y con ellos tomó parte en la concentración naval llevada a cabo en Candía. Penetró en el golfo de Venecia a mediados de julio de 1571, apresó dos galeras y se apoderó de Dulcino y de Antivari y pasó de largo por Curzola por hacerle creer los habitates que había nutrida guarnición asomándose las mujeres armadas a las murallas. Saqueó Liesena y se incorporó a Alí-Bajá, que le esperaba con el resto de la flota en las Bocas de Cattaro, dirigiéndose juntos a Corfú asolando de paso el caserío de Potamo y el castillo de Sant Angelo. En la batalla de Lepanto, Uluch-Alí mandaba el ala o cuerno izquierdo turco, con 93 galeras a sus órdenes. Estuvo a punto de envolver el ala derecha cristiana, mandada por Juan Andrea Doria, pero se lo impidió la intervención de Alvaro de Bazán. Consiguió, no obstante, fugarse con lo que pudo salvar de la armada turca.
Después de la muerte de Alí-Bajá fue Uluch-Alí nombrado por Selím su capitán de mar, es decir, Capudán (bajá o gran almirante) haciéndose cambiar el nombre de Uluch por el de Kilich, que significa Espada, llegando así a ser la primera figura del Imperio después del sultán. En 1572 despachó a Alí con 60 bajeles a hacer el corso por los mares de Grecia, siguiéndole después con el resto de la armada (cien galeras). Se talaron las islas de Cerigo y Tino, y al saber que la armada de la Liga había salido de Corfú se trasladó con la suya a Malvasía. El 7 de agosto se encontró con la armada cristiana, mandada por Marco Antonio Colonna, en las inmediaciones de la isla de los Ciervos y de Cerigo, no llegándose a trabar la acción; retirándose Uluch-Alí ciando, sin dejar de mostrar al enemigo las proas de sus naves, hasta desaparecer por detrás de la punta de Cerigo. A los dos días volvieron a encontrarse, siempre Uluch-Alí con la firme resolución de no empeñarse a una acción en que no viese segura la victoria, retirándose nuevamente sin combatir. Ya nuevamente Juan de Austria al mando de la flota cristiana, compuesta de 194 galeras, 45 naves (30 españolas y 15 venecianas) y 8 galeazas, después de una tentativa de sitio a Navarino, estuvo a punto de reñirse nueva batalla, que hubiera sido por su magnitud digna celebración del día del año anterior en Lepanto. Uluch-Alí se mantuvo dentro del puerto de Modón, establecido en fortaleza. Don Juan quiso acometerle por mar y por tierra, pero desistió al no estar de acuerdo el consejo de sus generales. Uluch-Alí murió de edad avanzada en Constantinopla y fue enterrado junto a la suntuosa Mezquita Imperial construida por él. (Carlos Martínez Valverde)
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